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『 04 』


Después de tanto tiempo aprendí a disfrutar de mi soledad. A sentirme en completa paz y tranquila, sin preocuparme en lo que podría o no pasar. A veces no necesitaba más que estar sola con mis pensamientos. Claro que no siempre lo disfrutaba.

A veces quería emocionarme de las cosas que me gustaban con alguien más. Contarle a alguien más algo que había descubierto de las plantas que estudiaba o simplemente escuchar a alguien más sobre lo que había hecho durante el día. No quería escuchar órdenes y ser regañada por cualquier cosa.

Sí. Supongo que aveces la soledad era mejor que malas compañías. Aunque no recuerdo la última vez que tuve una buena compañía.

Caminé por el pasillo sin mucha prisa, Theodore se había ido a Hogsmeade con los demás. Me habían invitado a ir con ellos pero puse la excusa de que me sentía mal. En realidad me sentía bien pero prefería quedarme.

Y a nadie pareció importarle realmente. Sabían que si iba con ellos tendrían que estarme cuidando y ellos preferían ir a divertirse que estar vigilando que Theodore explotara de alguna manera. Incluso Nott parecía tranquilo con que me quedara en mi habitación todo el día.

Era mejor así, para todos. Ellos se divertirían y yo no tendría que soportarlos. O más bien, no tendría que soportar a Nott. Los demás no eran ningún problema, incluso me llevaba bien con ellos hasta cierto punto.

—Ivette, hola —escuché que alguien me llamaba. Detuve mi caminata y di media vuelta.

Al mirar hacia atrás, me encontré con Neville Longbottom. Lo conocía bastante bien gracias a las clases de herbología. A él le encantaban tanto las plantas como a mi, tal vez más. Habíamos charlado un par de veces en clases pero nada que no fueran plantas o a veces animales mágicos. Era divertido pero nunca nos consideramos amigos el uno del otro ni nada por el estilo.

Sólo compañeros que disfrutaban de las mismas cosas.

—Hola, Neville. ¿Está todo bien? —me crucé de brazos. Hablar con cualquier persona a veces me hacía sentir nerviosa. Tenía miedo de que Nott apareciera de la nada en cualquier momento.

Sin embargo, ese chico parecía aún más nervioso que yo. Era muy adorable.

—Sí, es sólo que la profesora Sprout dijo que tal vez tú me podrías ayudar con el trabajo que dejó. Ya sabes, el de ayer. Me está causando un poco de problemas.

Le sonreí un poco.

—Oh, claro. No tengo ningún problema.

Me miró sin estar muy seguro de qué decir, aunque yo tampoco sabía exactamente qué más decir. Relacionarme con otras personas me era muy complicado.

—Estas... ¿libre ahora? —se animó a preguntar finalmente.

Dejé salir una risa mientras asentía.

—Lo estoy. Si quieres podemos ir al invernadero, no hay nadie allí hoy.

Neville asintió tímidamente. Se notaba bastante nervioso por lo que traté de entablar una agradable conversación para que no se sintiera extraño. Probablemente él estaba mucho más nervioso que yo, así que traté de hacerlo sentir cómodo hablando de algo que a ambos nos gustaba. Plantas y más plantas.

Hablamos sobre el trabajo que debíamos entregar. Era sobre plantas medicinales acuáticas, la profesora nos pidió investigar todas esas plantas y cada una de sus propiedades. Al parecer, Neville estaba un poco confundido con la parte de las propiedades, así que le mostré mis anotaciones y aproveché el momento para terminar mi propio trabajo.

Debo admitir que aquel día lo pasé muy bien. No me sentía nerviosa o asustada, en realidad me estaba divirtiendo mucho hablando con Neville e incluso me decía algunos datos interesantes sobre algunas plantas que yo desconocía.

Después de veinte minutos, el chico de Gryffindor se relajó mucho y hablaba con normalidad e incluso hacía algunas bromas. Hablaba mucho más de lo que había imaginado, aunque todo lo que salía de su boca eran cosas relacionadas a la herboligía y lo fantástica que era.

Realmente nunca pensé que podría hacer algún tipo de amistad con un león, pero allí estaba... hablando muy animadamente con uno. Y sintiendo como si fuera mi mejor amigo de hace muchos años. Es una verdadera lástima que no sea así.

Ni siquiera pensé en Nott, y en todos los posibles problemas en los que me podría meter. No, realmente no me interesaba nada de él en ese momento. Ni él ni su ira sin sentido. ¿Así se sentía la libertad? Tal vez no deba acostumbrarme mucho a ese sentimiento.

Ya era un poco tarde cuando salimos del invernadero, Neville y yo caminábamos lentamente por el pasillo en completo silencio. No era para nada incómodo, luego de una larga tarde sin parar de hablar sobre plantas, ambos estábamos cansados y ya no había nada más que decir.

Estábamos cerca de las mazmorras, por lo que me detuve y miré a Neville con una pequeña expresión preocupada.

—Neville, lo mejor es que nadie sepa de esto, que tú y yo pasamos la tarde juntos—le dije al chico quien bajó la mirada. Parecía triste— no me mal entiendas, me gradas mucho, Neville —cerré los ojos con fuerza, me sentía tonta pidiéndole algo así, él había sido muy amable conmigo— es sólo que se enojarán mucho conmigo. Y tampoco quiero meterte en problemas por mi culpa.

Él me miró. Supongo que comprendía lo que quería decir. Después de todo, había visto el moretón alrededor de mi muñeca izquierda y aunque no dijo nada al respecto, supongo que sacó sus propias conclusiones.

—No le diré nada a nadie, lo prometo —me dirigió una sonrisa ladina junto con un asentimiento.

Yo también le sonreí agradecida. Sin poder evitarlo, suspiré aliviada.

—¿Está bien si otro día nos reunimos para hacer los deberes de herbología juntos?

Sus ojos se iluminaron en respuesta. De inmediato asintió con una sonrisa realmente grande. Supongo que él tampoco tiene a muchas personas con las cuales hablar de plantas.

—Eso me gustaría, Ivette. Realmente disfruto de intercambie información contigo.

Ambos reímos un poco.

—Entonces nos vemos otro día, Neville.

Me despedí con la mano y comencé a adentrarme en las mazmorras. Hacia mucho frío en ese lugar pero ya me había acostumbrado. Aunque hubiera preferido llevar un suéter.

Llegué a la sala común y me preparé mentalmente para entrar. No quería. Preferiría estar en cualquier otro lugar que no sea este. Pero luego de un momento, entré. La sonrisa que antes tenía se esfumó por completo y ahora parecía un lejano recuerdo.

Lo primero que vi al entrar fue a Theodore cruzado de brazos. Era evidente que había estado esperando por mi. Estaba muy serio y no podría estar muy segura de si estaba molesto o no. No siempre podía identificar sus emociones.

Controlé mi respiración y comencé a caminar en su dirección. Él me seguía con la mirada pero yo tenía los ojos pegados al suelo. Quería huir.

—¿Dónde estabas? —preguntó con una voz suave y calmada.

Lo miré a los ojos e intenté sonreír un poco.

—Fui a dejar un libro a la biblioteca —incline mi cabeza a un lado para parecer más tranquila— estaba aburrida de estar aquí y pensé que caminar me vendría bien. Ya me siento mejor que esta mañana.

Me miró fijamente, como si tratara de analizar mis gestos y descubrir la mentira en mis palabras. O tal vez sólo estoy sobre pensando las cosas. Finalmente asintió con cierta indiferencia.

—Entiendo, me alegra que estes mejor. Te traje algo —me extendió una caja que contenía unas grageas de todos los sabores.

—Gracias —la tomé con cuidado. Tratando de evitar que notara la forma en que mis manos temblaban. Intenté sonreír pero estoy segura de que parecía más una mueca que una sonrisa.

—Si te vuelves a sentir mal, deberías ir a la enfermería —asentí.

—Lo haré.

Se acercó más a mi y tomó mis mejillas entre sus manos. Me dio aún más frío el contacto de su piel contra la mía. Besó mi frente y luego me envolvió entre sus brazos en un abrazo. Me sentí muy incómoda. Tenía ganas de empujarlo y alejarlo de mi pero me contuve y también lo abracé.

Luego de un pequeño momento se separó un poco, dejando otro beso en mi frente y finalmente se alejó.

Dejé salir el aire que sin querer había retenido y caminé con calma hasta mi sala común. Mis manos temblaban por el terror pero al menos en mi habitación me sentía segura y a salvo.

Si supiera que estuve todo el día con un león, seguro que me mata. Pero trató de no pensar mucho en ello y me meto a la cama para encontrar un poco de calidez debajo de mis cobijas. Dejo la caja de grageas en la mesa de noche y la miró fijamente durante un rato.

Luego me doy la vuelta y me quedo dormida. En mis sueños no hay nadie que me pueda molestar.





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