💎Susto💎
El día comenzó como siempre, nos levantamos temprano, desayunamos y nos dedicamos a las faenas propias del campo.
-Estoy cansada- dijo Sinais, dejando caer el balde de agua sobre la húmeda tierra-¿Por qué tiene que estar la casa tan lejos del pozo?
-Porque en el pozo sale el encanto del agua, ya sabes ese que nos contó el abuelo- dijo Darío.
-El que casi ahoga a la abuela Rosa- Gregorio abrió los ojos enormes.
-Ya dejen de decir tonterías que si me da miedo ya no cargo agua- dije nerviosa mientras miraba a todos lados.
Fuimos cargando por turnos, llegábamos y volvíamos a la casa en parejas, yo evitaba a toda costa mirar al zanjón. Un escalofrío me recorría al recordar lo que mi abuelo nos había contado.
★CARLOS★
Me apresuró a llenar mis envases con agua.
-Esperenme- les digo a mis primos así como veo que comienzan a irse pase a poco, siempre me dejan llenando de último, siempre, siempre. Es lo malo de ser el más grande. Me queda un envase y trato de apuntarme, elevó la vista y mis primos ya no se ven. Siento un fuerte escalofríos y trato de no asustarme. Enrosco la tapa del envase y los tomo para empezar a caminar, de pronto veo al hombre frente a mi. Me detengo con el corazón a millón- Me asustó señor - dijo con voz ahogada- no le conozco. ¿Se ha perdido? ¿A dónde va?- pero el hombre no decía nada. Su apariencia era sombría a pesar de que iba vestido completamente de blanco, su enorme sombrero de ala ancha, de esos que el abuelo tenia guardado, y en su mano derecha sostenía un bastón, le daba un aire imponente.
-Te daré lo que me pediste- me dijo y yo sentí que dejaba de respirar- El entierro será tuyo pero debes darme un alma, entregame un alma y tendrás oro y plata- lo miro aterrado comprendiendo, aquel era el hombre, el hombre del entierro. Mi corazón latio con fuerza y el susto me llenó, solté mis envases de agua y corrí cerrando los ojos, pasando justo en donde estaba él, pensé que su presencia me detendría pero corrí y corrí sin siquiera mirar atrás.
★CLARA★
Terminamos de vaciar los envases de agua, el enorme pipote ya estaba lleno, así que sólo faltaba un viaje para dejar los envases llenos. Salíamos de casa cuando vemos a Carlos llegar corriendo, no traía el agua, estaba muy pálido, su pecho se agitaba visiblemente aun con su camisa puesta, sus labios estaban color ceniza, sus ojos muy abiertos, temblaba.
-¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? ¿viste una serpiente?- las serpientes le aterraban.
-¡Habla, muchacho!- dijo mi abuelo, mientras lo zarandeaba pero él no decía ni una sola palabra. Sus enormes ojos miraban al camino.- quedó atolondrado- dijo mi abuelo.
-Ya, ya déjalo- mi abuela lo hizo sentar y le dio un vaso con agua. Carlos parecía estar mudo, mientras sus ojos producían lágrimas, unas tras otras- Vamos nosotros por este viaje, dejémoslo que descanse.
-Vieja, llévate un machete, por si hay una serpiente.
- Si viejo- respondió mi Abi.
Aquel fue el primer gran susto de su vida, al volver aun no decía nada y mucho !as tarde, pasado el medio día, Carlos contó que habia visto al hombre del entierro. Se me erizó la piel y sentí como si alguien me obseevara. Carlos no quiso dar grandes detalles, ni hablo de la apariencia del hombre, solo dijo que le ofreció el entierro, a cambio de un alma.
-Si ves, eso te pasa por andar de boquisuelta- le dice mi abuelo- estoy cansado de decirles que con los espíritus no se juegan.
Dos días más tardes Carlos fue al baño. Estaba lejos de casa, no era un baño tradicional y para evitar malos olores estaba bastante alejado. Al volver llegó llorando y gritando, nadie entendía que le pasaba. Aseguró haber visto nuevamente al hombre y que él le ofrecía nuevamente el dinero, mi primo lloraba asegurando que ya no lo quería.
Yo temblaba asustada.
A media semana mi abuelo nos pidió ayudarlo a recoger café, la mayoría de mis primos tenían actividades asignadas así que mi abuelo nos llevó a Carlos y a mí. Atamos el envase a nuestras cintura, allí debíamos colocar los granos del café. media hora más tarde el envase de mi abuelo estaba lleno, y dijo que iría a la casa a vaciarlo y volvería por más. El cafetal quedaba en un barranco frente a la casa, así que al no estar lejos de allí no vimos ningún problemas, unos minutos después me sentía agotada y mi abuelo no había vuelto.
-Ya vamos Carlos, mi envase está casi lleno y tengo mucha sed.
-A mi todavía me falta- me dijo- ya sabes que si vamos y esta medio vacío mi abuelo se enoja.
-Entonces yo voy por agua- dije secando el sudor de mi frente- hace mucho calor. Así vacío mi envase.
-Esta bien, me traes agua.
-Claro- dije y comencé a subir con esfuerzo por el peso extra.
Llegué a la casa bebí mucha agua, el sol parecía querer cocinarnos. Luego me dirigí a la salida y mi abuelito venia tras de mi, de por moto escuchamos los gritos de Carlos quien venía corriendo despavorido, vimos hacia la dirección de los gritos, Carlos caía se levantaba y corría nuevamente. Miré a mi abuelo preocupada, quizás ahora si había visto una serpiente.
-Este muchacho y sus gritos, parece una niña- dijo enfadado, odiaba los gritos, decidimos esperar a que terminara de llegar. Cayó y se tomó de una rama para volver a levantarse de pronto una piedra lo golpeó justo en la mano, él elevó la vista más allá de dónde estábamos y salió disparado corriendo en dirección contraria, encaminado a entrar por detrás de la casa.
-¿Qué le pasa?- pregunté mirando hacia atrás, dónde él había visto antes, pero no vi nada. Mi abuelito me imitó, luego nos miramos a los ojos y elevamos los hombros, en la otra esquina de la casa escuchamos sus gritos y cómo mi abuela lo consolaba.
-Quiere matarme abuela, como ya no quiero el entierro, quiere matarme- mi corazón comenzó a bombear con fuerza, el miedo me estaba paralizando.
Aquello no podía estar pasando...
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