Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10.

― ¿Eres imbécil o qué coño te pasa? ―casi grito cuando me libera la boca.

―Menos mal llegué a tiempo, ya ibas a empezar a despotricar contra mi padre ―dice, rodando los ojos―. Allí está el dueño del café, ¿acaso estás loca?

―Pues mejor, para dejarle en claro que la cocina dejó de ser dominada por hombres desde hace mucho tiempo. Es más, las mujeres siempre han sido las encargadas de la cocina, ¿por qué ahora quieren quitarnos el puesto? ―gruño, molesta.

―Quienes suelen ser los jefes en las cocinas son los hombres, Gabriela. A eso se refería mi papá ―explica.

― ¡Claro que no, Sebastián! ―gruño, furiosa―. Joder, quiero matar a medio mundo. ¿Por qué ustedes tienen que ser tan machitos, eh?

― ¿Por qué ustedes tienen que ser tan feministas? Fede y tú nos van a volver locos ―dice, sonriendo un poco.

― ¿Qué escuchaste exactamente que dijo tu papá? ―le pregunto, recordando que había hablado de él con anterioridad.

―Supuse que estaban hablando de mi hermana y de que es mujer, escuché lo de imponerse y toda la cosa. Ya te habías detenido antes y deduje que eso no podía ser nada bueno ―responde, alzando una ceja.

― ¿Por qué no trabajas en Fraga? ―le pregunto y su semblante cambia, alejándose de mí.

―Creo que deberías volver al trabajo, Gabriela ―dice, señalando las mesas―. Y, por favor, no te metas en problemas.

«¿Por qué todo el mundo me dice eso?» pienso con irritación.

Sigo mi trabajo, observando de vez en cuando la mesa donde se encuentra Sebastián. No sé qué estaré esperando, así que me regaño mentalmente para continuar con mi labor.

«Es obvio que no vendrá» pienso y me detengo al percatarme de ello. ¿Quién no vendrá? ¿No estaré esperando que aparezca Mauricio, cierto? ¡Ya vine a parar en loca yo!

La hora de retirar los platos en la mesa del señor Díaz llega, luego de tanta cháchara toda la tarde. Me piden la cuenta y se la entrego a él, ganándome una mirada de un moreno de ojos claros. ¿Y si es el dueño del local?

¡Seguro metí la pata!

―Permíteme pagar, por favor. La otra vez te dije que la comida iba por mi cuenta en Fraga e igual pagaste ―le recuerda el señor Leonardo y el moreno se ríe, asintiendo con lentitud.

―No seríamos amigos si no nos apoyáramos mutuamente, Leo ―responde, negando con la cabeza, al parecer, bastante divertido.

―Disculpe, señorita ―me llama el señor Díaz y yo trago saliva, repentinamente nerviosa―. Creo que la he visto en algún lado, ¿tuvo la oportunidad de ir a Fraga tal vez?

―Sí, Leonardo. Ella estudia en la escuela con Montserrat ―responde Sebastián, sonriendo―. Es una de sus amigas.

―Un gusto conocerle, señor Díaz ―murmuro, sonriendo con nerviosismo.

―Estudiando para ser chef, mira nomás. ¿Esperas ganarte una pasantía en el restaurante? ―pregunta.

―No tendría tiempo para realizarla, señor. Necesito el trabajo ―respondo con cortesía.

―No eres de por aquí, ¿cierto?

―No, soy de Venezuela ―respondo.

―Interesante ―admite, sonriendo y me remuevo incómoda cuando me detalla el cuerpo con los ojos―. Pues... no interrumpo más su trabajo, una lástima que no pueda aceptar la pasantía si la ganara.

―Gracias, con su permiso ―digo y me retiro a la barra, entregando la tarjeta de crédito a Maite.

― ¿Qué tal te fue? ―pregunta.

―Bien, creo.

―Me parece raro que no hubiese venido el mayor de los Díaz, casi nunca viene el menor de ellos. Al menos no solo ―admite, mientras hace su trabajo―. Aunque se me hace más guapo Sebas que Mauricio.

