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💎El Entierro💎

-¿Morocotas?- todos le miramos confundido.

-¿Otra historia, abuelo?-Gregorio lo miro nervioso.

-Todas las noches cuentas historias de miedo, abuelo. No seas malo- dijo una asustada Sinais.

-Es más que una historia, es real.

-Ya deja de asustar a los niños, Evodio. Luego no pueden dormir de noche.

-Verdad, viejo-dijo mi tía mas asustada que nosotros, ella y mi tío Manuel son los cobardes de la familia.

-¿Que son Morocotas?- pregunté.

-Son monedas así de grandes- hizo una circunferencia con los dedos.

-Enormes- dijo Joselyn.

-Si, y son de oro o de plata, una sola moneda vale mucho, solo que hay que tener cuidado si uno la consigue hay que fundirlas y venderlas por pedazos, sino el gobierno las cconfizcan te dejan sin nada.

-Nunca he visto una moneda tan grande- aseguró José, mi hermano.

-Es porque son monedas muy viejas, mas viejas que yo mismo- dijo riendo.

-¿Qué tienen que ver las monedas con el entierro y con la luz?- me sentía confundida.

-Luego cuando no puedan dormir, no se quejen.

-Ya vieja, ellos quieren saber. La luz indica dónde está el entierro, y el entierro son enormes cofres o bolsas llenas de Morocotas.

-¿Por qué yo la veo blanca y Clara la ve amarilla?

- Porque en el entierro hay Morocotas de oro y de plata. Ese tiene mucho dinero, se lo ha ofrecido a muchos pero nadie ha tenido el valor de sacarlo.

-¿Porqué solo Carlos y Clara lo ven?- preguntó Darío un poco ofendido.

-Porque el entierro está siendo ofrecido a ellos- no sé que sintió Carlos pero a mi casi se me sale el corazón.

-Abuelito, pero si mucha gente antes ha visto la luz ¿Por que nadie lo ha sacado?

-¿Por qué nadie se ha atrevido a preguntarle lo que él quiere?- un escalofrío se apoderó de mi espina dorsal, el miedo me recorrió y temblé internamente.

-¿Él?- pregunté temblorosa-¿Qui...Quién...es...él?

-Ese entierro del zanjón brilla desde que yo llegué aquí, hasta que un día dije que si no iba a darmelo me dejara en paz, porque no tenía tiempo que perder, necesitaba trabajar, creo que no le gustó mi mal humor, o el hecho de saber que no le tenia miedo. Mas nunca volví a ver brillar la luz. En ese momento no había nadie más en la montaña, estaba yo solo cuando compré esto, luego le fui dando a mi hermano y algunos amigos para que trabajaran un poco la tierra. Ese entierro lo cuida un hombre no sé quien es, pero no tiene pinta de esclavo, sino de señor, quizás fue el mismo dueño que pidió ser enterrado con su dinero.

-¿Por qué?- preguntó Francis en un susurro.

-Por que de ese modo el mismo cuidaba lo suyo, por lo general siempre enterraban a un esclavo o a un animal, abrían el hueco metían el cofre y metían un animal; quizás un perro, un gato, en ocasiones un caballo. En el loro, donde yo vivía antes de venir aquí, había un entierro de puro oro, ese lo cuidaba el espíritu de un caballo negro- sus palabras erizaban los vellos de mi cuello- yo antes tenía la casa en el zanjón, antes de conocer a su abuela pero allí los espíritus molestaban mucho, así que decidí mudar la casa, y un día jalando escardilla conseguí una marca, dos machetes en cruz.

-Allí estaba el entierro- dijo Carlos comprendiendo.

-Si, pero como el no quería darmelo, por más que escarbé en ese lugar nunca conseguí nada. En ocasiones piden que al sacar las morocotas le dediques siete misas, todos los lunes que es el día de las animas, de esa manera el espíritu llega a la luz y logra descansar.

-¿Y si no haces las misas?- preguntó mi tía asustada.

-El dinero desaparece- dijo mi abuelo, lo cual me pareció escalofriante- pero eso es una pequeñez, a veces piden que soportes castigos como latigazos, o un ataque del espíritu de ese modo te entregan el dinero, pero nunca me he atrevido a sacar un entierro porque en la mayoría de los casos es un precio muy alto lo que piden.

-¿Que piden?- pregunté casi sin aliento.

-Un alma, el entierro a cambio de un alma- casi grito de horror- por lo general te dicen; que de tres, uno. O sea, van tres a sacar el entierro, pero tienen que matar a uno. Sino, no pueden llevarse el dinero.

-Eso es horrible- dijo Sinais.

-Hay que ser muy malo para hacer algo así- aseguró Joselyn.

-Según Alberto, mi hermano- siguió mi abuelo- un día el hombre le ofreció el entierro de Morocotas, le dijo que eran dos tercios de oro y un tercio de plata. Pero quién sabe, ya todos sabemos que Alberto es medio mentiroso.

-Mucho dinero- dijo Carlos emocionado.

-Si, pero dice mi hermano que el hombre pide un alma y nadie esta dispuesto a dársela. Nadie jamás sacará ese entierro-aseguró- no hace más que tentar mostrando sus lucecitas. ¡Que se vaya al carajo!

-¡Evodio!- lo reprendió mi abuela.

-¿Qué? A los malos espíritus hay que decirles groserías para que se alejen.

-Preparare todas la que sé para esta noche- dijo mi tía mirando asustada a todos lados.

-Yo podría sacarlo- dijo Carlos y todos le miramos horrorizados.

-!Estas loco!- dijo mi madre.

-Nos lo esta ofreciendo a Clara y a mi.

-¡Yo no quiero nada, no quiero su dinero!- dije asustada, temblando ya sin disimulo.

-Yo si los quiero- aseguró él y yo lo miré con terror.

-No digas tonterías Carlos, los espíritus oyen.

-Claro tía, nadie sabe si de verdad quiere un alma. Quizás sólo quiera misas- se encogió de hombros- y a cambio yo tendría mucho oro y plata. ¡Que me lo de a mi!

Aquellas fueron las palabras que sellaron las vacaciones de mi primo. Y yo no paraba de temblar porque al decir esas palabras una suave brisa fría se coló en la casa, erizandonos a todos.

★★★★★★★★★★

AMORES, QUÉ LES VA PARECIENDO LA HISTORIA? DEJENME SABER SUS OPINIONES.

HISTORIA BASADA EN HECHOS REALES.

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