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V E I N T I S I E T E | R E S T A U R A N T E 🎭

«Necesitaba hablar con ella. Y verla con la mirada perdida me hacía entender que ella tenía más problemas de los que pensaba»

Maverick.

Cuando el sol se escondía y las estrellas empezaban a brillar, la nostalgia, el miedo y los fantasmas se hacían presentes en la vida de Milly.

Lejos de que podía confiar plenamente en su hermana mayor, Milly llevaba encerrada en su burbuja desde aquel trágico accidente. Y cuando llegaba la noche, sus pesadillas se hacían más nítidas.

Quizás ella no temía salir, pero se había creado una isla llena de muros en el que era difícil escapar. Y tampoco quería hablar con su hermana para preocuparla más, no quería darle más problemas de los que ya tenía encima, más temores de los que ya pasaba la joven Jamie. Milly quería mucho a su hermana y creía que la mejor manera para protegerla era encerrarse ella misma en sus propios miedos, en sus propias preocupaciones.

Milly se sentía así desde hacía mucho tiempo, desde el día que despertó de aquel hospital y vio a su hermana muerta de miedo a su lado.

La joven no recordaba ni una sola noche que se fuese a su cama sin llorar. Era un mar de lágrimas que acababa por expresarse en su almohada, su pañuelo personal. Y lo peor era hacerlo de la forma más silenciosa posible, para que su hermana pudiese descansar a pesar de todo.

Esa noche no era diferente.

No dejaba de pensar en su madre, en las amistades que había perdido, en la vida tan solitaria que vivía actualmente.

Esa noche se encontraba sola en su restaurante favorito, el que más le gustaba visitar. Ya lo hacía sola porque no tenía a nadie con quien ir. La que era su mejor amiga ni le hablaba, su novio no le gustaba ese sitio y su hermana no podía salir de casa. Milly sentía que la soledad la estaba comiendo poco a poco, a pesar de estar siempre rodeada de gente.

Quizás debíamos hacer autocrítica y mirar más allá, porque las personas que más se sentían solas no eran la que estaban en un rincón, sino las que se encontraban rodeadas de gente que no la comprendían. Quizás rodearte de gente así te hacía ver la soledad en su máximo esplendor.

Milly se sentía la mala del libro, la que había cometido muchos errores, sobre todo el error de romper con su mejor amiga. Lo doloroso que era romper una amistad mucho más que una pareja. Las noches que lloró cuando se dio cuenta que Julianne había cambiado, los meses que estuvo decaída cuando discutieron de aquella manera tan dura, significando el fin de una hermosa amistad de años.

Aquello fue mucho más duro que cualquier relación amorosa.

Y ahora estaba sola, sentada en aquella mesa, alejada de todo y mirando hacia el menú, pero pensando en ese pasado perfecto que tuvo en su momento, antes de despertar gravemente en aquel hospital.

Solo se quedaba a sí misma y esperaba no perderse en desasosiego de la vida.

Quizás por eso quería seguir con Lewis, para no sentirse más sola de lo que ya estaba. Pero a la vez estuvo replanteándose dejarlo y estar sola, darse espacio. Esa noche fue una de las primeras que empezó a pensar en quererse más a sí misma.

La puerta de aquel restaurante se abrió, sonando la campanita y entrando un joven rubio con sus auriculares nuevos escuchando su música favorita. Entró para pedir comida y marcharse, solo como siempre a su piso, cuando la melena rubia de una joven le llamó la atención.

Milly estaba en su mundo, de espaldas a ese joven y mirando aquella carta como si estuviese viendo su pasado. Aquello no pasó desapercibido para el joven, que caminó hacia ella y se sentó sin permiso frente a esa bella joven.

La joven rubia levantó su mirada de la carta y al verlo, sus ojos brillaron y casi tuvo que disimular que no le afectaba estar a su lado. Trató de ocultar la sonrisa que sus labios necesitaban sacar, pero no dijo nada.

No consiguió decir absolutamente nada frente a ese joven, quien estaba tan apuesto como siempre, con su ropa tan simple que consistía en esas camisetas negras, algo anchas para su musculatura y unos vaqueros largos. Se percató que llevaba los auriculares que ella le había regalado y ahí fue cuando su sonrisa no pudo ocultarse más.

Ambos se miraron sin poder hablar y a veces las miradas decían más que unas simples palabras.

Cuando se miraron, todo les vino encima y aquella atracción se hizo más que evidente.

Como conectaban, como sus ojos se buscaban y como sus cuerpos necesitaban hablar entre ellos. Había algo mucho más profundo que ninguno se atrevía a decir. Los gestos hablaban más que las palabras.

Milly esperó a que él le dijese algo sarcástico, como ya la tenía acostumbrada. Esperaba una burla, aunque hacía una semana que Maverick no decía ni una sola tras la noche que vivieron juntos. Pero, para su sorpresa, no hizo ningún comentario sarcástico.

Lo que le preguntó le hizo ver que realmente necesitaba que alguien le preguntase eso, aunque ella no le fuese a responder con claridad.

—¿Estás bien? —La voz de Maverick falló unos segundos al estar tan cerca de ella.

Observaba los ojos de esa joven, perdidos, hundidos... Odiaba verla así y eso que apenas se conocían. En una semana habían tenido más conversación que ninguna otra. Milly, que miró nuevamente hacia la carta, negó.

—Tengo la mente echa un desastre —susurró, apretando la carta más de lo debido.

Maverick tocó sus manos con dulzura, consiguiendo que los ojos de ella volviesen a conectar con los suyos y habló;

—Si te sirve de consuelo; yo también.

La joven tragó costosamente y quiso preguntarle, pero prefirió no hacerlo.

Maverick dejó de tocarla, de hacerla sentir de aquella manera tan especial a pesar de que él era un chico que no mostraba sus sentimientos, que la gente pensaba que no empatizaba con nadie... Milly se sentía muy cómoda a su lado, mucho más de lo que nunca había sentido con nadie.

Aquello la hacía pensar mucho más y darle más vueltas de lo debido.

Cuando sintió el vació, cuando las manos de Maverick dejaron de tocarla, se volvió a sentir de aquella manera. Dejó la carta sobre la mesa y empezó a juguetear con sus manos mientras que el joven la observaba.

—Solo soy yo... Aunque tengamos nuestras diferencias.

La muchacha lo miró, relamiéndose los labios por el nerviosismo y aquello no ayudó a Maverick a evitar mirar los labios gruesos de la joven.

—Sorprendentemente, me siento mucho más cómoda contigo que con nadie más.

Aquellas palabras sorprendieron a ese muchacho que estaba frente aquella bella joven.

—¿Y a alguien le cuentas tus problemas?

Ante la pregunta de Maverick, Milly pensó en su hermana, pero lo cierto es que apenas le contaba sus preocupaciones, sus miedos... Los problemas que había estado pasando.

Soltó un fuerte suspiro mientras negaba.

—¿Y tu hermana? —Maverick trató de comprenderla, poniendo toda su atención hacia esa joven.

—No... No sé como abrirme a ella. Es la mejor, pero a veces las palabras no salen.

Maverick la comprendía muy bien.

—Pruébalo conmigo —susurró, colocando sus manos sobre la mesa y extendiéndolas.

Ese gesto hizo que los ojos de Milly observasen esas manos y desease tocarlas, sentirlas sobre las suyas, en un juego de roce en el que ellos 2 fuesen los primeros jugadores y nadie más. Deseó tomar una de las manos de Maverick y sentir su calidez sobre la suya. Pero no quería ver el rechazo en él, no después de lo que ella le había hecho.

Ella no dijo nada.

Fue ahí cuando Maverick recordó las cicatrices que había visto la noche que estuvieron juntos. Aquellas 2 cicatrices que le hizo pensar que le había ocurrido a esa joven que tan sola estaba en ese restaurante.

Temeroso, sin estar preparado para lo que podría escuchar, habló;

—La noche que viniste a mi casa... —Ella lo miró arrugando su frente. —Si, esa noche. —Maverick suspiró y continuó—. Te vi una cicatriz en el estómago y otra en el tobillo... ¿Que ocurrió? ¿Te hicieron daño?

Su mente empezó a caminar más de lo debido. Solo podía pensar en aquella pregunta que él le hizo una vez en la biblioteca a Milly, sobre si su novio le había pegado alguna vez. Ella no respondió, significando que si y temió que esas cicatrices se las había hecho Lewis a ella.

Porque si así fuera, ya estaba preparado para volver a ser expulsado, pero Lewis no iba a volver a levantarle la mano a una mujer.

Se temió lo peor.

Milly junto sus manos y lo miró.

—Fue un accidente de coche hace 2 años.

El rostro de Maverick cambió y su preocupación, llena de angustia, fue más que obvia para Milly, quien no quería preocuparlo.

Para eso no estaba preparado él y se quedó callado mientras ella hablaba.

Empezó a notar como le faltaba el aire mientras el contaba lo que había ocurrido hacía 2 años, aquella época en la que ella había dejado de asistir a clases, después de ese primer encuentro que tuvo Maverick con Milly, aunque Milly no lo había visto a él.

Como Milly relataba el suceso de aquel camión acosándolas en aquel túnel, como el coche dio varias vueltas y todo lo que sucedió después. Podía sentir como si estómago se revolvía, siendo mucho peor de lo que se había imaginado y el dolor que sintió de todo lo que ella había sufrido.

Maverick no mostraba sus sentimientos, pero en ese momento, él no tenía expresión en su rostro, con sus ojos petrificados en ella, angustiado por lo que estaba escuchando y por como ella se abría a él.

—Mi madre murió y yo estuve ingresada en estado de gravedad un tiempo —murmuró, dejado de mirarlo para evitar las lágrimas delante de él. Tratando de aguantar para no derrumbarse. Pero si lo hacía, Maverick estaría ahí, a su lado, apoyándola. —Mi hermana, después de eso, sufre de agorafobia y...

No terminó la frase. Se había percatado de lo que había dicho y de la promesa que había roto. No tenía que haberle dicho a Maverick lo que su hermana, más porque ella le había hecho una promesa de no decírselo a nadie. Lo había cumplido, hasta esa misma noche que no sabía porque se lo estaba contando todo a ese joven, porque se sentía tan cómoda a su lado.

Se tapó el rostro avergonzada.

—Joder... Le prometí a mi hermana que jamás lo diría.

Maverick negó con la cabeza, volviendo a tomar las manos de ella, esta vez para retirarlas de su hermoso rostro.

—Milly... Mucha gente sufre de agorafobia, no la voy a juzgar por eso.

—Jamás se lo había dicho a nadie, ni a Lewis.

Milly seguía sin mirarlo a los ojos, cuando él le dijo;

—Yo no se lo voy a decir a nadie.

Hubo un silenció cuando apareció el camarero para apuntar el menú y ambos pidieron, significando que se quedarían a cenar juntos.

Cuando se marchó, Maverick miró hacia la ventana y susurró;

—Por eso estuviste un tiempo sin venir...

Milly lo miró, arrugando su frente al escuchar aquello.

—¿Como lo sabes?

—Ya te había visto de antes y supe de tu ausencia.

La joven volvió a relamerse sus labios y miró hacia otro lado para continuar;

—Un trozo de metal se me había clavado en el estómago y la pierna se me había quedado atrapada en el coche. Tuvieron que reconstruírmela con injertos de piel. Por eso me pongo siempre botas... —Maverick la observaba mientras contaba todo lo que había vivido en el hospital. —No quiero que nadie vea mis cicatrices... Menos la del tobillo. Dejé el equipo de animadoras porque ya no me sentía segura tras el accidente, ya no me llenaba como antes y quería meterme de lleno en el teatro. No me ha vuelto a interesar ser animadora.

El joven negó varias veces, observarlo los ojos de esa muchacha.

—No te tienes que avergonzar por eso —dijo, refiriéndose a las cicatrices.

—Dudo que a Lewis le guste.

El joven apretó la mandíbula ante su respuesta.

—Lewis es un gilipollas —contestó Maverick, guardándose otra palabra más brusca hacia Lewis.

Y ella sonrió sin saberlo.

Él pensó en lo hermosa que se veía.

Ambos siguieron mirándose en silencio, comprendiéndose un poco más.

Maverick también tenía cicatrices en su espalda, pero eran más pequeñas y se disimulaban un poco más. Milly no las había visto a pesar de que había pasado una noche junto a él, desnudo. Pero Maverick era un joven que apenas hablaba de su vida privada.

Quizás Milly sería la diferencia para que él comenzara a confiar en alguien.

—Pensé que volvería a cenar sola en este restaurante.

Él negó.

—Aunque no sea la mejor compañía, me tienes a mí.

Milly sonrió nuevamente y quiso conocerlo un poco más.

Cuando miraba los ojos de ese joven, podía sentir algo en su estómago que era conocido, pero más intenso que la primera vez. Carraspeó tratando de no pensar en esa sensación.

—¿Por qué odias a los que tienen reputación? —preguntó ella.

—¿Por que lo dices así?

Milly soltó todo el aire, tomando un trago de zumo para luego contestar;

—Porque me parece una estupidez esa palabra.

Maverick silenció unos segundos, mirando a esa joven, como su cabello rubio estaba suelto, esparcido por sus hombros, cayendo elegantemente los mechones ondulados sobre su pecho. De vez en cuando se colocaba un mechón de cabello rubio tras su oreja, fijándose como sus dedos se colocaban entre su cabello mientras lo miraba.

El joven sonrió antes de confesarle una pequeña parte de su vida.

—Tuve una época que iba de lugar en lugar. Me metía en peleas porque esos populares se metían conmigo. Y lo siguen haciendo... por eso. Prefiero ser invisible a estar rodeado de gente así.

Él dejó de mirarla, pero Milly tenía sus ojos puestos sobre el rostro de ese joven.

Sus auriculares caían sobre su camiseta negra, mientras que sus dedos toqueteaban la mesa.

—Yo te envidio —contestó Milly, consiguiendo que Maverick la mirase nuevamente. —Antes tenía una vida normal, estaba en el equipo de animadoras con mis amigas, disfrutaba del tiempo con mi mejor amiga, con mi hermana, con mi madre... No era lo que tú llamas popular, pero era muy feliz... Todo empezó a cambiar de la noche a la mañana. Iba un día a clase, preparándome para el ensayo de animadoras y a los pocos días desperté en el hospital con malos pronósticos... Aún recuerdo lo poco a poco que me fueron diciendo que mi madre había fallecido.

Dejó de mirarlo para observar hacia un punto de aquella mesa.

—Lo siento mucho, Milly.

El camarero llegó con los platos de ambos y juntos empezaron a cenar aquella noche. Mientras Milly cenaba, Maverick la observaba, viendo lo infeliz que era esa joven en su mirada. Lo triste que se veía.

Aquello le hacía dolerle el pecho.

—Toda mala época acaba, aunque nos veamos en lo más profundo del túnel —inició el joven, mirándola de aquella manera. —Pero siempre se vuelve a ver la luz. Yo también he pasado malas épocas y, aunque no vea la luz del todo, puedo decir que estoy mejor que años atrás.

Milly paró unos minutos para preguntarle,

—¿Puedo preguntar? —Se refería a su pasado.

Pero él silenció en respuesta.

Y ella lo comprendió.

—Lo siento... No soy la persona adecuada para que confíes, lo comprendo.

No era eso. De decírselo a alguien, sería a ella, eso lo tenía bastante claro Maverick. Pero el solo echo de recordarlo, le dolía. No estaba preparado para hablar de ello.

Él tomó la mano de ella y con su pulgar, acarició con amor el dorso de ella. Aquello le afectó bastante a la joven que se encontraba comiendo tranquilamente.

—Milly, que haya estado enfadado contigo estos días por lo que ocurrió, no significa que no seas la persona adecuada. Extrañamente, siento que si lo eres.

El aire le costaba entrar en Milly, quien estaba asimilando las palabras de ese joven que apenas demostraba sus sentimientos.

No supieron por cuanto tiempo se quedaron así, en silencio, cenando juntos mientras que las miradas hablaban por ellos.

Pero toda tranquilidad, toda comodidad, se terminó con la llamada del novio de Milly. El nombre de Lewis apareció en la pantalla de su móvil con un sonido de música. Pero Milly no le contestó, lo dejó sobre la mesa, sin tocar el móvil. Aquello afectó a Maverick que empezaba a sentir cosas por esa joven.

Cuando Lewis vio que su novia no le contestaba, empezó a enviarle varios mensajes, que tampoco fueron contestados por ella.

Maverick se sentía incómodo por ello, recordando que ella tenía novio y que entre ambos no podrían tener nada.

—Debería irme...

Maverick empezó a levantarse, pero ella apagó el móvil, para luego tomar su mano, frenándolo en seco.

Ambos se miraron en aquel restaurante mientras el sonido de los clientes hablando estaba en segundo plano.

—No te vayas.

Maverick no quería irse, pero tan solo recordar que ella tenía novio...

—Por favor... —suplicó.

Y aquello hizo tirar la toalla, volviendo a sentarse y mirándola.

Callaron unos minutos, dejando que el tiempo hiciera lo suyo, y Milly preguntó;

—¿Alguna vez te has enamorado?

Maverick negó tranquilamente mientras la observaba.

—No. —Se pensó su respuesta para preguntarle—. ¿Tu lo estás de Lewis?

La joven se mordió el labio, pero no se lo pensó demasiado.

—Si me hubieses hecho esa pregunta semanas antes, te hubiese respondido afirmativamente.

—¿Y ahora no?

—Estoy muy confundida.

—¿Por mi? —Volvió a cuestionar.

Si, pero no quería decírselo tan solo con esa palabra tan simple.

—Por lo que ha pasado entre nosotros. Jamás había dejado que Lewis fuese a más, porque no me sentía... No sentía que fuese el momento. Contigo desde que me tocaste la primera vez... Jamás me había sucedido.

Él se quedó petrificado por sus palabras.

Bastó tan solo esas palabras para que él se levantase de la mesa, la tomase de la mano y se la llevase a un rincón de ese restaurante donde nadie los viera.

La empujó suavemente contra la pared, sintiendo ella el choque en su espalda y, con mirarse unos 4 segundos, bastó para saber lo que ambos anhelaban.

Maverick estampó sus labios sobre los de ella, besándose en ese rincón escondido de aquel lugar y siendo correspondido por esa chica. Sus lenguas empezaron a danzar juntas mientras el sonido de fondo seguía siendo algo sin importancia para ellos. Estaban metidos en su burbuja, en ese clásico entre 2 jóvenes que empezaban a surgir sentimientos.

Necesitaban más y ese beso era solo una pequeña ventana abierta para continuar lo demás. Sus cuerpos necesitaban pegarse más y las manos de ambos, tocándose en todos lados, necesitaban más.

Maverick se alejó unos segundos de sus labios, para observar los ojos de aquella joven, ahora brillantes, perfecta como siempre y algo sintió en su pecho al verla.

—Me haces sentir cosas que ni yo sabía que sentiría... —murmuró él mientras ella trataba de recobrar el aliento por su culpa.

Maverick fue a estampar sus labios nuevamente, cuando el espejo que había cerca de Milly apareció alguien conocido. Arrugando su frente, él le dijo;

—Ese tío está ahí.

Milly, asustada, dio un paso hacia adelante, alejándose de Maverick y vio a un amigo de Lewis buscando por todo el restaurante. La joven se asustó.

—Si él nos ve le dirá a Lewis las cosas y... —Se giró para mirar a Maverick mientras se ocultaba tras la pared. —No quiero que vuelva a pasar lo de la última vez.

El rostro de Maverick fue obvio. Arrugó su frente y se acercó a ella.

—Te pegó... ¿Verdad?

Ella no respondió.

—Milly.

—Fue mi culpa... Hice algo que le molestó, una pequeña discusión de pareja y...

—¿Pero te estás escuchando? —La cortó. —Jamás es tu culpa si un hombre te pega. Milly no digas eso. Vale, vamos a hacer una cosa. Quédate aquí, pagaré la cuenta y nos iremos por la puerta trasera.

—Pero...

—No te va a ver. Espérate aquí.

Le dio un dulce beso en la frente y se alejó de ella para acercarse hacia la barra y pagar la cuenta, topándose con aquel joven que lo miró de una manera poco elegante.

—Vaya, Maverick... ¿Como tu por aquí?

Él no le contestó, pagando la cuenta tranquilamente antes siquiera de que el otro volviese a decirle algo.

—¿Has visto a Milly? Lewis la está llamando y no contesta. Dice que le gusta mucho este restaurante.

Maverick tuvo que recurrir a la mentira para que ese chico la dejase en paz.

—Ni me importa esa tía.

Se fue a despedir del camarero, cuando la mano de ese joven lo agarró por el antebrazo, haciéndolo mirar.

—Si Lewis descubre que tienes algo con ella, vas a tener problemas.

Maverick lo miró y prefirió fingir que no lo había escuchado.

Se marchó enfadado y tomó a Milly de la mano para llevársela a su coche.

Una vez dentro, la vio asustada, mirando hacia el restaurante y deseando no volver a encontrarse con ese joven.

—¿Estás bien?

Ella asintió, aunque Maverick sabía que mentía.

—He estado muy ciega.

Él negó ante la respuesta de ella.

—No te eches la culpa, Milly. Los años te irán enseñando las cosas y a mirar los problemas de cara.

—Gracias...

La tomó de la mano y susurró;

—Voy a llevarte a casa.

Se puso en marcha, sin percatarse ninguno de los 2 que otro amigo esperaba fuera, mirando la escena y sonriendo antes de llamar a Lewis y contarle lo que había visto.

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