Capítulo 26| ¿Quién eres realmente?
Cientos de preguntas dieron vueltas en mi cabeza, y de todas, la más importante era: «¿Por qué había acudido a él en vez de preguntármelo a mí?».
A lo anterior había que añadirle la probabilidad de que también lo hubiese intentado con Hange, pero seguro fue más discreto y ella no había alcanzado a comprender sus intenciones. De otro modo, ya me lo hubiera puesto al tanto de sus técnicas de investigación.
Tal parecía que no era difícil identificar quiénes eran los allegados de una persona con un círculo social tan limitado como el mío. Debió habernos visto juntos el día en que se peleó con Erwin, cuando logramos convencerlo por primera vez de que saliera con nosotros.
—¿Ves esta cicatriz? —Señaló su ceja derecha—. No fue mi gato. Es muy hábil, debo admitirlo.
Volvió a tantear el sitio donde había quedado la marca. Ni siquiera era una herida profunda, a veces exageraba. La cara que puso reveló cuán avergonzado se sentía de admitir aquella derrota.
A mí también me causaría problemas saber que aquel a quien yo estimaba el rival más débil me dio la paliza de mi vida. Por eso no había que subestimar a nadie, las apariencias resultaban traicioneras.
—¡Ey! Te sometió con bastante facilidad. Digo, para ser más bajo que tú —comenté con sorna.
—Ja, ja. Qué graciosa. —Rodó los ojos, mas no protestó. En el fondo, reconocía que tenía motivos para encontrarlo divertido.
—Fuera de bromas, ¿qué fue lo que te dijo exactamente?
Que Colt hubiera soportado al menos un round con el enano gruñón significaba que no me habría traicionado con facilidad. Estaba orgullosa de él, pero aún no era el momento de decírselo.
—Cuando entendió que así no iba a ceder, recurrió a amenazarme con lastimar a mi familia.
Golpe bajo de su parte. Uno no se detendría a pensar en si el individuo contaba con los medios para cumplir su cometido, sino en proteger a los que ama, a costa de todo. Estaba sorprendida de que Levi hubiese tenido que recurrir a la vieja táctica de arremeter contra los seres queridos. Bueno, a decir verdad, no era del todo extraño.
Ya había tenido la maravillosa idea de pelearse con un desconocido sin razón aparente, y por lo que había escuchado hasta ahora, no fue la única ocasión. Como que ese enano disfrutaba de meterse en problemas. Debería cambiar de hobbie, algún día podría salir herido de gravedad, y no me gustaría que le desfiguraran ese lindo rostro.
—¿Y qué hiciste al respecto? —le pregunté, entrecerrando los ojos. No desconfiaba de él, solo necesitaba asegurarme.
—¿En verdad crees que le iba a soltar toda la información? —respondió con voz trémula. Era el efecto que quería lograr con el doble sentido de mi pregunta.
Si él se sentía herido por mi desconfianza, yo me encontraba en una posición parecida, motivada por su decisión de mantener el silencio.
—Eso significa que no le hablaste de Ryan, ¿verdad?
—Digamos que decidí no revelar los detalles de vital importancia, obvio eso no lo sabe. Le dije que atravesaron los problemas típicos de cualquier relación y que terminaron por "incompatibilidad" —simuló las comillas con sus dedos—, como tú me indicaste. Nada más.
Esos problemas incluían un par de errores que no pensaba cometer en mi siguiente relación, si es que llegaba a entablar alguna.
—No le contaste que está muerto, ¿o sí? —Aquella interrogante era la cereza del pastel. Levi no había hecho lo suficiente para merecerla.
—Eso era lo más importante.
—Bien, ¿y qué hay de los demás?
—Solo preguntó por él. Y ahora que lo pienso, fue como si ya supiera de antemano de quién se trataba —planteó, dándome a entender que Levi se había informado previamente, pero eso carecía de sentido para mí.
Nunca había salido ese tema entre nosotros, y aunque yo me moría de la curiosidad, opté por no saturarlo de preguntas indiscretas. Había esperado que él tuviera la confianza de decírmelo por cuenta propia, aunque nunca sucedió, y yo tampoco iba a abrirle mi corazón de par en par solo porque sí. Eran temas delicados, por obvias razones.
