El baile de la lluvia
A Clarissa le encantaba la lluvia y Mateo nunca pudo entender aquello.
Antes de eso, era de las personas que cancelan planes en cuanto oía los primeros diluvios, prefería quedarse en cualquier toldo de cualquier esquina o en algún techo que lo protegiera de aquellas gotas a tener que enfrentar la lluvia con un paraguas.
No era creyente pero solía serlo en cuanto escuchaba los truenos, y sentía que el mundo se iría a desmoronar porque el cielo caería en cualquier momento.
Odiaba las goteras que habían por su casa, odiaba tener que empezar a buscar tachos para que las gotas no causarán más inundación, temía que el agua llegara y rebalsara su pequeño techo. Odiaba tener que cambiarse de ropa constantemente en cuanto se mojaba. Él creía que el clima en aquel estado era un sinónimo de mala suerte, no creía en los besos en la lluvia, prefería al sol antes que todo.
Pero Clarissa, Clarissa amaba la lluvia con locura. Decía que se sentía abrazada por la misma naturaleza en cuanto las primera gotas empezaban acariciar su cabello.
Le gustaba caminar bajo la lluvia sin importar cuánta agua podría entrarle. No le importaba si su ropa se estropeaba y su cabello explotará ante la humedad. Podía quedarse por horas parada viendo como el mundo se detenía frente a sus ojos y sintiendo como si el mismo cielo le hiciera el amor con cada gota que desprendía de este.
Realmente amaba sentir las gotas caer contra su mejilla, la sensación de frío y las ganas inmensas de bailar. Podrías encontrarla en un día lluvioso bailando con una música que solamente ella era capaz de oír, decía que no hacía falta nada más que el sonido de los truenos, el viento chocando contra las ramas de los árboles y la lluvia chocando contra cualquier cosa que se pudiera poner en su camino, era una armonía suficiente, era un deleite suficiente.
No podía entender como el resto de las personas le costará ver aquello, no ella no lograba entender como el resto prefería huir de ella a qué quedarse a deleitarse. Porque si prestaban atención podían sentir como el mismo mundo te abrazaba, podrías detenerte y pensar que aquellas gotas venían de otra realidad y un mundo que nadie conoce. Podía sentir la pureza invadirla de pies a cabezas, la misma lluvia que desprendía de lo alto, la misma que era capaz de rozar las nubes y abrazar el sol para ocultarlo, era la misma que la acariciaba cuando llegaba.
Cuando Mateo conoció a Clarissa, pudo ver con claridad a la misma naturaleza abrazarla y deleitarse en ella, empezó a ver las cosas de otra manera, porque al mirarla sentía que las gotas bailaban sobre cada parte de su cuerpo y el viento chocaba su cabello para acariciarla incluso cada vez más. Quiso ser la misma lluvia, quiso unirse junto a ella para poder deleitarse de esa manera con Clarissa. Sus ojos no habían brillado con tanto amor desde que logró entender que ella amaba la lluvia y la lluvia la amaba a ella.
Sintió que por primera vez su realidad estaba cambiando, porque era parte de una obra de arte. Clarissa era parte de una sinfonía jamás escuchada, porque cuando los truenos se oían con fuerza, el sonido de su risa se unía a todo lo que el cielo pudiera estar gritando.
Todo lo demás, todo lo que pudo haber visto a lo largo de su vida se sintió estupido, como si hubiese vivido en una completa ignorancia, cómo si hubiese estado muerto por mucho tiempo hasta que vio la luz en donde nadie más la veía. Hasta que vio que Clarissa era capaz de iluminar un día gris, un día que para muchos puede ser sinónimo de mala suerte, por primera vez veía una luz distinta que danzaba en medio de los colores oscuros.
Mateo se aferró a la rosa que tenía en su mano, tan fuerte que las espinas dañaron sus palmas y mientras la sangre goteaba, la lluvia se llevaba al instante el daño que se había hecho.
Soltó la rosa y la colocó sobre la lápida. Mientras sus lágrimas corrían, logro entender que Clarissa se había convertido en la lluvia.
Mientras sus lágrimas caían, la lluvia lo abrazaba tanto que sentía que lloraba junto a ella, porque sus lágrimas se hacían uno con las gotas que caían con tanta fuerza.
Fue en ese entonces en donde sintió a Clarissa en la lluvia, en donde la escuchó gritar en medio de los truenos y relámpagos. Las gotas que chocaban tan fuerte y se colaban en cada parte de su cuerpo, el viento mismo se arrebató su propio aliento y sintió que la lluvia ya no lo rodeaba en cuerpo si no en alma.
Ella se había hecho uno con lo que tanto amo. Se sintió furioso en un momento al entender que quizás la misma lluvia la arrebató de sus manos, al estar deseandola por mucho tiempo.
Desde el principio hasta el fín ella había sido como una tormenta en su vida. La disfruto de la mejor manera pero cuando todo acabó se encontró con las secuelas. La lluvia puede ser ridículamente hermosa, pero cuando termina deja todo un caos alrededor. Puede enfermarte, puede romperte, puede arruinarte, ahogarte y él sin ella se sentía de aquella manera, la necesitaba para respirar, la necesitaba nuevamente para que lo envolviera con el amor extravagante que ella solía tener por él.
Clarissa seguirá siendo su tormenta, y él ahora había aprendido a bailar junto a la lluvia. No le importó estar en un cementerio, él no creía que su espíritu descansaría allí, él la sentía en la tormenta que ahora bailaba junto a él.
Hola bellezas, ¿Qué tal están?.
¿Qué les pareció este pequeño relato?. A mi para serle sinceras me gustó mucho escribirlo ♡.
¿Qué team son ustedes?. ¿Team lluvia o no lluvia?. Yo la verdad soy un poco de los dos, por eso me pude conectar con ambos personajes al escribir esto. Porque también puedo resaltar parte de las cosas que son tediosas por la lluvia, como también la misma hermosura. Puede sonar dramático como todo lo que escribo, pero para mi la lluvia es la perfecta descripción de: Caos perfecto.
Sin mucho que decir, los saludo y agradezco que se hayan pasado por este relato. No olviden comentar y votar si les gusto, saben que eso es de mucho apoyo❤
¡Saludos!
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