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Felix se pegó al árbol con el corazón acelerado por la pura adrenalina. Había conseguido reparar un pistón de cada lado antes de hacerlo explotar con ganas, asegurándose que hiciera el suficiente ruido como para que Wesker lo oiga y —ahora sí está rezando— caiga en el engaño.

Tuvo que convencer a Nea para que permaneciera junto a la puerta, pues Felix se negaba a que la chica se siguiera arriesgando a ese paso. Necesitaban que alguien abriera las puertas ni bien dieran su característico pitido una vez se activen, y Nea, a regañadientes, comprendió que debía quedarse, incluso si no confiaba suficientemente en el nuevo plan o en la fidelidad del británico.

Internamente, temía perderla.

De manera ausente, y nostálgico, Felix recordó a su padre... y se juró que no perdería a nadie más.

Cuando se asoma a través de la corteza dura del árbol, con cuidado y atención, Wesker ya se encuentra pateando el generador con el tentáculo, dándose una vuelta rápida por los alrededores antes de volver a impulsarse y correr hasta el otro generador. Felix sabe que no le tomará más que un par de minutos alcanzarlo, pero ruega —y enserio desea— que su distracción haya servido de algo. 

Se pregunta si Wesker sabrá que el cuarto superviviente es él, que está allí, y se queda un par de segundos apoyado contra el árbol pensando en aquella respuesta.

Vuelve a tocar el generador, lo suficiente para que el daño deje de revertirlo, y sale corriendo dispuesto a ayudar a terminar el generador donde se encuentran Denson y David.

Mientras corre, sin embargo, escucha el clic característico cuando el generador queda completo, y su corazón se llena de un nuevo sentimiento cuando la idea de huir se siente más cercana. Llega junto a Nea en el punto acordado tras pocos minutos corriendo y permanece junto a ella mientras Karlsson abre la puerta con premura.

Felix casi puede sentir la sonrisa que se abre paso entre sus facciones cuando escucha otro desgarrador grito y descubre que Wesker a dejado a Kate en el suelo, desangrándose, mientras busca a David aprovechando que ha pasado herido todo el rato.

Nea giró el cuerpo del puro susto, aunque su mano no se despegó de la palanca. Saltó de nuevo cuando se escuchó una bocina estridente casi de todas direcciones y quedaron las tres luces rojas encendidas, entonces las puertas se abrieron con un estruendo metálico. Soltó la palanca como si le quemara la piel.

Sus ojos se llenas de lágrimas contenidas —. ¡Kate! ¡Va a morirse si Wesker la cuelga! —gritó ella.

Felix se acerca para tranquilizarla.

—Tranquila, ambos vamos a ir por ella.

Pocos segundos después, escucharon el grito de David hacer eco entre el vasto espacio del Desguace y los cuervos que salieron graznando por el ruido. Felix torció una mueca, pues esto representaba un cambio grande en sus planes, y el tiempo no parecía correr de su lado en ningún sentido.

Antes de que Karlsson saliera disparada, Felix la tomó del brazo.

—Iré a por David —dijo él. Nea se soltó bruscamente, se giró con exasperación y señaló la dirección donde habían escuchando a David repetidas veces como si un insulto no fuera suficiente para describirlo al completo.

—¿Irás a rescatarlo, a él? ¡Felix, no puedes ir solo por ese imbécil! ¡David solo piensa en sí mismo! —gruñó. Miró a Felix directo a los ojos, rogando para que entendiera lo que parecía estar trabado en su garganta.

«No vale la pena.»

—Por favor, escucha —Felix dejó caer una mano sobre el hombro de Karlsson y le dio un ligero apretón, pretendiendo poder tranquilizarla y menguar el fuego que ardía en sus ojos. Le dedicó una sonrisa suave, buscando el trasmitir toda la calma que le quedaba para que Nea no perdiera la cabeza en este punto —: ya no hay tiempo. Tú ve por Kate, yo rescataré a David del gancho. Sé que podemos lograrlo.

Llenando sus pulmones de aire, Nea asintió a las palabras de Richter no más convencida que antes, y ambos partieron por caminos separados tan rápido como pudieron.

