『 00 』
Miro mi reflejo en el espejo. Mi madre me había regalado un nuevo vestido y debía usarlo en la reunión de hoy. Una reunión que mi madre había estado planeando toda la semana. Había dicho que era muy importante pero no me había dado muchos más detalles y siempre que le preguntaba al respecto, simplemente evadía el tema.
Era extraño, pero al final dejé de insistir cuando entendí que no conseguiría ningún tipo de respuesta de su parte.
Sigo mirando el vestido. Es muy bonito y me siento cómoda en con él. Acomodo de nuevo mi cabello al notar que algunos mechones salieron de su lugar y suspiro cansada sin poder evitarlo.
Realmente detestaba estas reuniones pero no tenía manera de escapar de ellas. Pero sólo debía esperar a que la mayoría de los invitados comenzaran a beber para poder escapar de regreso a mi habitación sin que nadie lo notara.
Llamaron a la puerta y cierro los ojos un momento. No me muevo y trato de relajarme.
—Iv, dice mamá que ya bajes— dijo mi hermano, Gregory. Él odia tanto como yo estas reuniones pero una vez que encuentra la mesa de bocadillos se olvida de todo lo demás.
—Ya voy— digo desde mi lugar y finalmente abro los ojos.
Escucho sus fuertes pisadas alejándose y vuelvo a mirarme en el espejo. Me siento lo suficientemente bonita para salir y así lo hago.
Salgo de mi habitación y me dirijo al jardín trasero donde los invitados hablan entre ellos. La verdad es que no sé la razón de esta reunión y no es como que me importe mucho. No después de que mamá me diera tantas excusas para no decirme de qué se trataba. Tal vez está relacionado con una de esas reuniones secretas que a veces tiene mi padre aunque nunca habían hecho una en casa.
Sólo debo presentarme, saludar a algunas personas, sentarme en una silla un par de horas y finalmente podré desaparecer sin que nadie lo note.
Saludo a los invitados que conozco y me acerco a mi madre, que está hablando con un hombre que realmente no recuerdo de antes.
—Ivette, te estábamos esperando. Él es el señor Henry Nott y su hijo, Theodore Nott.
Estreché la mano de cada uno.
—Es un placer conocerlo, mi nombre es Ivette Goyle.
Ya conocía a Theodore por el colegio, sin embargo, nunca había visto a su padre. Parece un hombre serio e intimidante y en realidad no me agrada mucho. Todos mis instintos me dices que corra lo más lejos posible de él sin mirar atrás.
El hombre asiente con una gran sonrisa. Parece complacido de algo que desconozco. Eso lo hace ver aún más aterrador. Quiero alejarme de él cuanto antes.
—Nott hijo es tu futuro esposo— dice mi madre y siento un retortijón en el estómago.
Unas manos caen sobre mis hombros y de inmediato las identifico. Mi padre está detrás de mi y está evitando que me marche a cualquier lugar.
Sabía que mi matrimonio estaba arreglado, pero no sabía ni su nombre ni cómo era él. Era algo que me habían dicho desde que nací y me recordaban cada día. Ya lo había aceptado, de todas formas no es como que pudiera hacer algo al respecto para cambiar eso.
—Esta es su fiesta de compromiso— dice el hombre detrás de mi. Parece orgulloso de decirlo.
Sólo tengo catorce años pero toda mi vida está planeada de principio a fin. Es un asco. Lo odio.
Trato de sonreír pero me siento mareada y aturdida. Quiero aceptar lo que me dicen pero es como si mi cerebro no pudiera procesar las palabras. ¿Por qué no pudieron esperar a que termináramos el colegio para dar ese anuncio? ¿Por qué ahora? ¿Por qué apresurarlo todo? Es como si tuvieran la urgencia de venderme para deshacerse de mi de una vez por todas.
No es como si nos fuéramos a casar en una semana o algo por el estilo. Sé que mi vida está controlada pero quiero sentirme libre un poco más de tiempo.
Alguien me toma del brazo y me hace caminar. No logro identificar a esa persona pero tampoco me resisto y dejo que me guíen a quien sabe dónde.
Me dirigen a una tarima improvisada de color blanco con varios arreglos florales. Mi madre me pide que suba y así lo hago. Era ella quien me estaba llevando por todo el jardín. Nott también sube, noto que había estado a un par de pasos detrás de nosotras siguiéndonos con una expresión muy seria y podría decir incluso que molesta.
Theodore se acerca a mi y de pronto me siento más mareada y con unas intensas ganas de vomitar en ese momento. Todos nos están mirando. Y aunque parece que hemos practicado esta escena durante días, no es así.
Aún no logro comprender del todo lo que ocurre, mi cerebro no procesa los hechos. Pero aún así intento sonreír y que no parezca que estoy a punto de perder la cabeza.
El chico se arrodilla y me muestra una sortija. Supongo que él sí practicó todo esto.
—Ivette Goyle, ¿te casarías conmigo?
Miro a mi alrededor, todos los invitados prestan atención al momento que se está dando. Todos parecen enternecidos con la escena pero yo sólo siento repulsión. Por Merlin, sólo tenemos catorce años. ¿Cómo pueden obligar a dos niños a hacer esto ahora?
Dirijo mi vista a mi padre y su mirada tan dura hace que me sienta pequeña y baje la cabeza. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza.
Otra vez veo a mi contrario y pese a que quiero gritar y decirle que no, le sonrío lo mejor que puedo. Las lágrimas que se acumulan en mis ojos no son de felicidad y trato de pensar que esto podría ser peor. Podrían haberme comprometido con un señor de cincuenta años.
—Claro, me encantaría.
Extiendo mi mano y el chico desliza la sortija por mi dedo anular, en cuanto llega a su lugar, besa mi mano y se pone de pie. Él también trata de sonreír pero parece incómodo.
Para ser tan joven, se nota que es muy maduro. Pero su linda carita nunca me ha engañado. Theodore Nott es un completo patán y es algo que todos saben en el colegio. Siempre traté de evitar cruzarme por su camino y ahora parece que no podré seguir haciéndolo.
Lo veo a los ojos por primera vez y veo lo desolados que están, él tampoco desea esto pero sé que su padre es igual al mío. Ambos estamos obligados a esto.
Besa mi mejilla y siento un nudo en la garganta. Las mejillas me duelen por el esfuerzo que hago al sonreír.
Escucho los aplausos de los invitados y Nott hijo me toma de la mano con fuerza. Su mano en realidad no es cálida y no me gusta esa sensación de tenerla sobre la mía.
—La boda se llevará a cabo en cuanto terminen el colegio —anuncia mi madre en un tono feliz.
Dejo salir un largo suspiro y el resto de la "fiesta" escucho las felicitaciones de los presentes. No logré escapar como había planeado y me quedo hasta que el último invitado se va de la casa.
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