Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

31.

Me bajo en la parada y camino en dirección a la escuela. Un tirón en mi mano me hace pegar un grito, que muere ahogado por una enorme mano que cubre mi boca.

Me pegan contra la pared y estoy a punto de realizar una maniobra de defensa personal cuando noto que quien me acorrala en un callejón poco concurrido es Mauricio Díaz.

― ¿Acaso has perdido la cabeza? ―grito, empujándolo con todas mis fuerzas. Sin embargo, solo logro un leve movimiento hacia atrás―. Pude haberte lastimado, coño.

― ¿Tú? ¿A mí? ―pregunta, cruzándose de brazos y alzando una ceja.

―Mira, macho... ―le digo, pero me veo interrumpida por un nuevo acercamiento.

―Bien macho ―se jacta, su aliento rozando mi boca.

―Ay, Mauricio. Ya ―le digo, empujándolo de nuevo―, créeme que puedo lastimarte. Hay zonas en ti que lastimar y duelen tanto como una patada en las b... los testículos.

―Lo siento, solo quería asustarte. Y verte ―dice, acorralándome de nuevo y esta vez no lo aparto―. Y besarte. No he parado de pensar en ti, en tu cuerpo y en tu boca atrevida.

Me sonrojo y estoy por regañarlo cuando toma mi rostro entre sus manos, apretujando sus labios contra los míos en un beso y ¡oh por Dios, qué beso! Es de ese contacto que hace que nada a tu alrededor importe, que sientes que el mundo gira bajo tus pies y que somos los únicos dos seres humanos en el planeta.

Mi pecho se desboca por él y su boca es salvaje y demandante, necesitada de mí como yo de él. Puedo sentir como el aire en mis pulmones se extingue, pero no me alejo; me asfixio en su boca rústica y tosca, pero adictiva.

Acaba con el contacto, pero no se aleja de mí. Una de sus manos acuna parte de mi cuello y barbilla, su frente sobre la mía y su respiración choca con mis labios. Me permito abrir los ojos, encontrando los suyos cerrados y la respiración agitada.

―Te veo en la noche, mi reina ―dice al abrir los ojos, con una sonrisa juguetona en sus labios.

Mi reina. Suya. Afirmo, un poco aturdida por el increíble beso de película que acabamos de tener y que ha hecho de mi corazón un enredo de sentimientos. Me deja sola, temblorosa, excitada y agitada.

Es entonces cuando caigo en cuenta de que este jueguito se está tornando peligroso y que, es muy probable, que tenga que ponerle freno en algún momento.

Debí decirle que tengo miedo, me aterra el dejar todo fluir porque siento que me muevo entre arenas movedizas. Y no sé cómo escapar de ellas.

Las siguientes horas son borrosas para mí, puesto que a pesar de que he tratado de concentrarme en clases, mi mente solo puede atraer a Mauricio y a lo que sea que tenemos.

Ni siquiera se le puede poner una etiqueta. Se supone que sería una noche, matar las ganas que nos teníamos, pero... es que ya esto es algo más. Todavía estoy descifrándolo, pero sé que no estoy con Mauricio solo por el (increíble) sexo que tenemos.

Cuando estoy un poco consciente de mí alrededor, ya es mi hora libre en el café. Y a partir de este momento, como la hora de vernos esta cada vez más cerca, siento que el tiempo está pasando demasiado lento, tal vez porque tengo unas inmensas ganas de ver a Mauricio y ser suya otra vez, y otra, y otra...

Una sonrisa aparece en mi rostro al recordar las veces que me ha dicho eso. Tomo asiento en una de las barras con una taza de chocolate caliente entre las manos, que pedí me descontaran del sueldo. Me remuevo en mi puesto con lo ansiosa que me encuentro, imaginando todo lo que pasará entre nosotros y las fantasías acaban cuando recuerdo que debo hablar con él.

Sí, que hemos acordado dejar las cosas fluir; pero necesito una charla seria que me dé seguridad, como el reembolso del seguro cuando vas a cirugía o algo por el estilo. Tengo que ser precavida y cuidar mi corazón.

Me encuentro viendo el enorme ventanal cuando una cara conocida pasa por las afueras del café. ¿Acaso es Carlos? No, no puede ser. Él está en algún lugar en Europa, seguramente ganando muy bien por su excelente desempeño como chef.

Sin embargo, lo sigo con la mirada para saber si es él o no. Está hablando descuidadamente al teléfono y choca con una mujer, dándose media vuelta para pedirle disculpas y mis ojos se iluminan al saber que es él.

Me levanto como alma que lleva el diablo y salgo del café, corriendo para alcanzarlo y grito su nombre. Él se detiene y veo su espalda tensarse antes de darse media vuelta y guardar su celular en el bolsillo, con una cara de asombro tan grande como la mía.