Una vez llegó al gancho, se encontró a David luchando contra las garras del Ente, las cuales amenazaban con despojarlo y alimentarse de su cuerpo y su esencia. Al notarlo, David King le esbozó una sonrisa, una mezcla de confianza desmedida —esa que era imposible que alguien tuviera en un momento así— y burla.

—Qué alivio, pero si es nuestra enfermera de servicio llegando para rescatarnos del desastre. ¿Trae suficientes vendas, querida enfermera?

Felix sonrió de lado mientras lo desenganchaba —. Juro que voy a dejarte morir.

—Eh, tranquilo. No hay necesidad de llegar a extremos —David se sostuvo el hombro y se miró la herida por acto reflejo. Aunque la vista no fue agradable a los ojos, casi instantáneamente había dejado de sangrar y se sintió en condiciones de correr.

—Nea abrió las puertas, no tenemos mucho tiempo —informó Felix, observando a David —. ¿Puedes correr?

David exhaló una risa.

—Como si esta mierda me detuviera.

Cuando llegaron a las puertas de salida, Felix se detuvo contra una de las paredes internas para recuperar el aliento perdido. David también se detuvo. La tierra tembló y las líneas rojas, similares a las enormes venas de una criatura monstruosa, se expandieron por todo el terreno, sin llegar hasta donde estaban ellos. El británico le pidió que se largaran mientras pudieran, pues parecía que el Desguace se iba a caer a los pedazos. 

Felix negó con firmeza, sacudiendo la cabeza a los lados mientras luchaba por regular la respiración de su pecho. Su mirada se perdió entre los altos árboles y la niebla, dispuesto a permanecer en el reino con tal de asegurarse de que Nea y Kate llegaran a salvo.

David no discutió más y se fue por su cuenta. Felix giró el rostro, observando la espalda de David King alejarse. Sin embargo, no pudo culparlo.

Dejó escapar un suspiro mientras deslizaba la palma de su mano por las grietas en la pared de ladrillos. Centró su vista nuevamente hacia adelante, escudriñando los alrededores con detenimiento hasta que sus ojos captaron la silueta difusa de una persona corriendo en su dirección. Su corazón se aceleró al reconocer la figura que poco a poco fue tomando forma y color a medida que atravesaba la niebla con una herida en el abdomen.

«¡Kate!» Gritó internamente, sujetando a la chica cuando casi la ve desfallecer del esfuerzo.

Felix la sostuvo entre sus brazos mientras alzaba la vista a la lejanía, esperando por una persona que nunca apareció. Kate también volteó el rostro, cambiando su expresión por alarma cuando la otra chica no llegó tras ella.

—¡¿Y Nea?! —Kate se escandalizó, apretando la herida con fuerza para evitar perder más sangre —, ¡¿Dónde está Nea?!

—¿No venía contigo? —interrogó Felix con preocupación.

—¡Así era! Ella... ella estaba corriendo detrás mío y-

Kate estaba al borde de las lágrimas, pues no deseaba que nadie muriera por su culpa. Felix deseó poder consolarla de algún modo. Antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, se escuchó otro estruendo y ambos se giraron para ver a Nea saltar una ventana mientas intentaba llegar a las puertas antes de que Wesker la atrapara, sosteniéndose una herida abierta.

El corazón de Felix dio un vuelco y el miedo y la desesperación se instalaron en su garganta. Fue como sentirse enfermo. Nea no iba a lograrlo.

Wesker estaba cargando el tentáculo y no podría esquivar la embestida.

La pelinegra apretó la mandíbula con la ansiedad y la adrenalina recorriendo sus venas, desesperada por llegar a las puertas antes que el asesino la alcance. Las lágrimas nublaron su vista, tropezando con una pequeña piedra y perdiendo algo de velocidad.

Felix sintió un recuerdo revolverse entre sus memorias. En ese momento era joven, y él junto a Los parias se habían adentrado para explorar uno de los rincones más oscuros del laboratorio subterráneo que estaba situado en Dyer Island. Ese día perdió a su padre y Felix se sintió devastado. Le había costado mucho tiempo dejar el alcohol y las fiestas, pero luego de descubrir que sería padre decidió cambiar y ser la figura paterna para su hijo, tal y como Janos Richter lo había sido para él. Sin embargo, jamás pudo conocer al niño, atrapado en la misma bruma que se había llevado a su padre.

Felix Richter se negaba a perder a alguien más.

Se apartó suavemente de Kate y salió corriendo en dirección de Nea, sin ningún pensamiento en la cabeza. Antes de que Wesker pudiera alcanzar a Nea con la embestida, casi como si todo hubiera ocurrido en cámara lenta, Felix tiró del brazo de la chica, apartándola del camino antes de llevarse de lleno el golpe.

Nea jadeó por la sorpresa, tropezando en las puertas de salida. Kate se acercó rápidamente y la tomó del brazo para ayudarla a estabilizarse.

Richter gimió al ser estampado contra el muro de ladrillos y usó una de sus manos para sostener el brazo que le apretaba el cuello. Wesker entreabrió los labios y miró a Felix con pasmo a través de las gafas negras. Luego se recompuso a la expresión depredadora de antes.

 —Buen intento... lástima que no llegarás mucho más lejos —murmuró Wesker.

Ambas chicas intentaron ayudarlo, pero estando heridas solo lograrían arriesgarse a perder la vida. Felix lo sabía, y se negaba a que cualquiera de ellas muriera. Con esfuerzo, usando el otro brazo que no estaba ocupado, hizo un gesto brusco para que se fueran.

—¡No! N-no pienso dejarte —Nea lloraba a mares, siendo sostenida por la rubia.

—Vá-váyanse, por favor... —suplicó Felix con los dientes apretados, tratando de mantener el oxígeno dentro de sus pulmones cuando Wesker presionó con más fuerza los dedos alrededor de su cuello.

Al ver que ninguna de las dos se alejó, Wesker inclinó la cabeza para tenerlas a la vista y levantó el otro brazo, claramente en señal de que estaba dispuesto a alejarse de Felix para atrapar a cualquiera de ellas. En consecuencia, tanto Nea como Kate se asustaron, y la sueca murmuró un último «lo siento» antes de que ambas se fueran.

Una vez que ya no hubo nadie a los alrededores, Wesker aflojó el agarre en su cuello y Felix sintió que podía respirar normalmente de nuevo, sin embargo, no apartó la mano del brazo que se ceñía sobre él. Tosió a un costado; ninguna señal de haber contraído el Uroboros.

El rostro de Wesker se inclinó hacia adelante, volviendo su vista al rubio. Lo estudió un largo minuto con una expresión indescifrable antes de soltar una sutil risa entre dientes. Felix frunció el ceño ante la clara burla del asesino. 

—Esperaba más de ti —Albert sacudió la cabeza como si se sintiera decepcionado —. Incluso teniendo la oportunidad de escapar decidiste arriesgar la vida por la de alguien más. Tan noble pero tan... inútil —se mofó con una sutil sonrisa en los labios —. Todo por seguir un código de ética y moral, ¿valió la pena, Richter?

Felix golpeó el hombro del asesino en un intento de zafarse de su agarre. Cuando entendió que no había resultado con el forcejeo, simplemente bajó los brazos con rendición y tensó la mandíbula.

—¿Terminaste? —inquirió Wesker de forma retórica, alzando una ceja con expectación. Levantó una mano enguantada, la izquierda, y delineó el contorno de la mejilla y parte de la quijada del contrario. Richter contuvo el aliento —. Te ves tan patético, ¿sabes? Creíste que podías ser el héroe que salva el día, pero solo acabaste haciendo un sacrificio inútil como si fuera un acto benéfico. ¿Qué se siente haberse arriesgado tan valientemente solo para acabar muerto? Tan honorable y estúpido al mismo tiempo.

Felix esbozó una sonrisa bajo la sombra de aquel asesino que solo disfrutaba del miedo y la desesperación que se reflejaba en los ojos de sus víctimas.

—En lo que nos concierne a ambos, tres de los supervivientes lograron escaparse —contraatacó él —. ¿Qué se siente perder tu fabulosa racha y hacer que el Ente esté enojado?

La sonrisa en los labios de Wesker se evaporó casi por completo. Dejó escapar una carcajada, de esas que no suelen escucharse de parte de Albert, y afianzó el agarre en su mejilla antes de soltar la mano derecha de su cuello y guiarla más abajo, acariciando distraídamente sobre la ropa.

—No eres más que otro de los peones del Ente —respondió Wesker con un deje de desdén, su voz resonando entre ellos, cargando con aquella confianza que lo caracterizaba.

—Y tú igual.

Felix le sostuvo la mirada con determinación al asesino. El tiempo pareció detenerse, únicamente sintiendo el aliento de Wesker pegar contra su rostro y los latidos descontrolados de su corazón, cargado con la tensión que se iba formando entre ellos y la mano que terminó apoyándose contra la pared a un lado de sus costillas.

Felix contuvo el aliento por segunda vez y Wesker, por fin, decidió besarlo.

El beso llegó entre ellos como un golpe de rudeza. Wesker no tuvo problema en presionarlo contra la pared y Felix no sintió ningún inconveniente al sostenerse de los hombro del americano. Sin decir absolutamente ninguna palabra, ambos se dejaron arrastrar por el deseo y la necesidad de sentir al otro sin ninguna clase de restricción o expectante que pudiera detenerlos. Sus manos ni siquiera pudieron mantenerse quietas demasiado tiempo, necesitaban tocarse. Ansiaban explorar el cuerpo del otro como tantas veces lo habían hecho antes. La mano izquierda de Wesker no tardó en encontrar un espacio bajo el saco de Felix, acariciando su cintura de manera circular mientras se besaban. Mientras tanto, Felix desplazó sus manos desde los hombros, creando un camino por la ancha espalda del asesino antes de finalmente descansar sobre su pecho, tratando de empujarse para tener un poco más de control sobre la situación.

Wesker se rio de su pobre intento de dominación y Felix le mordió el labio inferior en venganza. Ambos se mantuvieron la mirada un largo segundo una vez se rompió el beso, hasta que Richter decidió preguntar.

—¿Qué?

—Solo estaba pensando en cómo fue que lograste escurrirte hasta el último generador —murmuró Wesker, presionando la cintura de su amante mientras se recargaba más cómodamente contra la pared con el brazo derecho.

—¿Práctica? —se encogió de hombros con desinterés, como si realmente no fuera necesario darle vueltas a ese asunto —. Me retuviste tantos días que me terminé adaptando a la forma en la que hacías las cosas. Tampoco esperes que sea un novato para siempre, tengo que sobrevivir.

—¿Para ver a tu hijo? —se burló Wesker, Felix negó.

—Ya sé que nunca los volveré a ver. Es algo que tuve muy claro la primera vez que estuve en este lugar.

—Hm —murmuró Wesker antes de acercar de nuevo el rostro, planeando iniciar otro beso. En esta ocasión fue el turno de Felix de iniciarlo, empezando como una danza suave antes de convertirse (nuevamente) en una lucha feroz por el control. Ambos eran orgullosos, así que ninguno esperaba que el otro simplemente se dejara.

Felix entreabrió la boca y presionó su lengua contra los labios contrarios, tratando de introducirla. Al sentir la intromisión, Wesker no tuvo ningún problema en separar los labios y dejar que la lengua del alemán explorara lo que quisiera, iniciando así una batalla interna entre ellos.

Las manos de Richter habían pasado a aferrarse de su espalda cuando sintieron el flash de una cámara, separándose casi de inmediato. Felix apartó el rostro colorado por la vergüenza y el terror arremolinado en su pecho, limpiándose los restos de saliva de sus labios antes de dirigir su vista en todas direcciones en busca del causante de aquella fotografía. Wesker se dio la vuelta y empujó al rubio para que se mantuviera tras él. La diferencia de tamaño y contextura entre ambos hizo parecer que Felix estuviera casi completamente oculto.

Albert escudriñó con atención todos los alrededores antes de centrar su vista en un cúmulo de autos destrozados, mismos donde podían verse, de manera muy sutil, un par de correas flotantes. Una vez descubierto al intruso, dio un par de largas zancadas antes de posicionarse frente a Ghostface.

—Bueno, esto es una novedad —mencionó Ghostface, jugando con la cámara entre sus manos —. Me encantará compartir estas fotos con el resto de asesinos, seguro será un tema de discusión muy divertido en las reuniones.

Albert sacó el cuchillo de combate de su cinturón y lo colocó debajo de la garganta del otro asesino antes de amenazarlo.

—No sé cómo mierda te apareciste aquí pero tampoco me interesa —murmuró apretando los dientes, los ojos rojos refulgentes en ira tras las gafas oscuras. Ghostface hizo un gesto con el cuerpo como si la situación, en vez de generarle alguna clase de miedo, lo divirtiera —. Muéstrale esa foto a alguien, quien sea, o divúlgalo por ahí como el boca floja que eres y no solo te romperé los huesos en pedazos, le contaré a Legion sobre todas esas fotografías privadas que escondes ahí.

Wesker sonrió cuando vio el cuerpo del reportero tensarse un segundo antes de volver a la normalidad. Ghostface sonrió con altanería bajo la máscara, apartando el filo del cuchillo de su cuello con un dedo enguantado.

—¿Qué fotos, hombre? Tengo un montón en esta pequeña cámara.

—No trates de engañarte, todos saben la clase de perverso que eres —mencionó —. ¿Y bien?

Ghostface se rindió, no deseando que Wesker destapara uno de sus más profundos y oscuros secretos —. ¡De acuerdo, tú ganas! No hay necesidad de amenazar a la gente, ¿sabes? Quizás quieras controlar a tu novio —gritó lo último para que Felix pudiera oírlos.

—Elimina todas las fotos. Ahora.

—Claro, enseguida. No me apures —encendió la pantalla de la cámara antes de eliminar fotografía por fotografía. Una vez terminó, le mostró la galería a Wesker —. ¿Satisfecho?

Wesker asintió e hizo un gesto para que se largara.

—¿Te diste cuenta que casi no queda tiempo, verdad? —mencionó Ghostface, y la expresión profunda y amenazante que le dedicó Albert le hizo pensar que lo mejor sería largarse de una vez.

—Vete.

—Yendo.

Una vez Ghostface desapareció, Wesker se giró de nuevo a Felix y se acercó. Un pinchazo de orgullo atacó su pecho cuando descubrió el aspecto miserable y desalineado en el que lo había dejado con un par de besos mientras Felix terminaba de acomodarse el cabello y se tocaba distraídamente los labios hinchados. Sonrió discretamente al observar la piel pálida del alemán y cómo esta no poseía, a sus ojos, ninguna clase de imperfección, mancha o signo de infección.

—¿Crees que Ghostface le diga a alguien? —preguntó.

Wesker negó, acomodándose los lentes con un dedo —. No si valora lo suficiente su vida.

Felix asintió lentamente.

—Será mejo que te vayas —dijo Wesker. Felix se inclinó hacia adelante para acomodar un mechón de cabello que se había desacomodado del perfecto peinado del americano, pasando cuidadosamente los dedos por su frente. Albert lo observó en silencio, manteniendo aquella expresión dura en su rostro.

Fue un gesto realmente involuntario. Y, al descubrirse, Felix se sintió avergonzado.

—Si —respondió Felix tras recomponerse. Wesker se confundió, pues no entendía a qué se debía —. Antes me preguntaste si valió la pena... la respuesta es si.

Wesker sonrió de lado mientras observaba al alemán alejarse por las puertas de salida. Ahora Richter debía encontrar la excusa perfecta cuando se encontrara con los demás sobre cómo logró escaparse del asesino en el último minuto.

[...]

Ghostface estaba derretido sobre el sillón grande de la sala principal en Ormond, sin nada mejor que hacer por el día. A veces observaba el chasquido de las llamas en la chimenea, tratando de encontrarles un significado mientras el fuego danzaba y las sombras se movían bajo los colores naranjas y amarillentos, brindándole algo de calor a la estancia, pues afuera hacia un frío desgarrador.

Inconscientemente pensó en su antigua vida, en Florida, y el calor insoportable que hacía el día que el Ente lo trajo a su reino. Extrañaba escribir el periódico, al menos como método de entretenimiento. Los titulares, los cuerpos y la sangre que se desparramaba cuando creaba sus obras maestras en las casas de sus víctimas. Pensó en todos los titulares que pudo haber escrito con todas las fotografías que tenía en su galería, entonces recordó un evento de aquella tarde.

—Hey, Frank —mencionó Ghostface, inclinando la cabeza en la dirección en donde estaba el otro asesino parado, sosteniendo una botella de cerveza —. Adivina qué.

—¿Qué? —respondió de mala gana la Legión.

—Oh, esto te va a gustar —se acomodó en el sillón con entusiasmo. Frank rodó los ojos, con la máscara situada a la altura de su nariz, y se llevó el pico de la botella a los labios, dispuesto a darle un largo trago. Danny esperó a que lo hiciera antes de contarle —. Vi a Wesker comiéndose con un superviviente.

Frank se atragantó con el alcohol. Apartó la botella de su boca y tosió desbocadamente a un lado. Ghostface soltó una carcajada.

—¿Qué? —sacudió la cabeza y miró al reportero con molestia, limpiándose los restos de cerveza del mentón con la manga de la chaqueta —. No digas estupideces.

Ghostface observó el cuerpo de Frank Morrison alejarse hasta la barra, donde tomó un trapo con el cual limpiar los restos de alcohol de su ropa. Soltó una pequeña risilla, sabiendo que la Legión no le había creído sus palabras. Sacó la cámara bajo la túnica y se desplazó por la galería, divirtiéndose y admirando las distintas fotografías que se había sacado junto a sus víctimas o de los diferentes asesinos del reino. Volteó el rostro, solo para asegurarse que Frank seguía distraído con las manchas, y cambió la tarjeta de memoria, alzando la cámara para sacarle una foto al cuerpo del castaño sin el flash.

Suspiró, admirando la foto junto al resto en la galería, todas de diferentes escenarios y poses, pero siempre manteniendo al mismo protagonista en ellas: Frank Morrison. Con el tiempo había logrado coleccionar de todo tipo de fotografías, desde unas donde estuviera en las cacerías, u otras más cotidianas como ver a Frank con su grupo o apoyado solo contra alguna estructura. Sus favoritas eran las que sacaba en la noche, esas que nadie conocía —no hasta que Wesker lo descubrió, al menos—, donde se colaba dentro del edificio o se las ingeniaba para observar a través de la ventana de la habitación. Esas fotos eran las mejores, porque en ellas Ghostface había logrado capturar el cuerpo de Frank cuando se quitaba la ropa para dormir, cuando estaba en completa soledad y se retiraba la máscara de la cara, dejando a la vista aquellos salvajes y preciosos ojos verdes.

Estaba tan obsesionado con aquel muchacho de temperamento irrisorio. Tan cautivador y peligroso. Ansiando tanto la oportunidad de empujarlo contra una pared y besarlo, explorar su cuerpo... aunque era muy consiente de que Frank lo apuñalaría si intentaba algo.

Por ahora, estaba satisfecho con la relación que tenían.

[...]

Heyy!! Qué tal?

Gracias a todos aquellos que se animaron a entrar y llegaron hasta acá.

Lamento si hubo algo de ooc en los personajes, pero nunca antes había visto a Wesker hasta el dbd, y todavía estoy tratando de determinar una personalidad en Ghostface, a veces más bromista, a veces más sádico y antipático, pero siempre siendo perverso de alguna forma.

Qué les digo, estoy obsesionada con ellos. Felix y Legión son mis bebés, casi no puedo evitar dejar a Félix escapar cuando juego contra él.

Por eso me mató que un Felix me escribiera un "ty daddy Wesker" luego de que lo tiré a la trampilla jugando en la cuenta de mi hermana jaja. Me flechó.

Pero fin en. Hay muchas curiosidades dentro de este two shot de las que me gustaría hablar (escribir¿) pero mejor lo dejo para otra parte porque creo que son muchas y no quiero que esto se extienda tanto.

De momento, un saludo enorme y mil gracias por leer, votar y comentar.

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Cualquier falta que hallan visto por aquí, no muerdo👉

—Kirishi365.

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