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D I E C I S I E T E | C I T A 🎭

«Mi hermana se iba a enterar, si o si»

Jamie.

La joven Jamie se encontraba viendo una película aquella noche. Acababa de ponerla y, a pesar de que la había visto muchas veces, amaba volver a verla una y otra vez. Era de esas películas que, a pesar de haberlas visto ya, adorabas volver a ver y sentirte como la primera vez.

Fue ahí cuando su hermana Milly salió de su cuarto, vestida para salir. Se extrañó por la hora que era. La hacía recordar cuando ella misma tenía su edad y se vestía así para salir con sus amigas o con algún chico. Lo extraño es que su hermana no era de esas salidas, quizás con su novio, pero nada más. Y teniendo a su novio fuera del país, verla de esa manera la hacía sonreír porque quería verla disfrutar de su vida, no amargada por un simple chico que le hacía la vida imposible.

Entonces fue ahí cuando recordó la conversación de aquella tarde y se preguntó que había pasado.

—¿A donde vas, Antonieta? —bromeó y su hermana pequeña la miró con seriedad.

—Tengo que recoger una cosa que se me olvidó en clase. Visito a un chico, recojo, y vuelvo.

Chico, clase y vuelvo en la misma frase... Lo repasó varias veces mentalmente Jamie y no parecía un plan que cualquiera haría por la noche. Por ello, sentada desde su sofá con la película de fondo, miró a su hermana con aquella sonrisita de Jamie que conocía a la perfección Milly y no dejó de mirarla.

—¿Un chico que no es tu novio? ¿A las 9 de la noche? Vas por el mismo camino que yo...

—No es lo que piensas... —respondió suspirando. —Ese chico es problemático, me cae mal y me odia.

—El ingrediente perfecto de un enemies to lovers.

Milly la miró con un rostro de enfado, mezclado con sorpresa y miedo y negó rápidamente la cabeza ante las ideas que su hermana mayor se creaba en su mente. Su imaginación iba creciendo día a día.

—¿Que? Por favor... —contestó con un gesto que hizo reír Jamie.

—Solo te diré una cosa... —Jamie puso el pause a su película favorita y eso ya significaba demasiado. Observó a su hermana para decirle—. Pasa ya de Lewis y disfruta de tus 18 años, Milly. Hay chicos mucho mejores con los que puedes experimentar y lo más importante... Disfruta de estar soltera.

—¡Jamie! —gritó Milly negándose a ello.

—¿Que? Eres de las pocas que llegas a los 18 siendo virgen. Déjame darte sabios consejos, cariño.

Milly volvió a suspirar, pero mucho más fuerte que antes.

—Por favor, como yo hay muchas personas en el mundo que son virgenes y con mucha más edad.

Jamie siguió sonriendo mientras miraba a su hermana como se acercaba a la puerta para marcharse. Pero antes siquiera de que se fuese, Jamie volvió a decir algo más;

—Oye, un consejo.

Milly se giró para mirarla, esperando escuchar lo que tenía que decirle Jamie.

—Tengo una caja de condones en la cómoda de mi cuarto, por si lo necesitas.

Los ojos de Milly se abrieron tanto que parecía que se le iban a salir.

—¡Jamie!

Jamie movió los hombros como si nada.

—Nunca se sabe. Yo siempre llevaba algunos en el bolso. Tu deberías hacer lo mismo. —Dejó de mirarla para observarla televisión y volver a ver al película. Cuando concluyó—. El sexo no se planea, se hace.

La joven rubia observó como su hermana miraba la película, terminando ya la conversación o eso era lo que la joven creía.

—Tener hermanas para esto...

Pero Jamie volvió a hablar, mirándola nuevamente a los ojos marrones de su hermana pequeña.

—Yo solo te pido que, por favor, me cuentes tu primera vez —bromeó, pero luego dejó de sonreír para mirarla más seria. —No, pero en serio... Ten cuidado al salir y disfruta de tu vida, de tu juventud ahora.

Milly asintió y se marchó después de despedirse de ella.

Jamie, en cambio, dejó de mirar hacia la puerta para observar la película que acaba de poner, con la diferencia de que esa noche era algo distinto. Al escuchar el silencio de su piso, con solo la conversación de fondo de la película, sintió un vacío que solía sentir día tras día, desde que se había encerrado en su piso. Y ahora que su hermana había salido aquella noche, sintió aquella soledad mucho más fuerte que en otras ocasiones.

Fue duro verse así, mirando una película, sabiendo que no podía salir de su piso y que sus amigas, las que fueron sus mejores amigas en su momento, la dejaron de lado tras el accidente, llamándola incluso extraña por la situación que le estaba tocando vivir aquella joven pelirroja.

Era fácil juzgar sin conocer, hasta que te tocaba vivir lo mismo que a la persona que habías juzgado.

Jamie suspiró, triste, deseosa de poder pisar la calle por primera vez en 2 años, pero había algo en su mente que le jugaba una mala pasada y no la dejaba. Encerrada en una cárcel por su propia mente.

El timbre sonó y ella observó la hora. Apenas habían pasado 5 minutos desde que su hermana se había marchado. Quizás se le habría quedado las llaves, por lo que se levantó a abrir la puerta y lo que se encontró fue todo lo contrario.

Un vecino bastante arreglado estaba frente a ella, con su mejor sonrisa, con una de sus manos metida en su bolsillo del pantalón oscuro que llevaba puesto.

Jamie no pudo evitar bajar la mirada hacia la camisa rosa palo que llevaba puesto, apretada y con muy pocos botones amarrados, admirando todos los tatuajes que poseía su vecino Colson. Su cabello rubio, esparcido por su frente revuelto y que le quedaba de escándalo, llamó la atención de su joven vecina.

Jamie al principio no supo que responder, cosa que divertía a Colson por como su vecina lo comía con la mirada sin querer. El joven pasó su lengua por el piercing que tenía en su labio inferior mientras la observaba. Aquel gesto no ayudó a Jamie, quien escondió su mano tras su espalda para apretarse el borde de su camiseta por lo que le hacía sentir su vecino.

Se preguntó en qué más sitios tenía un piercing.

—¿Colson? ¿Qué haces aquí? —cuestionó la joven, a punto de cerrar la puerta.

Pero la mano de su vecino lo sujeto para evitar que ella le cerrase la puerta.

—Tenemos una cita —aclaró, elevando una ceja.

Nadie la había avisado a ella de eso.

—¿Cita?

—Claro, ¿porque que si no me iba a poner así si no es por ti? —contestó.

—No tengo tiempo. Tengo que trabajar —murmuró, mirando hacia la película y mirando nuevamente a su vecino, esperando que no la pillase en su mentira.

Pero ya era demasiado tarde; Colson había visto que tenía la televisión encendida y la había pillado en su propia mentira.

—Por eso estás viendo una película, ¿no? —contestó divertido.

Pero para lo que él era divertido, para Jamie era terror.

No, no estaba para nada preparada para salir de su pequeña cárcel, al cual se sentía cómoda a pesar de que a veces la asfixiaba. Tampoco sabía como decirle que no a Colson sin parecer una gilipollas, como el otro día cuando él la ayudó. Por esa misma razón prefería mil veces estar sola, antes de que alguien se interesase en ella.

Pero su nuevo vecino no la ayudaba para nada.

Ella negó repetidas veces, nerviosa de salir.

—No puedo salir. —Se apresuró en responder.

Lo que ella creía que le había confesado su temor, su vecino pensó que era por otros temas, como el trabajo o que no le apetecía.

—Por eso traje la cena a tu casa, Jamie.

Le mostró la bolsa que tenía escondida tras su espalda, trayéndole un increíble olor a comida que a la joven pelirroja adoraba y que llevaba tiempo sin comer.

Observó a su vecino, de arriba abajo y luego observó la comida.

Tras todo el esfuerzo que había estado haciendo Colson, decirle que no era difícil, por no hablar de que le estaba entrando hambre por el olor a comida. Porque sí, Jamie era nada más oler a comida y ya estaba deseando zampársela.

No ayudaba para nada los gestos, los detalles que estaba teniendo Colson con ella. Por mucho que su mente le dijese que era un error, que ella debía seguir sola, su corazón le decía lo contrario.

No ayuda tampoco ver la sonrisa y los hermosos ojos de su vecino, por no hablar de esos piercings que deseó sentir en ciertos sitios de su cuerpo.

Negó de tan solo pensar aquello último.

—Esto es un error.

Para Colson no fue sorpresa que ella le dijese aquello.

—De los errores se cuentan grandes historias. —Sin dejar de mirarla a los ojos, preguntó. —¿Puedo pasar?

Tras un largo, pero largo rato meditándolo, Jamie se dijo a sí misma que solo sería una cena, una simple cena donde quizás charlarían un poco y luego no tendrían que volver a quedar. Él encontraría a una chica con la que quiera pasar un rato y ella volvería a su aburrida y solitaria vida dentro de aquel piso.

Una noche sería solo eso. No habría nada más, no tendría que pasar algo más.

Asintió, retirándose de la puerta para dejarlo pasar y ya estaba pensando qué había sido un error.

Él miró su piso aunque ya lo conocía y la miró.

—Espero que te guste la comida italiana. He cocinado para ti.

Jamie se mordió el labio inferior mirando la bolsa de comida y deseosa de probarlo, cosa que a Colson lo perdió de ver cómo se mordía el labio. Tragó saliva y miró la comida, sabiendo que había hecho ese gesto por eso mismo y no por él.

Se acercó a la encimera de la cocina y Jamie, desde el sitio donde se había quedado, preguntó;

—¿Mi hermana te ha incitado que vinieras a cenar aquí? ¿Te dijo algo? —Su miedo fue bastante visible.

Creyó que, si él estaba ahí, había cocinado y no le había pedido de salir, es que su hermana le había contado su secreto. Aquel que creía que era muy obvio y temió ser un bicho raro frente a su nuevo vecino. Por eso prefería mil veces que él apenas la conociera antes de que volviese a ver aquellas miradas que le dedicaron las que dijeron que eran sus amigas en su momento.

Jamás olvidaría aquella mirada.

Colson, arrugando su frente, negó con la cabeza mientras sacaba la comida de la bolsa de cartón.

—Que estabas todo el día ocupada y apenas podías salir, así que... Bueno, he venido para que no tuvieses que salir.

A Colson se le veía contento, cosa que no pasó por alto la joven pelirroja y, aunque ella no sonriese demasiado, le gustaba ver la sonrisa de ese chico.

El vecino colocó la comisa italiana que había cocinado para ella sobre unos platos, bien decorado, mientras que Jamie se sentaba en la mesa y lo miraba de lejos, no queriendo acercarse, pero a la vez mirándolo de aquella manera.

Jamie jamás había sido así con los hombres.

En otra época ella estaría al lado de Colson y, probablemente, lo último que harían en ese momento sería cenar. Pero la Jamie de esa época no era así. Sentía que había perdido el "encanto" a la hora de ligar, a la hora de entablar una conversación agradable con alguien, ser divertida y conocer gente nueva.

Sentía que ya no podía hacer esas cosas tan sencillas que, en su momento, hacía tan bien. Y la echaba mucho de menos a esa Jamie. Pero como esa chica ya no existía, se quedaba lejos, sin saber que decir, sin saber qué hacer, viendo como Colson se acercaba a ella y, por cada centímetro que caminaba, más temor le entraba de que se acercase demasiado.

Durante aquella cena, o como otros llamarían "cita, Colson no dejaba de admirar la belleza de aquella joven que estaba frente a él. Apenas la conocía y sentía una gran atracción por esa desconocida que comía en silencio, sin hablar. Había aprendido que ella era de poco dialogar, por lo que él era quién tenía la voz cantante en ese piso y habló cosas de su vida, como que era músico en un grupo de música de 3 personas, que se dedicaba a tatuar y tenía su propio negocio de tatuajes. Hablaba cosas simples, sin entrar en sitios muy íntimos o privados, como la relación que tenía con su padre actualmente o la época tan oscura que vivió con 15 años.

Y no era porque Colson no quería hablarlo con ella, sino que apenas la conocía y, aunque ella no lo juzgaría ya que él se imaginaba que la joven estaba viviendo una época similar a la suya, quería ir poco a poco con ella. Confesarle cosas así significaba que confiabas mucho en esa persona y Jamie no estaba preparada ni siquiera en tener una cita con Colson fuera de aquel piso.

Jamie estaba, dentro de lo que normal, tranquila, con su plato delicioso y escuchando aquella hermosa voz de su vecino. Prefería estar mil veces así que contarle algo suyo. No tenía una vida divertida, para nada, y temía que, cualquier cosa que le contase, le hiciera sospechar de que no salía de casa.

—Háblame de ti... —susurró, dejando el tenedor sobre el plato vacío.

Si cualquiera hubiese apostado una suma considerable de dinero por el rostro de sorpresa que podrán tener Jamie en ese momento, habría ganado todo.

—¿De mí? —preguntó la joven pelirroja, esperando que sucediera algo para evitar esa pregunta.

—Si, ya he hablado mucho de mí y no me has dicho mucho. Quiero oírte, quiero conocerte... ¿Que es de tu vida, Jamie?

Colson colocó su mano bajo su barbilla, poniendo toda su atención en esa chica, con la ventana al lado de ellos con unas hermosas vistas desde esa altura de la ciudad.

Jamie, la cual le faltaba poco para acabar su cena, dejó de comer para mirar su plato, evitando la mirada de su vecino.

—No hay mucho que contar.

Tenía tanta confianza y era ella misma cuando estaba con su hermana pequeña... Realmente, Jamie era así, era la chica que decía bromas, que hablaba en doble sentido y no le daba vergüenza decir ciertas cosas. Ella siempre fue así, pero alejarse de la sociedad la hizo cerrarse y ser alguien completamente diferente.

Había creado un muro demasiado alto y grueso, inmerso en una isla. Y eso en tan solo 2 años.

Avergonzada esperando no tener que decirle nada, se levantó de la mesa y empezó a caminar hacia la cocina, por un vaso de agua, pero él le siguió.

Cuando la joven ya tenía el vaso en la mano, Colson se lo quitó, dejándolo sobre la encimera, pegándose al cuerpo esbelto de ella.

No le quitó el ojo en ningún momento, sintiendo el cuerpo de ella pegado al suyo, deseoso de poder quitarle un mechón de pelo que estorbaba en los hermosos ojos de ella. Y no lo dudó.

Levantó su mano con delicadeza y, rozando dulcemente la mejilla de la joven Jamie, le colocó aquel mechón pelirrojo tras su oreja, sintiendo la joven la mano de Colson y que era mucho más grande que el rostro de ella.

—Yo veo a alguien que tiene muchas cosas que contar —susurró Jamie, sin retirarle la mano.

Ella, empezando a ponerse nerviosa, sintió que estaba al borde de un ataque de pánico. Eran los mismos síntomas que ya había tenido. Necesitaba estar sola, que él no la viera ponerse así. Necesitaba espacio, demasiado y él no se lo estaba dando.

Y Jamie perdió el control, empujándolo lejos de ella, empezando a caminar hacia la puerta con el rostro de sorpresa de Colson, que la observaba marcharse.

—Todo muy bonito y la cena estaba increíble. Pero debes irte. —Se apresuró en responder.

—¿Qué? —cuestionó Colson sin comprender nada.

¿Cómo había pasado de estar pegados, a pocos centímetros, a que ella deseara que se marchase?

¿Había hecho algo mal y no lo se había percatado?

—Vete —contestó ella algo borde.

—Jamie, ¿no querías esta cena conmigo? —susurró mientras se acercaba a la puerta abierta que ella le había abierto.

Horas antes ella habría dicho que no, pero tras todo lo que vivió con él, no negó que le gustó esa cena. Le gustó conocerlo aunque ella no hablase, se sintió cómoda con él. Pero el miedo pudo con ella.

Por eso prefirió mentirle antes que repetir aquella cena con él por miedo a lo que podría pasar después.

—No.

Colson le dolió aquella palabra.

Se quedó frente a ella, sin salir del piso, esperando alguna respuesta más de ella.

Y Jamie se la dio.

—No es porque no me atraigas... Pero no quiero nada con nadie. Quiero estar sola y no quiero que nadie este ahí para nada. —Jamie supo que estaba haciendo las cosas mal, que lo estaba haciendo sentir mal y lo supo sobre todo en el gran espacio que él le estaba dando. —Hay más chicas en el mundo, pero yo no soy una de ellas para ti, Colson. Cuando acabe la noche, volverás a tu increíble vida de rockero y no pensaremos en esta cena.

Sí, aquello le hizo comprender a Colson que no debía volver a invitarla. Que necesitaba espacio y que él solo la estaba estorbando. Había sido un error para ella aquella cena y eso era lo último que quería Colson.

Él deseaba que ella disfrutase, se riese, hablase con él aunque fuese solo para decirle que le encantaban los animales. Le daba igual lo demás. Solo quería ir conociéndola poco a poco, al ritmo que ella marcaba. Pero tampoco iba a rebajarse y sentirse mal cada vez que ella se molestaba y lo terminaba echando de casa por miedo.

Colson asintió.

—Ya... Ahora entiendo muchas cosas...

Colson salió del piso, cuando ella le cuestionó;

—¿Que entiendes?

Colson se giró para observarla, dándole el espacio que ella quería y le habló con sinceridad.

—Tienes miedo a salir de tu rutina actual... La que has creado dentro de este piso. A que las cosas cambien. Le temes al futuro. Temes que vengan cosas malas, pero no todo en esta vida es malo y hay que arriesgarse.

Se giró para abrir la puerta de su piso mientras que Jamie lo miraba desde su zona de confort, volviendo a sentirse mal por cómo lo estaba tratando. Cuando él solo quería conocerla.

Colson, al abrir la puerta, la miró una última vez, compasivo y contestó;

—Jamie, te comprendo mucho más de lo que piensas...

Cerró la puerta de su piso, entrando a su soledad y, decepcionado, se sintió estúpido por ir a buscarla.

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