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A Bloody sign

De nueva cuenta siendo llamado por el creador. No es que me moleste pero desearía que por una vez no estuviera tan apegado a su modo de ser. Elijah Mikaelson no es el tipo de hombre con el cual me metería en primer lugar. Puede ser todo un caballero pero no es así cuando lo hace enojar o esperar demasiado, como hoy.

Su genio está flotando en el aire, puedo sentirlo. La razón no sé cuál sea pero más vale seguir sus órdenes o de lo contrario puede ser agresivo. La habitación está llena de una esencia nueva. Una mujer de cabellos castaños permanece en la mitad de la estancia. Las paredes finamente tapizadas y adornadas con pinturas solo dejan ver que se trata de nada más y nada menos que la sala de la familia. Como sheriff del área no me queda otra opción que ser su súbdito fiel, además de que se trata de mi creador, claro. La mujer estaba temblando ligeramente, sin razón aparente.

Una humana más no debería afectarme pero, tiene un olor llamativo. Quizás es la razón de que Elijah la capturase. En otras palabras, era suya. ¿Y eso qué tenía que ver conmigo? Es lo suficientemente soberbio como para hacerlo más obvio. Mis pisadas alertaron a la mujer que de inmediato volteó a verme. Sus ojos castaños brillaban como si hubiera estado llorando y su cabello permanecía despeinado en su rostro. Le dediqué una mirada curiosa y después la aparté para mirar a Elijah. Mientras volvía a ver a la mujer y sus ropas nada provocativas, él habló.

-Eric, bienvenido. Te presento a la señorita Lincoln. Alexandra Lincoln –expresó el original sin mucho énfasis y apenas mirándola. Sostenía un vaso lleno de whisky el cual no tardó en ofrecerme.

-¿De qué se trata esto...? Señor...

-Ah, de nada agobiante mi querido, Eric. La señorita está aquí porque es una valiosa jugada para la familia y por tanto, te concierne a ti en tu supervivencia como sheriff de la zona.

Sus ojos se posaron en mí, tranquilos y pensantes al respecto de lo que acababa de decir. Procesé como pude lo dicho sin comprender del todo el comentario pero no me atreví a interrumpirlo aún. La mujer, Alexandra, me volteó a ver y expresó su miedo con mayor obviedad. Sus manos permanecían amarradas apenas con fuerza y pude notar que se estremecía al estar entre ambos. Quizás más por mi altura que superaba a la del Mikaelson. No habló pero noté cómo pasó saliva al imaginar lo que podría hacerle.

Si bien los humanos no son de importancia para un ser como yo o siquiera como mi creador, Elijah siempre se había pronunciado a favor de las personas que pertenecían a su familia y demás seres queridos. Entonces la mujer era importante para él, de no serlo, estaría con la garganta abierta o me la habría mandado directamente.

-Te explicaré. La sangre de esta bella mujer es preciada por todos los vampiros. No es común ese sabor ni mucho menos sus propiedades. Si ella legara a ser transformada o algo así, de inmediato estaríamos en peligro. Es nuestra carta de poder –se acercó a ella y me ofreció el vaso que no rechacé para nada. Sus manos acariciaron la mejilla de la mujer y ella se apartó.

-No es como si fuera tu mascota personal. Déjame ir. Prometo que nadie se enterará de lo que vi ni de lo que soy, por favor.

-Es una tentadora propuesta, pero la rechazaré. Alexandra, vales más de lo que piensas.

-Precisamente por eso, quiero vivir.

Era ruda a pesar de todo. Una pequeña sonrisa escapó a mis labios al escucharla. Actuaba como vampiro sin serlo. Seguramente era porque sabía lo especial que era y que Elijah no le haría nada. En otras circunstancias la paciencia de mi creador podría ser nula, sin embargo, era benevolente con ella. Desató las pequeñas manos y dejó que se aislara a donde quisiera. Pronto caminaba por la estancia, tratando de rescatar información de lo que las pinturas tenían. Suspiré y6 mantuve mi mirada en Elijah, quien solamente se acercó a mí y me explicó a detalle lo que había descubierto de la mujer: huérfana, de clase media. Venía de familia italiana y realmente su sangre tenía valor por ser de un tipo raro en el continente, sin mencionar el parecido con la doble que Klaus Mikaelson buscaba. Era como una cajita de oro.

Regresé la mirada a la curiosa muchacha. No debía de pasar los 20 años y se movía de manera grácil por todos los rincones de la estancia. Básicamente mi deber era cuidarla porque era la joyita de la familia y, seguramente obtendría mi pago por ello. Acepté cuidarla, aunque realmente mis colmillos apuntaban a morderla y beber de ella. No podía estar ahí sólo para ayudar al híbrido a liberarse de su agonía. En algún momento Kol o el propio Elijah la tomarían para sí.

No es una mentira los festines que solían tener en Nueva Orleans antes de ser expulsados de la ciudad. Y como cercano conocido de mi creador, sabía de sus bruscos arrebatos de sed que podían compararse a los de un adicto a cualquier droga dura. La humana caminó hasta nosotros y se cruzó brazos como si demandara atención de ambos. En efecto, un trato con ella era lo que la familia Mikaelson quería.

Una enorme casa, pinturas por todos lados y dos hombres demasiado atractivos parecía como un sueño. Muy extraño por cierto. Esa podría ser la razón de que me prestaran una ropa tan anticuada como la propia casa, porque un blusón y un short de florecitas no era lo mejor de lo mejor. A decir verdad, no era que me interesaran pero, no sabía la razón por la que el castaño había decidido mantenerme ahí cautiva. Durante dos días estuve atada escuchando sus argumentos. Puras patrañas sobre ayudar a su familia, como si las cosas sobrenaturales existieran en realidad. Si bien la idea de vivir en una casa bonita y tener servicios para mí no me angustiaba, lo que seguramente me haría su hermano me aterraba. En un mundo paralelo probablemente habría sido asesinada incluso sin que me pidiera permiso. Y ahora que un enorme vampiro estaba de su lado, no podía imaginar menos problemas.

-Bien, quiero una especie de garantía al menos para ayudarte.

-Para eso estás aquí, Alexandra. Te concedo una gran guardia, los servicios que desees y los caprichos que pueda acceder a cumplirte –dijo el castaño con traje. El rubio usaba una camiseta negra y una chaqueta de cuero a juego. Sus ojos eran grandes y el cabello lo tenía acomodado como si fuera un modelo. Sus largas piernas tenían un pantalón pegado a su cuerpo y unas botas de excursión demasiado grandes, adecuadas a sus pies. Pasé saliva mientras lo analizaba. Alzó una mano en modo de saludo cuando estuve frente a ellos. El par hablaba de mí y bebía un poco de whisky.

-Al final de cuentas voy a morir, ¿no es así? –respondí bruscamente.

-Buscaré el modo de que vivas. Lo prometo –fijó su mirada en mí, demasiado honesta para ser cierta.

-No me convences en lo absoluto, Elijah.

Mi voz salió con desdén y no era para menos. Si creía que era una simple cosa que podía usar estaba equivocado. Una traviesa sonrisa dejó sus labios y apartó el vaso hacia una mesa. Caminó hacia mí, poniendo la mano en su cadera, bajo su elegante saco dejando al descubierto su corbata negra. En verdad no sabía qué esperar pero no me dejaría timar tan fácil. Acercó su mano a mi rostro y tomó mi mejilla con cuidado. La enorme mano cubría la mitad de mi rostro y por ende, toda mi mejilla. Miré sus ojos castaños incluso sabiendo que podía hacer eso de hipnotizar según había escuchado antes. No le demostraría mi miedo.

No hizo ningún otro movimiento extraño, o al menos no lo noté por el suave tacto que seguía en mi piel. Al parecer me había asegurado que estaría pendiente de mí y que realmente me garantizaba vivir tras ayudar a su hermano a romper la maldición. Parpadeé y asentí.

-Tienes verbena en tu sistema, así que así me aseguro de que lo que acabas de aceptar sea únicamente bajo tu confianza y no porque te obligue –desapreció su cálida mano.

-De acuerdo, te creeré. Ahora, ¿quién es él?

-Él es Eric Northman. Será tu guardia mientras esperamos la fecha para el ritual. Es un buen chico, sabrá tratarte bien.

-A sus órdenes, señorita –sonrió e hizo una pequeña reverencia que me pareció graciosa. Era divertido.