—Incluso fingió no escucharme cuando le dije que perdía su tiempo al evaluar a la competencia. —Me dedicó una sonrisa jocosa. No sería la primera vez que alguien llegaba a esa conclusión.
—¿Competencia? O sea que también pensaba que tú y yo.... Vaya, y yo que lo creí más inteligente. —Una sonrisa estúpida se dibujó en mi rostro.
Era cierto eso que conjeturé acerca de que estaba celoso en aquella ocasión en la que salimos, por eso se había comportado de manera tan extraña en el trayecto de vuelta a la residencia. Y también explicaría por qué me mintió diciendo que Hange me necesitaba, cuando no era el caso.
Y yo que pretendía alejarme de él... Pésimo momento para soltar un grito de alegría. Una sensación contradictoria, dadas las circunstancias.
Mi mejor amiga había estado en lo cierto desde el principio con todo lo relacionado a las señales, mas él era tan obstinado que jamás me lo diría. Tal vez preferiría morir antes que enfrentarse a sus propios sentimientos. No podía esperar a volver y compartir mi alborozo con Hange. Tenía el presentimiento de que las cosas estaban a punto de cambiar radicalmente.
—¿Por qué sonríes así? Me estás asustando.
—¿Eh? —Su voz me sacó del trance de proyecciones a futuro—. Ah. Por nada en especial.
—En serio, Kiomy, debes tener cuidado. —Me lanzó una mirada de advertencia, sujetándome por los hombros. Otro que disfrutaba de bajarme de mi nube de manera repentina—. Hay algo no me cuadra. ¿Por qué de repente le interesaría conocer tus antecedentes amorosos?
—Yo... No lo sé. Hay algo extraño en todo esto, solo que no logro dilucidar qué es.
—Tú y tus palabras raras. —Me mostró la lengua.
—Es para que te culturices. A propósito —era ahora o nunca. Ya me había cansado de contenerme—, ¿por qué has mantenido esos datos para ti mismo durante todo este tiempo?
Desde que nos volvimos a encontrar, tenía la costumbre de ir a saludarlo cuando llegaba mi turno de hacer las compras. Incluso vine sin que ese fuera el motivo principal, así que no exageraba al decir que tuvo oportunidades de sobra.
Alejé dichos pensamientos de mi mente antes que me nublaran el juicio, me interesaba llegar al fondo del asunto. No era apropiado sacar conclusiones hasta haber escuchado la historia completa, además, el exceso de serotonina no era buen consejero.
—Porque... —No supo qué decir, en un comienzo. Lo había acorralado.
—¿Colt?
—Estaba... esperando el mejor momento.
—¿Y cómo lo determinaste?
—Sabía que no me creerías. Con eso de que lo defiendes tanto —reclamó—. Pero creo que ya te diste cuenta por ti misma de lo que es capaz. Seguro que lo recuerdas cada vez que te miras al espejo.
Suspiré. No tenía nada qué rebatir contra esa lógica.
—¿Qué tanto sabes de su pasado? —continuó.
—Muy poco —confesé con pesar—. Solo me ha hablado de su niñez de manera escueta. De ahí en adelante es un completo misterio.
—¿No crees que oculta algo? —No dejaba de mirar a los alrededores, quien sabe de quién se estaría cuidando.
Comencé a plantearme la posibilidad de que su nerviosismo provenía en parte porque le aterraba hacer un comentario erróneo sobre aquel que se había robado mi atención. Él estaba al tanto de que lo justificaría a capa y espada, aunque siendo sincera, ya no estaba tan convencida.
—Oye, . Puede que los guardes para proteger a alguien que quieres, y aun así, no dejan de ser una verdad a medias. —Todavía estaba un poco molesta—. ¿A dónde quieres llegar?
—¿Nunca pensaste que podría ser algo así como un espía infiltrado?
Hasta este momento, no. Qué estupidez más grande.
—Ay, ¿cómo se te ocurre? —respondí con sarcasmo, seguido de una risa exagerada—. ¿A quién estaría investigando? En esa escuela no ocurre nada fuera de lo habitual. Deberías dejar de ver tanta televisión, te está llenando la cabeza de ideas.
Alcé las manos en búsqueda de su frente. Le deposité un golpecito que no hizo sino causarle gracia.
—Al menos nada que tú sepas. —Relajó la postura—. Si te pones a pensar, él es como una caja de Pandora. Desde que llegó a tu vida, no ha significado más que problemas, y eso que aún no son novios. —Lo miré incrédula, pero el calor en mis mejillas no ayudó en lo absoluto a disimular—. No te hagas, yo sé que quieres. Cómo mencioné antes, yo cumplo con avisarte —se cruzó de brazos—, y estoy consciente de que la decisión es tuya. Confío en que esta vez sí vas a escoger lo que es mejor para ti.
—Gracias, eso me anima. Tengo bastante información por asimilar y me duele el cerebro. —Me froté las sienes—. ¿Te parece si te llevo a tu casa? Se está haciendo tarde.
Si de verdad él fuera mi caja de Pandora, eso significaba que a pesar de todos los males que pudiese acarrearme, la esperanza nunca se apartaría de mi lado. Un precio exorbitante que estaba dispuesta a pagar.
Ya tenía buen rato sin tomar la avenida principal en este horario. Solía estar atestada debido a que muchas personas la usaban pasa volver a sus hogares luego de un agotador día de trabajo.
La iluminación era una de las ventajas que la ciudad ofrecía respecto a conducir en medio de una carretera desierta, en la que dependía únicamente de los faros del automóvil.
—¿Nunca te conté que Arthur me robó un beso cuando estábamos en la prepa? —comenté para retomar la conversación.
—No inventes. —Me observó incrédulo.
—Sí, así fue. Estábamos hablando de las señales que le envía a la persona que le gusta, cuando de repente se acercó y me plantó un beso de piquito. —Me reí al acordarme—. Pero en seguida se retractó diciendo que no había sido su intención y que no quería que lo malinterpretara. Fue gracioso, porque unos días después se hizo novio de Caroline, ¿te acuerdas de ella?
—La del cabello negro, rizado, y con cara de niña como tú.
—Esa misma. Sigo pensando que a lo mejor me usó para practicar.
—No cabe duda que lo que tiene de grande, lo tiene de pendejo.
—Ey, esas palabras —lo reprendí, sin ser capaz de contener la risa. Levi le había dicho algo similar a Arthur cuando intentó hacerme quedar en ridículo, por algo se habían visto orillados a hacerlo.
—Lo siento.
—Pero tienes razón, es un completo idiota, y nunca se le quitó. Qué suerte la mía al tener que compartir una clase con él.
—¿De modo que te casaste y no me incluiste en tu lista de invitados? Eso me ofende muchísimo —declaró fingiendo estar indignado.
Era lo que más me agradaba de él. No tenía ningún reparo en decirme lo que pensaba sin tener que pasar por filtros y, aunque su opinión estuviera disfrazada de sarcasmo, yo sabía que era capaz de comprenderla.
Esa tendencia fue la que nos volvió tan unidos, lo que acrecentó la confianza que teníamos el uno para con el otro. Aunado a esto, no se ofendía con facilidad, así que si le hubiera respondido que no quería verlo en mi "festejo" con la cara más inexpresiva, se hubiera echado a reír.
Si tan solo Levi fuera así de sincero... Nos ahorraríamos infinidad de problemas.
—Créeme que tú serás de los primeros en enterarse cuando eso ocurra. —Yo también esperaba que así fuera. Pensar en ello me sumergía en un estado de melancolía, cuya causa aún no lograba descubrir y mucho menos atacar, por lo que decidí cambiar el rumbo de la conversación, dejando de lado toda clase de sutileza—. ¿Y qué tal vas con el asunto de las drogas?
—Ummm... Bien, supongo —musitó.
—¿Supones? ¿Cómo debo interpretar eso?
Hubo una época turbulenta de su vida en la que se rodeó de personas con una reputación cuestionable, que dejaban mucho qué desear. Esto ocurrió más o menos al mismo tiempo en el que lo asignaron al turno vespertino, y como yo estudiaba por las mañanas, tardé bastante en darme cuenta de los síntomas de su adicción.
Lo reprendí, pasando por alto mi condición de amiga. Le advertí que si no le contaba a sus padres, yo misma iba a decírselos. No podía quedarme de brazos cruzados viendo cómo se lastimaba.
Nunca abrí la boca, solo pretendía demostrarle que colocaría su bienestar por encima de todo. Era reconfortante saber que, en mi caso, él estimó la promesa como de mayor importancia.
