19. (Re)iniciando...
(Re)inciando...
Kim SeokJin caminó lo que le parecieron leguas, pero habían sido nada más que un par de metros en arena caliente de playa. El mar se veía agitado, las nubes de tormenta a lo lejos contrastaban con el cielo y el sol brillante; él, apenas un paliducho turista.
Respiró la salina brisa y sintió en la piel la abrasadora caricia del sol. Su cabello estaba a salvo bajo el sombrerito que se compró y del que sus amigos se burlaron. Ellos son los que no saben de estilo, se dijo, pero estaba tan feliz de estar allí que no le importó. Caminó las últimas pisadas por la arena hasta dar con la fría mar y se sumergió hasta la mitad de su cuerpo.
Sabía que pronto tendría que salir, que levantarían las banderas de alerta y sacarían a todos los turistas. El mar se picaría y lo magnífico se volvería peligroso.
Impulsado por la típica nostalgia del paisaje novedoso, pensó en su familia, a quienes había visitado antes de ir hasta esta playa. Pensó en sus amigos, que lo esperaban en el bar exterior del hotel, y sonrió. Hacía años que no tenían un tiempo para vacacionar todos juntos, pero ahí estaba él en el mar siendo un solitario hombre cubierto de protector solar.
Hacía también varios años que el pasado junto a Min YoonGi se transformó un recuerdo lindo, de esos que lo hacen sonreír. Ha salido con más personas, ha peleado con otras, se ha decepcionado, se ha ilusionado y a vuelto a entender que fue lo correcto haber roto aquella relación de la que le costó mucho desprenderse. Cumplió con no buscarlo, pese a que hubo ocasiones en que lo extrañó tanto, tantísimo. Como acto de solidaridad para sí mismo, Seokjin tampoco se permitió averiguar de él. Aunque no pudo evitar enterarse de algunos eventos que vivió el chico y lamentar en serio no haber estado allí para acompañarlo.
Lo que importa es que Min YoonGi está bien y Kim SeokJin también lo está.
Incluso, SeokJin está convencido de que puede enamorarse de nuevo si es que así lo quisiera. Si es que llega alguien con el que pueda entenderse y desentenderse, pero quererse tanto que los domingos no sean días grises y aburridos. Compartir sus miedos, sus alegrías, presentarlo a sus amigos y familia, viajar. Por ejemplo, como JiMin junto a TaeHyung, con quienes ha venido a este viaje. Dicho sea de paso, de no haber venido HoSeok, su fiel amigo, no hubiera aceptado ser tercera rueda de esos dos melosos.
—Por favor, se les recomienda retirarse de la playa porque se avecina una tormenta. En orden, vayan evacuando la zona. Gracias.
Claro que SeokJin no entendió más que el por favor y el gracias, porque si bien el inglés le era fácil de leer, no así oírlo. Las personas hablaban demasiado rápido y con entonaciones distintas como para que él pudiera traducir velozmente lo que decían. Siempre se prometió perfeccionarse en algún idioma, pero la pereza era mayor al deseo de ver sus series y películas en idioma original.
Caminó de regreso. No había traído nada por lo que no tuvo que preocuparse de limpiar la zona. Podría salir rápido de allí antes que el tumulto de gente le obstruyera el camino. Sin embargo, no contaba con cruzarse con alguien a quien su sombrilla le estaba dando problemas. Por poco SeokJin no fue golpeado. Y de no tener reflejos ágiles aparecería en el hotel con su bella carita lastimada.
—¡Ten cuidado, pedazo de idiota! —dice en coreano, importando poco si la otra persona no lo entiende.
No se sabía muchos insultos en inglés a no ser el típico que involucra a la madre del ofensor. Y SeokJin no era muy dado a insultar mamis ajenas.
—Yah, calma que tampoco fue a propósito —Le respondieron.
—Pues fíjate qué ha... ¿Hablas coreano? —preguntó aunque era obvio lo que ha oído.
—¿Ya ves? Es algo que te viene incorporado al nacer allá —replica la voz a la que SeokJin pone rostro cuando al fin la sombrilla es controlada.
Ve dos ojitos rasgados, piel ligeramente bronceada y coloreada por la vergüenza de ser tan torpe. Entonces, la sombrilla vuelve a alocarse y se abre golpeando a su dueño y haciendo que este caiga sobre un castillo de arena. Castillo que pertenece a un niño que llora a todo pulmón al ver al grandulón caer sobre la obra arquitectónica inestable. Llanto que atrae a una madre cubierta de bloqueador solar y empanada por la arena que se levantó ante la caída. Madre que se pone a gritar. Gritos que, aunque SeokJin escuche sin entender todo, sabe que son dirigidos a la mamá del dueño de la sombrilla —SeokJin supone que por ser mamá tiene más derecho que él a usar tan livianamente tal insulto—. Chico dueño de la sombrilla que se deshace en disculpas hasta que la mujer se aleja, no sin antes llamarlos por otro insulto que ahora involucra a SeokJin, un culo y sexo.
No que él se oponga a la idea del sexo con el extraño de tez morena.
—Ha sido lo más patético y divertido que he visto en semanas —comenta SeokJin soltando una carcajada y doblándose de la risa.
—¿Podrías dejar de reírte? Además, no sé qué tanto te la das de risitas vistiendo como un cowboy playero...
—Calma, grandulón —interrumpe, y lo ayuda a levantarse.
De nuevo, SeokJin tiene que aguantarse la risa cuando el chico por poco lo tumba con él. Y luego el mismo extraño sonríe apenado por haberle ensuciado la ropa con helado y arena que le dejó el niño.
—¡Oh, mi Dios! —exclama preocupado el chico al ver que SeokJin refunfuña por su camisa—. Lo siento, lo siento.
—Tks... —Se exaspera SeokJin, pero sigue realmente animado—. No pasa nada. Fue un accidente, ¿okay? ¿Has visto lo rápido que armaste este lío? Amigo, no me contagies la desgracia —bromea antes de reírse nuevamente.
—Si no quieres que la desgracia te persiga por siete años, no cortes el rollo y acepta que te invite un trago esta noche —propone como si nada el chico de la sombrilla.
SeokJin ve como el otro desiste de la desobediente sombrilla y la carga cual paragüas, salvándolos del sol. Caminaron un trecho sin decir nada; uno pensando en lo estúpido que ha sonado al decir aquello, el otro pensando que era muy conveniente toparse con alguien al que no le tiene que explicar por señas que quiere llevárselo a la cama.
—Te faltó lo de reenvia este mensaje a veinte amigos —sonríe SeokJin y el chico le devuelve el gesto—. ¿Siete años de mala suerte o una salida con la torpeza hecha persona? Vaya, me lo dejas difícil, supongo que puedo arriesgarme una noche. ¿Te parece a las siete?
Poco que decir más que, después de todo, a cada quién le llegan las chances de enamorarse otra vez, y otra, y las veces suficientes y necesarias para ser feliz.
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