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『 09 』



Mi mente estaba en otro universo y pese a la oscuridad que nos rodeaba, yo tenía los ojos bien abiertos mientras miraba el pequeño rastro de luz lunar que se filtraba por la ventana.

Escuché los ronquidos de Nott mientras su mano descansaba sobre mi cintura. Me quedé acostada tratando de volver a la realidad luego de lo ocurrido. Mi cabeza dolía y mis ojos ardían pese a que las lágrimas no habían parado.

Me levante con cuidado, retirando la mano de Nott y luego buscando mi ropa para ponérmela lo más rápido posible y salir de esa asquerosa habitación. Afortunadamente para mi, Nott tenía el sueño muy pesado y se quedó cual tronco en su cama.

Salí del dormitorio y luego de las mazmorras. Caminé a prisa por los pasillos para evitar que alguien me pudiera ver aunque a esta hora incluso los fantasmas estaban durmiendo.

Encontré mi camino a los baños del segundo piso, cerré la puerta detrás de mi e hice una rápido hechizo silenciador para que nadie me escuchara. Entonces dejé que el llanto saliera con fuerza igual que mis sollozos. El pecho me dolía por haberlo retenido por tanto tiempo. Grité y lloré con desesperación por quien sabe cuánto tiempo pero no parecía que nada de eso me haría sentir ni un poco mejor pronto.

Me sentía increíblemente tonta por estar en los baños llorando con desesperación, deseando morir. Encontré un pequeño lugar al fondo del baño, donde me senté y abracé mis piernas enterrando mi rostro entre mis rodillas.

Quería contener el llanto pero ya lo había dejado salir y me era imposible detenerme para este punto. Cuando creía que estaba por calmarme, el dolor regresaba con mayor intensidad y las lágrimas se volvían a deslizar por mis mejillas con ferocidad. Parecían interminables.

Al menos, a esta hora todos en el castillo ya estaban dormidos y estaba segura que gracias al hechizo silenciador nadie escucharía mis lamentos.

No estoy muy segura de cuánto tiempo pasó, pero cuando regresé a la realidad, miraba algún punto fijo del suelo y ya comenzaba a amanecer. No recuerdo si me quedé dormida en algún momento o simplemente mi mente viajó a otro lugar. Aún así me sentía cansada y adolorida.

Me puse de pie con calma y lavé mi rostro con agua helada, luego me miré en el espejo frente a mi y me dio mucho asco lo que mis ojos vieron. Grité de furia y estampé mis puños contra el espejo. Las manos me sangraron pero ni siquiera sentí dolor, estaba tan furiosa conmigo misma.

Respiré apresuradamente mientras intentaba relajarme de nuevo y al conseguirlo me lavé las manos para limpiar la sangre. Había pequeñas marcas por mi piel a causa de los cristales pero no era nada que duraría más de un par de días.

Suspire una última vez y  di media vuelta para salir de los baños. Los pasillos estaban vacíos y hacía mucho frío. Recién me daba cuenta de lo fría que estaba mi piel. Quería algo cálido pero no quería regresar a mi dormitorio para conseguirlo. Aún no quería volver.

Pero no tenía ningún otro lugar al cual ir y simplemente caminé a paso lento por el pasillo solitario. El sol saldría en cualquier momento y los pasillos se comenzarían a llenar de estudiantes.

Dejé salir un fuerte grito cuando alguien me tomó de la mano. Rápidamente la quité y vi que era uno de los gemelos. Mi respiración se agitó pues aún estaba muy nerviosa por lo que había pasado la noche anterior y no era capaz de soportar ningún tipo de contacto en este momento.

El pelirrojo me miró mientras liberaba una pequeña risa pero que lentamente se esfumó al ver mi rostro de terror. Seguramente me veía horrible, con los ojos rojos e hinchados. Con mi uniforme medio hecho y mi cabello pareciendo un nido de pájaros.

—Ivette... ¿estás bien?— dio un paso hacia mi pero rápidamente me alejé tragando con fuerza. Aún sentía mi corazón latiendo con fuerza y unas intensas náuseas. Aunque había vomitado un par de veces en el baño, aún me sentía mareada.

Él frunció el ceño pero no intentó volver acercarse. Mantuvo su distancia pero su expresión era extraña, trataba de comprender lo que me pasaba.

—Si— dije rápidamente. Mi voz salió bastante normal— sólo estaba dando un paseo, no podía dormir.

Realmente era una mala mentira y no esperaba que me creyera pero esperaba que al menos me siguiera el juego y me dejara en paz. Ni siquiera podía mirarlo a la cara.

Me miró preocupado, era evidente mi desastroso aspecto y nadie creería que estoy dando un paseo a las seis de la mañana con mi uniforme a medio hacer. Le agradecí infinitamente que no dijera nada al respecto. No necesitaba que nadie me recordara lo mal que me veía.

—Sé que no me conoces de nada— dijo con amabilidad— pero si pasa algo...— negué.

—Estoy bien— lo interrumpí— como te dije, sólo daba un paseo —sonreí con incomodidad. Quería estar sola.

Asintió no muy convencido. Me sentí un poco mal por no reconocer si era Fred o George pero en este momento ni siquiera estaba segura de quien era yo o cómo fue que llegué hasta la mañana siguiente.

—Bien, ¿quieres que te haga compañía? —me preguntó con amabilidad.

Traté de sostener mi sonrisa mientras negaba suavemente. Aunque me gustaría su compañía prefería estar sola en este momento.

—Prefiero estar sola, pero gracias por la propuesta, Weasley— dejé salir un suspiro y busqué la manera para cambiar de tema a algo que no fuera yo— de todas formas... ¿tu que haces aquí?

Dejó salir una fuerte risa mientras rascaba nervioso su nuca. Como si lo hubiera atrapado por hacer una travesura, lo más probable es que sea eso.

—Esta es la mejor hora para hacer las trampas, nadie nos ve ya que la mayoría siguen dormidos y técnicamente no nos pueden castigar por estar en los pasillos ya que ya es horario escolar. Luego de las seis de la mañana y hasta las ocho y media no nos pueden regañar por estar en los pasillos.

Sonreí un poco.

—Pues te deseo suerte... —quería decir su nombre pero de nuevo, no identificaba realmente de quien se trataba. Aunque sí recuerdo perfectamente que se trata del mismo chico que me cubrió con su pecho el día anterior y el que me guiñó un ojo en cabeza de puerco.

—George— dijo con suavidad al notar que no tenía ni idea de quién era.

Asentí avergonzada.

—George, claro.

Nos miramos directamente a los ojos por un momento. Enseguida él me miró con diversión.

—Tengo una idea— dijo rápidamente mientras comenzaba a buscar algo entre sus bolsillos del pantalón.

Lo miré con curiosidad. Luego, del bolsillo trasero sacó un lazo color verde esmeralda, esta vez puse cara de confusión. ¿Qué se traía entre manos ahora?

—¿Por qué tienes eso en el bolsillo? —me atreví a preguntar. No es algo que normalmente traes en el bolsillo.

Él soltó una fuerte risa.

—Era parte de una broma pero al final no lo hemos hecho. De todas formas, creo que le puedo dar un mejor uso.

Lo miré atentamente mientras rodeaba su muñeca con el lazo y al final le hacía un nudo desprolijo. Me mostró su trabajo con satisfacción.

—De esta forma sabrás que soy George.

Sonreí apenada. ¿Por qué me hacía sentir tan feliz ese gesto? Luego del terrible frío que había estado sintiendo, era como si un pequeño rayo de sol golpeara agradablemente mi piel.

—Prometo no olvidarlo, George.

Él sonrió mostrando los dientes.

—Eso espero. Te dejaré seguir con tu camino, pequeña serpiente, pero espero que nos veamos esta tarde luego de clases.

Hoy era la primera clase con Harry. Lo había olvidado por completo. Ni siquiera había tenido tiempo de pensar en ello y la verdad era que ya no quería ir.

—Ahí estaré— murmuré. Aunque no estaba segura de si ir era mi mejor opción. Pero tampoco quería mentirle a George.

Lo miré una ultima vez antes de seguir con mi camino. Por un momento había olvidado todos mis problemas y eso fue agradable.

Sentí su mirada hasta que di vuelta a un pasillo y seguí con mi camino a las mazmorras. Ahora más tranquila y con menos miedo que hace un par de horas.

No podía pensar en otra cosa más que en que quería volver a ese agradable chico pelirrojo y su deslumbrante sonrisa.





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