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Capítulo 1

"Y aunque la historia no estaba prevista
Somos la prueba de que existe amor a primera vista"

Punto de vista de Jenna.

3 de julio de 2019.

Había salido de mi oficina un poco hasta el coño de estudiar, mi primer año de máster había sido Bueno dentro de lo que cabe, pero caótico a la vez porque había suspendido una y ahora tenía que ir a recuperarla a una convocatoria en pleno verano y en pleno mercado de fichajes, unos fichajes que me tocaba valorar a mí sí quería quedarme siendo la psicóloga deportiva del equipo de mis amores, llevaba un año aquí y estaba de lo más feliz.

—Buen día. —dijo Ever, cuando aparecí por la cafetería. —Tenés cara de sueño, ¿llegaste temprano?

—Sí, y no dormí. He de recuperar una asignatura en la que fracasé por completo. —bufé. —¿sabes si hoy me espera un día largo? 

—Sé que Monchi anoche recogió del aeropuerto a un cancherito que creció en River, pero que viene de Marsella. No sé más.

—Otro argentino, ¿a qué se debe que seamos la selección argentina de repente?

—Mejor la argentina que la francesa.

—No, si españoles hay dos y creo que una soy yo.

—sos una exagerada.

—Bueno, creo que podré con un argentino más.

Ever se fue de la cafetería con su mate y yo me quedé estudiando mientras, tenía que esperar a que llegase el nuevo fichaje.

Estaba en la cafetería sentada sobre una mesa yo sola, rodeada de subrayadores stabilo, subrayando treinta y cinco mil conceptos para el último examen de mi primer año de máster.

¿En qué momento decidí estudiar psicología deportiva?

Luego miré a mi alrededor y vi por cada esquina un escudo del Sevilla, y lo entendí. Para esto, para unir lo que más quería con mi mayor pasión, el fútbol y la psicología.

Por la cafetería apareció el Mudo con su mate caliente y se quedó mirando frunciendo el ceño.

—¿Todavía estás en exámenes? —preguntó apoyándose en la mesa.

—Sí, es que suspendí la asignatura en mayo. Así que tengo que recuperarla. —respondí.

—¿Y los tenés en Julio?

—Sí, una putada, pero así es.

—Ya llegó el nuevo, vas a tener que hacerle la evaluación.

Empecé a recoger los subrayadores de la mesa cuando llegó Monchi acompañado del nuevo jugador.

Tenía el pelo peinado en un tupé hacia arriba, los brazos llenos de tatuajes y una sonrisa de oreja a oreja.

—Mira, aquí está. —dijo Monchi mirándome. —Ella es Jennifer.

—Pero me llaman Jenna. —aclaré.

—Bueno, en cualquier caso, es nuestra psicóloga, en prácticas, pero muy buena. —miró al chico. —Él es Lucas Ocampos, nuestro nuevo jugador. Lucas te dejo con ella para que te haga la evaluación.

—Sí, está bien. Gracias. —habló Lucas. —Bueno, cómo era ¿Jen?

—Jenna, nadie nunca me había dicho Jen.

—Bueno, entonces para mí serás Jen. —sonrió. —únicamente para mí.

Sonreí, no pude evitarlo.

—Sos hermosa.

Trataba de evitarlo pero un calor que no pude controlar estaba subiendo por mis mejillas, intenté hablar, pero seguro que si hablaba balbuceaba y bueno no queremos balbucear delante de este muchacho, como se llamaba ¿Lucas Ocampos? Como sea.

—Bue...Bueno. —conseguí articular. —¿vamos a mi oficina?

—Vos mandás. —dijo haciéndome un gesto de que yo le guiase hasta donde estaba mi oficina. Claro que Boba, es nuevo. Por dios, Jenna, compórtate como una persona normal, que estás quedando como una retrasada. —¿Por qué estudiás psicología deportiva?

—Porque la psicología es algo que me apasiona y el fútbol también. Ser la psicóloga deportiva del Sevilla aunque sea en prácticas, para mí es un sueño.

Cuando tuve la puerta de mi oficina frente a mí, tomé la perilla de la puerta y la abrí pasando hacia el interior con Lucas Justo detrás de mí.

—Siéntate y ponte cómodo.

Él me hizo caso y se sentó en la silla que había Justo frente a mí. Cuando me senté enfrente suya sentí su mirada intimidante sobre mí, y como todos los lugares de mi cuerpo incluso los que yo no sabía que existían estaban comenzando a temblar. No entendía nada y tenía una sensación extraña que no había sentido nunca.

—Bueno. Estas evaluaciones son un poco delicadas y no soy partidaria de este tipo de preguntas, pero me las imponen desde arriba.

—Bueno, cualquier pregunta que venga de vos la aceptaré encantado. —Se echó a reír. —Lo siento, no quería incomodarte. Solo intento verte sonreír porque me encantó esa sonrisa.

—Pero si es horrible. —dije.

—¿qué decís? ¿Sos Boba o qué? Sos hermosa. —río. —Dale, soltá las preguntas que quiero jugar.

Nos pusimos al lío con su evaluación, y fue bastante favorable, lo veía metidito en la película y eso hablaba muy bien de él. Metí alguna que otra pregunta personal que espero que no se diese cuenta que iba con otro tipo de intencionalidad, como por ejemplo si tenía novia. Hacia unos meses que lo había dejado con su novia de hace años, y bueno aunque me puso algo triste, sin sentido, me alivió saber que el argentino que me estaba quitando el aliento estaba libre.

El entrenamiento acabó por el mediodía a eso de la una de la tarde y yo tenía el examen a las cuatro y media, en unas horas sería libre de libros y podía centrarme por completo a evaluar a mis jugadores.

—Buena suerte en el examen, Jenna. —Me dijo Jesús.

—Gracias, Jesús.

Vi a todos los jugadores montarse en sus lujosos coches y salir pitando con el aire acondicionado, les tuve envidia. No por nada, sino porque los cincuenta grados sevillanos me estaban pegando en toda la cara y la espalda, en cinco minutos empiezo a sudar la gota gorda. Qué asco, por dios. Con lo a gusto que estaría en la playa con mis padres y mis hermanos.

De repente un coche se frenó en seco junto a mí cuando estuve a punto de subirme al puente para cruzar hacia la universidad Pablo de Olavide  y coger el metro.

El Audi QR bajó la ventanilla y pude ver a un chico con gorra negra y los brazos llenos de tatuajes, una vez más la respiración se olvidó de aparecer por mi cuerpo. ¿Esto va a ser siempre así con el nuevo?

—¿donde vas? —preguntó frunciendo el ceño mientras bajaba sus gafas de sol.

—Al metro, tengo el examen de recuperación en tres horas.

—Pero te vas a morir de calor esperando. —dijo. —Esta calor no debe ser salubre para nadie.

—Vivo aquí, estoy acostumbrada y tú también deberías hacerlo, Lucas. —pronunciar su nombre fue como si chupase un caramelo, igual de dulce.

—No voy a permitir que te expongás una insolación pudiéndote llevar yo.

—Gracias, pero no quiero molestar.

—Molestar, me molestaba mi hermano a los dieciocho años. Vos te vas a montar y dejar que te lleve a la universidad.

Al final accedí porque este chico no parecía de los que se daba por vencido fácilmente. Con ayuda del GPS pudimos llegar de Montequinto a San Bernardo donde se encontraba la facultad de psicología.

—Gracias por traerme, Lucas. Esto suma puntos en tu evaluación. —le sonreí quitándome el cinturón.

—Dejáme tu teléfono. —me pidió, fruncí el ceño, pero se lo di.

Jenna, estás perdiendo facultades mentales.

—Tomá. Mi número. —cuando me dio el teléfono miré el nombre con el que se había guardado a sí mismo. Mi argentino favorito🩵🤍🩵.

Sonriendo me bajé del coche y me fui a hacer mi examen, que fue el único tiempo en el que conseguí quitarme a Lucas de la cabeza. Durante dos horas sólo tenía conceptos psicológicos y deportividad.

Cuando salí de la facultad nuevamente le vi, ahí estaba esperándome y lo mejor de todo, era que tenia un helado en la mano esperándome.

—supuse que saldrías acalorada del examen y quise mimarte. Esto es para vos.

Y para entonces ya me di cuenta que estaba pilladisima de este muchacho que había irrumpido en mi vida sin previo aviso.


HOLAAAAAAA.

Se ha terminado esta atípica Semana Santa y por ello estoy de vuelta. ❤️

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