Capítulo 16
Yarai
Mi pie sube y baja por la ansiedad que estoy sintiendo. Las personas caminan a mi alrededor con todo tipo de expresiones.
Calma.
Ira.
Tristeza.
Alegría.
Cansancio.
Vergüenza.
Eso es lo que tiene estar en la sala de espera de un hospital.
Trago saliva y me paso las manos por el pelo, necesito calmarme ya o voy a entrar en crisis.
—Llegué, cariño. —Mi mamá se sienta a mi lado y me tiende un envase lleno de comida caliente—. Come tranquilo, ya mismo nos dirás algo.
Suelto un suspiro pesado y me quedo mirando la comida en mis manos.
No tengo apetito, pero no he comido nada en muchas horas.
Ni siquiera me pude duchar.
Ni dormir.
El sueño me está matando, solo quiero llegar a mi casa y cerrar los ojos hasta mañana si es necesario.
—Cariño, si quieres ve a descansar. Yo me quedo con...
—¿Familiares de Octavio Vega? —dice una enferma interrumpiendo a mamá.
—Sí, somos nosotros.
La enfermera asiente.
—Vengan conmigo.
Siento que mi mundo está a punto de irse a la mierda cuando me pongo de pie y sigo a mamá junto con la enfermera a una de las habitaciones que están vacías.
—¿Cómo está mi marido? —pregunta mamá directamente.
La enfermera suspira.
—Se encuentra estable, pero muy delicado. Cualquier movimiento puede ser critico en estos momentos. El coche quedo destrozado y una de las piezas se le incrusto en la arteria aorta y debido a eso perdió demasiada sangre. Tuvimos que hacerle un par de transfusiones para que se estabilizara.
Mamá se lleva una mano al pecho y se sorbe la nariz repetidas veces.
—Tuvo una contusión y par de huesos rotos, contando tres costillas —suspira—. Se supone que no diga esto, pero es un milagro que este vivo aún —dice y sus ojos caen en los míos—, lo siento. Lo van a trasladar a cuidados intensivos y obviamente, por su estado, no puede dar declaración ni tampoco lo pueden detener, pero está bajo custodia policial.
—¿Qué porcentaje de alcohol tenía en sangre? —pregunto.
—Cero punto ocho —dice con pena en la voz —. En el otro auto iba una familia. Dos adultos y tres niños.
—Por favor dime que están bien —dice mi madre.
La enfermera niega.
—El padre murió. Se llevó todo el golpe y tuvo varias contusiones y sangrados internos, no aguantó y murió de camino al hospital.
Las lágrimas me inundan los ojos, no quiero escuchar más. Necesito salir de aquí.
—Cuándo mi padre despierte, ¿se lo llevaran no? —pregunto con la voz rota.
—Lamentablemente. Ya la mujer del difunto presentó cargos en su contra, no podemos hacer nada.
Mamá asiente y yo tomo una profunda respiración.
—Gracias por decirnos —digo.
—Se le notificará en cuanto las visitas estén aprobadas, mientras tanto les aconsejo que vayan a descansar, coman algo o se distraigan un rato. Lo siento mucho —dice y sale de la habitación.
Un profundo silencio se instala entre mamá y yo y lo único que puedo hacer es caminar hasta ella y rodearla entre mis brazos. Su llanto me rompe el alma, pero sé que en el fondo ambos sabíamos que esto, tarde o temprano, iba a pasar.
—¿Alguna noticia? —me pregunta Diego.
Ya pasaron cuatro días desde que papá tuvo el accidente y el hospital no nos ha permitido visitarlo aún. Sé que es un caso delicado y que papá esta bajo vigilancia policial, pero sigue siendo humano, carajo. Es mi padre el que sigue inconsciente en una cama de hospital con miles de cables conectados a su cuerpo.
—Nada, cada vez que voy me dicen que está estable y sigue muy delicado. Que cualquier bacteria que entre en contacto con él lo matará —digo y me paso la mano por los ojos.
Los tengo hinchados de tanto llorar y me siento acabado.
Todo estaba tan bien cuando dejé a Marela en su casa, tan bien. Volví a sentir paz en mucho tiempo.
Pero todo se fue al carajo cuando llegue a la mía.
Estaciono el auto y saco las llaves de mi loft, abro la puerta y justo cuando me iba a bajar, mi celular empieza a sonar.
Cuando veo el "mamá" en la pantalla un frio me abraza el pecho.
—Hola, ma. ¿Qué pasa?
—Yarai —dice llorando—, tu padre acaba de tener un a-accidente. Estoy en el hospital, ven por favor.
Me quedó en shock al escucharla.
¿Qué?
¿Qué papá qué?
—Voy ahora.
—Ven con cuidado, por f-favor.
La llamada se acaba y yo me quedo mirando la oscura calle unos minutos hasta que reacciono.
Enciendo nuevamente el auto y arranco para el hospital.
Mi mente no para de darle vueltas al asunto.
¿Estaba borracho?
¿Está vivo?
¿Chocó con otro auto o con un poste o árbol?
¿Qué pasó?
Llego en menos de veinte minutos al hospital y dejo el auto en el primer estacionamiento que veo vacío. Llamo a mamá, pero no lo coge y eso me desespera aún más.
Yarai, cálmate.
Entro en emergencias y rápidamente veo a mi madre en una de las sillas y siento como se me va un peso de encima.
Corro hasta llegar a su lado.
—Mamá, ¿que pasó?
Ella levanta la mirada y sus ojos son dos cosas rojas e hinchadas.
—Chocó, Yarai. Él chocó con otro auto... iba borracho, Yarai.
Mi mundo se me detiene.
Mis sospechas eran ciertas.
—¿Cómo está?
Mamá niega.
—No lo sé, yo solo llevo aquí sentada unas dos horas esperando a que me digan algo y nada..., me estoy volviendo loca. Pero dicen que el auto quedo destrozado y que Alomejor hubo algún fallecido —se lleva la mano al pecho—. Dios mío, esto es demasiado...
—El otro auto —digo después de minutos de silencio.
Diego levanta la mirada y arruga las cejas.
—¿Qué pasó con el otro auto?
—El padre de tres niños murió, Diego —suelto y lo miro—, murió. Mi padre mató a otro.
—Hey, hey, hey..., calma —dice y acorta la distancia entre nosotros—. Nada de esto es tu culpa, ¿oíste? Nada. De. Esto. Es. Tú. Culpa. ¿Entendiste?
Asiento.
—Ni lo de tu hermana, ni lo que acaba de pasar con tu padre es tu culpa. Quiero que lo tengas claro, Yarai. No es tu culpa.
Sorbo la nariz.
—¿Y por que me siento como si yo fuera el responsable de todo eso? —suelto y muevo mis manos en el aire.
—Porque son y eran personas que amabas y AÚN sigues amando. No te culpes por cosas que no están en tu control. Octavio es un hombre adulto que sabe las consecuencias de sus actos. Tú no te puedes arrastrar con él, tu madre te necesita..., y yo también.
Lloro, lo suelto todo.
Diego me abraza con ganas.
Me duele todo, y a la vez nada.
Es como si por dentro estuviera ardiendo y por fuera todo está normal.
Todo es mental, siempre me lo decía ella.
Ay, Johana, no sabes cuanto te necesito en este momento.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro