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『 15 』




No entendía a qué rayos estaba jugando Nott, de pronto había dejado de ser un completo imbécil y eso sólo me alteraba. Actuaba como si fuéramos los mejores amigos de toda la vida.

Por la mañana me esperaba en la sala común y juntos nos dirigíamos al comedor, no todas las mañanas, ya que a veces yo salía mucho más temprano que todos los demás pero a veces lo encontraba esperando. No hablábamos mucho durante el corto trayecto pero ya no parecía tan malhumorado y no me había puesto una mano encima. Quiero decir, ni siquiera en forma 'amable'.

La verdad es que estaba muy sorprendida y confundida con su tan repentino cambio de actitud. Pero no podía bajar la guardia, sea lo que estuviera tramando, debía tener cuidado. Incluso si no tramaba nada, se sentía como si así fuera.

Además de eso, el pobre seguía siendo un visitante frecuente en la enfermería. Por varios días no se salvó de las bromas de Fred y George. En realidad no lo lastimaban o le hacían algún daño que puedes considerarse grave pero vaya que si lo dejaban en completo ridículo frente a toda la escuela.

Lo extraño era que Nott no parecía alterado por esto, pese a que era un tipo al que no le gustaba llamar la atención pasaba de largo con la frente en alto cuando se le quedaban mirando en los pasillos murmurando sobre él. Como si nada hubiera pasado. Como si su cabello no fuera de un intenso verde neón y su nariz y orejas de un chillante color violeta.

Por otro lado, Cherline era un completo dolor de cabeza siempre que estaba en la misma habitación que yo. No entendía por qué idolatraba tanto a Nott. Siempre que el chico terminaba en la enfermería, ella era la primera en llegar y aunque Theodore le pedía que se marchara, ella no lo hacía y en cambio le llevaba algunos regalos que él rechazaba. Incluso me daba un poco de lástima. No debería querer tanto a un hombre como él. En realidad no valía la pena.

Me encantaría gritarle que es una tonta por estar obsesionada con un tipo como él pero cada que nuestros caminos se cruzaban, me miraba con odio, chocando su hombro contra el mío y continuando como si tuviera viruela de dragón.

Lo único que deseaba con autenticidad, era que esa chica no pasara lo mismo que yo había pasado con Theodore. De ninguna manera le desearía algo tan horrible.

Luego de aquella cita que tuve con George en el bosque prohibido a mitad de la noche, el pelirrojo y yo comenzamos a pasar cada vez más tiempo juntos. De igual forma, me invitó a más "citas", siempre a diferentes lugares pero cada vez más hermosos e inolvidables. No tenía ni idea de que en Hogwarts hubiera tantos lugares tan espectaculares y hermosos.

Nuestra última cita fue en la torre de astronomía, donde nos dedicamos a mirar las constelaciones mientras comíamos comida robada de la cocina.

Ambos hemos pasado mucho más tiempo juntos aunque he sentido cómo el ambiente se torna increíblemente tenso cuando estamos muy cerca el uno del otro pero soy yo la que siempre retrocede en el último instante, cuando acerca su rostro peligrosamente al mío.

Sé que no debería tener miedo, mucho menos de él, pero después de todo lo que he vivido con Nott... simplemente no puedo dar el siguiente paso y sé que tal vez George no me esperará por siempre. Lo que me pone bastante triste.

Sé que él lo entiende más que nadie, pero no me parece demasiado justo que sea él quien tenga que soportar todos mis traumas y menos cuando ha hecho tanto por mi.

George me tomaba con suavidad de la mano mientras caminábamos con gran lentitud por el bosque prohibido sin rumbo aparente. Esta ocasión simplemente estábamos dando un paseo antes de que anocheciera.

—George— hablé, aunque en voz demasiado baja que dudo que me haya escuchado.

—¿Si?— me miró con atención sin dejar de caminar.

Bajé la mirada bastante nerviosa y dejé salir un poco de aire. No sé por qué me sentía tan desanimada ese día.

—¿Te molesta que estemos saliendo a escondidas?— maldije internamente, cerré los ojos con fuerza y negué— no... quise decir... no salir, salir... me refiero, a vernos a escondidas.

Mi cara ardía por la vergüenza que sentía en ese momento. Lo miré apenada y él sólo tenía una gran sonrisa adornando su rostro, no creo haberlo visto sonreír tanto antes. Puedo decir que incluso parecía emocionado. ¿Fue lo que dije por error?

—Entonces, ¿estamos saliendo? —alzó y bajó las cejas un par de veces.

Abrí la boca para hablar, pero ninguna palabra salió. Sólo sentía cada vez más calor en mi rostro.

—No has contestado mi pregunta —logré decir.

Sin dejar de sonreír, se encogió de hombros. Ya habíamos dejado de caminar y ahora estábamos frente a frente.

—No realmente, claro que me encantaría estar cerca de ti en todo momento frente a los demás pero también me gustan estos momentos que pasamos tu y yo a solas. Aún tengo muchos lugares que me gustaría mostrarte y no sólo en el castillo.

No pude evitar sonreír un poco. La idea de seguir teniendo citas con George me emocionaba mucho más de lo que podría admitir nunca. Ese pelirrojo se había vuelto alguien muy importante para mi.

—Siento que tenga que ser así.

—Yo no— apretó un poco mi mano—. Aún no has contestado mi pregunta.

George era notablemente más alto que yo y siempre tenía que levantar la mirada para poder verlo a los ojos. Sus ojos brillaban, parecía nervioso pero extrañamente contento. Emocionado.

Sentía cómo mi pulso se aceleraba con cada segundo que pasaba y más que nervios, sentía una ligera emoción. Esta vez no iba a retroceder, no quería retroceder. No cuando estaba completamente segura de lo que sentía por George.

George me tomó de las mejillas con increíble suavidad, como si temiera lastimarme. Se inclinó un poco y una vez más pude sentir su aliento mezclarse con el mío. Era una sensación agradable.

Cerré los ojos y sentí sus labios unirse con los míos. Era un beso suave y cálido.

Cuando nos separamos, me sentí un tanto avergonzada pero aún así le sonreí. Sólo podía pensar en que quería besarlo de nuevo. Quería volver a sentir sus suaves y cálidos labios contra los míos.

—Me gustas mucho, Ivette —me confesó. Nunca lo había escuchado decir palabras de una forma tan segura como esa.

—También me gustas, George —tal vez yo no soné tan segura pero era muy sincera al respecto. Más sincera de lo que había sido nunca en toda mi vida.

Sonrió mostrando los dientes y sin separar sus manos de mis mejillas besó mi frente.

—¿Es significa que oficialmente somos pareja?

Reí un poco.

—Sí, lo somos. Sólo si tú quieres.

—Por supuesto que quiero.

Era imposible explicar la felicidad que irradiaba George, sentí tanta calidez en mi corazón y supe que estaba en el lugar indicado.

Llenó mi cara de besos, lo que me hizo reír y desear que ese momento fuera eterno.








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