
D I E C I N U E V E | C O N F I D E N T E 🎭
«No quería ser así... No sé que me estaba pasando... Mi yo de hacía 2 años jamás habría dicho tales cosas»
Jamie.
Una joven se despertó a la 1 de la madrugada de aquella noche. Hacía apenas unas horas que acababa de perder su virginidad con un chico al que apenas conocía y ahora no paraba de darle vueltas a lo que había vivido.
Observó al joven rubio que tenía a su lado, acostado boca abajo, con el rostro mirando hacia la ventana, observando su cabello rubio revuelto.
Milly, temerosa de despertarlo, observó la hora y se maldijo en voz baja por lo que había pasado entre ellos. Ella había aceptado a tener esa noche con Maverick, le había gustado mucho tener esa noche de pasión entre ellos, pero una voz en su cabeza no paraba de decirle que tenía novio, que estaba siendo una mala persona al hacerle eso... Lo peor es que ella misma sabía que haría daño a Maverick por lo que iba a hacer en ese momento. Solo esperaba que para él solo hubiese sido una noche sin más, que ella fuese una más de su larga lista de la que hablaban.
Observó a Maverick, sobre todo su espalda, como se movía acorde con su respiración y lo relajado que se le veía. Se volvió a maldecir porque, realmente, ella no quería alejarse, quería quedarse con él, quedarse en esa cómoda cama y abrazarlo. Pero sabía que no era lo correcto.
Se levantó lentamente, sin hacer ruido y se vistió, recogiendo su ropa tirada en el suelo del cuarto de él. Lo miró una última vez antes de alejarse de ese chico.
Tomó su chaqueta, observó el pasillo donde había salido huyendo, cuando vio frente a ella a Luffy, mirándola con un rostro triste. Luffy se imaginaba que se marcharía y cuando ella lo vio así, se sintió peor de lo que ya estaba. Como si al irse de ese cuarto estuviese haciendo algo malo.
Se acercó a Luffy, le dio un beso en la frente y se marchó, con la lluvia empapándola completamente.
Durante el camino, no quiso mirar hacia atrás, temerosa de que pudiese encontrarse asomado en la ventana a Maverick por si se hubiese despertado y hubiese descubierto que Milly había salido huyendo.
Pero la mente de ella no paraba de darle vueltas a esa noche, al toque de Maverick, a como la trataba en su primera vez, en como la miraba y la acariciaba mientras se preocupaba por ella, por darle el placer que merecía. Jamás se había sentido así, y desde el beso que habían compartido, no paraba de darle vueltas a ese chico. Y eso que apenas habían pasado unas horas.
No, no podía estar enamorada, era imposible. Apenas lo conocía, pero claro, sin apenas conocerlo ya había perdido la virginidad con ese chico a sus 18 años y no con su novio con el que llevaba muchos meses y apenas habían llegado a la siguiente fase.
Mientras la lluvia seguía mojándola, Milly seguía dándole vueltas a su cabeza a todo lo que había sucedido en poco tiempo, en la química que sentía con ese chico rubio y en las ganas que tenía de conocerlo. Debía ser un error, no podía ser cierto que empezara a sentir cosas por un chico con el que no se llevaba bien.
Al subir a su piso, esperó no encontrarse a cierta hermana con una sonrisita de lado a lado y preguntándole si le había hecho falta algún condón. No quería estar hablando con ella, ya bastante mal se había sentido cuando se despertó al lado de ese chico, al que ya le había hecho daño por dejarlo.
Cuando abrió la puerta, todo estaba a oscuras, por lo que suspiró tranquila y alegre de no encontrarse a Jamie esperándola. Dejó las llaves sobre la mesa, cuando alguien encendió una luz, encontrándose con su hermana en el sillón antiguo que había al lado del sofá, con una taza de leche en su mano, bebiendo un buen sorbo.
Los ojos azules de Jamie se clavaron en los avergonzados de su hermana pequeña. Saboreó su taza de leche y, cuando acabó ese trago con tanta lentitud, preguntó;
—¿Se te hizo tarde, Cenicienta?
Llevaba un albornoz puesto, con las piernas cruzadas y con aquella taza en sus manos. La sonrisa que se le dibujó no pasó desapercibida.
—¿Que...? ¿Por que estás aquí como si tuvieses 60 años? —cuestionó Milly.
Jamie no dudó en responder;
—Soy una señora elegante.
Milly suspiró y, mientras caminaba, decía;
—Vete a dormirte.
Jamie no lo iba a dejar así como así.
—Cuéntame que tal. ¿Ha pasado algo?
—Nada.
—Ese nada lo dice todo —respondió, volviendo a tomar otro sorbo tras acabar su respuesta.
Milly, apretando sus manos, dejó su bolso y la maldita chaqueta sobre el sofá. Se sentó en él y, sin mirar a su hermana mayor, se tapó su rostro, derrumbándose.
—Me he acostado con se chico. —Se tomó unos minutos, mientras su hermana, casi atragantándose con el sorbo de leche que se había tomado, trató de tragarse aquella información que le acaba de decir su hermana. —No sé que estaba pensando... Le he sido infiel a mi novio y lo peor, es que he perdido mi virginidad con un chico que apenas conozco.
Y lloró frente a ella.
Jamie, dejando las bromas de lado, colocó su vaso de leche sobre la pequeña mesa que tenía y se sentó al lado de Milly, abrazándola.
Dejó que ella llorase en el hombro de ella, empapando su hombro con sus lágrimas, abrazándola mucho más fuerte.
Jamie, lejos de todo, era una increíble hermana, que estaba tanto para lo bueno como para lo malo. Lo que más quería en ese mundo era a Milly y si ella lo pasaba mal, Jamie también. Quería verla con una sonrisa en su rostro, no mal, infeliz como llevaba tiempo viéndola.
Comprendía que tras el accidente, tras lo que había vivido, lo que habían perdido ambas, estaba pasando una mala época como ella. Aunque a diferencia de Jamie, Milly sabía disimularlo más. Lo guardaba todo para sus adentros, como hacía Jamie.
—¿Te...? —preguntó, temerosa de la respuesta.
Milly negó rápidamente.
—No... Fue mi decisión. Y lo peor es que me gustó... —susurró, temerosa de la reacción de Lewis si se enterase. —Quise hacerlo con él. —Silenció unos minutos, cuando continuó—. Soy una mala persona.
—No, no lo eres. —Hizo que la mirase a la cara. —Milly, no digas esas tonterías. Pasó, ya está. Si eso ocurrió es por algo. —Jamie suspiró, negando sin saber que decirle. Jamie era de las que le gustaban disfrutar de los hombres sin tener nada con ellos, por eso era complicado darle algún consejo en ese ámbito. Y fue completamente sincera con ella. —Vale, tienes novio, ¿pero realmente lo quieres? ¿Realmente piensas que tendrás algo serio con Lewis? No quisiste hacer nada con él y con ese chico si. Era tu momento, ya está. No te culpes.
Milly tomó la servilleta que le acababa de entregar su hermana mayor. Se limpió las lágrimas con él, para luego sonarse muy sonoramente. Mientras, Jamie peinaba el cabello de la joven rubia con amor, dándole apoyo, cariño y estando a su lado.
Eran el único apoyo que tenían ambas. El amor de hermanas que había entre la una y la otra.
—Lewis es un chico de quien no hay que fiarse —advirtió Jamie.
Milly, esta vez, no defendió a su novio, solo dejó pasar aquella frase que acababa de decir su hermana. No quería pensar en ello, solo era capaz de pensar en lo que había pasado, en el dilema que tenía con Maverick.
—¿Y que le digo?
Jamie arrugó su frente y negó rápidamente.
—No le digas nada a él de lo que ha pasado. No me fio de ese chico —susurró, preocupada por su hermana. —Si yo fuera tú, cortaría con él lo antes posible.
Milly no contestó, pero no dejaba de darle vueltas a las 2 veces que Lewis le había levantado la mano. No lo sabía nadie ya que Lewis le dijo que no se lo contase a nadie. Pero esa noche deseó contárselo a su hermana. Deseó hacerlo y contarle lo que había pasado.
Quizás no había abierto los ojos, pero podía verse el temor que le estaba empezando a tener a Lewis desde la primera vez que le había abofeteado.
Si Jamie lo supiera, sería pequeña la tierra para Lewis y le daría exactamente igual su agorafobia en ese momento.
—Ese tal Lewis no me gusta nada —habló Jamie sin dejar de acariciar el cabello rubio de su hermana. —Milly, piénsalo. Por favor, no quiero que te pase nada si sigues con ese chico.
Solo conocía a Lewis por las veces que había tenido que verse fortuitamente en ese piso y las otras pocas veces que las chicas y chicos comentaban, antes del accidente de coche.
Mientras, Milly no dejaba de pensar en el daño que le había hecho a Maverick y dejó de pensar en su novio. Solo pensaba en el error que tuvo al marcharse de su casa o de iniciar algo que quizás no debió iniciar. Pero, de igual manera, Milly no se arrepentía de haberlo perdido con Maverick, sino por las formas, por tener novio al estar con él.
—Le acabo de hacer daño a ese chico... —susurró Milly.
—¿A Lewis? —Jamie arrugó su frente, asqueada cada vez que tenía que decir el nombre de ese idiota.
—No. Al chico con el que perdí la virginidad... No me lo perdonará jamás —contestó con una voz bastante débil.
—¿Te gusta?
Milly apretó su mandíbula y fue sincera;
—No lo sé.
Jamie suspiró, echándole hacia atrás un mechón de pelo que estorbaba en los ojos de su hermana pequeña.
—Yo creo que sí... Si no, no habrías hecho nada con él hoy. Yo, si fuera tu, hablaría con ese chico mañana.
Milly sabía que había cometido un grave error al irse de su lado, al darle la mano a Maverick y luego alejarse de él, retirándosela rápidamente. Milly le dio las buenas noches a su hermana, se metió en su cuarto y, sin aguantar más, empezó a llorar por el gran dilema que empezaba a tener, por las dudas que tenía con Lewis, por haber sido infiel. Por no hablar del miedo que le tenía a su novio y su reacción si se lo llegase a contar.
Su cabeza no paraba de dar muchas vueltas y, lo que más le daba vueltas era a Maverick y lo lindo que fue con ella esa misma noche.
🎭
Jamie se despertó como ya empezaba a acostumbrarse a despertar, con una gran pesadilla, sudada y llorando. Recordaba que había llorado en sueños, en lo horrendo de la pesadilla y que, cuando despertó, estaba sollozando con los ojos lagrimosos.
Se limpió el rostro y, tras recuperarse estando un buen rato así, se levantó de la cama para tomarse un café y despejarse. Para su sorpresa, vio a su hermana siendo la primera en levantarse, cosa extraña en Milly ya que Jamie siempre era la primera por lo poco que dormía.
La joven rubia estaba desayunando, con grandes ojeras en los ojos.
Jamie le preguntó;
—¿No has dormido nada?
Negó.
—¿Vas a hablar con ese chico hoy? —Jamie se preparó una buena taza de café para luego girarse y mirar a su hermana pequeña.
—No lo creo. Primero porque ya me odiaba, ahora me tiene que odiar mucho más... —susurró mirando hacia sus cereales. —No querrá ni dirigirme la palabra y lo comprendo...
—Ese chico, aunque digas lo contrario, te importa.
Milly no pudo evitar sonreír al pensar en él, pero luego una astilla que parecía tener clavada en su pecho, empezó a dolerle. Cada vez que pensaba en él recordaba en lo mal que hizo al alejarse de él anoche.
—Me hace sentir cómoda... Todo lo contrario a Lewis.
Jamie dejó la taza sobre la mesa y se acercó a su hermana.
—Milly, mírame. —Cuando lo hizo, su hermana mayor continuó, hablando la voz de la sabiduría. —Yo estoy encerrada en mi propia casa por no aceptar las cosas, por no tener valentía en seguir adelante. Me quedé estancada en un sitio con 21 años... No seas como yo y haz lo que tu quieras hacer realmente y, por como me hablas de ese chico, estoy segura que quieres pasar tiempo con él, en vez del estúpido de tu novio. Un novio es quien te valora, quien respeta a tus familiares, quien te hace sentir cómoda y no te obliga a hacer cosas que no quieres, te acepta tal y como eres y quiere verte triunfar, aunque por ello rompan la relación. —Silenció unos segundos, observando los ojos cansados de su hermana para luego continuar—. Lewis es un gilipollas, no un novio.
Milly, en sus trece, habló;
—Pero he sido infiel igualmente...
Jamie suspiró sin dejar de mirarla.
—Milly, deja de darle vueltas a las cosas. Sucedió. Y pongo las manos en el suelo que Lewis te ha puesto los cuernos muchas veces.
—¿Por que todos dicen eso? —Milly contestó ya bastante molesta.
—Vaya, si no soy la única, por algo es.
La joven rubia apretó la mandíbula y asintió.
—Necesito tiempo para pensar. Voy a clase.
Dejó sin terminar sus cereales, ya que apenas podía abrirse su apetito y, tomando su mochila, empezó a caminar hacia la puerta. La voz de su hermana la frenó.
—Milly, un consejo... —Al tener la atención de Milly sobre ella, siguió—. No se lo digas a Lewis. No le digas lo que pasó. Corta con él, te lo pido por favor... No quiero que te pase nada.
Milly no le respondió, miró hacia otro lado y se marchó, temerosa por todo lo que le estaba ocurriendo.
Jamie sabía una cosa y es que no iba a dejar sola a su hermana jamás y, si tenía que estar en us mano enfrentarse a Lewis o si, simplemente, sabía que le había levantado la mano, movería cielo y tierra para ir a por él.
Durante el día, Jamie estuvo haciendo sus tareas, su trabajo. Recogió incluso la casa y empezó a colocar cosas en la cocina, con tal de no estar sin hacer nada, para que el piso no le fuese demasiado pequeño y su mente siguiera dando vueltas, como lo hacía por la noche cuando estaba en la cama.
Odiaba el mal orden y había algunas cosas que Milly no había colocado el día de ayer en lo alto del mueble de la cocina. Por lo que Jamie tomó una silla y se subió a esta misma para colocarlo. Apenas podía llegar y empezó a pensar que necesitaba algo mucho más alto para poder llegar a esos utensilios de cocina, pero eso significaba tener que entrar en el cuarto de su madre y eso hacía años que no lo pisaba, por lo que se puso de puntillas sobre la silla, levantando la pierna para colocarla sobre la encimera, haciendo ciertas posturas no muy idóneas para ese momento. Su mano ya empezaba a tocar aquel utensilio cuando su pie descalzo se resbaló, doblándose el tobillo y cayendo al suelo de la cocina, escuchándose un fuerte golpe y gritando fuertemente por los golpes que se hizo.
Colson, que iba a salir a tirar la basura, escuchó aquel ruido, seguido de aquel fuerte grito y no dejó de pensar en Jamie.
Dejó la basura en el suelo y empezó a tocar fuertemente la puerta, gritando el nombre de su vecina. Pero esta no le contestaba.
Su ansiedad empezó a hacerse cada vez más fuerte, la duda de lo que había pasado ahí dentro, de que Jamie podía pasarle algo. No pudo oír nada la tercera vez que la llamó y, dando 2 pasos hacia atrás, corrió hacia la puerta, dándose golpes con su hombro, tratando de abrirla. Al ver que no podía, empezó a darle patadas en ciertas zonas hasta que, con un fuerte golpe, terminó por abrirla.
Colson no lo dudó, entrando al piso y buscando a Jamie por todos lados, hasta que la encontró tirada en el suelo de la cocina, con muchas cosas tiradas en el suelo y ella quejándose del tobillo.
—¡Jamie!
Corrió hacia la joven, arrodillándose frente a ella y, al tratar de levantarla, Jamie se quejó.
—¿Que es lo que te duele? —preguntó con la voz temblorosa.
—El tobillo...
—Vale, déjame vértelo.
Colson tomó con delicadeza el tobillo derecho de Jamie y al vérselo como empezaba a hincharse su tobillo sabía que se había hecho algo bastante malo. Apenas tocárselo, ella gritó de dolor, empezando a llorar por lo que le dolía.
—Tengo que llevarte al médico, Jamie. No tiene buena pinta, quizás te hayas echo un esguince. —La miró a los ojos bastante preocupado y dijo—. Tengo que llevarte ya.
Las alarmas en el rostro de Jamie se hicieron tan evidentes que Colson creía que le iba a dar algo.
—¡No! No puedo salir —susurró tratando de alejarlo.
Pero a diferencia de la noche anterior, él no se alejó.
—Jamie, no puedo dejarte aquí así —susurró, mirándola a los hermosos ojos de Jamie, ahora llorosos.
Negó repetidas veces, a la vez que le dolía el tobillo.
—Vete.
Esta vez Colson la ignoró, tomándola entre sus brazos para llevársela de allí hacia urgencias para que la atendieran.
Pero Jamie empezó a alarmarse mucho más, llorando más fuerte y gritando por lo que le dolía el tobillo. Su miedo a salir de su piso, de su zona de confort, era tan fuerte, que trató de bajarse de los brazos de Colson, pero él la tenía tan bien sujeta que no podía moverse.
—¡No me hagas salir, Colson! ¡Te voy a odiar si lo haces!
Empezó a darle golpes en el pecho de Colson sin que él tuviese culpa de nada, solo de ayudarla y sin que él entendiese porque estaba tan atacada por salir de ese piso. Colson, inocentemente por no saber que es lo que tanto miedo le tenía ella, dijo;
—Ódiame todo lo que quieras, pero no voy a dejarte sola y menos dejarte tirada con el tobillo como lo tienes.
Cuando él puso un pie fuera de su piso, ella se derrumbó, observándolo con aquellos ojos de terror, de miedo, haciendo que Colson se le rompiera el corazón por hacerla sentir así. No sabía que es lo que estaba haciendo mal, pero sabía que era por algún motivo. Y se sintió peor al verla llorar de aquella manera a una chica que apenas mostraba sus emociones.
—Por favor —suplicó y aquello fue la gota que colmó el vaso.
Colson, al verla tan angustiada y con aquel grado de ansiedad, dio media vuelta y entró al piso de ella, sentándola en el sofá de la joven y, con cuidado, colocó su tobillo sobre un cojín. Se arrodilló en el suelo.
Los ojos de Colson, comprensivos, asustados por lo que podría pasarle a Jamie, odiando verla así, colocó su mano sobre el rostro de la bella joven y, con el pulgar, limpió las lágrimas que caían sobre sus mejillas.
—Jamie, ¿que ocurre? ¿Por que no quieres salir? —preguntó con una voz dulce.
Jamie sabía que no tenía escapatoria. Tenía que contárselo y sabía que no debía haberle hablado de aquella manera, ni haberlo tratado así. El rostro de la vergüenza empezó a salir en su triste rostro y Colson negó con la cabeza al verla así.
Entre lágrimas, mientras que él se las iba secando, se lo confesó;
—Tengo miedo a salir.
Colson arrugó su frente.
—¿A la calle?
Los labios de Jamie se apretaron entre sí y respondió;
—Del piso... Hace 2 años que ni siquiera salgo para recoger las cartas... Y esa puerta, ni siquiera piso fuera de ella...
Miró hacia otro lado, evitando los ojos de Colson, pero las manos de él la hicieron mirarlo.
—Agorafobia —susurró Colson.
Jamie asintió y empezó a llorar más fuerte.
El rostro de Colson fue obvio. Empezó a comprender muchas cosas, porqué nunca la había visto salir, porque lo trataba así, por no hablar de las cosas que le había advertido Milly.
Lo entendió todo.
—Por eso no quieres salir conmigo.
Jamie apretó la mandíbula y no dijo nada.
—Tengo que llevarte a urgencias.
—No me hagas salir de aquí... No me hagas ir al hospital... Menos allí.
—Mírame. Sé muy bien lo que es eso, Jamie —murmuró Colson, poniéndose en el lugar de ella. —Lo sé muy bien. Pero tengo que llevarte a que te miren ese tobillo. Te prometo que voy a estar a tu lado en todo momento, no te voy a dejar sola.
Ella negó repetidas veces, muerta de miedo.
El monstruo que había creado la mente de Jamie ya era lo suficientemente grande.
—No, Colson.
—Jamie, vamos allí y luego te traeré de vuelta a tu piso. Por favor, quedarte con el tobillo como lo tienes es mucho peor —suplicó Colson.
Jamie, al hacer un pequeño movimiento, se quejó por como le dolía y luego observó a su vecino, con aquel rostro de angustia al verla. Necesitaba curarse, necesitaba que el dolor cesara... Necesitaba ir dando pasos.
Las caricias de Colson parecían ayudarla a relajarse.
—¿De verdad no me vas a dejar sola?
—En ningún momento.
Jamie miró su piso, del que ha estado 2 años sin salir de él y luego miró los ojos de Colson, un chico al que apenas conocía, al que había tratado muy mal los días anteriores y que, de igual manera, estaba ahí tendiéndole la mano para ofrecerle ayuda.
Y ella, costándole bastante, la aceptó.
Cuando Colson tuvo la aprobación de ella, asintió y él la tomó entre sus brazos, llevándosela de allí a su coche.
El corto recorrido entre el piso de ella y la calle no duraba muchos minutos, pero para Jamie fue un completo caos. El dolor de su tobillo, los brazos fuertes de Colson, el olor del perfume de él, la hacía despistarse, olvidarse de su miedo por unos pocos momentos, aunque el temor, la ansiedad empezó a tener más importancia una vez subida al coche de Colson. Para su sorpresa, Colson la tomó de las manos e hizo que lo mirase.
—Estoy contigo, no lo olvides.
Él, los gestos que tenía, su mirada, la hizo tranquilizarse.
Jamie mentiría si dijera que no lo había pasado mal en el trayecto, porque había sido el trayecto más largo de su vida, costoso y el peor. Aquel paso fortuito que tuvo fue duro para Jamie, pero a la vez necesario para romper aquella cúpula que había creado ella misma en su confort.
Él estuvo con ella en todo momento, exceptuando en algunos sitios donde los médicos no lo dejaban pasar. Sabía que estaba en buenas manos, pero su preocupación era más que evidente.
Y cuando todo acabó, llevándola de nuevo a su piso, colocándola en el sofá con el tobillo levantado sobre el cojín, la vio bastante mal, agotada y sin hablar.
Jamie había tenido un episodio de ataque de pánico en el trayecto hacia urgencias, pero él había estado con ella. Para Jamie, un ataque de pánico era como sentir que morías, pero no lo hacías. Duraba menos de 20 minutos, pero parecía durar horas y lo peor, es que cuando acababas, la sensación que te dejaba era como haber corrido un maratón por horas.
¿Lo peor? Es que se sintió avergonzada de que Colson la viese tan vulnerable, de aquella manera... Y se odió.
Pero Colson se vio reflejado en ella y fue un completo apoyo para aquella joven que estaba bastante callada ahora en el sofá de su piso.
Tenía un esguince leve, por lo que estaría unas semanas hasta que el tobillo se le curase.
Colson, mientras, estuvo recogiendo la cocina de ella, todo lo que se había caído tras la caída de ella y, cuando acabó, empezó a hacerle una tila después de todo lo que había vivido. Después de haber roto aquella cúpula que había creado la joven. Necesitaba algo para bajar sus niveles de estrés y la tila la ayudaría.
Colson era un experto en ello aunque Jamie no lo supiera.
El joven la vio desde lejos y empezó a comprender muchas cosas. Verla tan distante en ese momento le rompió el corazón, pero se prometió que la ayudaría a salir de ese abismo en el que estaba metida. Si él pudo salir, ella lo lograría.
Se acercó con aquella taza y se lo puso entre sus manos con delicadeza.
—Tómate esto. Te vendrá bien.
Jamie no supo como mirarlo, por lo que sonrió levemente, con tristeza, con la vista puerta hacia un punto fijo.
Colson sabía que estaba avergonzada por todo, por haberle contado sobre su agorafobia, verla tan vulnerable y el ataque de pánico que sufrió en un momento del trayecto. Pero ella no debía avergonzarse porque Colson no iba a juzgarla nunca.
—Gracias... No tenías porqué recoger la cocina, ni haberme ayudado tanto después de lo que pasó anoche —murmuró con la voz rota.
—Olvida lo de anoche —susurró Colson sin dejar de mirarla. —Lejos de lo que pasó, lo pasé bien contigo. —Le dedicó una hermosa sonrisa cuando ella lo miró que podría derretir a cualquiera. Y como la comprendía, sabía que ella necesitaba estar sola después de todo lo que había pasado. Pero él iba a estar pendiente de ella, por lo que escribió en una hoja su número y se lo entregó. —Si necesitas algo, llámame; este es mi número.
Él se acercó a ella y Jamie se sorprendió de notar los gruesos labios de Jamie sobre su frente, dándole un beso dulce. Y cuando vio que se iba a ir, ella le dijo;
—A mi también me gustó la cena de anoche... Si un día quieres... —Trató de hablar sin que su voz le fallara, pero no era fácil. Colson le dio todo el tiempo que necesitaba. —Podríamos repetirlo.
Jamie se arrepintió enseguida de sus palabras porque sabía la respuesta de él. Después de como lo había tratado la noche anterior, él le diría que no.
Para su sorpresa no hubo respuesta, la respuesta de Colson fue una sonrisa y al ver el rostro de él, entendió que aquello era un "si".
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