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5. •Cosa con orejas•


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Sentí mi cabeza pesada para cuando desperté en la mañana, la suavidad de mis sábanas me acogía y la calidez de algo suave en mi pecho me hizo reaccionar. Me senté tal cual resorte y descubrí mi cuerpo palpando en todas partes y buscando lo que un sueño pareció ser.

Suspiré mas calmado pasando mis manos por mi rostro y estirando la piel de mis mejillas.

Tan solo fue un sueño.

-Dios, tú que ves mis pensamientos. No recuerdo haberme drogado anoche, ¿O sí?

Meneo la cabeza y estiro mi cuerpo, son pasadas de las nueve de la mañana. No creo haber dormido lo suficiente. Hecho la cabeza hacia atrás y me tiro de espaldas estirando los brazos a los costados.

-No lo recuerdo tampoco -dice una aguda voz a mis espaldas -Aunque si lo pienso bien, no hiciste mas que roncar, hasta pareciera que otro fuera el animal.

-No es real, creo que sí, me drogué -golpeo mis mejillas y no, no tengo pensado mirar hacia atrás .

-Lo soy, y no. No lo hiciste, lindura.

-¿Disculpa?

-Uh, volteaste. No te desmayes de nuevo, ¿Está bien? que sensible eres. -alargó en tono relajado en alguna parte de la habitación. No vi su figura, puedo creer ahora que estoy demente. -No, tampoco estás loco. Y mira, eres mas bonito de lo que parecias anoche, meow~

¡¿Lee mi mente acaso?!

Todo está en completo silencio, sin embargo el sonido de su respiración no era perceptible, aunque sí de la mía. Tragué duro cuando habló nuevamente.

-¿No diras nada ahora?.

-Cállate, cosa con orejas. ¿Donde estás? -Si no es un sueño, vamos a seguirle el juego. Aunque no esté seguro que especie de criatura sea.

-Justo a tu lado, meow~ -Una esponjosa y violeta cola se deslizó sumamente suave en mi nuca rodeando mi cuello, acarició lento el mismo y de repente se separó en dos acabando en mi cara. Las dos colas violetas se deslizaban en mi rostro frotándose con mis mejillas. Luego el felino dio media vuelta y se sentó en mi regazo tranquilamente. Él estaba allí, justo allí. El maldito gato reposaba en mi regazo y meneaba su cola violeta en mis muslos ahora. -No te asustes, humano. -lamió su pata, y bueno podrían imaginar mi shock cuando el pulgoso habló -Cierra la boca o mi cola será lo siguiente en entrar allí.

¿Su qué?

Decir que que mis ojos salieron de órbita sería poco para lo que sucedió después.

Su pequeño cuerpo peludo fue cubierto por un lazo zafiro que abarcó un manto de humo azul que destelló en toda la habitación y en menos de un parpadeo se había transformado en el mismo caliente chico de anoche.

-Antes de que vuelvas a desmayarte o salir corriendo, o gritando. No te haré daño, ¿Está bien?

¿Bien? ¡¿Qué si estaba bien?!

-No estoy asustado.

Si claro.

-Pues tu pulso y sudor no dicen lo mismo -acunó con sus manos mi rostro y deslizó uno de sus dedos hasta mi cuello, justo donde mi yogular se encontraba.

-Porque sigues desnudo en mi regazo y estás moviendo tus caderas en conjunto con tu cola, idiota.

-Touché. -echó su cabeza hacia atrás soltando una risilla sin despegar sus manos de mis hombros.

-¿Qué clase de cosa eres?

-¿Hum? - movió sus orejas a la vez que su cabeza se ladeaba, parpadeé. -¿Acaso importa?

Ante eso lo pensé y me di el tiempo de detallarlo. Sus ojos eran claramente azules, profundos y brillantes, atrayentes y pequeños, si lo pienso. Su nariz respingada le dan un toque de inocencia a su apariencia pero sus labios pomposos y brillantes por su rojo natural me hicieron dudar de la misma. Sus mejillas adornadas por aquellas tres franjas púrpuras en cada una me pareció la cosa más peculiar y fascinante que haya visto.

Y vaya que he visto cosas buenas en esta vida.

-No. Pero sí el hecho de que sigues encima de mí. ¿No tienes vergüenza acaso?

Agradezco a todo lo infinito porque sé controlar mis emociones y con eso a mi amiguito de abajo que con suerte no ha escuchado el show aún.

-¿Te molesta si la tengo o no? -respondió con autosuficiencia en el rostro.

Oh, pequeño pulgoso.

-Quítate de encima, es raro que sigas en mi regazo.

-Obligam...

Sí, no me juzgen. Era necesario lanzarlo por segunda vez.

-¡Tú! ¡Asqueroso humano! -apuntó con ira en sus palabras desde el suelo -¡Te dije que fueras más cuidadoso!

-Y yo creí haberte dicho que te quitaras.

Su mirada oscureció y sus pequeños colmillos relucieron de su boca cuando gruñó echando sus orejas hacia atrás y moviendo su cola. Ignoré eso y salí de la cama para buscar ropa en el armario.

-Ten. -le extendí una polera negra y unos shorts del mismo color. -Cambiáte, es incómodo tenerte merodeando desnudo por mi casa.

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