―A mí se me hace mejor persona ―murmuro para mí misma.

― ¿Disculpa? ―pregunta ella y yo niego con la cabeza―. Bueno, toma.

Por fin termina la jornada laboral y puedo quitarme los jodidos tacones. Cuando estoy vestida con mi ropa casual, salgo del baño y me consigo a Sebas.

― ¿No deberías estar en la pastelería? ―pregunto.

―Sí, pero tengo que ser parte de estas reuniones ―explica―. Así mi padre me toma en cuenta y me permite estar en Fraga. Vengo muy poco, hoy tuve que decir que me sentía mal.

Oh, pobre muchacho...

―No deberías faltar al trabajo por estas cosas. Estoy segura de que es mejor trabajar en esa pastelería que tener de jefe al imbécil de tu hermano ―digo y sonrío con vergüenza―. Con todo respeto, por supuesto.

Él se ríe un poco y niega con la cabeza.

― ¿Qué tienen las Arellano que son tan graciosas? ―pregunta y su sonrisa se borra―. No le digas eso a Federica.

—Lo prometo —respondo, riéndome y cuando me calmo, tomo su mano para pedirle algo yo también—. Por favor, no comentes con nadie lo de la pasantía, ¿sí?

—Está bien, Gaby. De todas formas, no es mi problema, ¿cierto? —le resta importancia y me guiña un ojo, haciéndome sonreír.

—Gracias —musito en respuesta.

***

Siento que los días han pasado volando. Montse no para de hablar de lo genial que será que estemos las tres en el rancho y yo me quiero pegar contra la pared cada vez que la escucho.

Estar cerca de Mauricio Díaz, otra vez, no me parece para nada bueno.

Sin embargo, he conseguido que se calle varias veces al nombrarle a Cristian. ¿En serio le gustará?

―Mon ―la llamo y ella me mira con atención―. ¿Peleaste con Cristian?

―No quiero hablar de eso precisamente contigo, Gaby ―dice, encogiéndose de hombros―. Lo siento, no quiero sonar grosera.

―No te preocupes, pero ¿por qué no conmigo? ―pregunto.

―Porque lo conociste a él primero, así que eres más amiga de él que mía ―dice, desviando la mirada.

Que buena excusa...

―Hey, soy tan amiga de él como tuya. Si me pides guardarle un secreto, lo haré. Al igual que si él me lo pide ―le digo, rodeando sus hombros con mi brazo―. Han sido muy amables conmigo, no podría hacer nada que dañara nuestra amistad. Solo ten eso presente, ¿sí?

Ella afirma, regalándome una pequeña sonrisa.

―Aquí entre nosotras ―murmura, viendo a nuestro alrededor para asegurarse que nadie escuche―. Creo que el próximo examen será en Fraga. En realidad, creo que habrá varios en el restaurante.

― ¿Cómo lo sabes?

―Pues porque escuché a mi hermano hablando con Guzmán ―responde.

«Genial» ironizo en mi cabeza.

―Oye, uh... ¿vas a trabajar en Fraga cuando te gradúes? ―le pregunto como quien no quiere la cosa.

―Si gano la pasantía y la paso, sí ―responde, terminando de arreglarse frente al espejo―. No creerás que por ser hermana del dueño tengo la pasantía asegurada, ¿eh?

― ¿Por eso Sebas no trabaja allí? ¿No se ganó una pasantía en su escuela? ―pregunto.

―No hubo pasantías en su escuela, la verdad. Y papá detesta que no haya seguido los pasos de la familia ―explica―. Ya sabes, es pastelero en vez de chef.

―Pero es mejor, ¿no? Así la familia aborda todo tipo de gastronomía.

― ¿Un hombre, pastelero? No le parece muy machito ―dice como si nada.

― ¿O sea que él nunca va a trabajar en Fraga?

―Tal vez cuando papá cambie su mentalidad de machito de los ochenta o cuando se muera ―dice, mirándome―. Probablemente pase primero lo segundo antes que lo primero.

― ¿Y qué espera tu padre de ti? ―pregunto, cruzándome de brazos.

―Pues él me quiere en el restaurante, estoy segura, pero quiere que me lo gane con sudor y lágrimas. Sería sus ojos y oídos ante el resto de los cocineros ―responde, mirándose las uñas―. Sin embargo, el papel de chef líder lo debería tener Sebas, si hubiese sido licenciado en gastronomía. Así que lo obtiene otra persona que escoja Mauricio y mi padre en conjunto. Aunque Mau hace lo que dice mi padre porque aún no es dueño al cien por ciento de Fraga, para eso tendría que fallecer mi papá.

«Todo está en que se muera el señor Díaz padre» pienso.

― ¿Qué es lo que quieres hacer tú?

―A mí en realidad me encanta el vino, espero poder crear mi propio vino algún día. Es lo que estudiaré al graduarme de chef.

―Después de... ¿complacer a tu papá? ―pregunto y ella desvía la mirada―. ¿Por qué le dan tanto poder a él?

―Es quien controla el dinero. Siempre es así, Gaby. Así sucedió con mi abuelo cuando mi papá era el dueño de Fraga ―explica―. Y mi papá se ganó el puesto completo por lamerle el culo a mi abuelo, que en paz descanse.

―Pero...

―Gaby, tengo que irme. Mau ya me vino a buscar, otro día te cuento la historia familiar, ¿sí? ―se despide, dándome un beso en la mejilla―. Tienes que llevar traje de baño al rancho para bañarnos en la alberca. ¡Besitos!

Respiro hondo y salgo del baño, revisando que todo en mi bolso esté en orden. No veo a Cristian por ningún lado y salgo del lugar, encontrándomelo en la entrada.

Y no solo a él, por supuesto. A Mauricio también.

―Señorita Arellano ―saluda, sonriente.

―Señor Díaz ―saludo ceñuda y miro en dirección a Cristian―. ¿Nos vamos?

―Sí, claro. Hasta luego, Montse, hasta luego señor Díaz ―se despide y nos trepamos a la moto―. Sé que lo detestas, pero deberías fingir al menos un poco.

―Lo siento, no me sale ser hipócrita ―respondo y él rueda los ojos antes de colocarse el casco.

Me deja frente al café y le doy un beso en la mejilla luego de devolverle el casco. De nuevo, se ofrece a venirme a buscar y yo acepto con vergüenza, solo porque él insiste.

―Hola Maite ―saludo con una sonrisa.

―Hola Gaby ―me responde de igual forma.

Me adentro en el baño y me coloco el uniforme, me recojo el cabello y me coloco los tacones a regañadientes. Salgo de allí con una sonrisa en el rostro y tomo una bandeja, mirando el reloj: dos en punto.

La jornada laboral empieza y transcurre con normalidad. No hay tanta gente en el café y a los que voy atendiendo me dejan propinas decentes.

A las tres de la tarde tengo que cubrir a otra mesera, así que me toca atender la mayoría de las mesas. No puedo evitar sonreír cuando Cristian está sentado sobre una de las barras, mirándome con una sonrisa iluminando su rostro.

― ¿Qué haces aquí? ―pregunto.

―Oye, pensé que venías a tomar mi orden ―se burla y yo ruedo los ojos―. No tengo mucho que hacer, la verdad. Así que vine a mi café favorito.

―Yo tengo hora libre a las cuatro ―le comento―. Mientras tanto... ¿qué desea, señor?

―Un café con leche y un rol de canela, por favor ―dice y yo lo anoto―. Gracias.

Le guiño un ojo y tomo otras órdenes más antes de entregarlas en la cocina. Me entregan con rapidez el pedido de Cristian y lo dejo sobre su mesa.

La hora se pasa rápido y tomo asiento junto a Cristian, quien decide invitarme una merengada y un rol de canela también. Yo insisto en que no es necesario, pero la verdad es que es bastante terco y no me hace caso.

