XII: Un lugar llamado hogar parte II
Luzu está seguro de una cosa.
Está muy acostumbrado a esperar.
Y no le molesta. Le da tiempo de hacer cosas, sólo debe revisar de vez en cuando que aquel sitio no se active, tiene que estar ahí cuando lo haga.
Ya qué está esperando a alguien. No sabe a quién.
Ha instalado una pequeña casita provisional, ha hecho un huerto, tiene animales, cosas pequeñas, ya que no quiere encariñarse con el sitio o decide quedarse antes de que llegue su acompañante.
Hicieron una promesa.
Bueno, fueron varias.
Pero está bien.
Es paciente, puede serlo, puede esperar un poco más hasta que finalmente llegue, a que aparezca en su vida como se supone debe, a que salga de dónde sea que esté entreteniéndose y vendría finalmente aquí.
Recuerda perfectamente las palabras que le dijo aunque su voz esté distorsionada en su memoria, pero confía, al final del día confía en que esa persona vendrá como lo prometió.
Tampoco sabe cuánto tiempo ha estado esperando, en ese sitio la percepción del tiempo es difusa, aunque trate de marcar los días en algún calendario, la cuenta simplemente desaparece por arte de magia.
Pero se repite una y otra vez que está bien.
Por qué no le queda de otra.
— No sé por qué tengo tanta terracota acumulada...
Mira el inventario, dos stack de terracota de dos colores diferentes, rojo y naranjo, aún está pensando en qué lo va a usar, podría ponerlo en el sitio de encantamiento o como las paredes de su futura casa.
No está seguro.
Es complicado.
Y mientras transporta el material nuevo a la casa improvisada logra ver como el portal apagado hace tiempo comienza a iluminarse, un fuerte rayo de luz llega hasta el centro dejando que una figura oscura caiga de pronto en medio del escenario.
Luzu saca arco y flecha antes de que la luz dejase al otro ver y atacar.
Es una tierra salvaje y ya no tiene la protección de ningún Dios.
La figura desorientada y parcialmente cubierta de su propio fuego se levanta mareado del suelo, soba su cabeza y cae arena de sus ropas. Justo antes de que levante por completo la vista Luzu apunta.
Sí algo sabe es usar el arco y la flecha, jamás falla.
— ¡Vieja de mierda!
Grita y antes de enfocar su vista en quien tiene delante una flecha se clava justo en la tela que cubre su hombro, empujando para quedar contra una columna de mármol y golpear su espalda.
Sus ojos dorados se perdieron en la distancia, y volvió a formar todo su cuerpo en fuego como protección.
— ¿Quién eres?
— ¡Quién coño eres tú! — Le grita Auron quemando la flecha. — Vaya manera de miedo de recibir a un exiliado...
— ¡Estás cubierto de fuego! —. Se defiende, sólo estaba siendo precavido, de todas formas su fue un poco grosero, pero no suelta su arco — ¿Qué se supone que haga?
— Eh...
Auron suspira. Ganarse otro enemigo no es plan, así que se calma. Odia que le dejen con las palabras en la boca pero al menos no está solo viendo...
¿Qué era?
¿De dónde venía?
Siente los pasos del otro, su arco aún está en mano pero ya no le apunta directamente, así que algo de confianza le da.
— Cómo te llamas...
— Auron.
— Un gusto Auron, yo soy Luzu — extiende su mano en forma de saludo, como una pequeña tregua hasta que descubra sus verdaderas intenciones.
Siempre es difícil acomodarse a la falta de recuerdos después de estar con ciertos Dioses.
Auron le mira la mano con desconfianza. Pero extiende la suya dando un fuerte apretón que más que ser una tregua era un reto a volver a lanzarle una puta flecha sin preguntar antes.
Pero de ese toque rudo salen chispas de sus ojos. La flama de Auron se enciende poderosamente, los ojos de Luzu brillan destacando el carmesí de estos, y ambos sueltan sus manos de golpe.
Como si acabaran de tocar fuego.
— Luzu... — Susurra en un tono diferente, con cariño.
Que es por quien atravesó un desierto buscando encontrarse de nuevo, es su niño.
Por su parte, Luzu soltó todo lo que tenía en sus manos para correr hacia Auron. Pasó sus manos por su cuello atrapando su cabeza contra su hombro y volviendo a estrellar su espalda contra la columna de mármol.
Casi podría llorar ahora mismo, mientras miles de fragmentos de memorias distantes aparecen como un lago en su mente.
Ya no eran gramos de recuerdos perdidos sin conexión, ahora todo se unía.
Lo estaba esperándolo.
— ¡Auronsito!
Los brazos del otro se instalaron alrededor de su cadera y pasearon por su espalda aferrándose a su cuerpo, ocultó su rostro en el espacio tan reconfortante que hay entre su cuello y su hombro, como una zona segura para él.
Los brazos de Luzu siempre lo fueron.
Por eso le estaba buscando tan desesperadamente por el desierto.
Su niño.
— Joder, joder... — Se queja en un intento de no partir a llorar. —No tienes idea de cuanto te busque...
Pero un cúmulo de sentimientos le atacan y no es tan fuerte entre sus brazos.
— Estaba aquí, esperándote — Es bueno en eso, con él, sólamente con Auron —. Siempre te estoy esperando idiota.
Da palmaditas en su cabeza y frota su mejilla contra la de Auron sintiendo ese lindo cosquilleo por su barba rasurada. Hasta que se vuelve húmeda, Luzu abre los ojos sorprendido y trata de separarse de él para asegurarse de que está bien pero Auron no le deja.
— Quédate...
Luzu no entiende, no pretende ir a ningún sitio.
Pero Auron no quiere explicarse, sólo necesita desesperadamente asegurarse de que es real, que tiene entre sus brazos al Luzu real, el de su tiempo, con quién compartió mil cosas juntos.
El Luzu del que se enamoró irremediablemente y en contra de su voluntad.
— Estoy aquí Auronsito.
Le abraza con más fuerza, para que lo sienta cercano. Ninguno se mueve, no hasta que Auron se permite separarse un poco y secarse las lágrimas.
— Ahora lo sé.
Los delgados dedos de Luzu se posan en sus mejillas y remueven las lágrimas traicioneras con tanto cariño que son caricias, unas que Auron recuerda tan perfectamente cuando se rompía en frente suyo. Luzu también, esos momentos en que él se mostraba tan frágil los guardó en su corazón.
Dos almas errantes que finalmente se encontraron.
— Lamento haberme demorado tanto — Susurra Auron, pasando sus dedos por el cabello castaño y desordenado de Luzu, tiene pequeñas ramitas en él. Siempre un desastre con su pelito.
— Lo mejor llega al final supongo — Luzu se encoge de hombros.
Atrapa su ropa y tira de ellas acercando sus rostros.
— ¿Puedo pedir algo por esperar tan pacientemente?
Auron sonríe.
Acaba de llorar, pero le importa tan poco comparado a lo que le está pidiendo Luzu que sólo le cumple.
Toma su cintura con ambos brazos y lo levanta un poco haciendo más marcada la casi nula diferencia de altura, los brazos de Luzu se acomodan sobre sus hombros, envolviendo cuidadosamente su cuello, dejando que sus manos acarician lentamente los vellos de su nuca e ir subiendo por su cabello.
Es casi un ritual, mientras se ven a los ojos con la más pura dulzura hasta juntar sus labios como un perfecto rompecabezas. Lo que provoca esas cosquillas en sus estómagos, aquel temblor en sus rodillas y la bella sensación de estar en un sueño.
Con él es como estar en un verdadero hogar.
— T'estimo, el meu nen.
— Me too, Auronsito.
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.
.
¿Fin...?
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