Unico
Diciembre se caracteriza por sus frios climas. Diciembre, según Hoseok, era la mejor epoca del año. Él amaba las bebidas calientes, los abrazos y los regalos. Amaba las juntas en casa de Namjoon, los besos fugaces y las luces de la ciudad. Los tiernos pucheros para que Yoongi lo abrazara, lo fácil que aclimataba un gélido corazón. Todo aquello se ha desvanecido, pues Hoseok ya no está. El efímero recuerdo de su voz se aferra con fuerza a las memorias de Yoongi, quien no dejaba de llorar con desespero.
El dolor en su pecho lo asfixiaba. Pedía a gritos respirar. Todo parecía un mal sueño, una pesadilla; quería que, al despertar, Hoseok estuviera ahí, con su galante y cálida sonrisa. Pero no. Todos los días se llevaba la misma decepción, el mismo dolor al corazón. Sin Hoseok, él era un alma muerta atrapada en carne viva.
¿De qué le servía la vida si no había nadie que iluminara su profunda oscuridad?
Su corazón agonizaba. La gente a su alrededor podía notar que estaba hecho trizas. Estaba a nada de volverse polvo. No se interesaba ni en sí mismo; no comía, no dormía, no sonreía. Sus noches estaban llenas de sollozos y lloriqueos suplicándole a Hoseok que volviera, que se apiadara de él. Le pedía que regresase, sabía que sin él no podía seguir adelante, incluso si lo intentaba, continuaba necesitándolo. No era algo nuevo su tristeza, pero si su duración. Con Hoseok a su lado, la agonía de su corazón se esfumaba, por fin tenía momentos felices.
Era 24 de Diciembre y su dolor no se disipaba. Era 24 de Diciembre y todos caminaban por Gangnam con brillantes sonrisas pintadas en el rostro, todos excepto Yoongi. El pálido y rubio chico que se había quedado en casa a sumirse en alcohol. Quien maldecía la felicidad de otros. Quien culpaba a Diciembre por arrebatarle su otra mitad. Dos años habían pasado desde la muerte de Hoseok, habían pasado muchos meses y la llama ferviente del luto aún consumía internamente al pálido. La oscuridad rezagada de su apartamento lo consolaba. El alcohol le proveía fuerzas. Aún así, nada, absolutamente nada, llenaba el vacío de su corazón como Hoseok lo hacía.
Antes de quedarse dormido, su teléfono comenzó a sonar sobre la mesa. Yoongi frunció el ceño al ver la pantalla y contestó con desgano.
—¿Diga?
—Yoongi, no puedes quedarte tirado en tu apartamento —la gruesa voz de asomó por la línea—; hasta acá puedo percibir que apestas a alcohol.
El mencionado gruñó. Namjoon lo conocía perfectamente.
—No quiero salir, no tiene sentido.
Namjoon rodó los ojos del otro lado de la línea.
—¿Crees que Hoseok estaría feliz de verte postrado en cama, bebiendo vodka hasta que pierdes la razón?
—Hoseok, hablas de Hoseok. —Yoongi rió con dolor, a punto de quebrarse—. Ya casi no recuerdo su voz. El aroma de sus cosas se acaba, Namjoon. No tengo nada sin él, ni siquiera su recuerdo.
Namjoon hizo un puchero y suspiró. —Yoongi, ¿quieres venir a cenar con nosotros? Seokjin ha hecho la cena, Jungkook, Taehyung y Jimin están aquí. No te pido que te alegres, pero te pido que no te hundas.
Yoongi dejó que una lágrima resbalara por su rostro.
—Hoseok no está en la lista de invitados. No me interesa.
Éstas fueron sus últimas palabras antes de colgar y tirarse al suelo con los ojos hinchados por tanto llorar. Sus ojos veían con taciturnidad el exterior. Yoongi abrió el ventanal y salió al balcón para observar la ciudad por última vez. Apreció la nieve mientras caía con melancolía. Las gélidas corrientes de aire le tintaron los pómulos y la nariz de un rosado leve. El vaho escapaba de sus labios. El frío era una de las razones por las que Hoseok amaba Diciembre. Siempre podía repartir calor con una de sus sonrisas o un abrazo; éstos últimos eran de tal magnitud que lograron descongelar el helado corazón de Yoongi.
—Hoseok —habló Yoongi mirando al cielo—, ¿por qué tenías qué irte? Mírame, estoy muriéndome por tu ausencia. Nada tiene color, no hay olor ni sabor. Espero verte hoy, recíbeme por favor, Hoseokie. Abrázame, Diciembre es frío y te necesito para calentarme.
Mientras hablaba, las lagrimas rodaban por sus frías mejillas.
En un instante, las luces de su apartamento se apagaron por completo. Un escalofrío le recorrió la espalda al rubio. Entró en silencio a la habitación y trató de encender la luz. Un maullido lo hizo brincar en su lugar de la sorpresa. Su pequeño gato pasó por debajo de sus piernas, se abrió paso entre la cocina y salió por la puerta del departamento rumbo a la calle. Yoongi maldijo por lo bajo, no podía reunirse con Hoseok, a él le hubiera gustado que Nabi estuviera a salvo. Salió tras del felino con el entrecejo fruncido.
La nieve cubrió sus botines, el frío lo abrazó con fuerza. Se congeló de pies a cabeza. Las parejas abrazadas y sonrientes le hicieron sentir que el recuerdo de Hoseok huía de él y se desvanecía sin más.
—¡Hoseok!
Su grito provocó que las miradas juiciosas de muchos se posaran sobre él, pero le importó un demonio. Ni siquiera le importaba humillarse.
Era un espacio vacío en su mente lo que comenzaba a abarcar las memorias de Hoseok; se desvanecía como la nieve en primavera.
Yoongi comenzó a correr por la acera llena de luces. Los aromas: canela, pino, vainilla. Los colores: dorados, plateados, rojos y verdes brillantes. Todo comenzaba a atormentarlo.
—Hoseok, ¿en serio estás esperando por mi? Háblame, por favor. Dame solo una señal de que estás ahí. Que no me he vuelto loco —gritaba mientras corría desmedido.
El pálido se detuvo en seco y levantó la cabeza con lágrimas en los ojos. No solo observaba el cielo y los destellos de estrellas; apreciaba la luna con cuidado. El blanco resplandor iluminaba la calle y la ciudad entera. Su corazón se estrujó. Su vida se iba con la helada corriente de viento y lo dejaba en los huesos; llorando y vulnerable. Se resignó a dar una última vuelta por la ciudad. Los recuerdos afloraban a medida que pasaba por los lugares que visitaba a menudo con Hoseok: la bliblioteca, el café de Jimin, la academia de baile, la tienda de música, la universidad. Las luces destellaban en sus ojos y lo transportaban a las sutiles y delicadas carcajadas de Hoseok, a su respingaba nariz y lo mucho que la fruncía estando enojado; a sus labios con espuma de su capuccino favorito, a sus esculpidas manos mientras sostenían un libro de Ko Un. Yoongi no puedo evitar sonreír. Parecía por fin comprender la situación. No estaba perdiendo el recuerdo de Hoseok, estaba perdiéndose a sí mismo. Tenía tan presente el recuerdo de Hoseok en su mente, que comenzó a olvidar quién era. Soltó una sonora carcajada y miró a la luna, que se había vuelto más brillante.
—¡Lo entiendo, amor! ¡Lo entiendo perfectamente!
Su sonrisa sonrojó sus mejillas. El efecto del alcohol se desvaneció y la calidez se esparció por su cuerpo, como si Hoseok estuviese atrás de él, abrazándolo y susurrándole al oído que todo estaría bien. Yoongi miró a su alrededor, estaba frente a su edificio. Había recorrido la ciudad entera inmerso en sus pensamientos. Escuchó un ronroneo y se encontró con Nabi, que ya estaba rondando cerca de sus pies.
El rubio entró a su apartamento, seguido por su gato. Vio que la puerta estaba abierta y las luces encendidas. Al centro de la sala, sus amigos estaban sentados esperándole. Namjoon se levantó con rapidez.
—Yo... Yoongi, no quería entrar así, pero, ah... perdón, yo solo... —Namjoon trataba de explicarse pero terminó tartamudeando—. Yoongi, ¿quieres cenar con nosotros?
Yoongi sonrió. Agradeció mentalmente a Hoseok, le agradeció por darle su sonrisa y sus alas de vuelta. Le agradeció porque, esa noche, Hoseok lo salvó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro