Capítulo 17
Marela
No sé nada de Yarai ni de los demás desde aquel día y ya me estoy empezando a preocupar.
Sé que tengo su número, pero cada que voy a marcarlo me echo para atrás.
Como ahora.
Miro fijamente la pantalla de mi celular con el nombre de Yarai en primer plano. Siento sincera me da miedo lo que pueda pasar si llamo a este número.
—¿Qué pasa? —me pregunta Kora, la novia de mi hermano.
Despego mi vista del celular y la mira a ella.
—Nada, es solo que estoy preocupada por alguien. Un amigo —digo restándole importancia.
Kora alza las cejas.
—¿Un amigo?
Asiento.
—Sí, hace par de días salí con él y no he tenido noticias suyas desde entonces..., ya estoy muy preocupada.
—¿Y porque no lo llamas? —dice alzando las manos.
Me le quedo mirando y me muerdo el labios inferior pensativa.
—Me da miedo llamar y que le haya pasado algo, sé que suena estu...
—No, para nada. Eso no es estúpido, todo lo contrario. Marela, si de verdad estás preocupada por él, llámale. Sino responde, él se contactará contigo después, créeme —dice y me dedica una bonita sonrisa.
Le devuelvo el gesto.
—Está bien, pero primero salgamos de aquí para irnos a comer.
—Todavía falta bastante —dice Kora señalando la quimioterapia.
Miro la bolsa con el líquido transparente que va hasta la bomba de infusión y luego pasa por el suero hasta llegar a mi vena.
Ya estoy más que acostumbrada, pero cuando era más pequeña odiaba con todo mi ser que llegaran los viernes.
Es que odio las agujas.
Domingo..., y aún no sé nada de él.
El viernes, luego de salir del hospital, le envíe un mensaje, pero nunca me llegó a contestar. Tampoco quiero ser muy intensa si está pasando por algo fuerte, pero mi nivel de preocupación ha incrementado demasiado.
—Marela te ves nerviosa, ¿estás bien? —pregunta papá sacándome de mis pensamientos.
—Ehh, sí. Es solo que estoy algo preocupada.
Papá arruga las cejas.
—¿Por qué?
Suelto un suspiro.
—No sé nada de un amigo desde el día que llegué tarde. Le envíe un mensaje, pero no me ha respondido ni tampoco sale leído. No sé si debería llamarlo o..., esperar.
Papá me escucha atentamente y asiente varias veces.
—Lo puedes llamar, mi vida. Y sino responde dale su espacio hasta que se sienta listo. Créeme, él te llamara —dice y se lleva el tenedor con un pedazo de carne a la boca.
Una pequeña sonrisa crece en mis labios y suelto un suspiro mientras como mi último bocado de arroz.
—Puedes dejar el plato, yo lo limpio —dice guiñándome el ojo.
—Gracias.
Me levanto de la silla y camino escaleras arriba hasta mi habitación.
Son apenas las tres de la tarde y ya casi acaba agosto. Necesito que llegue el otoño.
Entro en mi habitación y me tumbo bocabajo en mi cama.
Agarro mi celular y entro en mis contactos.
Me quedo mirando fijamente la pantalla de mi teléfono me dedico a pelear con mi propia mente.
¿Lo llamo o no lo llamo?
¿Me responderá?
No quiero molestar.
¿Estará bien?
¿Y si no quiere hablar y por eso no me a escrito?
Sacudo mi cabeza ahuyentando todos esos pensamientos que solo hacen que me destruya la mente.
—Ok, Marela. Es solo una llamada, una simple llamada que...
Mi celular empieza a sonar... con el nombre de Yarai en la pantalla.
Me quedo estática por unos segundos, pero agarro el celular como si se me fuera la vida en ello y contesto.
Me quedo callada unos segundos, al otro lado también hay silencio.
—¿Hola? —digo—. ¿Yarai?
—Hola, Marela —su voz se escucha cansada.
—Hola, ¿estás bien? No he sabido de ti desde aquel día —digo con calma en la voz.
Él se queda callado y luego suspira.
—Sí, todo está bien. Es solo que mi padre tuvo un accidente en auto aquel mismo día. Siento no haber respondido tu mensaje...
Eso no me lo esperaba.
Abro la boca para hablar, pero las palabras se me atascan en la garganta,
—¿Pero se encuentra bien? Y no te preocupes —al fin me salen.
—Dentro de todo sí, está estable y en cuidados intensivos —dice y puedo escuchar cómo se sorbe la nariz.
Ha estado llorando, por eso su voz se escucha así.
—No te escuchas bien, Yarai —digo sin pena alguna—. ¿Seguro que estás bien?
Lo único que me responde es el sonido de su respiración.
—No, la verdad no. Estoy muy cansado y todo me pesa...
—¿Quieres distraerte? —Las palabras salen antes de que las pudiera pensar.
El silencio vuelve por unos segundos.
—¿Cómo?
—Salir a dar un paseo o no sé, sentarnos en el parque a hablar o solo a estar ahí —digo y siento un calorcito en mi pecho al esperar su respuesta—. También podemos tomar algo o...
—Sí, por favor. Necesito salir de estas cuatro paredes o me voy a volver loco.
Conozco el sentimiento, créeme.
—¿Paso por ti o... ?
—¿Cómo me vas a preguntar eso, Marela? Tú vístete cómoda, que afuera todavía hace mucha calor.
Mi sonrisa se amplía tanto que hasta la cara me empieza a doler.
—Ok, te espero.
—Ya salí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro