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D I E Z | I N T E N S O 🎭

«Tenía muchos problemas encima, pero no por ello significaba que iba a dejar de lado a mi hermana. Sabía que ella iba a tener mayores problemas como no abriese los ojos»

Jamie.

La noche del jueves estaba ahí, nuevamente, otra semana más que se acercaba a su fin y comenzaría el fin de semana. Para lo que Milly era paz y tranquilidad después de una semana ajetreada en con los estudios, para Jamie era otro fin de semana sin novedades.

Y es que, la vida según Jamie, era monótona, demasiado. Despertaba después de estar toda la noche sin dormir, apenas pudiendo conciliar el sueño 2 o 3 horas, quizás despertando de alguna pesadilla, luego desayunaba y se ponía a ilustrar escenas nuevas para el videojuego para móviles que estaba creando. Quizás se relajaba al final del día dibujando en su caballete, mirando el atardecer, ya fuese un paisaje lo que dibujaría o un rostro.

No negaba que ella deseaba cambiar su vida, volver a ser la chica de antes, la que salía, disfrutaba de sus amigas y conocía a todos los chicos que deseara. Pero esa chica ya no estaba, sus amigas la habían dejado de lado por considerarla una rara y los chicos ya ni sabían que existía. Si, su autoestima había caído considerablemente, pero aquella bella pelirroja podía cambiar su vida, mejorarse, volver a ser la chica de antes o incluso ser una nueva Jamie, libre, sin temor a vivir la vida, a disfrutarla.

Pero ese cambio no se hacía de la noche a la mañana, y lo que su hermana trataba de ayudarla, ella era capaz de alargar más su agonía por miedo a salir, por miedo a sufrir un ataque de pánico en la calle, a que se desmayara si estaba fuera de casa y eso, ese miedo, empeoraba más su agorafobia. Pero lo que no sabía es que, de todas formas, la ansiedad, esos ataques de pánicos, esos miedos, seguían ahí, saliera o no. Dejar de salir no era una opción nunca, pero hasta que ella no diese un paso hacia adelante, nada la cambiaría de pensamiento a aquella joven pelirroja.

Y aquella noche del jueves, la noche que más juntas estaban aquellas hermanas viendo una película juntas en el sofá de casa, como acostumbraban a hacer junto con su madre antes de todo. Estaban juntas para lo bueno, como para lo malo. Lejos de que discutiesen, seguían juntas, apoyándose. Y eso nadie lo iba a romper.

Pero mientras Jamie miraba la película, Milly observaba el móvil, escribiéndose con su novio. No prestaba atención a la película, sino a aquella pantalla la cual sabía quien se encontraría al otro lado la joven Jamie, la mayor de ambas hermanas.

Mientras la joven Jamie tenía puesto su oído en la película, su vista miraba hacia aquella pantalla disimuladamente, con algo de desagrado por saber quien le escribía a su hermana.

No cabía duda que a Jamie no le agradaba para nada el novio de su hermana, tanto era así que le tenía un apodo puesto. Jamie sabía que Lewis no era trigo limpio, más por lo que llegó a escuchar de él antes de comenzar con su agorafobia. No quería ver a su hermana sufrir, mucho menos después de todo lo que habían vivido juntas, sobre todo aquella semana tan horrenda que habían vivido en la carretera. No, no le gustaba para nada al novio de su hermana y ella era la última en decir su opinión al respecto, pero después de como la miraba, de como la llegó a tratar alguna vez, las pocas veces que él iba al piso de ambas, no, no quería verlo.

—La pantalla está frente a ti, no en ese móvil —contestó con ironía mientras escuchaba los toques suaves de los dedos de su hermana escribiendo en la pantalla.

Milly miró la película unos breves segundos para luego volver a mirar a su móvil y decir;

—Solo es un momento. —Terminó de escribir el mensaje y luego apagó la pantalla para enfrentarse a lo que temía—. Por cierto, Lewis quiere pasarse por aquí mañana para enseñarle el nuevo tema de matemáticas. ¿No te importa? —cuestionó con algo de duda, sabiendo que ambos no se llevaban bien y trataba de evitar que se vieran, pero ese día no podía hacer otra cosa.

Jamie elevó la ceja mientras que sus ojos azules miraban hacia su hermana pequeña. Milly no podía evitar pensar lo hermosa que había sido siempre su hermana y que, cada día, lo era aún más. Pero a pesar de que Jamie ya no se arreglaba como antes, seguía teniendo esa belleza.

—Siempre y cuando no tenga que verle la cara —susurró, cruzándose de brazos.

Milly no quería que ambos se llevasen mal. Lewis era su novio y lo quería, y su hermana la amaba con locura. Quería que las 2 personas que ella quería se llevasen bien, pero todo no se podía tener en esa vida y ella debía aceptar también que no todo iba a ser como Milly querría siempre.