—Ya las dejé —respondió con voz impostada.
—¿Dónde las dejaste? —bromeé para aligerar la tensión que cubrió el ambiente.
Al mirarlo por el rabillo del ojo, noté que estaba jugueteando con sus manos.
—Bien que me entendiste. —Se escuchó un poco más animado.
—Por supuesto, solo quería que tú me lo confirmaras. Debo decirte que me alegra oírlo. Tienes futuro, no deberías seguir postergándolo por culpa de esas cosas —le recordé en tono amigable. Nunca había dejado de preocuparme por él. —Todavía no te has enlistado, ¿verdad?
—Reunir el dinero ha sido un poco más difícil de lo que yo pensaba.
—Me lo imagino. Dicen que la paga no es muy buena en esos lugares.
—La verdad, no. Pero por ahora tengo que conformarme con eso.
—Sé que lo conseguirás. Siempre encuentras el modo.
Estacioné el auto delante de su casa.
Había venido a ese vecindario en diversas ocasiones, cuando aún éramos compañeros de curso. Su círculo era la definición ideal de una familia unida, una que me abrió las puertas y me hizo sentir como parte de ella.
Sus padres no dejaban pasar la oportunidad de jactarse de lo maravillosos que eran sus dos hijos, y no los culpaba. Tanto Falco como Colt nacieron con un agudo sentido del deber y la responsabilidad, y estaba segura de que estarían dispuestos a morir el uno por el otro, así de grande era el cariño que se profesaban.
—Si llegas a tener la razón respecto a Levi, creo que tendré que recompensarte de algún modo. —Le dirigí una mirada suspicaz. Coloqué mi mano sobre su muñeca y él se estremeció, mas no hizo ningún esfuerzo por apartarla.
—No necesito que me des nada a cambio. Yo no soy así —declaró con firmeza.
—No me refería a eso. Lo sabes, ¿verdad? —No contestó—. ¿Verdad? —repetí en voz alta.
—Eso creo. Gracias por traerme —se despidió mientras cerraba la puerta con suavidad.
—Gracias a ti por aceptar. Eres el único que me hace reír así, no desaproveches ese don.
El reflejo de la luz de la luna resaltaba su iris, dándole diferentes matices de azul y, por un instante olvidé que aquel al que estaba contemplando era mi amigo.
Ni siquiera sabía por qué le había dicho aquello. Yo no acostumbraba lanzar cumplidos en afán de coquetear, solo que ya era demasiado tarde como para arrepentirme. Él se mantuvo a la expectativa, como si estuviera buscando la respuesta adecuada.
—¿No quieres pasar? —sugirió mientras señalaba hacia atrás —. Pensé que... Tal vez te gustaría acompañarnos para la cena.
—Me encantaría, pero ya es tarde y aún tengo algunas tareas pendientes —decliné su propuesta. El nerviosismo comenzó a hacer estragos en mi pecho.
—Oh... Claro. Tienes que esforzarte por mantener tu promedio. Lo entiendo.
La beca era la única razón por la que podía permitirme vivir en la residencia. Nunca quise ser una carga para mis tíos, así que me empeñé en conseguirla. Parte del dinero que me enviaban lo utilizaba para cubrir gastos menores que surgían en el día a día. El resto se iba directo a mi cuenta de ahorro, que alguna vez podría sacarme de apuros.
—Planéalo con tiempo y luego me avisas, ¿te parece?
Un rayo de esperanza iluminó su mirada. Claro que podía hacerme un espacio para visitarlos, después de todo, siempre me trataron como a una hija más.
—Lo haré. —Asintió y estiró la mano para despedirse. Nunca se nos quitó la maña de emplear el típico choque de puños—. Y por favor, piensa en lo que te dije. Lo hago por tu propio bien, pequeña nerd.
—Lo sé. Saluda a tu familia de mi parte.
Su silueta se fue desvaneciendo por el umbral de la puerta. Antes de cerrarla, alzó el brazo para volver a despedirse de mí.
Todavía conservaba esa energía infantil que el algún punto me pareció atractiva. En ese momento, entendí que debía retirarme, antes de que mis ideas se desordenaran y comenzara a delirar en medio de pensamientos caóticos.
