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Besé a Iñaki en la sien; dormía como tronco abrazado a Buzz Lightyear, su muñeco acolchonado, recuerdo del año que habíamos viajado junto a mi hermana y mis dos sobrinos a Disney.
Retirándome con lentitud, pasito a pasito, fui hacia la sala donde me esperaba Julián con una botella de Stella en la mano.
— Dale, sacá esa cara. A veces un nuevo trabajo es un nuevo comienzo.
— Vos sabés que no es sólo por el trabajo que estoy así — sentándonos en el sofá, recogí las piernas y junté mis pies bajo mi trasero.
— Es por el pendejo ese, ¿no? Yo sabía que esos viajes escondían algo más.
— No seas boludo, Julián. No fueron solo horas en un hotel — aclaré, rememorando con cierta nostalgia la mirada tierna de Astor durante las reuniones de negocios, sus constantes elogios al momento de hacer alguna exposición y por qué no, sus sonrisas cálidas y su "me atrapaste", tan pronto, pero de tono sincero.
— Creí que solo sería una calentura. Pero te conozco lo suficiente como para saber que te movió el piso — afirmó mi ex pareja. Tenía razón, era una de las pocas personas que conocía mis derechos y mis reveses.
— Ya está...ya pasó — dije, conformándome, resignándome a saber que a veces las cosas de la vida se daban a destiempo y que no por ello, había que lamentarse eternamente.
— No me mientas, a mí no —abrazándome con fuerza, inspiramos al unísono.
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