—Sé que no os lleváis bien, pero solo finge por un momento —respondió, recordando lo que pasó la última vez que se vieron.

Jamie la volvió a mirar antes de que su sinceridad saliera a la luz, como siempre.

—No me han programado para ser falsa —contestó la pelirroja.

Milly movió sus ojos hacia el techo y luego negó con la cabeza.

—Hermanita...

Pero antes si quiera de que Milly le dijese algo más, Jamie continuó;

—Deberías pensar bien con quien sales.

—¿Por que siempre dices eso, Jamie?

Jamie suspiró, cansada de ese tema, y deseando poder hacer algo más, pero quizás era ella la que se hacía esas ideas. Pero tenía claro algo, y es que, si ella fuese Milly, no hubiese salido con ese Lewis jamás.

—Simplemente ese tío no me gusta. Las formas que tiene, su forma de hablar a personas mayores, como habla de ciertas mujeres... —susurró.—Eso dice mucho de la persona, Milly. No hay que sacarse un curso para saber de que va.

Milly, enfadada por lo que estaba escuchando decir su hermana de su novio, negó con la cabeza para responder;

—Vale, Jamie. Solo déjame darme cuenta a mí.

Entonces, lo que le dijo su hermana, la hizo pensar un poco.

—Tu tienes demasiada clase para rebajarte con un chico como Lewis. Un capullo integral que solo sirve para empujar un bate y jactarse con cuantas ha estado.

Ahí fue cuando el timbre sonó y la película continuaba programándose en la televisión antes de que Jamie se levantase a mirar quien era.

Mientras tanto, Milly observó en silencio la película, algo disgustada por la conversación que estaba teniendo con su hermana.

Y mientras Jamie abría la puerta, frente a ella se encontró a su nuevo vecino, completamente mojado y solo con los pantalones de pijama puestos, muy pegados a su cuerpo húmedo por el agua. El silencio de Jamie hizo demostrarle a su vecino Colson que no era manera de visitar a su vecina, pero no tuvo otra alternativa, dejando sus tatuajes a la vista de aquella belleza pelirroja.

—Perdón por las pintas que llevo. He tenido un problema en la ducha y me ha dejado a medias —susurró, echándose su cabello teñido de rubio hacia atrás para luego preguntar. —¿Podría utilizar vuestra ducha?

Jamie enmudeció en su presencia y Milly, al ver que su hermana no decía nada, fue a contestar por ella.

—Claro, utilízala.

Colson sonrió, disculpándose frente a ellas y pasando al cuarto de baño que Milly le había señalado.

Pareciendo una escena muy extraña y con Jamie mirando con un rostro de enojo a su hermana, Milly supo que de esa noche no escaparía.

—Milly...

—¿Qué? —contestó como si nada.

—No conocemos a ese hombre, ¿como lo dejas pasar a nuestro piso? —respondió con un tono de enfado, mientras hablaba en baja voz para que el vecino que, ahora, se encontraba desnudo en la ducha de ellas, no la escuchase.

—Venga, Jamie. Antes eras tu la que dejaba entrar a hombres a casa. —Milly caminó hacia el móvil que había dejado sobre su sofá mientras que Jamie la miraba con un rostro que daba bastante miedo—. Además, nosotras somos 2 y tengo un fabuloso spray de pimienta por si pasa algo —bromeó, lo que no le agradó para nada a su hermana mayor—. Además, Colson no es lo que crees aunque sus tatuajes digan lo contrario.

Si, Jamie era una rompecorazones en su época. Su primer novio lo dejó porque le decía que ropa no le gustaba que se pusiera. Aquello ya eran red flags para la joven Jamie. Después de eso, tuvo breves relaciones, pero ninguna seria. Disfrutaba como ella le gustaba, pero ya esa vida no la tenía. Ahora era otra Jamie.

—No digo eso. Pero no lo conocemos y ya no me interesa nada de lo que tenía antes.

—Lo sé, apenas ni lo saludas —contestó Milly, haciendo que Jamie supiese que era una falta de respeto, todo lo contrario a lo que su madre les había enseñado—. Además, lo malo que puede suceder entre ustedes es que se enamoren. —Dejó aquella frase en el aire mientras caminaba hacia la ventana.

Jamie, bastante segura, murmuró;

—Eso no sucederá.

—Te veo muy segura —cantó dulcemente Milly, negando con la cabeza.

—Vete a la mierda, cariño.

Ambas se sentaron juntas en el sofá y Jamie, quien se veía algo nerviosa, mirando de vez en cuando hacia el cuarto de baño, se mordía el labio al escuchar el grifo de la ducha abierto e imaginándose que su vecino estaba ahí, sin nada de ropa.

Lo gracioso es que su hermana Milly la miraba divertida.

—Tendrías que verte la cara.

Ella no le respondió a su hermana, cuando el móvil de Milly sonó y en la pantalla Jamie leyó "novio". Elevó la ceja mientras su hermana pequeña se levantaba para irse a contestar a su cuarto, dejando sola a Jamie viendo la película mientras seguía sonando el grifo de la ducha.

Ni aquella película podía distraer a Jamie y todos los sentidos de ella que tenía en ese momento frente a aquella puerta del cuarto de baño. Y, cuando el sonido del grifo dejó de escucharse, sabía que pronto él saldría de ahí.

Trataba de controlarse para saber como tratarlo y no porque no fuese realmente atractivo, porque lo era, pero hacía mucho tiempo que no hablaba cara a cara con una persona que no fuese su hermana, el cartero o el estúpido novio de Milly. Parecía que había perdido la costumbre y su timidez había vuelto, aquella timidez que había ido perdiendo con el tiempo.

Creía que jamás le pasaría algo como lo que estaba viviendo, pero cualquiera podía entrar en la habitación oscura de los TOC, ansiedad o, incluso, la depresión. Cualquiera, sin dejar a nadie atrás. Pero algunos aprendían a sobrellevarlo, otros a vivir con ello y Jamie era de las que no aceptaba lo que le sucedía, la que todavía seguía sin aceptar la muerte de su madre.

No, no era nada fácil meterse en un bucle y poder salir de él sin heridas. Cada uno tenía sus demonios, sobre todo por la noche. Jamie tenía los suyos y, aunque tuviese a su hermana y a una fabulosa terapeuta, no contaba con nadie más y eso la hacía encerrarse más en esa isla llena de muros y pirañas.

La puerta del baño se abrió, saliendo un hombre alto, realmente atractivo, con aquellos tatuajes que cubrían sus brazos y parte de su torso desnudo. El cabello, mojado y rizado de Colson, decoraba aquel bello rostro de ese hombre con aquellas facciones tan duras de su rostro.

La sonrisa de Colson no tardó en llegar al ver a su vecina pelirroja mirándolo.

—Gracias, Jamie. No sabes lo que te lo agradezco. —Caminó hacia la puerta de salida, al lado de Jamie, cuando miró el salón y preguntó. —¿Milly se marchó?

Jamie miró fugazmente al cuarto de su hermana, sin percatarse de que su vecino la observaba con aquellos ojos azules.

—En su cuarto, hablando con satanás.

Colson, dudoso, asintió sin importarle que su vecina le hubiese pillado mirándola, sin ninguna vergüenza.

—Dale las gracias de mi parte.

La joven pelirroja asintió, abriéndole la puerta a su vecino y, cuando él salió de aquella línea imaginaria que Jamie había dibujado en su mente para no salir de aquel piso, se giró y dijo;

—Oye, ¿te gustaría verme tocar con mi grupo? —Cuestionó, habiéndose tomado un rato para decírselo. —Solemos actuar los viernes y sábados a partir de las 10.

Colson no sabía nada de lo que Jamie vivía y la inocencia de él ante ese delicado tema, hizo hacerle aquella propuesta a la joven pelirroja que tenía frente a él. No era falta admitir que le llamaba la atención a su vecina y quería conocerla más. Quizás luego no era el tipo de chica que le atraía, pero en principio le llamaba bastante aquel misterio de ella.

Y Jamie, que no había pisado aquella línea en mucho tiempo, comenzó a entrar en pánico de tan solo pensar que podría hacerlo.

Notando la falta de aire y la taquicardia, uno de los muchos síntomas de la ansiedad, carraspeó para tratar de poner en orden sus ideas y no entrar en pánico como solía hacerlo en ciertos momentos.

—Oh... —Se lo pensó varios segundos, mientras que su vecino esperaba expectante a una respuesta positiva de ella—. Estoy bastante ocupada últimamente —mintió.

Colson, con un rostro que le cambió al completo, dejando de sonreír, asintió sin insistir jamás y, sin saber que más decirle, habló;

—¿Quizás otro día?

Jamie volvió a mentir.

—Quizás...

Colson sonrió levemente mientras señalaba su puerta.

—Estoy solo a una puerta de distancia si cambias de opinión, Jamie. —La voz grave de él cada vez que decía el nombre de la joven pelirroja, la hacía apretar los labios mientras su mente pensaba muchas cosas a la vez.

Colson no dejó de mirar los ojos de Jamie, con un brillo en su mirada. El se acercó a su puerta para abrirla, cuando la mirada de Jamie no pudo evitar mirarle el trasero a su nuevo vecino. Y menudo trasero poseía.

La joven se mordió el labio descaradamente cuando su vecino la pilló in fraganti, sonriendo por ver el efecto que causaba en su vecina.

Guiñándole un ojo a esa joven, abrió la puerta de su piso y, cuando quiso darse de cuenta, escuchó la puerta de su vecina cerrándola con rapidez. Colson observó aquella puerta, sonriendo por ello, antes de volver a entrar a su cuarto, tomar su querida guitarra y tocar una dulce melodía para que su vecina lo pudiese escuchar.

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