
V E I N T I D Ó S | N O C T U R N O 🎭
«Mentiría si dijese que ese joven no me hacía sentir cosas en mi interior y lo peor es que sabía que las cosas no las iba a cambiar»
Milly.
Cuando creíamos que las cosas no podían complicarse más, terminaban complicándose todavía más. Eso era algo que todos habíamos experimentado. Milly no iba a ser ninguna excepción.
Acercarse a Maverick quizás fue algo complicado, pero por otro lado le hacía ver las cosas de distinta manera, replantearse con quien estaba saliendo y que no todos los hombres eran así.
La joven, la cual se encontraba sola en la biblioteca, se sintió extraña esa mañana, al igual que el día anterior. Sentía que no se encontraba bien, quizás por todo lo que había estado viviendo en tan pocos días. Tal fue así que ni le dio importancia.
Milly necesitaba quitárselo de la cabeza, salir de ese lugar e ir a buscarlo para hablar con él. Necesitaba expresarle ciertas cosas y había odiado como acabaron las cosas entre ellos el día anterior. Por lo que recogió todas sus cosas y se marchó de esa biblioteca en busca de ese joven.
En su corto viaje caminando hacia el edificio donde vivía Maverick, donde ella había perdido su virginidad, tocó el timbre sin pensárselo 2 veces. No, no se arrepentiría de nada de eso, de lo que había hecho, de lo que estaba apunto de hacer. Pero nadie le abrió.
Milly creyó que Maverick no querría hablar con ella, quizás que la conversación de ayer fue suficiente para ambos. Casi se marchó de ese lugar, si no fuera porque alguien del edificio salía, dejándole espacio para que ella entrase y Milly ni se lo pensó.
Subió las escaleras con rapidez hasta que llegó hacia la puerta de ese joven.
Nerviosa, volvió a tocar y nuevamente, nadie abrió.
"Maverick no quiere hablar conmigo..." —se dijo a sí misma en su mente.
Fue ahí cuando una mujer mayor salió del piso de enfrente al de Maverick, y Luffy salió de ese piso como un coche de carreras tan solo para ir a saludar a Milly, que casi la tira de los ánimos de Luffy.
—¡Luffy! Te he echado de menos —murmuró feliz de ver a ese perro frente a ella.
Cuando la mujer mayor habló;
—Si buscas a Maverick se ha ido al taller. Soy su vecina Teresa.
Milly levantó la mirada para ver a la mujer, una persona adorable, mayor de 80 y que se le veía sola. Luffy la había estado acompañando esa tarde, como muchas otras, ya que le hacía compañía. Todo lo contrario a lo que hacían sus propios hijos.
Milly, sacando una sonrisa, se presentó a Teresa. Inmediatamente, ambas se cayeron bien.
—Maverick no le gusta dejar solo a Luffy, por lo que se lo cuido mientras él no está. Y así me hace compañía. —La mujer sonrió, observando a la joven rubia que tenía frente a ella y continuó. —Es un chico increíble. ¿Eres su novia?
Milly se tomó unos segundos en contestar, ya que era difícil y bastante complicado la relación que tenían ambos.
Teresa no perdió detalle de la pausa que estaba haciendo Milly.
—No, no lo somos.
Ella asintió, oliéndose algo más.
—Yo también tuve una relación prohibida en los años 50... No hay día que no recuerde a mi marido —contestó con una sonrisa adorable.
Milly abrió los ojos bastante, asombrada y negó con la cabeza, negando esa relación complicada que tenía con el joven Maverick.
—Oh, no tenemos una relación prohibida.
—Claro, cariño. —Teresa asintió, pero no se lo creyó.
Milly, tratando de evitar continuar con una conversación de difícil explicación, prefirió preguntarle donde se encontraba el taller de ese joven.
—¿Me puedes dar su dirección?
—Claro. —Le guiñó un ojo.
Al entregárselo tras escribirlo en una pequeña hoja, Teresa continuó;
—Espero verte más veces por aquí, Milly.
Ambas se despidieron, mientras Luffy esperaba a que Milly se marchase antes de volver a entrar en el piso de la vecina de Maverick.
🎭
El olor a coche, neumático y aceite inundó la nariz de Milly al entrar al lugar.
Estaba todo casi a oscuras, exceptuando por una luz tenue que estaba al fondo del taller. Dudaba que fuese tarde, ya que fuera decían que todavía estaban abiertos, pero no veía a nadie. Decidida, entró al lugar, caminando lentamente buscando a cierto chico que llevaba días quitándole el sueño.
La joven, dudosa del porqué él podía permitirse un piso tan caro como el que vivía y luego trabajaba por las tardes en un taller en el que quizás no ganaría demasiado dinero. No sabía si vivía solo, la otra noche cuando se quedó con él no había nadie, así que las miles de dudas se arremolinaban en su mente a medida que más iba adentrándose en el caparazón de Maverick.
Vio, donde se encontraba aquella luz tenue, a un joven rubio vestido de taller, manchado de grasa, sudoroso y tratando de poner en marcha un coche. Estaba de espaldas a ella, mirando el motor de aquel viejo Chevrolet.
Cuando estuvo a una distancia cercana, pero no tanto como para darle todo el espacio personal que Maverick necesitase, habló;
—Jamás creí que te encontraría aquí de noche.
Maverick al escucharla, ni siquiera se giró la saber quien se trataba. Podía incluso notar como una aguja le pinchaba el pecho, y ni siquiera quiso girarse para verla.
—¿Que haces aquí? —Su voz, brusca, continuó su labor en el motor de aquel viejo coche.
Ella empezó a caminar lentamente, hasta que la voz dura de Maverick la hizo frenar.
—No te acerques más.
Milly se quedó quieta para volver a decir algo;
—Vengo a pedirte perdón por lo que pasó.
—Ya me lo has dicho.
—Quería volverlo a decir.
Maverick suspiró, secándose el sudor con el dorso de su mano y tomó su paño rojo para quitarse el aceite de sus manos. Siguió sin girarse, pero él deseaba hacerlo para mirarla a los ojos, para verla.
—Si has venido para eso, pierdes el tiempo.
El joven no dijo ni hizo nada más, se quedó quieto, esperando el siguiente movimiento de Milly. Sus oídos eran su mayor aliado en ese momento, por lo que trató de hacer le menor ruido posible para escucharla.
—No me aproveché de ti... Sé que lo parece, pero no fue así. Fuiste mi primera vez y no me arrepiento de ello —silenció unos segundos, esperando algún gesto de él, pero al ver que no lo hizo, concluyó. —Quise que así fuera.
Maverick, sabiendo que no podría seguir arreglando aquel viejo coche, cerró el capó con cuidado y, esta vez, se giró para verla.
Se quedó sorprendido al ver el rostro tan bello de esa mujer que estaba frente a él, con aquellos hermosos ojos que vio por primera vez hacía años en aquel pasillo. Callado, se quedó ahí, mirándola y esperando buscar alguna respuesta.
Pero no la había.
No quería perdonarla y menos enamorarse de ella. Aunque lo de la otra noche, lo que sintió, era como si ya lo estuviese y él preferiría negarlo al recordar que ella ya tenía novio.
—Tienes novio, te lo recuerdo por si lo has olvidado.
Milly apretó su mandíbula y empezó a sentir frío en su cuerpo, notando incluso gotas de sudor en su frente sin motivo aparente. Estaba nerviosa, pero no a ese punto. Con un gran cansancio, se secó aquellas motas de sudor y siguió mirándolo.
—Lo sé... Ese fue mi error... No paro de darle vueltas al daño que te hice.
—Si volvieses atrás en el tiempo, ¿hubieses cambiado lo que ocurrió entre nosotros? —preguntó él.
—No. Volvería a tomar la misma decisión.
El joven silenció ante la respuesta de la dama. Negó con la cabeza y luego la volvió a mirar, viéndola extraña, con las mejillas rojas. Creyó que estaría nerviosa, y no le dio importancia.
—No te preocupes que entre nosotros no va a volver a suceder nada.
Se giró y volvió a lo suyo.
Milly sabía que había hecho mal en irse o, al menos, en darle ilusiones a él. Ella estaba echa un gran lío con ese chico tan complicado, diferente y único. No quería saber más de él porque sabía que tenía novio, pero luego no paraba de pensar en que quería conocerlo más, quería más de ese chico.
Sabía que él no la iba a perdonar después de todo.
Por ello, derrotada, dijo;
—Vales mucho, Mav. Si cualquier otra mujer dice lo contrario, es una estúpida.
Con esa frase bastó para girarse, dispuesta a marcharse y no volver a hablar con ese chico, por mucho que le costase asimilarlo. Se encontraba mal, tanto emocional como físicamente. Quizás por todas las emociones que había vivido aquella semana.
Necesitaba irse a su casa, cerrar la puerta de su cuarto y acostarse, sin saber nada más de nada ni de nadie. Se encontraba bastante mal y el frío era más que obvio para la joven.
Pero la mano de alguien la frenó, agarrándola del antebrazo con delicadeza y haciendo que lo mirase a los ojos.
—Quería que fueses tú. Quería despertarme a tu lado...
Milly, al escuchar las palabras de Maverick, lo miró a los ojos, cuando él arrugó su frente de verla de aquella manera.
Su angustia se hizo evidente.
—Milly, ¿que ocurre? —cuestionó.
—Nada. Necesito descansar, es todo.
Maverick se limpió las manos como pudo y, con el dorso de su mano donde no tenía apenas aceite, tocó la frente de Milly, notando que estaba ardiendo.
—Estás ardiendo en fiebre, Milly.
Milly trató de alejarse de él, pero Maverick no la iba a perder de vista.
—No sé ni que haces aquí encontrándote así. Debes cuidarte.
Maverick se alejó unos segundos de ella, cuando la joven rubia lo vio recogiendo sus cosas.
—¿Que vas a hacer? —habló Milly, inocentemente.
—Llevarte a tu casa, así que ya estás tardando en darme tu dirección. —Su voz parecía autoritaria, pero era su manera de ser y, en el fondo, su voz era temblorosa y estaba empezando a angustiarse por esa joven.
—Pensé que estabas enfadado conmigo.
—Y lo sigo estando, pero así no te voy a dejar —respondió Maverick, llevándola a su coche, dejando aquella conversación para otro día y solo centrándose en el bienestar de ella.
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