Por más que quise evitarlo, la semilla de la duda sembrada por Colt terminó dando fruto. Él la plantó, aunque yo la regué y la hice crecer en un par de minutos.
Fue como estar en una habitación sellada herméticamente, en donde el único sonido que podía percibirse era el de las gotas de agua cayendo por el techo, lentas pero constantes. Estaba tan segura de que Levi no era más que otro hombre difícil de entender, que vivía atormentado entre la idea de hacer lo correcto y seguir sus propios ideales.
¿Un espía? No. Colt había tenido todo tipo de ideas disparatadas; su imaginación carecía de límites, solo que nunca me había salido con una de tales dimensiones.
Puede que hubiera logrado percibir algo que yo no alcanzaba a ver por causa del enamoramiento. Incluso así, me negaba a creerlo. Era ridículo, inverosímil. No debí encender la luz verde para darle pie a continuar con sus sospechas, ya bastante tenía con las mías.
Si se había acercado a mí tal vez fue para no perder de vista a mi mejor amiga (otra bajeza de su parte), pero eso tampoco tenía sentido. Ella era una de las personas de corazón más puro que conocía, a la par con Armin y el hermano de Colt.
Hange no se metería en asuntos ilegales, se había labrado una excelente reputación por ser una de las mejores estudiantes de su generación. Lo más cruel que había hecho fue despertarme a las cinco de la mañana para que tomara mi medicina, eso no la convertía en un ser peligroso.
No sabía cómo iba a resolver la incógnita recién planteada, era una de esas cuestiones que no se podían comentar de forma directa. Tampoco iba a acusarlo, no tenía pruebas.
Si fuera cierto, había hecho un gran trabajo haciéndose pasar por un estudiante de nivel aceptable. Eso explicaría en parte la forma en la que se defendió de Petra cuando lo conocí, su renuencia a hablar sobre ello, y el título de «Capitán» con el que ella se dirigía a él.
¿Será que trabajaron juntos en algún tiempo y por eso desarrollaron dicha familiaridad? ¿No eran demasiado jóvenes para dedicarse a eso? ¿En qué rayos andará metido? Me temía que ya estaba especulando en miras a la paranoia.
Conecté mi teléfono a la bocina del auto, pensando que tal vez la música calmaría mis nervios. Como el reproductor estaba en modo aleatorio, la primera canción que salió fue Who are you really? ¿Qué clase de broma era aquella?
Ya había anochecido. El alumbrado público brillaba por su ausencia. Eso era lo que sucedía cuando los impuestos terminaban embarrados en las mansiones de los políticos.
Se me ocurrió mirar hacia el retrovisor para cerciorarme de que el camino estaba libre, y me asusté por la cara de pocos amigos del sujeto en el auto detrás de mí.
Si bien la familia de Colt era distinguida, nadie podría negar que casi todos los que vivían por esos rumbos tenían una apariencia un tanto aterradora, que indicaba que podrían intentar asaltarte. Fue lo que pensé de aquel hombre.
Cuando devolví la vista al camino, encontré un auto estacionado en forma horizontal, impidiéndome el paso. Me dieron escalofríos, por lo que consideré buscar una ruta alterna, tenía que salir de aquel vecindario de una buena vez. Sin embargo, al poner en marcha la reversa, supe que me habían tendido una trampa, pues otro auto me había bloqueado la salida contraria.
No tuve tiempo de planear un escape. Una persona con el rostro cubierto se acercó a abrir la puerta del copiloto. Mientras me apresuraba a bajar el seguro, sentí como se abría la del conductor y que alguien me sostuvo por los hombros.
Si este iba a ser mi fin, me aseguraría de plasmar mi recuerdo en sus asquerosas memorias. Quería que, cuando pensaran en mí, se les viniera a la mente una chica de espíritu inquebrantable, que dio pelea hasta el final.
Lancé patadas en todas direcciones, me iba removiendo en el asiento. Un olor penetrante, como de tabaco mezclado con alcohol, me causó náuseas, mas no impidió que rasguñara al tipo que me estaba sujetando, primero en el rostro y después en el antebrazo.
Restos de piel y sangre quedaron debajo de mis uñas, la herida resultó más profunda de lo que había planeado. Lanzó un gruñido y me dijo una grosería.
