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『 19 』





El resto del verano me la pasé en la tienda de los gemelos, era mejor que estar en casa y morir del aburrimiento. Prácticamente ya trabajaba con ellos.

Les ayudaba a acomodar los productos, a hacer el inventario e incluso explicaba para qué funcionaba cada cosa para que los clientes lo compraran.

George insistía en que no era necesario que lo hiciera, pero yo lo hacía encantada. No me costaba nada ayudarlos aunque sean un poco, además, había muchísima gente y no siempre podían con todo ellos solos.

—Y ese, fue el último cliente— habló Fred cansado.

Los tres miramos la tienda, era un completo desorden.

—Ve a descansar, Fredie. Yo me quedaré a limpiar todo este caos.

—Hermanito, sé que quieres quedarte a solas con tu novia. No necesitar darme excusas.

No pude evitar sonrojarme y mirar al suelo incómoda.

Fred se marchó dejando salir una fuerte carcajada. En pocos minutos, George y yo quedamos completamente solos.

El pelirrojo me miró con una sonrisa.

—Bueno, sí quería estar a solas contigo.

No pude evitar reír. Me acerqué más a él hasta estar frente a frente, tuve que ponerme de puntillas para darle un rápido beso en los labios. Coloqué mis manos en sus hombros y él llevó las suyas a mi cintura.

—George, hay algo que te quiero preguntar.

El chico me miró ligeramente preocupado.

—Claro, lo que sea.

Sentí que los nervios recorrían mi cuerpo de pies a cabeza, el estómago me dolió por un instante y las palabras se atoraron en mi garganta. Tuve que mirar a otro lado para poder hablar.

—¿Puedo... puedo quedarme a dormir esta noche contigo?— sentí que mi cara hervía.

George no decía nada, por lo que regresé la mirada. Tenía una sonrisa de oreja a oreja.

—Sabes que sí, Ivy.

Reí por el apodo.

—Gracias— dejé un rápido beso en sus labios y me separé de él— ahora hay que ordenar todo este desastre.

George no dejó de sonreír en ningún instante.

—¿Tu madre no se molestará si te quedas?

Me encogí de hombros mientras movía mi varita para acomodar algunos productos del estante superior.

—No lo creo, no le importa nada de lo que yo haga. Todo el día está en su habitación, incluso le llevan la comida para que no tenga que salir. Mi hermano está todo el día fuera y sólo regresa en la noche, casi en la madrugada y se va poco después de que amanece.

George asintió.

—Bueno, al menos te tendré sólo para mi— se acercó a besar mi cabeza.

Dos horas después terminamos de acomodar todo, incluso con magia resulta agotador y aunque es más rápido, hay que tener cuidado para no estropear los productos.

Subimos al pequeño departamento, estaba muriendo de hambre y juro que podría comerme cualquier cosa en ese instante.

—La comida de mamá se acabó— dijo muy preocupado Fred cuando nos vio.

—Pero si esta mañana aún había— contestó George igual de preocupado que su hermano.

Lo cierto es que a ninguno de los dos se les daba del todo bien la cocina y siempre que iban a casa de sus padres, se robaban un poco de lo que hacía su madre para sobrevivir.

—¡Tu te lo comiste!— gritaron ambos a la vez mie tras se señalaban.

—Basta, chicos. Yo haré algo de cenar— hablé pasando entre los dos hasta los estantes de la cocina— aunque no tienen muchos ingredientes.

Mordí mi labio inferior al notar que todos los estantes estaban completamente vacíos. ¿Cómo habían sobrevivido tanto tiempo de esa forma?

—Bien, regreso en diez minutos— volví a hablar mientras daba media vuelta.

—¿A dónde vas?— preguntó George.

—Por algunos ingredientes para la cena, ¿les gustaría pasta con crema de champiñones? No es por nada, pero me queda muy bien.

Ambos chicos me miraron.

—Ivy, no es necesario...— levanté un dedo.

—No me molesta, además yo también muero de hambre y no quiero morir intoxicada si alguno de los dos prepara algo.

Ambos dejaron salir una fuerte carcajada.

—Gracias— George besó mi frente.

—Gracias, cuñada— esta vez habló Fred, bastante contento.

Salí de la tienda e hice una rápida aparición en mi hogar para tomar algunos ingredientes de la cocina y de paso una pijama.

Apenas entré cuando vi a mi hermano, parecía que él también había llegado hacía poco.

—¿Dónde estabas?— preguntó con brusquedad.

Me encogí de hombros.

—Fui a visitar un invernadero en...—

—La verdad no me importa— me interrumpió y fue escaleras arriba.

Dejé salir un poco de aire y me dirigí rápidamente a mi habitación, tomé mi pijama y un cambio de ropa, lo metí a una mochila y luego fui a la cocina para guardar todo lo necesario para la cena y también algo para el desayuno.

No tardé mucho en preparar la cena y cuando todo estuvo listo, nos sentamos en la mesa. Esperé a que ambos chicos probaran lo que había hecho.

—¡Esto es delicioso!— Fred fue el primero en hablar y luego comenzó a comer con mayor rapidez lo que había en su plato— hermano, debes casarte con esta chica.

Mi cara se comenzó a calentar. Miré a George que casi se ahoga con su bocado y su cara se había tornado de un intenso color rojo.

Le di un par de palmadas en la espalda y rápidamente bebió un poco de agua.

—Es delicioso, Ivy. Me encantó.

—Me alegro que les gustara. Mañana les haré unos pancakes con moras y avena para el desayuno.

—Gracias por llegar a nuestras vidas— habló Fred dramáticamente mientras se levantaba para servirse otra porción de comida.

George tomó mi mano que estaba sobre la mesa y la besó con fuerza.

—Gracias, Ivy. Por llegar a mi vida— le sonreí.

Entre risas, terminamos con nuestra cena y con ayuda de magia, los platos se lavaron y secaron.

Entré a la habitación de George, ya con mi pijama puesta, una playera y unos shorts.

El pelirrojo estaba de pie mirando por la ventana. Me acerqué en silencio y lo abracé por la espalda, él puso sus manos sobre las mías y luego se dio media vuelta para mirarme.

Mirar sus ojos es de mis pasatiempos favoritos.

Nos acomodamos en la cama, mi cabeza descansaba en su pecho mientras lo abrazaba y él hacía suaves círculos con su pulgar en mi brazo.

Conversamos y reímos un rato antes de caer profundamente dormidos. Puedo asegurar, que nunca antes había descansado tanto como en ese momento.

Junto a George, todo era perfecto.

Era la calma antes de la tormenta.








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