― ¡Carlos! ―chillo y me abalanzo sobre él, enrollando mis piernas en su cintura.

Él se tambalea hacia atrás, pero igual me recibe entre sus brazos y me sostiene por la espalda. Puedo sentir la vibración de su risa contra mi pecho y escucharla en mi oído, sacándome una risita a mí también.

―No me lo puedo creer ―habla, colocándome en el suelo de nuevo. Sus ojos claros, un tono entre verdoso y azul, me miran con una emoción difícil de describir―. ¡Gabriela Arellano! ¿Quién diría que te volvería a ver?

― ¡Qué casualidad tan grande, por amor a la virgencita! ―chillo, contenta―. ¿Qué haces en México? Pensé que estabas en Alemania o Italia, un sitio de esos elegantes y donde no se entiende un coño lo que dicen.

Él suelta una carcajada, un poco aguda, y niega con la cabeza.

―Sí, en realidad sí. Te cuento que abrí mi propio café restaurante en Italia ―dice y me deja boquiabierta―. Estoy aquí de vacaciones, prácticamente.

― ¿Vacaciones? ¡Vives en Europa, por Dios! ¿Cómo vas a venir de vacaciones a México? ―me burlo―. Lo siento, felicidades por tu negocio. Yo trabajo aquí ―hablo, señalando el café―. ¿Quieres pasar? Aún me quedan unos cuarenta minutos de descanso.

―Claro, no tengo problemas ―dice, dejándome pasar primero―. ¿Qué tomas?

―Chocolate ―digo, tomando asiento en la barra donde me encontraba.

―Lo supuse, pediré lo mismo ―dice y levanta la mano para ser atendido.

Una compañera lo atiende con brevedad.

―Vine aquí porque ya recorrí casi toda Europa, así que estoy yendo a otros lados. En realidad me estoy hospedando aquí por una semana, ya luego iré a Estados Unidos ―me cuenta―. Gaby, tienes que salir de aquí. Londres, Italia, Francia: esos son lugares hechos para ti. Lo juro.

―Es uno de mis más grandes sueños y lo sabes ―respondo, sonrojándome―, pero es eso: un sueño. Ahora solo quiero graduarme y sacar a mis viejas del país.

Mi compañera le tiende la taza de chocolate y él la toma entre sus manos congeladas para calentarlas. La verdad es que la ciudad está un poco más fría de lo normal, tal vez porque ya estamos entrando en épocas de invierno.

―Pues te digo algo, tú me dices y prometo que tendrás un trabajo fijo en Italia. Solo sería cuestión de que aprendieras el idioma y puedas costear el pasaje, aunque te digo que yo podría pagártelo ―dice, acariciando mi mejilla―. Es increíble, ¿hace cuánto no nos vemos?

―Te graduaste hace tres años y te fuiste hace dos años... ―trato de recordar, dubitativa. Él niega con la cabeza y ríe―. ¡Espera, espera! Te graduaste hace dos años y te fuiste hace uno, ¿no?

―Sí, Gaby. ¡Teníamos tres años sin vernos! ―exclama―. Además, hace tres años rompiste mi corazón.

―Te ibas del país y yo no...

―No me amabas lo suficiente para dejar todo y venirte conmigo ―me corta y yo me ofendo, colocando una mano en mi pecho.

― ¡Claro que no! Apenas estaba terminando mi segundo año de carrera, tenía que aprender italiano y pagar mis estudios afuera. No quería ser una carga ―le recuerdo―. Además, las relaciones a distancia no funcionan.

―Ni siquiera nos diste el beneficio de la duda ―dice antes de darle un sorbo a su bebida.

―Carlos... ―musito, apenada―. Lo siento mucho.

―Tranquila, ya eso es pasado. Por ahora solo me queda invitarte este chocolate y a que salgas conmigo esta noche. Vine con amigos pero tú eres especial, así que puedo hacer a un lado mis planes ―invita y yo me sonrojo―. ¿A qué hora sales? Paso por ti.

―Hoy no puedo ―admito, mordiendo mi labio por la vergüenza―, pero mañana sí. No tengo problemas.

―Está bien. Si cambias de parecer... ―habla, anotando algo en una servilleta―... Llámame y nos vemos o avísame cuando puedes. No sabes lo feliz que estoy por este encuentro, Gabycita.

―Y yo, Carlitos ―le digo, levantándome para abrazarlo―. Te escribo entonces.

―Vale ―dice y yo me encargo de llevarle la cuenta pues ya he entrado a trabajar―. Hasta luego.

Me despido con la mano y no puedo ocultar la sonrisa en mi rostro al volver a verlo. Carlos y yo salimos en mi primer año de gastronomía, él estaba ya en el segundo y le apareció la maravillosa oportunidad de estudiar afuera. Por supuesto, no la desaprovechó y llenó mi cabeza de muchos sueños e ilusiones, me amaba, lo sé, y quería que me fuera con él.

Sin embargo, yo me bajé de la nube más rápido que él y me negué. Estaba comenzando mi carrera, los estudios, el italiano... No sabía cuánto tiempo estaríamos distanciados y si lo soportaría. Todo esto pasó un par de meses después de cumplir nuestro segundo aniversario.

Sé que rompí su corazón, pero era lo mejor. Era lo más realista y ahora que lo veo, me alegra saber que le ha ido muy bien y que no hay rechazo hacía mí. Simplemente fui madura, honesta conmigo mismo y sensata.

Guardo su número en mi bolsillo del uniforme y sigo mi trabajo, recordando lo lindo que fue conmigo durante todo ese año. Mis viejitas lo adoraban, tomaban café con él todos los fines de semana y hablaban de comida; ni hablar de mi primo Miguel, lo adoraba porque era el único que toleraba que pusiera vallenato a todo volumen en la casa.

Además, era atento. Siempre me llenaba de detalles, ya sea una notita con un "te quiero" o un puñito de Torontos (unos bomboncitos en mi país). Siempre había un detalle, no podía faltar.

Me alegra saber que le ha ido bien, que ya tenga su propio negocio y siga tan guapo y radiante, humilde, como siempre ha sido.

El café tiene poca clientela a eso de las cinco y media, así que nos ponemos a organizar todo para ya a las seis y cuarto poder salir. Casi siempre salimos a las seis y media por cuestiones de organizar lo que queda de los últimos clientes.

Cuando ya son las seis, cierra el local y yo me cambio mi uniforme. Suspiro aliviada al quitarme los tacones y me coloco mi ropa, la más bonita que tenía limpia (ha sido una semana estresante y no me ha dado tiempo de lavar mi ropa sucia): jeans negros, rasgados en las rodillas y de corte alto, franela de tirantes gruesos color azul marino y zapatillas negras. Me coloco la chaqueta de cuerina que me compró Mauricio y aplico un poco de mi splash cítrico.

Como Mauricio prometió, hay un taxi esperando por mí afuera. Verifica que soy yo al preguntarme mi nombre y me adentro en este, muriendo de ansiedad.

«No puedes dejar que te bese primero. Habla, expresa tus temores» pienso mientras juego con los dedos de mi mano en un acto que demuestra lo nerviosa que me encuentro.

Medito las palabras que le diré durante todo el trayecto y cuando llegamos, me bajo del carro con piernas temblorosas. El solo hecho de saber por qué estoy frente al hotel me genera una piquiña en la entrepierna que envía descargas eléctricas a mi vientre.

«Tengo que calmarme» pienso. Respiro hondo y marco el ascensor, adentrándome en este cuando llega. Aprieto el botón del piso de Mauricio y mi celular vibra cuando empieza a subir.

Es una llamada de él.

― ¿Sí? ―pregunto cuando contesto.

―Reina, lo siento. Papá está en Fraga e insiste en tener una reunión de negocios, saldré tarde y no quiero desvelarte porque sé que mañana tienes clases ―murmulla, bajito y yo siento mi corazón dividido entre el alivio y la decepción―. No sabes cuánto lo siento, te lo compensaré. Lo prometo.

―Bueno, no te preocupes. Ya yo estoy dentro del... ―me callo cuando el ascensor abre sus puertas y veo un camino de rosas, así como velas encendidas en algunas partes.

Le cuelgo porque sé que me ha tendido una trampa y que me lo encontraré en la cama, tal vez con una rosa roja entre los labios y una sonrisa burlona.

Me adentro en la suite, siguiendo el camino de rosas que guían hasta la cama y me petrifico en mi lugar, borrando la sonrisa al sentir mi corazón hacerse añicos en mi pecho. Resulta que sí hay alguien en la cama con una rosa entre los dientes, pero no es Mauricio.

Es una mujer, esbelta, semi desnuda.

Rubia.

Española.



N/A: Ya se armó el desmadre, compas. Y llegamos a las 20K de lecturassss 😍😍😍😍

Muchas gracias por las lectoras que siguen votando y comentando y a las nuevas que han llenado los capis de amor. No he respondido porque se me pierden en las notificaciones, pero he leído sus comentarios y amo que disfruten tanto del Mero Macho como yo, lo amo 🤤🤤


Por estos, hoy he decidido subir no uno, ni dos ¡sino tres capis! Para agradecerles y darles la bienvenida a las nuevas lectoras. También vi hombres por allí, así que hagan acto de presencia por favor. ¡Bienvenidos ustedes también! 😍🥰

Así que denle amor a estos 3 capis que se viene juerteeee 😅😆😱

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro