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D O C E | B I B L I O T E C A 🎭

«Ese día me sentía relajada, pero las palabras de mi hermana y ese chico rubio me hacían reflexionar»

Milly.

La biblioteca, un lugar aparentemente tranquilo, lleno de libros colocados en cada estantería, en sus respectivas categorías. Quizás alguno se colaba en alguna categoría que no debía de ir por algún motivo u otro, pero las bibliotecas eran el lugar preferido para estudiantes que no podían estudiar en su casa, para grupos de amigos y, sobre todo, para parejas deseosos de tener un lugar íntimo.

Quizás estos últimos debían de buscarse otro lugar pero, en el mundo habían sitios menos privados donde las parejas se daban cariño mutuo y a veces, el temor de ser descubiertos, los hacían atraerles más al mismo peligro, al deseo de lo prohibido.

Milly no era de esos últimos.

Aquella mañana de lunes, después de que el fin de semana se despidiera de su novio antes de que este se fuese a Europa de viaje de negocios con su padre. Lewis no daba un palo al agua en cuanto a negocios, pero si era el niño de papá, por lo que aprovechaba cualquier oportunidad con tal de no estudiar. Por ello, Milly aprovechó esa mañana de lunes, su primer día de clase con Lewis muy lejos de su lado para estudiar para aquellos próximos exámenes que tenía para el próximo mes.

Bueno, decir que estaba "estudiando" quedaba bien para su expediente, pero realmente ella estaba haciendo otras cosas, la cual consistía en su próximo guión para su nueva obra de teatro.

Adoraba escribir, perderse entre las páginas y, aunque no se dedicase de lleno en el teatro, escribir la ayudaba mucho a disuadir su ansiedad, a olvidarse de las cosas malas o plasmar esas mismas en las páginas para que su mente se sintiese más liberada.

Escribir, ya fuese como diario o como novela, era salud y ayudaba mucho para no pensar siempre en las mismas cosas negativas. Si te preocupaba algo, escribirlo ayudará, porque escribir era una de las terapias más importantes ante esos temas.

Milly era consciente de ello, es por ese mismo motivo que no dejaba de mirar hacia su tablet, escribiendo en el teclado que su hermana le había regalado hacía unos meses por su cumpleaños, cuando sintió la presencia de alguien.

Su mirada se levantó al ver como la silla que había frente a la suya, vacía, empezaba a moverse por como alguien lo arrastraba hasta sentarse frente a esa joven rubia. Un joven rubio, de ojos azules, se sentó allí mismo, con aquella camiseta apretada de color blanco y una chaqueta negra. Llevaba uno de sus auriculares puestos, dejando uno de sus oídos libre para escuchar a la otra persona que tenía frente a él. Y su sonrisa... Sin duda era una de las más hermosas que podría existir, con unos dientes perfectos, con aquel hoyuelo que se le formaba cerca de su boca y aquellos labios gruesos. Maverick era mucho más guapo en persona y Milly, al tenerlo frente suya, en aquella tranquilidad de la biblioteca, escondidos en un rincón de la misma, pudo observar lo guapo que era ese joven.

Pero su chulería al mirarla la hacía saquearla hasta tal punto de hacer un pequeño gesto inconsciente con la boca.

—Ya decía yo que había mucha tranquilidad hoy —murmuró, volviendo su vista para escribir su obra teatral.

Maverick, quien se sentaba como si tuviese un enorme hueco entre sus piernas, observó a aquella joven escribiendo en su tablet, tan centrada y tranquila.

Analizó cada gesto de ella, como su cabello rubio se colocaba sobre su hermoso rostro, antes de que ella dejase de escribir por un leve segundo para tomar ese mechón de pelo dorado y echárselo tras su oreja.

Milly se relamió los labios por un momento, sin siquiera pensarlo, notando como sus labios secaban. Maverick no pudo evitar mirar aquel gesto de ella, apretando la mandíbula mientras veía como lo hacía delante de él, sin siquiera mirarlo.

Por un momento tuvo que retorcerle en su asiento antes de responderle;

—Será porque no tienes a tu guardaespaldas tras tuya.

Milly, cansada con el mismo tema de siempre, dejó de escribir para perder unos segundos de su tiempo en aquel joven rubio que tenía frente suya.

—Deja en paz a mi novio.

Maverick ni se inmutó, con aquella posición, recostado en la silla de aquella solitaria biblioteca  y negó con la cabeza mientras una de sus manos, que descansaba sobre la mesa, daba pequeños toquecitos con aquellos largos dedos.

Ninguno era consciente, pero cualquiera que los viese, podría notar la atracción que se sentían el uno con el otro, como el aire cortaba y como las miradas de ellos, en un segundo, podían convertirse en un momento de pasión entre ambos. En cuanto menos lo esperasen podían pasar de odiarse a terminar dándose duro mutuamente frente a la primera pared que se encontrasen.

Esa era la sensación que daban, aunque ellos lo negasen.

—Quiero estar sola, Maverick —murmuró sin retirar su mirada de la suya.

Y es que aguantaban muy bien aquella mirada.

Se observaba de una manera no muy galante, con pasividad y sin dejar que nada ni nadie les interrumpiese en aquel baile de miradas que solían dedicarse. Y aquel día, aquella mañana en aquella biblioteca, fue mucho más ardiente que ninguna de las otras veces.

Milly podía sentir como sus piernas se apretaban entre ellas, sintiendo algo justo ahí que le hacía sentir ese hombre cuando la miraba de aquella manera tan intensa. Maverick no se quedaba atrás al ver como ella lo observaba, hasta que fue él quien retiró aquella mirada primero.

—¿Sabes? —Inició él, colocándose bien en la silla, quitándose el otro auricular dejando la música de lado y acercó su cuerpo hacia el de ella, dejando escasos centímetros de la boca de ella a pesar de que la mesa los separaba. —Pondría la mano en el fuego y diría que tu novio es de esos que no se esfuerzan en la cama. No te atienden y prefieren llevarse el mérito, cuando no ha sido un buen amante. Esas son las vibras que da él. Por no hablar de lo mal que te trata frente a todos —contestó sintiendo repugnancia por aquel ser que se hacía llamar "hombre" y que Maverick no soportaba.

Milly, poniéndose algo nerviosa por la cercanía de ese joven, oliendo el perfume tan perfecto de él, pero sin achicarse en ningún momento. Sin retirarse, jamás tiraría aquella bandera blanca frente a ese chico a pesar de que apenas lo conocía.

No lo decían, pero las miradas trasmitían todo lo que ellos pensaban.

—¿Por qué te preocupas tanto por mi relación? —Preguntó con un tono fuerte, sin dejar de mirar hacia los ojos de ese chico.

No, no iba a rendirse y bajar la mirada hacia aquellos labios carnosos de ese joven rubio. Lejos de que su mente le decía "mira, mira", ella tenía más fuerza de voluntad y quería demostrárselo. No iba a volver a ocurrir como aquellas ocasiones en el teatro, donde el pantalón vaquero de Maverick la distrajo, mirando hacia su bulto prominente.

No, esta vez no iba a ocurrir.

—Porque el amor les pone una venda a las personas. No ves lo que tu novio es realmente. Una persona manipuladora, tóxica, mitómano, controlador... —contestó él.

Lo que Milly no iba a hacer, Maverick no lo soportó y bajó su mirada hacia aquellos labios deseosos de la joven rubia, centrándose en lo brillantes que los tenía, quizás por el brillo de labios si es que lo tenía, aunque seguramente era por haber pasado su lengua anteriormente, antes de empezar aquella conversación sobre una tercera persona.

A ella la puso nerviosa que él mirase sus labios, por lo que se rindió, bajando su mirada hacia los labios de ese joven y, por alguna extraña razón que desconocía, deseó sentirlos por todas partes de su anatomía.

Ella fue la que rompió aquel contacto labial.

Lo miró a los ojos, alejándose de él y más enfadada que antes.

—No le conoces.

Maverick se movió, echándose hacia atrás en aquella silla de biblioteca, escuchando silencio, solo con ellos 2 hablando en voz baja entre libros y volvió a acomodarse en aquel sitio, metiendo sus manos en sus bolsillos mientras la observaba.

Y lo cierto, es que él también estaba algo enfadado con ella por estar con un hombre que no la trataba bien y, que encima, no fuese capaz de ver todas esas señales. Sabía en primera persona lo que era la violencia de género y fue duro vivir esa experiencia con una persona muy querida, verlo que sufría por un hombre que no la quería, como la trataba delante de todos y como lo trataba a él para hacerla sufrir. Maverick supo, en primera fila, siendo apenas un niño, lo que era aquella violencia y, aunque no conociera a Milly, aunque no le gustase que fuese la típica chica popular, no significaba que le deseara nada malo. Y menos que viviese lo mismo que vivió su madre cuando él era tan solo un crío.

Maverick negó con la cabeza repetidas veces.

—La vida real te hará abrir los ojos, Milly. La vida tiene muchos matices y, por desgracia, algún día veremos cada uno de esos matices, sin filtro.

La siguió mirando, analizando su rostro, su expresión.

La primera vez que la vio, aunque no se hablasen nunca, fue en su primer día de clase, después de que fuese expulsado. Ella estaba vestida de animadora y reía con una joven de cabello negro, la cual sabía que debía de ser la amiga con la que estaba peleada. Ese día la vio feliz, disfrutando de su época.

Recordaba muy bien donde se encontraba, frente a unas taquillas, al lado de la clase de química. Si, jamás lo olvidaría por lo feliz que se la veía, por la hermosa sonrisa que tenía y el brillo en sus ojos.

De esa imagen había pasado 2 años, más o menos. Después de eso, estuvo un tiempo sin volver a verla, sin saber el motivo. Se pensó que el lugar era grande y habían muchos estudiantes, pero no sabía que era porque había vivido una experiencia horrenda en la carretera.

—Podría decir que eres muy infeliz, se te ve en el rostro —contestó, recordando aquel día y el cambio que había dado su rostro en ese tiempo.

Milly se enfadó mucho más, apretando la mandíbula y negando con la cabeza, deseando decirle varias cosas a ese joven rubio que tenía frente a ella. Quería insultarlo, empujarlo y no tener que volver a verlo, pero por otro lado no quería eso. Y odió esa pequeña parte de ella que le decía lo contrario a lo que pensaba.

—Hazme un favor, no te preocupes tanto por mí, ¿vale? —cuestionó—. ¿No que me odias?

Maverick no dijo nada, estando mucho más serio de lo normal.

Pero lo cierto no era que se había callado por la pregunta que ella le había formulado, sino porque su mente no dejaba de caminar, pensando en como aquel joven capitán del equipo la trataba.

Por lo que le preguntó;

—¿Lewis te ha pegado?

Maverick se puso mucho más serio de lo normal. Su chulería ya no estaba en su rostro y no había rastro del capullo que era y que la estaba acostumbrándola.

Se veía hasta preocupado por esa chica desconocida y Milly, el rostro que se le quedó tan petrificado por aquella pregunta... Apenas pudo hablar y su mano, que apretaba un papel suelto y garabateado que tenía sobre la mesa, hizo ver a Maverick que no hacía falta respuesta para saber que era cierto.

—¿Que? —contestó ella con otra pregunta.

—Ya lo has oído. —El tono de voz de él era frío, distante y no dejaba de mirarla.

Lejos de que pudiese parecer que estaba enfadado, realmente estaba preocupado por esa joven y se notó por un leve gesto que hacía en su entrecejo, arrugándolo mientras estaba quieto, muy quieto.

Milly, ya cansada del tema, elevó un poco la voz.

—Maverick, vete.

Él ni se inmutó, esperando su respuesta;

—No es una pregunta difícil.

Pero ella no respondió.

Maverick suspiró al no escuchar ninguna respuesta de ella y se levantó, para dejarla sola, como ella se lo había pedido. Pero antes, si quiera, de marcharse, de pie en aquella biblioteca, murmuró;

—No dejes jamás que un hombre te levante la mano —comenzó. —Desde que te lo haga una vez y se lo perdones, volverá a hacértelo más veces.

Dio media vuelta y se marchó de la biblioteca, mientras Milly lo miraba desde la lejanía como aquel joven rubio se iba de su lado, volviendo a sentir aquella distancia, aquella soledad que había comenzado a acostumbrarse y que, últimamente, dolía sentir.

🎭

Esa misma tarde, en un lugar alejado, en plena ciudad, Milly caminaba sola en aquella tarde de otoño, dirigiéndose hacia la farmacia para comprar medicinas y cosas que su hermana necesitaba. El papel médico lo llevaba en la mano, en una funda protectora.

Su piso no estaba muy lejos de aquella farmacia, aunque aquella calle era una zona para gente más adinerada, todo lo contrario a la calle donde vivía Milly.

Su mente no dejaba de pensar en la conversación que había tenido con Maverick y en lo idiota que había sido con él. Si, era cierto que conseguía sacarla de las casillas, pero ella no era así y ese joven no se merecía que ella le dijese ciertas cosas.

—¿Milly?

Aquella voz la hizo mirar hacia el joven que había dicho su nombre y, al verlo, sus ojos se abrieron por completo.

Maverick estaba frente a ella, observándola con un rostro de sorpresa mientras un perro de color negro miraba a aquella joven sentado en el suelo con la lengua por fuera.

—¿Me estás siguiendo? —preguntó ella, elevando la ceja.

Maverick dejó su rostro de sorpresa por aquella pregunta y respondió;

—No te lo tengas tan creído. Debería preguntarte lo mismo. Las casualidades existen.

Milly se sintió estúpida por aquella pregunta y negó con la cabeza, cuando su mirada bajó y vio aquel hermoso perro que seguía mirándola.

—Que lindo, ¿como se llama?

—Luffy.

Ella lo observó mientras se acercaba a aquel precioso perro y preguntó;

—¿Como el de One Piece?

Maverick pudo sentir que lo habían pillado y, sin ocultar nada, contestó;

—Es mi anime favorito. —Al ver que ella iba a acariciar a Luffy, la frenó rápidamente. —Espera, espera... Luffy no se hace amigo tan fácilmente, debes ganarse su cariño.

Milly miró a Maverick desde su posición y luego observó a Luffy. Extendió su mano, dejando que él mismo la oliera y, mucho más rápido de lo que se imaginaba, Luffy le había dado permiso a que lo acariciara.

Maverick, que observaba la escena desde su posición, dijo;

—Luffy no deja que nadie le acaricie el primer día... ¿Eres una encantadora o algo?

Milly sonrió, ignorando a Maverick y dándole cariño a Luffy. No era negar que si Milly observase en ese preciso instante a Maverick, podía verla envidia que tenía él de su propio perro y como aquella joven rubia lo atendía con aquel cariño tan hermoso.

Ella se levantó y miró a ese joven.

—¿Vives aquí?

Él estaba cerca de un portal, con llave en mano, el cual estaba al lado de la farmacia. Miró el edificio que decía ella y asintió.

—Si, ¿por qué?

—Esto es un edificio bastante caro.

Maverick elevó la ceja y respondió;

—Trabajo lo suficiente para ello. —Se acercó a la puerta mientras que Luffy olisqueaba las botas de Milly. Este, la volvió a mirar y dijo—. Por si lo necesitas, estoy en el 4B.

El joven miró la hoja médica que ella tenía en su mano derecha y pudo ver el nombre de una medicina bastante conocida para él. Elevó la ceja, volviendo a preocuparse por ella.

—No lo voy a necesitar —respondió la joven rubia, volviendo a acariciar a Luffy para entrar en la farmacia.

Y él siguió mirándola desde su posición, cuando ella se giró y lo pilló mirándola. Cualquiera que lo viese, era digno el rostro que había puesto al ser pillado.

—Siento como me he estado comportando contigo, con hostilidad... No soy así. Las "populares" como tu bien dices, no son malas... Hay de todo como en la vida.

Él apretó la mandíbula al escuchar que, por primera vez, alguien se disculpaba. Pero no entendía porque ella lo estaba haciendo, ya que nunca le había hecho nada malo, aunque si era cierto que no debía juzgarla sin más, solo por su reputación.

Las personas lo habían tratado muy mal en la vida. Muchas más veces de las que podía contar, entre ellos los populares de clase y que le hacían la vida imposible la gran mayoría de las veces.

—Lo creas o no, la gente me trata así. Ya estoy acostumbrado.

Milly lo observó de aquella manera que no le gustó a él. Era como si le estuviese mirando más allá de sus ojos, como si entrase en su alma... Y eso le daba pavor que alguien más que no fuese él descubriese su pasado, lo que había sufrido, lo que había vivido.

—Por eso me tratas así, por como te tratan los demás, ¿no?

Él apretó la mandíbula y miró hacia otro lado, mientras Luffy miraba hacia aquella joven pareja con una tranquilidad inmensa.

Ella suspiró, despidiéndose de él al ver que no le respondía y entró en la farmacia. Maverick, en cambio, que se quedó mirándola desde el cristal, suspiró mientras empezaba a temer que todos los muros que había construido en todos esos años, se derrumbasen por alguien que pertenecía a un grupo que le había hecho mucho daño.

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