―Hablé con, uh, Montse ―admito y él se tensa por unos segundos―. Lo sé, lo siento, pero déjame contarte antes de que me regañes.

― ¡Dios, Gaby...!

―No le dije nada en específico, ¿okay? ―lo tranquilizo, o al menos eso intento―. Solo le pregunté que si se habían peleado porque cada vez que hablaba de ti se notaba algo triste. Me dijo que no quería hablar de eso conmigo precisamente.

―Ay, Gaby, lo siento... Eso es mi culpa ―dice, cubriendo su rostro con las manos y apoyando sus codos sobre la mesa.

―Usó la buena excusa de que es porque primero fui amiga tuya que de ella, pero sé que no es eso. He notado que siempre se nos queda viendo ―confieso y él alza el rostro, mirándome con el ceño fruncido.

―Esto es peor de lo que pensé, ¿y si yo...? ―me mira con terror―. ¿Y si ella está enamorada de mí?

―Cristian, ¿es en serio? ―pregunto, rodando los ojos―. Tal vez no sea amor, pero es obvio que está loquita por ti.

―Pero... ¡está mal! Ella tiene veintidós años, es demasiado joven para mí ―dice, negando con la cabeza.

―Está por graduarse de la escuela, al igual que tú y que yo. Es joven, sí, pero prácticamente ya es una adulta, solo le falta conseguir el trabajo y listo ―le digo―. Además, tú confesaste que yo, uh, te gusto. Y yo también soy joven.

―Sí, lo sé. Es solo que... a ella toda la vida la he visto como una pequeña. Cuando ella empezó la carrera tenía dieciocho años y yo tenía veintiocho, mi perspectiva no ha cambiado ―admite―. Además, es la mimada de los Díaz. ¿No ves como no le dicen que no a nada?

―Hey, no sabes nada de esa familia. Su papá es un cretino, entiendo por qué Mauricio es como es ―la defiendo, cruzándome de brazos―. Sabes que no va a ganarse la pasantía sin pelear como nosotros, ¿verdad? No la tiene asegurada por ser su hermana, ella es parte de la competencia.

― ¿Qué? En realidad pensé que iría de una vez a trabajar allá ―dice, asombrado.

―Pues no. Al igual que el pobre de Sebas, el papá lo tiene por debajo de todos porque le salió repostero y no chef ―le comento.

―Todos los Díaz están mal de la cabeza ―murmulla, negando con la cabeza de nuevo―. No volveré a decir que es una mimada, de verdad.

―No podemos hablar de las personas sin conocer sus tormentos ―murmuro y él alza una ceja en mi dirección―. ¿Qué?

―Lo que más haces es hablar de Mauricio, ¿acaso conoces sus tormentos? ―pregunta, mirándome con burla.

―No, pero no hace falta. Todo el mundo sabe que es una porquería de persona ―rezongo, enderezándome en mi puesto. «Lamentablemente, no sabes por qué lo detesto tanto» pienso, «aunque no puedo negar que tienes un buen punto, Cris»

Cuando se va a marchar, le doy un abrazo y cuando me levanto me quedo petrificada al ver quienes han ingresado al café. Ella nos mira con los sentimientos contenidos y desvía la mirada cuando veo un fino hilo de cristal en sus ojos: lágrimas.

―Creo que debería hablar con ella ―murmura Cristian y se encamina hacia Montse.

El detalle es que, por supuesto, no viene sola. Su hermano mayor está con ella y sonríe con sorna al verme.

N/A: ¡Disculpen la demora con este capi! 

Ahora que estamos tocando el tema de Montse y Cris en estos capis, les informo que estaré subiendo pronto la historia de ellos dos aquí en Wattpad. Estará completa y gratis, todavía la estoy escribiendo.

Además, la historia de esos dos tórtolos empieza 4 años antes de que Gabriela llegara a sus vidas. ¿Le darán una oportunidad? ¡Espero que sí!

¡Gracias por la paciencia!

No se olviden de votar y comentar :)


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro