Capítulo 3
Marela
Sé que hay ruido a mi alrededor, pero mis oídos no le prestan ninguna atención.
Sé que están hablando de mí, están muy preocupados por mi salud. Son mi familia... ¿Cómo lo estarían?
El aire entra lentamente a mis pulmones. Me mantengo lo más relajada posible, mis ojos no se despegan de la pared.
—Marela...
Escuchar mi nombre hace que salga de mi pequeño trance y gire la cabeza hacia la derecha. El rostro de mi madre me recibe, pura preocupación es lo que expresan sus ojos.
—¿Quieres ir con la psicóloga? ¿Deseas hablar? —dice poniendo una de sus manos en mi mejilla. Un escalofrío me recorre ante el contacto.
Niego.
—No... no quiero hablar con una extraña.
—Pero Mare...
—No, mamá... no quiero —digo poniéndome de pie y caminando hacia las escaleras. Las subo con cuidado y luego entro en mi habitación.
Me escondo debajo de las sabanas y cierro los ojos. Tomo un profundo suspiro y suelto el aire por la boca.
Ni siquiera me di cuenta cuando me dormí.
—¿Un tatuaje? —pregunto.
Xiomara asiente.
—Sí, eso era lo que venia a decirte ayer. Me saqué una cita en Perfect, pero quería que fueras conmigo, entonces cuando llegué aquí y te vi así decidí cancelarla —me dice mientras deja su bolso en el alfeizar.
Arrugo las cejas.
—¿Sacaste una cita para hacerte un tatuaje y luego la cancelaste porque no pude ir contigo?
Xio asiente.
—Hubieras ido, aunque hubiera estado bien, entre comillas, no...
—Lo sé, pero... Marela... necesitas salir —dice estirando sus brazos hacia adelante—, tienes que salir, tener cáncer no significa que...
—No empieces por favor, es lo menos que necesito en este momento —le digo, agarro mi sabana y me cubro con ella hasta el cuello.
—Mare...
—No, Xio... dile a otra persona, yo no voy, perdóname, pero no quiero salir. Con ir al hospital cada viernes tengo suficiente.
Escucho como suelta un suspiro de resignación
Luego escucho como la puerta se abre.
Miro en esa dirección y veo a mi madre con un vaso de agua en sus manos y unas cuantas pastillas en la otra.
Sus ojos se encuentran con los míos e intenta esbozar una sonrisa, pero solo le sale una pequeña mueca. Se acerca a mí y yo me siento en la cama, me da las pastillas y las paso con el vaso de agua.
—Gracias, ma.
Ella pasa su mano por mi mejilla y me besa la cabeza.
—No hay de que mi amor —dice y se va.
—¿Cuándo te toca quimio? —pregunta Xiomara.
—Sabes que son todos los viernes —digo volviéndome a tapar con la sabana.
—Voy a sacar la cita para el martes y vas a VENIR conmigo, Marela. No quiero peros. —Volteo los ojos—. Y adiós que me tengo que ir, tengo que hacer algunos encargos, nos vemos —dice y escucho como sale cerrando la puerta detrás de ella.
Mis ánimos desde hace cinco años no son los mismos, pase de ser una de las chicas más extrovertidas y habladoras a ser la que nunca sale de casa y antisocial.
Lloro todo el tiempo, me duele el pecho casi todo el día. Los viernes con el peor día me la semana para mí y siempre estoy de mal humor... rara vez sonrió de verdad.
He perdido muchos amigos... en conclusión... mi nombre sigue siendo Marela Alfaro, pero ya no soy la misma persona.
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