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『 12 』


La clase del día terminó y poco a poco todos comenzaron a marcharse, todos excepto George y yo. Ambos quedamos solos en la sala de los menesteres. Hacia poco que había parado mi llanto y mi mirada estaba perdida en algún punto del suelo.

Los dos estábamos sentados en el suelo recargados en una pared. El pelirrojo me miraba, no estoy segura si preocupado o molesto. Tal vez con pena. Estaba muy acostumbrada a esa mirada que no me costaba reconocerla.

¿Estaba lista para contarle a alguien sobre Nott? Miré a George, estaba segura de que me veía horrible con la cara hinchada y los ojos y nariz rojos.

El pelirrojo me tomó de la mano y entrelazó nuestros dedos, no me opuse a ello. Dejé salir un poco de aire y finalmente miré los ojos de mi contrario. Sólo de pensar en hablar hacía que las ganas de llorar volvieran.

—Es un poco complicado— comencé— tal vez pienses cosas horribles de mi y ya no quieras ser mi amigo— presionó mi mano con suavidad— y está bien... igual, si no me crees, no te culpo.

—Ivette, no tienes que decírmelo si no quieres. Sólo quiero saber que estarás bien y quien quiera que te hizo eso lo pagará.

Sonreí un poco. No conocía básicamente nada a George Weasley y estaba a punto de contarle lo peor de mi vida.

El chico peinó mi cabello con sus dedos.

—Quiero hacerlo... quiero contárselo a alguien aunque sea una vez.

Los nervios invadían mi cuerpo, pero aún así suspiré profundamente y comencé a hablar.

George me escuchaba con suma atención, apretaba mi mano de vez en cuando y esperaba con paciencia cuando las lágrimas llegaban a mi y me impedían terminar oraciones. Comencé desde la parte en que celebraron mi fiesta de compromiso sin que yo lo supiera.

Cuando llegué a la parte en que Cherline me vio con Neville en la biblioteca, se puso de pie muy molesto y llevó sus manos a su cara peinando todo su cabello hacia atrás.

Parecía más que molesto, su cara se había puesto roja por la furia que sabía que sentía. Aún así, no detuve mi explicación y así llegué a la parte de mi marca en la muñeca.

Me puse yo también de pie cuando finalicé y permanecí con la vista baja, un tanto avergonzada pero muy liberada. Me hizo sentir bien el haberle contado aquello. Como si fuera lo que había necesitado por mucho tiempo.

—No puedo creer que hayas tenido que enfrentar todo eso tu sola— dijo por fin.

Me encogí de hombros.

—No tenía muchas opciones— no me animé a levantar la vista— no cuando lo veo todos los días.

Se acercó a mi, tanto que logré ver con claridad su desgastada ropa. Me sentí nerviosa.

—Haré que pague por todo lo que te hizo —habló en voz baja.

Lo miré asustada mientras negaba.

—George, no le hagas nada— cerré los ojos con mucha fuerza— por favor.

Puso sus manos en mis hombros y me sentí un poco más relajada. Lo miré con tristeza.

—Nott es un imbécil y nunca debió ponerte un dedo encima— su mano tomó con mucha precaución mi mejilla, aquella calidez me gustó y permití que se quedara— y yo no dejaré que te vuelva a hacer nada— susurró.

Abrí la boca para hablar pero ni una sola palabra salió. Su rostro se acercaba lentamente al mío, sentí su respiración mezclarse con la mía y en ningún momento dejé de ver sus ojos. Eran muy bonitos.

Me separé de él cuando sus labios rozaron los míos y le di la espalda. Dejé salir un poco de aire.

—No deberías preocuparte por mi— dije sin mirarlo— de todas formas, hay cosas que no se pueden cambiar— limpié mis lágrimas con la palma de mi mano— casarme con él, es una de ellas.

Lo miré por sobre mi hombro, su atención estaba fija en mi y parecía indeciso de acercarse.

—Te mereces algo mejor, Ivette.

—Claro, le diré eso a mi padre— hablé con sarcasmo— sólo me va a ignorar y me dirá que deje de ser tan dramática. A mi padre le da igual lo que sea de mi, nunca me ha querido y nunca lo hará y lo gracioso es que ni siquiera me importa. Pero francamente preferiría estar muerta.

Las lágrimas regresaron a mi.

George me tomó con gran fuerza del brazo y me hizo dar la vuelta con brusquedad.

—¡No vuelvas a decir eso!— me grito. Lo miré sorprendida— no lo digas nunca más.

Su voz salió en un susurro y me apegó a su cuerpo en un extraño abrazo. Me acomode en su pecho y aspire su aroma. Debía disfrutarlo mientras pudiera. Era extraño sentir que alguien se preocupaba por mi.

—Debo regresar a mi sala común antes de que se den cuenta que desaparecí— murmuré sin poder soltar al pelirrojo.

El chico no parecía estar muy dispuesto a dejarme ir, pero al final me soltó y juntos comenzamos a caminar.

Antes de salir, me detuve y miré al pelirrojo. Puse mi mano en su pecho mientra miraba fijamente sus ojos.

—George, promete que no le harás nada a Nott— hablé en tono suave— por favor.

Él me miró en silencio algunos segundos y luego sonrió. Tomó mi mano y dejó en suave beso en la palma, sin soltarla salimos de aquella sala.

▪︎▪︎▪︎

A la mañana siguiente, llegué al comedor cuando la mayoría de los estudiantes ya estaban allí. Tomé asiento junto a Pansy, frente a nosotros estaban Blaise y Draco.

Miré alrededor en busca de Nott pero no había rastro alguno de él.

—¿Dónde está Theodore?— pregunté a nadie en particular.

Blaise y Pansy ahogaron una risa mientras Draco los miraba mal aunque también parecía que quería reír.

—Tu novio estará indispuesto todo el día y probablemente toda la semana— fue Blasie quien habló.

Lo miré confundida.

—¿De qué me estoy perdiendo? —tomé un plato y comencé a servir comida.

Esta vez dirigí mi vista a Pansy.

—Bueno... digamos que cuando entró a los baños, salió con la piel teñida de azul brillante y lleno de salpullido. Se veía... asqueroso.

—Y eso no es todo— continuó Blaise aunque nadie se perdió su tono divertido— cuando lo llevé a la enfermería alguien le lanzó un hechizo, no vimos quién fue pero comenzó a vomitar caracoles.

Me dieron náuseas aunque inmediatamente supe de quién había sido obra. También quise reír pero lo evité.

Francamente no sentía ni un poco de lástima por Nott, de hecho, creo que me alegraba que le pasara todo aquello.

—¿Cherline está con él?— pregunté al notar que la chica no estaba en la mesa.

Blaise y Pansy asintieron a la vez.

Mi vista se dirigió a la mesa de los leones y di con unos conocidos ojos. George me sonrió y saludó sutilmente con la mano. Sonreí un poco mientras negaba y disfruté de mi desayuno con mucha tranquilidad. Como nunca antes.






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