Creí que tomaría represalias. De hecho, ya estaba lista para recibir un golpe, solo que sus secuaces llegaron para auxiliarlo. Estos me colocaron un trozo de tela en medio de los dientes para ahogar mis gritos.
De improviso, todo se volvió oscuro a mi alrededor, aumentando mi desesperación. Seguí forcejeando, hasta que me dejaron en el suelo y me ataron las manos a la altura de la cadera con un trozo de cuerda, lo mismo con las piernas.
Sentí que me habían alzado. Puesto que no dejaba de sacudirme, uno de ellos me dio un apretón en el muslo, que ocasionó una corriente de dolor por todo mi cuerpo. Apreté los dientes para reprimir un gemido.
Me aventaron con cero delicadeza dentro del maletero de un auto, lo supe porque el ruido del choque de la puerta cerrándose venía desde arriba, no de los costados.
Por lo menos no me faltaba el aire. En medio de aquella penumbra, solo me acompañaban los latidos de mi corazón, tratando de estabilizarse. El aire estaba frío, me ardía hasta los pulmones, y la sensación de hormigueo todavía estaba presente. No me costó encontrar una posición cómoda a pesar de lo limitado de mis movimientos.
Aunque estaba exhausta, alcancé a escuchar que uno de ellos se quejó por haber creído que sería más sencillo someterme. Eso me alegró. Uno de mis propósitos en la vida era dejar marca en las personas que pasaban por ella, para bien o para mal. Y a fin de lograrlo estaba dispuesta a hacer lo que fuera, con tal de que no me olvidasen.
En este caso, tuve que recurrir a medidas drásticas, pero ¿qué esperaba? No debió asumir que le facilitaría el proceso, ese fue el primer error que cometió conmigo.
Todavía tenía una encomienda pendiente, aquel no sería más que un obstáculo que superaría.
Ojalá que Hange no se preocupara demasiado, sobre todo porque tenía mis reservas de que llegara a enterarse de lo que sucedió conmigo. Ya llegaría la ocasión en que pudiese contarle mis teorías sobre los sentimientos de Levi hacia mí. Por lo pronto, tendría tiempo de sobra para pensar en él. Y ya iba siendo hora de prestarle atención a mi único consejo de aferrarme a aquello que muere al último: la esperanza.
OMNISCIENTE
El entusiasmo de Hange se notaba a kilómetros de distancia, no tuvo ningún reparo en demostrárselo al pomo de la puerta. Traía excelentes noticias consigo, y estaba segura de que su amiga concordaría con ella.
—¡Kim, ya regresé! —exclamó con voz cantarina—. ¿Por qué no sacas el juego de los dados? Aposté con Levi que el perdedor iba a limpiar la habitación del otro. Es una gran oportunidad para que nos la deje reluciente, ¿no te parece?
Kiomy no era amante de los juegos de mesa. Solía decir que le parecían estresantes, y no toleraba las burlas cuando perdía, así que desde niña decidió no formar parte de ninguno, por más que le insistieran. No obstante, con el paso del tiempo aprendió a lidiar con aquella sensación de inutilidad y accedió a llevarse aquellos dados cuando Hange los encontró refundidos en uno de los cajones, solo para darle gusto.
—Kim, ¿estás aquí?
Silencio absoluto.
La castaña se aproximó a su cuarto, creyendo que estaba perdida en los brazos de Morfeo, pero encontró la cama en perfecto estado. «Tal vez está tomando un baño», pensó. No sería la primera vez que lo hacía dos veces en un mismo día, especialmente cuando terminaban los entrenamientos.
Luego de diez minutos que se transformaron en cuarenta, decidió que ya había pasado un tiempo razonable para estar en las regaderas, aun si le hubiera costado encontrar una disponible.
Fue a buscarla en los vestidores, mas no la encontró. Tampoco estaba en la biblioteca, en el laboratorio, en la cafetería, ni en el gimnasio, los lugares que frecuentaba.
—¿Dónde está la mocosa? —preguntó Levi al ver el semblante apagado de Hange.
Como vio la puerta abierta, no pidió permiso para acceder. Esperaba que ya estuvieran listas con el juego y algún paquete de comida chatarra que gusguear mientras tanto.
Él no tenía la intención de ganarle a ninguna de las dos, el supuesto castigo era más bien un premio, desde su punto de vista. Además, dudaba que ellas pudieran estar a la altura de sus exigencias en cuanto a la limpieza.
