Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

11.

Estiro mi vestido un poco, sintiéndolo diminuto ante su escrutinio y recojo la mesa para volver a trabajar. Lo ignoro, dejando que otra mesera los atienda y miro de reojo hacia las afueras del local donde se encuentran Montse y Cristian.

Ojalá se solucionen las cosas entre ellos. Cristian y yo solo tenemos una amistad y... la verdad no sé si vaya a pasar algo, no me gustaría arruinarlo. Sin embargo, Montse debe aceptar que no es correspondida de igual forma y que no es mi culpa que él sienta lo que sienta.

―Gaby ―me llama Maite y yo espabilo.

―Sí, ¿dime?

―Te solicitan en la mesa cinco ―dice y yo busco la mesa, gruñendo al ver quien es―. Quiere ser atendido únicamente por ti. Probablemente su papá le habló bien de ti. Aprovecha, dejan buena propina.

― ¿Y si no quiero? ―pregunto, mirándola.

― ¿Estás loca? Es el hijo del mejor amigo del dueño de este café, ve ―ordena.

―Bien ―acepto a regañadientes.

Camino con el paso más firme de lo normal y la barbilla alzada, mientras en mi mente lo insulto repetidas veces: Imbécil, imbécil, imbécil.

―Buenas tardes, señor ―digo y miro a Montse, quien toma asiento de inmediato, fingiendo una sonrisa―. Hola, Montse.

―Hola, Gaby. No sabía que trabajabas aquí ―murmura, acomodándose en su puesto.

―Empecé esta semana ―comento―. ¿Qué desean ordenar?

―Sebas está por salir, así que no nos quedaremos mucho tiempo ―habla Mauricio―. Creo haberle dicho que me llamara Mauricio, señorita Arellano.

Ignoro la última línea y vuelvo a insistir para que me digan qué desean ordenar.

Waffles y café ―responde Montse―, por favor.

―Señorita Arellano, una pregunta ―habla Mauricio, interrumpiendo mi paso a otra mesa―. ¿No puedo llamarle Gabriela? Es más corto.

―No ―es lo único que respondo y sigo mi camino.

Preparo los waffles y el café, los coloco sobre los platos y luego sobre la bandeja. Camino hasta su mesa, pero Mauricio se levanta de sopetón (no sé si a propósito o sin querer, porque honestamente estaba de espaldas a mí) y su cabeza impacta contra la bandeja, haciendo que todo caiga tanto sobre mí como sobre su camisa.

― ¡Maldita sea! ―gruño, observando el desastre que se ha ocasionado y como todos nos miran. Entonces recuerdo que pueden botarme por esto y creo que mi cara se transforma en una de pánico, porque Mauricio se levanta de inmediato―. No, no, no.

―Hey, hey ―dice y me toma de los brazos―. Estás pálida, vamos a un lugar más privado.

La verdad no le presto atención ya que veo los rostros de mis compañeras y me dicen que el embrollo en el que acabo de meterme no es para nada bueno. Maite le dice algo a Mauricio y camino aún en pánico, siendo guiada por él.

Nos adentramos en el almacén y lo empujo, sacudiéndome de su agarre.

― ¡Me van a botar por este estúpido accidente! ―gruño, molesta―. ¿No te basta con quitarme la ilusión de intentar ganarme la pasantía, eh?

―Gabriela, tú mismo lo acabas de decir. Fue un accidente, no te preocupes ―dice, intentando calmarme y noto que se ha atrevido a tutearme―. Yo hablaré con Aarón, de verdad. Vas a conservar el empleo. Necesitas cambiarte esa ropa caliente porque puedes quemarte.

―Iré por... otro uniforme ―murmuro, más calmada.

Me adentro aún más en el almacén y busco entre las cosas otro uniforme. Hay varios estantes que me cubren de Mauricio, así que tomo una toalla pequeña, la humedezco con alcohol y abro mi vestido, limpiándome rápidamente el pegoste de café y me cambio lo más rápido que puedo, vigilando a cada nada para cerciorarme de que no me vea.

Tomo unos cubos de hielo y el mismo trapo con que me limpié y lo llevo hasta donde está él. Se encuentra de espaldas a mí, sentado sobre un banquito.

―Traje algo de hielo para que te pongas en donde te quemó... ―me quedo callada al ver que se termina de quitar la camisa, dejando a la vista unos perfectos abdominales y una hermosa piel acanelada―... el café.

―Gracias, señorita Arellano ―dice y yo le entrego la toalla hecha un ovillo con el hielo dentro―. De verdad, fue un accidente. No lo hice a propósito.

― Debo ir a recoger el desastre que armé.

Su mano toma mi muñeca y me detiene. No sé por qué, pero justo en este momento siento su piel más caliente de lo que recuerdo.

―No armaste ningún desastre, fui yo. Y fue sin querer, lo juro ―dice, haciendo que lo mire―. ¿Tan malo crees que soy?

Me permito burlarme en su cara ante esa pregunta y él alza una ceja en mi dirección. Yo trago saliva con dificultad al ver que se ha acercado a mí y puedo sentir el calor que desprende su piel desnuda contra mi ropa.

«No solo tiene un bonito rostro, de paso tiene tremendo cuerpo» pienso, observando un poco sus pectorales y luego subo mi mirada a sus ojos que me escrutan con la mirada.

―Deme la camisa, la voy a poner a lavar ―digo, extendiendo la mano y sin querer rozo su costilla derecha. La retiro inmediatamente―. Lo siento, no fue mi intención.

―Tutéame. Nada de "usted" ni "señor Díaz" ―dice y me entrega la camisa―. Solo Mauricio. Y gracias.

Me alejo de él, metiendo a lavar su camisa y es cuando puedo respirar sin sentir que estoy hirviendo por dentro.

***

El fin de semana llega y me despierto con una calentura extraña. Me quito la sábana de encima y trato de borrar de mi mente el abdomen tan perfecto del imbécil de Mauricio Díaz.

«Eso, así. Piensa que es un imbécil, es lo único que importa» me recuerdo y respiro hondo.

Mi prima imita mi posición, quedando ambas boca arriba.

―No quiero ir a ese rancho sabiendo que Sebas estará allí ―admite en un murmullo.

―Lo sé ―suspiro―. Yo tampoco quiero ir allí porque Mauricio estará cerca.

― ¿Por qué tenías que hacerte amiguita de su hermana? ―gruñe, levantándose.

―Pues porque ella no es una imbécil como ellos ―digo y la persigo hacia la cocina―. Además, no creo que dure mucho esa amistad, honestamente...

― ¿Pasó algo? ―pregunta, frenándose.

― ¡Cómo te gana el chisme, eh! ―me burlo, riendo.

― ¡Ay, ridícula! Desembucha es lo que es ―dice, rodando los ojos y buscando preparar el desayuno.

―Intentó besar a Cris en el bar ―le confieso y ella alza las cejas sorprendidas―. Lo peor es que Cris me confesó tener cierta atracción hacía mí.

― ¡Lo sabía! ―chilla, haciendo un ridículo bailecito―. Ay, ojo de loca no se equivoca.

― ¿No estás viendo lo grave de esto? Puedo perder a ambos amigos, ¿entiendes? ―le explico y ella se detiene.

―Mira, no es tu culpa que Cris tenga sentimientos por ti y no por ella, así como tampoco es tu culpa que ella sienta cosas por él. Y tampoco serás culpable si desarrollas sentimientos por él ―dice, colocando una mano en su cadera―. Así que no le des demasiadas vueltas al asunto, deja que el río fluya.

―Me iré a bañar entonces ―digo―. Ah, ¿metiste traje de baño? Hay una alberca y toda la cosa.

Ella asiente y yo me meto a bañar, dejo que el agua salga bien fría y así me nuble los pensamientos. No quiero tener en mi cabeza la imagen de Mauricio y su torso desnudo, no quiero, no...

¡Puta madre!

Esto está mal, el agua fría debería hacerme sentir... menos caliente.

― ¡El desayuno está servido, Gaby! ―grita, espabilándome―. Apresúrate que tengo que bañarme yo también.

―V-voy ―balbuceo y cierro la llave al terminar de ducharme―. Todo tuyo, Fede.

Me visto lo más rápido que puedo: jeans altos, camisa básica de color rojo y unos zapatos deportivos. Seco mi cabello con la secadora para acelerar el proceso y me hago una coleta de caballo, decorando mi cabeza con una gorra gris.

Salgo de la habitación y sonrío al ver unas hermosas y redondas arepas asadas, rellenas con lonjas de jamón y queso. Cuando le doy el primer mordisco, chorrea la mantequilla y eso me impulsa a hacer un bailecito de felicidad.

Amo la comida, amo las arepas.

Termino de desayunar junto a mis tíos y me meto al baño de nuevo, cepillo mis dientes y me maquillo un poco. Nada muy elaborado: solo base, polvo, rubor, máscara de pestañas, delineador y brillo labial.

"Estamos afuera, chicas" me llega el mensaje de Montse y luego una corneta resuena a las afueras de la casa.

Fede y yo nos observamos, suspirando antes de tomar nuestros bolsos y salir de allí. La camioneta es una Jeep negra brillante y Mauricio es el conductor, está con la cabeza fuera de la ventana y unas gafas de sol ocultan sus ojos.

«Gracias a Dios» pienso.

―Hola, chicas. Suban ―dice Sebas al bajar la ventana del asiento trasero.

― ¿Qué haces tú ahí? Montse siempre va atrás ―dice Fede, cruzándose de brazos.

― ¡No cuando vamos al rancho! ―grita la aludida, sonriéndonos desde el asiento de copiloto.

―Te sometieron ―se burla Fede, abriendo la puerta de la camioneta―. Sube, Gaby.

«Debo ir en el medio de estos dos inmaduros, por supuesto.» Ruedo los ojos y me trepo a la camioneta, lanzando en la parte trasera el bolso. Fede imita mis acciones anteriores y el viaje comienza.

El viaje se hace bastante largo y chupito tras chupito nos vamos alocando, además de que la música que Montse pone es muy buena y nos tiene meneando la cabeza y los brazos de lado a lado.

Montse baja la ventana y se sienta sobre la misma, gritando con emoción. Mi prima la imita y yo me quedo atrapada entre Sebas, quien la regaña para que se adentre al carro (cosa que por supuesto no hace y por eso tiene que tirar de ella) y Federica, gritando improperios.

― ¡Cállate! Eres un aguafiestas ―le grita y yo me río, negando con la cabeza.

―No puedes hacer nada y lo sabes ―digo, mirándole con la ceja alzada y él se endereza en su puesto, cruzándose de brazos. 

N/A: Agradecer que ese café se le haya derramado en la camisa al señor Díaz es mi plegaria diaria. Me imagino que se la quita y UFSSS!!! No sé cómo Gaby se aguantó jajaja

Quiero recordarles que voten y comenten, me encanta leer sus opiniones. Sé que están esperando el salseo como tal, pero ya se acerca. Lo prometo e.e

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro