FINAL
Sonreí un poco mientras acariciaba la mejilla de George, él dormía y llenaba la habitación de suaves ronquidos. Habían pasado casi dos semanas luego de que me pidiera matrimonio y yo había logrado dar el siguiente paso con él.
George me entendía y me tenía muchísima paciencia, preguntaba en cada momento si me gustaba o quería que se detuviera, la primera vez fue... todo lento y nuevo para ambos. Se preocupaba por mi en todos los aspectos posibles.
Después de la quinta vez, todo era más placentero y divertido para los dos y eso me encantaba aunque debíamos poner algunos encantamientos para que los ruidos no salieran de la habitación.
Acomode mi cabeza en su pecho desnudo y lo abracé con suavidad. Me encantaba estar de esa manera con él, sólo nosotros en la tranquilidad de la mañana, con mi pierna sobre la suya y envueltos entre las sábanas.
Su respiración cambió cambió y fue cuando me di cuenta de que había despertado. Acarició mi brazo y yo levanté la mirada, le sonreí y él, aunque estaba bastante adormilado aún, también sonrió.
—Buenos días— saludé.
—A tu lado siempre son buenos.
Me levanté un poco, sosteniendo la cobija contra mi pecho para cubrirme y voltee hacia la mesita de noche.
George me miró con curiosidad.
—Tengo un regalo para ti— le dije emocionada.
Volví a acomodarme en su pecho y le extendí una cajita de terciopelo. Él la tomó con cuidado y la abrió.
Abrió los ojos con sorpresa, creo que quería llorar. Besó mi frente durante un largo momento.
—¿Te gustó?— pregunté.
Él se había quedado mirando el anillo con una sonrisa, parecía contento, enternecido y algo melancólico.
—Me encanta— mi sonrisa se amplió al escucharlo pronunciar esas palabras.
Saqué el anillo de la cajita y tomé su mano, lo deslice por su dedo anular finalizando con un beso sobre su mano.
—Yo tengo uno igual— le mostré mi mano, estaba junto al que él me había dado.
Sus ojos brillaban. Lo abracé con fuerza y él también me rodeó con sus brazos.
Todo era tan perfecto en ese momento.
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Nota. A partir de aquí, si no quieres sufrir te recomiendo que dejes de leer de inmediato y que te saltes al final alternativo. (Tampoco leas el epílogo si decidiste no continuar)
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Estaba todo de maravilla entre George y yo, pero afuera todo iba de mal en peor. Con Harry desaparecido, Snape como director y Voldemort teniendo el poder... era todo, horrible.
Sabíamos que vendría algo peor, una guerra y George se negaba rotundamente a que yo ayudara o me involucrara pero esta vez no iba a ceder.
Yo también quería pelear por lo que amaba.
Fue la noche del dos de mayo cuando la orden se reunió en el castillo para dar inicio a la pelea. No negaré que moría de miedo pero aún así permanecí junto a George.
El pelirrojo, buscó mi mano con suavidad y la tomó con gran fuerza cuando la encontró. Nos miramos un momento y me dio un asentimiento, casi prometiendo que todo estaría bien.
En algún momento, George y yo nos separamos. Yo corría tan rápido como mis piernas me lo permitían mientras lanzaba hechizos.
Estaba cansada, sucia y había algunos rasguños por todo mi cuerpo. Traté de recuperar el aliento escondida junto a un pilar.
Había llegado a las mazmorras. Todo era tan horrible, pero debía ser valiente y seguir peleando.
Cuando sentí que el aire circulaba normalmente por mis pulmones, me armé de valor para seguir peleando. Al menos, aún no había visto a nadie conocido.
Entonces... todo fue tan rápido de pronto. Fred estaba a algunos metros de mi, peleando contra un par de mortífagos, pero mi vista se dirigió a otro mortífago que conocía con el nombre de Augustus Rookwood y este apuntaba a una pared que se notaba bastante frágil y que estaba muy cerca del pelirrojo.
Dejé salir un poco de aire antes de correr hacia Fred.
—¡Fred!— grité, tratando de alertarlo.
Este volteo a mirarme, pero antes de que pudiera decir nada lo había empujado con ayuda de un hechizo.
Un molesto sonido llegó a mis oídos junto con un intenso dolor cuando una explosión me hizo volar lejos. Entré en una especie de shock antes de darme cuenta que no podía respirar con regularidad.
Vi los ojos de Fred abrirse muchísimo con pánico mientras se acercaba corriendo a mi.
—Ivette— me llamó, pero estaba tan desorientada que no logré contestar— ¡Ivette!
Me tomó de los hombros con fuerza pero a la vez con cuidado.
—Me duele— murmuré.
Mi vista viajó de los ojos de Fred a mis manos, notando que estas estaban llenas de sangre. Me di cuenta que lágrimas se deslizaban por mis mejillas en completo silencio. Los ojos de Fred también se humedecieron pero en un rápido movimiento, me cargó en sus brazos y comenzó a correr.
Cada vez se me dificultaba más respirar y todo se volvía borroso.
—No cierres los ojos, Ivette. Vas a estar bien.
Miré el rostro de Fred, estaba preocupado y yo no entendía lo que pasaba. Me sentía tan desorientada y ese molesto ruido seguía en mis oídos.
Pronto, sentí un sabor metálicos en la boca. Tosí y una gran cantidad de sangre salió.
Fred me dejó con suavidad en el suelo, sus ojos estaban rojos y podía notar cómo aguantaba el llanto.
—George— mi voz salió apenas.
—Ivette, iré a buscarlo pero por favor, no cierres los ojos— podía notar la desesperación en sus ojos y en su voz. Dudaba si debí dejarme para ir en busca de George o quedarse conmigo— gracias por salvarme la vida— susurró y dejó un beso en mi frente antes de salir corriendo.
Cada vez me costaba más respirar y el dolor comenzaba a resultar insoportable. Levanté un poco la cabeza para mirar mi cuerpo, había tanta sangre que no era capaz de ver de dónde provenía.
Me dejé caer y miré el techo. ¿Iba a morir? Sí, definitivamente podía sentirlo.
Acaricié el par de anillos en mi dedo anular y no pude evitar sonreír. Me alegraba tanto haber conocido a George, me salvó de formas que ni yo soy capaz de comprender.
Moriría feliz, de eso no tengo duda alguna. Pensar en George me hacía feliz, en todos los momentos que compartimos y disfrutamos juntos.
Lo único que me entristece es que no nos casamos ni cumplí mi sueño de ser herbologista. Pero a cambio, había hecho amigos fantásticos, como Neville y Fred... además tuve al mejor novio de todo el mundo, George.
—Ivette— vi la cara de George llena de lágrimas frente a mi.
Llevé mi mano a su mejilla y este cerró los ojos un momento.
—George...— me había costado trabajo decir su nombre.
—Tranquila, mi amor— susurró— Fred fue a buscar ayuda, me dijo que lo salvaste.
—No llores, estoy bien.
Pero lo cierto, es que cada vez me sentía más débil y deseaba pasar mis últimos minutos con mi pelirrojo favorito.
George tomó mi mano y la besó. Parecía desesperado.
—George...— le llamé, pero este parecía ignorarme a propósito— George, por favor mírame— el pecho me dolía mucho.
El pelirrojo me miró, mordía su labio evitando el llanto.
—Vas a estar bien— dijo.
—Estoy tan feliz de haberte conocido.
—No Ivette, no te despidas.
—Te amo, George y necesito que me hagas una promesa— negó repetidas veces— quiero que seas fuerte y continúes sin mi.
Mis palabras lo rompieron pues comenzó a sollozar y llorar con fuerza.
—Ivette...—
—Promételo.
Nos miramos a los ojos un momento.
—Lo prometo— murmuró.
Sonreí y me sentí liberada.
—Quisiera que le des a Neville los libros de herbología que hice. Le gustarán y le dará un buen uso.
—Lo haré, se los daré.
Tuve que tomar una gran bocanada de aire.
—Gracias— mi voz se rompió— por todo, George.
—No hay nada que agradecer, Ivette. Sabes que te amo.
—¿Me puedes besar?
Sus brillantes ojos miraron los míos por un momento.Sentí sus cálidos labios sobre los míos y finalmente me permití cerrar los ojos.
Tenía tanto frío y el dolor comenzaba a desaparecer lentamente hasta que sentí una inmensa paz.
《 George ni siquiera logró escuchar lo desgarrador que sonó su grito, no era capaz escuchar nada que no fueran sus fuertes pulsaciones presionando contra sus oídos mientras presionaba el cuerpo sin vida de su prometida contra el suyo.
Fred llegó corriendo junto a su madre y la señora Pomfrey. Él también comenzó a llorar al ver la escena.
Gracias a esa chica él seguía con vida y eso le hacía sentir tan culpable. Se arrodilló junto a su hermano y puso una mano sobre su hombro.
Era tan doloroso ver a George de esa manera y resultó casi imposible separarlo del cuerpo de la chica.
Ella no merecía eso, ella debía tener una larga y feliz vida junto a él.
Pero al menos, tal vez ahora estarían por fin en un mejor lugar.
Descansando en paz. 》
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