No hacía falta mucha perspicacia para comprender que algo andaba mal y se habían cancelado los planes sin previo aviso.
—No lo sé. Nadie la ha visto —confesó con preocupación, mientras se llevaba la mano a la cabeza.
—¿Cómo que nadie la ha visto? —Dio un portazo—. La escuela no es tan grande como para que se pierda. ¿Ya le llamaste?
—Un montón de veces, pero nunca respondió.
—¡Pues llámale otra vez! —sugirió alzando la voz de repente, ocasionando que Hange se estremeciera.
—Ya te dije que no contesta —replicó, aún más alterada.
—¡Sigue insistiendo! No puede haber desaparecido así nada más.
—Esto no es normal. No lo entiendo... Nunca saldría sin avisarme. Levi, espera —lo interrumpió cuando se daba la media vuelta, decidido a abandonar aquellas cuatro paredes—. ¿A dónde vas? Ya pasa de la hora en que debemos estar dentro de la residencia.
—¿Piensas dejarla afuera? —Hizo un ademán exagerado para evitar que le tocara el hombro—. ¿Cómo te atreves a llamarte «su amiga»?
Hange se acercó peligrosamente hacia él, ignorando su furia creciente, y lo sujetó por el antebrazo. Ambos experimentaban cierto nivel de ansiedad, aunque ella todavía pensaba con la cabeza.
—Creo saber a dónde fue. Pero necesito que te tranquilices si quieres ser de ayuda. —Le dirigió una mirada condescendiente al comprender sus intenciones.
—¿Dónde? —Se apresuró a averiguar. Las respuestas no debían demorarse.
—¿Eh?
—No finjas que no me escuchaste, cuatro ojos de mierda.
—Creo que fue supermercado que está como a veinte minutos de aquí —suspiró.
El pelinegro se hizo una imagen mental de aquel sitio. Le traía recuerdos desagradables. En particular, pensó en una pelea y lo que la gente consideraba como «ataque de celos», el cual nunca reconocería.
—Estas ya no son horas para que ande sola en la calle. Está tan ciega que de seguro olvidó cómo llegar. ¿Por qué no la acompañaste? —increpó.
—Estaba ocupada con otros asuntos. Aunado a esto, ya te dije que no me avisó que iba a salir. —Había fuego en su mirada, uno que Hange no había visto hasta ahora. En otras circunstancias, le hubiera hecho un comentario insinuante al atisbar en su preocupación—. ¡No puede ser! Ya cerraron. —Le echó un vistazo a su teléfono. Miró en todas direcciones por unos segundos, hasta que una idea apareció de la nada, y continuó—: Puede que Colt la haya visto.
—¿Y qué estás esperando para llamarle a ese imbécil? —Se cruzó de brazos en afán de imponerse—. ¿Olvidaste cómo se usan las manos?
—Yo... No tengo su número —admitió, avergonzada. Volvió a tomar asiento en su cama. Él la imitó sin esperar que le diera una señal.
—Tch. Eso es grandioso, es simplemente fantástico —vociferó con sarcasmo, golpeándose las piernas con la palma de las manos—. ¿Y entonces qué? ¿Te vas a quedar ahí sentada toda la noche con esa cara de tener diarrea?
—Ella nunca había desaparecido de esta forma. Llámame «paranoica», pero tengo un mal presentimiento, Levi.
Hange le puso una mano sobre el hombro, aplicando más presión de lo habitual.
—No vayas a tratar de detenerme. —Se soltó del agarre de la castaña.
—No lo haré. Yo iré contigo, pero será mañana a primera hora. Empezaremos en donde te dije.
Quiero dedicar este capítulo a MeLightsl2021 por el apoyo que le ha dado a mi historia desde el principio, tanto con votos como con lindos comentarios que siempre estaré encantada de responder. Sé que te tomas tu tiempo para leer a consciencia, espero con ansias que llegues a esta parte y ojalá te guste <3
No sé si les ha pasado que están dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, y en eso, se les viene a la mente una idea reveladora... Bueno, pues este capítulo surgió de esta manera. Me levanté a escribir un montón de notas a las 3 de la mañana, y gracias a eso ya tengo material para los dos siguientes.
Espero poder actualizar en esta misma semana ✨.
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