El conductor lanzó un bufido, harto de hallarse en ese atasco.

—¡Atontao, ve por ahí! —le gritó su amigo desde el asiento del acompañante, señalándole el arcén.

  Dirigió la vista hacia los agentes de la Guardia Civil. Su colega tenía razón, había que espabilar.

  Pasaron una noche genial en la discoteca, bebiendo cubatas, whisky, mojitos, tequila y vodka azul para endulzar la boca. Aderezaron la ingesta con unos porritos, pastillas y rayas de coca. Todos comentaban: «¡esto sí que es vida, tío!»

  Al salir, quedaron embobados con un par de Mercedes que eran de escándalo. Así que se dividieron en dos grupos para llevárselos: Marcos y él se fueron en el rojo y el resto en el gris. Ninguno tenía carné de conducir, eran menores.

  Disfrutaron al pisar a todo gas y hacer ronronear a las máquinas, compitiendo entre ellos: los últimos pagaban el resto de copas y el desayuno.

  Pero ahora el control de alcoholemia y drogas paralizaba la circulación, plantado allí con la finalidad de arruinarles la noche.

—¡Acelera, tío! —gritó su compañero—. ¡Que se jodan esos cabrones!

  Él así lo hizo. Zigzagueó por el arcén y se llevó a rastras a uno de los guardias civiles.

NOTA.

  En multimedia os dejo la canción de los Red Hot Chili Peppers: Under the bridge.

  Los requerimientos del taller eran los siguientes: el micro debía tener 200 palabras y desarrollarse en un atasco de tráfico. El punto de partida tenía que ser el conductor o conductora.