O C H O | G U I T A R R I S T A 🎭
«Me parecía alguien bastante diferente a los que solía conocer. Por no hablar de esa frialdad que tenía en su mirada y esa sensación de vacío que poseía, sumado a su seriedad... Y eso me hacía querer conocerla más»
Colson.
Una joven pelirroja miraba la pantalla de su ordenador, perdida, desanimada como de costumbre, mientras escuchaba la voz de su terapeuta hablándola tras aquel ordenador.
El día estaba envuelto en un hermoso gris oscuro, el cual lo decoraban gotas de agua. Aquello, aunque para muchos podría ser el peor día de la semana, para Jamie siempre había sido uno de sus días preferidos, pero ya apenas miraba esos días como antes.
Cada día que pasaba era un día más para ella y su negatividad incrementaba, pero el dibujo y su hermana, era lo único que la hacía tener ilusión.
Jamie deseaba salir de su piso, tomar valor y enfrentarse a su miedo. Dejar de lado aquellas preocupaciones que tenía día tras día en su mente y que la hacían jugar una muy mala pasada. Pero cada vez que iba a intentar pisar un pie fuera de aquella línea imaginaria que había creado en su mente entre la puerta de su piso para salir al pasillo, sus ataques de pánico volvían a ella, creando más inseguridad en sí misma.
—¿Has hecho los ejercicios que te dije, Jamie? —cuestionó Ainhoa, atenta a lo que diría su paciente desde hacía tiempo.
Jamie miró la pantalla sin una sola mueca en su rostro y, sin perder le contacto visual con su terapeuta y, algo avergonzada por lo que le respondería, su sinceridad salió a la luz.
—No.
La joven terapeuta miró a Jamie algo triste y luego volvió a decir;
—Al menos, ¿lo has intentado?
Jamie no necesitaba contestar a ello para que su terapeuta supiera que la respuesta seguía siendo "no".
Su silencio lo corroboraba.
—Jamie, es crucial empezar a dar pasos hacia delante —contestó Ainhoa—. Quedarte estancada solo hará que jamás vuelvas a tener la vida que tenías.
Jamie suspiró con fuerza mientras dejaba de mirar hacia la pantalla para observar una foto que tenía ella con su hermana en una playa lejana a donde vivían. Dicha foto se había sacado meses antes de su madre fallecer en aquel terrible accidente que habían tenido las 3 y suspiró con fuerza, deseando volver a aquella playa y vivir la vida, disfrutarla.
Sin decirle nada a su terapeuta, siguió mirando aquella imagen de lo que fue una muy buena época para ella.
Y entonces, Ainhoa le preguntó algo que la descolocó.
—¿Cuándo fue la última vez que pisaste el cuarto de tu madre?
Aquello era un tema muy delicado para ella, demasiado.
Aquel cuarto llevaba cerrado desde hacía 2 años, y al menos, por parte de Jamie, no quería entrar en ese cuarto. Tenía miedo a entrar y no sabía el motivo. Era muy doloroso para ella, demasiado y si entraba sería por otros motivos y no por voluntad propia.
—El día antes del accidente —contestó cortante, apretando su mandíbula al volver a mirar a su terapeuta.
—¿Y no has pensado que quizás el no volver a entrar a ese cuarto te haga no mirar al futuro? —cuestionó, dejándola con la duda en la mente perdida de Jamie—. Me refiero... No lloraste la muerte de tu madre, pero si pisas ese cuarto, quizás las cosas empiecen a cambiar. Quizás sea el paso que necesites dar, Jamie.
La joven pelirroja negó con la cabeza rápidamente, siendo incapaz de pensar el solo gesto de intentar abrir la puerta de aquel cuarto de una de la persona que más amaba en esa vida.
Por ello, respondió de aquella manera tan frívola;
—No me atrevo a abrir ese cuarto. Solo entra Milly a limpiarlo. Pero ni siquiera hemos quitado su ropa... Pienso que, si lo hacemos, nos olvidaremos de ella.
La terapeuta suspiró delicadamente, colocando sus manos entre ellas y observando los ojos tan bellos de aquella joven, los cuales brillaban por la ausencia de luz en ellos.
—Jamie, esa ropa ya no la van a utilizar. Porque lo quiten no os vais a olvidar de ella. Su recuerdo siempre estará con ustedes. Eso ténganlo por seguro.
Jamie suspiró, afectándole aquel tema, pero sin ser capaz de llorar, sintiendo un fuerte nudo en su pecho que le dolía día tras día, noche tras noche. Sentía una fuerte angustia en su pecho que necesitaba gritar, eliminar y del que llevaba sufriendo desde hacía 2 años. Pero a medida que más tiempo dejaba que su vaso se llenara, más era la angustia que sentía en esa zona de su cuerpo. Y no era para nada agradable sentirla todos los días desde hacía 2 años. Y eso la angustiaba más.
—Bueno, tendremos otra cita la semana que viene. Cualquier cosa puedes escribirme o llamarme a la hora que quieras, no lo dudes, Jamie —murmuró Ainhoa.
Y ella asintió, despidiéndose de su terapeuta por esa semana.
Cerró su portátil, miró el día lluvioso desde su escritorio y se quedó pensativa ante las cosas que acababa de escuchar de Ainhoa.
Cada día se encerraba más en sí misma, sin poder salir, sin poder hacer otras cosas sin necesidad de entrar en TOC, o el mismo echo de no poder entrar al cuarto de su madre desde hacía 2 años.
Era duro lo que estaba viviendo, y apenas tenía 21 años y tanto la ansiedad como la depresión la habían consumido por completo en una oscuridad difícil de eliminar.
De pronto, empezó a escuchar la hermosa melodía de una guitarra. Juraría que alguien estaba tocando una canción de los Ramones, pero hacía tanto tiempo que no escuchaba mucha música, por lo que, dudosa, se levantó de su escritorio, saliendo de su escondite y, al acercarse a la puerta de su piso, más intenso se hacía aquella canción, que salía del piso de enfrente.
Recordó lo que había dicho su nuevo vecino y, arrugando su frente, abrió la puerta de su piso, tras la línea imaginaria que había creado, cuando la música paró rápidamente y no lo volvió a escuchar. Pero, para la sorpresa de Jamie, su vecino abrió la puerta con una bolsa de basura en su mano.
Las miradas de ambos se cruzaron y el único que sonrió fue su nuevo vecino lleno de tatuajes. Mostró sus perfectos dientes hacia aquella joven que lo observaba sin ningún gesto en su rostro y, siendo la persona más simpática del mundo, la saludó;
—¡Jamie! ¿Qué tal? —dijo sonriente.
Ella, para sorpresa de él, no dijo nada. Por lo que aquel silencio incómodo decidió opacarlo Colson tratando de entrar en conversación con ella.
—¿Te he molestado con la guitarra? —Señaló con la mano hacia su piso sin dejar el contacto visual de aquella joven.
Y Jamie negó con tranquilidad.
—No, en absoluto.
La joven de cabello pelirrojo le cerró la puerta en las narices, mientras que su nuevo vecino se quedó pensativo ante lo fría que era aquella joven. Pensando en la mirada perdida de ella y la seriedad de la joven.
Colson, sin dejar de mirar hacia la puerta, no le dio la más mínima importancia, por lo que siguió su camino hacia el contenedor de basura que se hallaba cerca del edificio.
Y Jamie, tras la ventana, observó como su nuevo vecino tiraba la basura y suspiró, nerviosa por no saber comportarse ya con los hombres, como antes sabía hacer. Y negó con la cabeza, volviendo a su trabajo como ilustradora.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro