Cuatro años
Dos cadenas para cada luz. De la luz, su sombra. Son diferentes. Cada uno brilla, como paradas de metros. Un oso, pequeño, con cuatro circulitos como huellas; se refugia abrazando el cono de basura. Farol de tela, iglú que abriga dos luciérnagas. Hoy esperé por la tarde, y así como ayer de la tarde, vino otra tarde. El nissan gris no estaba. Blancas y suaves azules las ligeras telas de cortina. Castaño ventilador sobre el fondo de lejano y abrigador verde. Pronto vendrá el camión a recoger la basura.
El cachorro negro y blanco no salto hasta mí. Solo ladró, luego me miró, luego calló. Me agrada, tenemos semejanza. Viniendo a refugiarnos en la casa que no es nuestra. No puedo estar segura, por ello le sigo queriendo. Me pregunto quién habrá dividido el día y las horas. Cuando me levanto, el aliento cálido de mi colcha verde, me recuerda quien fui ayer. Y entonces me parece que cada noche es un siesta, un relevo de la luz. Y no otro día. - ¿Crees que papá me compre una muñeca? - Pregúntale - dijo mi hermano, y volvió a sus audífonos.
Cuatro años he vivido aquí y apenas siento que mi cuarto es un poco yo. Que los faroles en la noche son amigos titilantes, luciérnagas largas y de metal.
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