-Ahora que todos nos conocemos, sería bueno que le demostrara al señor Northman lo que produce tu sangre.

Lo siguiente que sentí fue mi mano siendo forzada por Elijah. Traté de liberarme sin éxito. Pronto, una cuchilla se deslizó por mi muñeca y gemí de dolor. La sangre brotó de inmediato y los ojos de Eric se dilataron al observarme así. Busqué apartarme sin mucha suerte. Un ademán de Elijah provocó que se acercara a mí y no pude defenderme. Sus colmillos aparecieron y penetraron la piel en mi muñeca. Con cada segundo que pasaba me sentía más débil cada vez bajo sus poderosas fauces.

Chillé buscando ayuda del que parecía ser el mayor ahí. Los dientes se retiraron de mí poco después por orden de Elijah. Mi sangre caía por las comisuras de los labios de Eric, su lengua se paseó por ellas sin más para limpiarte y me estremecí. Era una idiota pensando que me dejarían vivir. Seguramente cuando menos lo imaginara, me tendrían amordazada para alimentarse de mí.

¿Qué mierda era eso? Su sangre era demasiado deliciosa. Era una locura mantenerla para que yo la cuidara. En un descuido podría destrozar su garganta con mis colmillos con tal de apoderarme de su sangre. Elijah me dedicó una mirada de advertencia ante mis pensamientos pero la esquivé y traté de volver en mí. Soltó a la chica apenas un poco sólo para morder su muñeca y hacerla beber de él. La herida cerró inmediatamente.

-¿Qué te pareció?

-¿Qué rayos es ella? –respondí con otra pregunta.

-Es una mujer con sangre de doble, proveniente de alguna parte de la línea de sangre de Katerina Petrova. A eso agrega que su tipo de sangre es de los más extraños en el continente.

-¿En serio...? Debe ser una broma, Elijah. Esta mujer no es convencional.

-No, no lo es. Te confío su cuidado.

Gruñí un poco al verla tan asustada bajo la mano del original, quien hace tiempo ya la había alimentado. Ella permanecía agitada, con lágrimas bajando por sus mejillas tras el repentino ataque. Maldije por haber aceptado venir, aunque de cualquier manera, no tenía opción para negarme. Miré los asustados ojos de la mujer en el regazo de Elijah y ella se fijó en mí también, temblando.

En verdad era un idiota aceptando esto. Quería más de ella. Mi mirada seguramente dibujaba el deseo existente en mí pero era inevitable que lo hiciera. Me atraía sin duda, era guapa, de finos rasgos europeos. Me recordaba a mi vida allá antes de convertirme en vampiro. La voz de Elijah se abrió paso en mis oídos de manera casi ausente mientras ese corazón bombeaba sangre rápidamente.

-Quizá podamos demostrarle a nuestra huésped lo bien que sabes tratar a las mujeres.

Bromeaba... Eso tenía que ser una maldita broma. En verdad que sí, deseaba tocarla pero con ella de ese modo sería difícil. Enfríe mi cerebro con un suspiro y asentí. Me acuclillé a su altura y tomé su mentón. Apartó su rostro de mí y sonreí.

-Hey, tranquila. Te haré sentir bien. Estando aquí podrás divertirte mucho. Y en mi bar también.

-¿T-Tienes un bar?

-Sí, así es. Puedo llevarte cuando desees. Bebidas gratis si lo deseas –sonreí para verme más amigable y ella rió un poco.

-Eso no borra el hecho de que me mordiste...

-Muy astuta pero, puedo hacerte sentir bien –pasé un mechón de cabello detrás de su oreja y ella se limitó a asentir lentamente, temiendo un nuevo ataque.

Lo siguiente que ambos vimos fue al original besar su cuello. Hacía mucho que esta clase de cosas no las perpetraba. Así que, seguramente mantenía un interés por la chica también, un interés amoroso. A las criaturas inmortales como nosotros los sentimientos son las peores cosas a soportar. Pueden ser tan intensas que sólo actuamos por instinto y actuamos. Katerina Petrova había quedado profundamente en mi creador. Incluso antes de ella, Tatia era quien había robado su corazón y no había manera de que lo eliminara de su memoria. No estaba obsesionado tampoco pero esa añoranza se veía en sus acciones.

Sin duda alguna, ya había cazado a Alex antes de decirme. Sólo estuvo detrás de sus pasos hasta poder traerla a la casa Mikaelson bajo su propio riesgo. Era muy inteligente, bajo esa máscara calmada, paciente y caballerosa, lo honorable perdía sentido. Haría cualquier cosa por salvar a su familia, incluso traicionar a otros. Por esa razón, no me extrañaba que dejase que la humana saciara sus apetitos instintivos, ya fueran sexuales o alimenticios. Aunque me inquietaba el que me eligiera como parte de su treta.

Era una maldita rehén. No había otro modo de verlo. Pero no tenía mucha oportunidad. La casa no estaba sola y afuera, cualquiera podría llevarme de nuevo adentro. Los labios de Elijah se sentían demasiado bien a pesar de lo que había hecho que me hiciera su progenie. Por lo poco que entendía, mi sangre era especial para todo vampiro, por lo cual me tenía en resguardo. No fuera a ser que me atacaran afuera sin discreción por alimentarse de mí o algo peor.

Suspiré bajo sus caricias. La mirada celeste de Eric se posaba en ambos, queriendo ser partícipe del evento. Aunque lo negase, estaba bien atendida bajo esos dos vampiros. Por un lado, el elegante vampiro original había cumplido mis caprichos cuando llegué, aún si dejó a su hermano atar mis muñecas "por precaución". Elijah Mikaelson tenía ese sexy modo de ser de los hombres educados y con estilo. Se vestía bien e innegablemente me parecía un completo dominador. Encantador y todo, no había sido tan brusco hasta este día. Inquietante pero sensual, su modo de marcar territorio me gustaba.

Eric por otra parte, se mantenía bajo sus órdenes, a expensas de poder tomar el control pronto. Sonreí para mis adentros. Controlaba a dos vampiros sin mucho esfuerzo y me podía dejar llevar. Quizás pensaba eso por la bebida de horas antes. Ni idea.

Las manos de Elijah bajaron por mi abdomen y no me resistí a dejar que bajaran más. Mis piernas se abrieron en un reflejo al sentir que acariciaba mis muslos. Súbitamente se apartó y me dejó en el sillón de la sala. Pestañeé confundida pero no hizo ningún otro movimiento.

Era consciente. Ella no era Katerina, ni Tatia pero mantenía un pequeño parecido en ese perfil suyo que me atraía. Conseguir que confiara en mí no fue tan difícil como pensé, pero aún teníamos nuestras reservas. No era una mujer que se dejara intimidar por los demás. Sabía defenderse de acuerdo a la amenaza que surgiera y era entendible. Siendo huérfana no había mucho a quién recurrir.

Suspiré mientras caminaba hacia el vaso de la mesita de la entrada a la estancia. Eric se mantuvo en su posición, esperando que respondiera o le indicara algo. A decir verdad, sólo debía hacerla sentir bien a su modo.

-¿Continuo?

-Sí, Eric. Sigue con lo que te pedí.

A mis espaldas escuché cuando tomó asiento a lado de Alex. No negué una repentina ola d celos pero no quería precipitarme más. Tomaría parte cuando lo necesitara.

-Cariño, todo está bien. Déjate llevar.

-Maldición... Solamente hagamos esto. No quiero más rodeos –comentó la mujer un poco irritada.

Eric me miró divertido por aquella frase pero, no podía contenerme ahora. Si querían que fuera sumisa para ellos tendrían que ser más inteligentes. Suspiré antes de besar a Eric, atrayendo su cuerpo al mío. No podía negar que me gustaba también. Su altura me daba miedo pero podía acoplarme a eso. Después de todo, viviría con él por lo que restaba para el dichoso ritual. Sus manos pasearon por mi cintura, disfrutando el momento. Jugué con su lengua y logré sacarle un jadeo, seguido de sus colmillos.

Esa reacción me gustó. Provocar a un ser más fuerte que tú se siente bien. Retomé el beso, pasando mis manos por su cuerpo. Mierda, tan bien trabajado como me gusta...

En unos minutos la ropa ya no necesitó estar en nuestros cuerpos. Él sin camiseta se veía tan sensual. Bajé del sillón para quitarme la ropa restante. Sólo era el short el que restaba. Mi lencería salió volando al rostro de Eric y reí de su expresión. Él mantenía sus pantalones puestos. Me arrodillé frente a él para desabrocharlos. Dentro, una larga erección empezaba a crecer. Gemí un poco de sólo pensar que dejaría que esto me penetrara más tarde.

Tomé en mi boca la punta y lamí suavemente. Pronto, su enorme mano tomaba mi cabello en una coleta y miraba mi rostro sonrojarse ante la longitud que abarcaba mi boca. Rió de mí antes de que comenzara a meterlo más adentro de mis labios. Tuve que acostumbrarme a su longitud, porque empezaba a ser brusco. Movía su cadera con suaves estocadas mientras me dejaba con la boca abierta, deleitándose con mis suaves gorgoteos entre cada una. A este punto, me había olvidado que nos veían.

Me separé de Eric cuando sentí a Elijah detrás de mí. Su presencia era imponente también. Demandó mi atención bajando su bragueta y de un momento a otro, me encontraba dándole oral a dos malditos vampiros que en cualquier momento me romperían en dos. Gemí un poco, me empezaba a excitar más con el pensamiento. La mano de Eric bajó a mis glúteos cuando Elijah tenía su miembro en mi boca. Sus manos acariciaron la fina tela que cubría mi sexo y se pasearon después por mi espalda. La mano derecha bajó por mi abdomen para encontrarse con mi clítoris y no pude callarme el gemido que chocó contra Elijah. Eso simplemente hizo que me alzara en brazos directo al sofá.

Eric mantuvo mis piernas abiertas y mis bragas fueron destrozadas por las manos de Elijah. Jadeé al sentir el aire en mi intimidad. Ya estaba lubricada para él cuando su lengua pasó sin aviso alguno. Gemí de placer y me removí en los brazos del rubio que me sostenía. Los labios fríos se posaron en mi cuello.

-¿Sentiste eso, cariño? Puedo oler cómo tu sangre se ha calentado.

-Agh... Ngh... Es inevitable... ¡Mierda! –gemí por unos colmillos acariciando apenas mi botón. Busqué cerrar mis piernas por la excitación pero las manos de ambos me lo impedían.

Elijah se incorporó y sus dedos jugaron con mis paredes vaginales. Gemí sin contención alguna. Mi cuello fue asediado por ambos labios. Por el lado izquierdo, Eric dejaba besos que subían a mi lóbulo y Elijah marcaba el derecho. Las embestidas con sus dedos pronto se hicieron rápidas contra mí y ambos pares de colmillos, penetraron mi carne sin advertencia alguna. Grité de dolor pero poco a poco mis caderas siguieron el compás, lo suficiente para tocar mi punto dulce. Clavé las uñas en el brazo de Elijah, quien ya sin saco se veía más guapo aún. Sus marcados brazos dejaban ver sus venas y me relamí los labios. Las mangas de su camisa reposaban en su antebrazo y su camisa dejaba ver su pecho. En ningún momento se quitó el pantalón, lo mismo que su amigo rubio.

-V-Voy a... ¡Ahh~! –gemí sin terminar la sentencia completa.

-Bien hecho-mis labios dejaron caer la sangre restante por mi mentón.

-Arriba, Eric.

El mandato indicaba que los juegos preliminares habían terminado. Elijah penetró a la humana sin piedad mientras sujetaba sus muslos. El sonido de placer de ella me excitó aún más tras haber bebido de ella. No lo pensé y entré con más cuidado pero igualmente rápido. Por su respiración, había tenido un orgasmo justo con la penetración del original.

-Mierda... Rómpanme... Ya...

-Será un placer, Alexandra –el acento español en el tono de voz de Elijah era llamativo. Sonreí y me apresuré a pasar mi mano por su clítoris.

Un lloriqueo placentero salió de ella por la misma razón de estar mojada. Ambos podíamos penetrarla sin problema. Era estrecha pero cabía perfectamente en su interior. Sujeté sus pechos para masajearlos, eran demasiado lindos como para ignorarlos. Besé su cuello, lamiendo las heridas de ambos lados. Se sentía tan bien estar en ella.

Pasados unos minutos ella cedió aún más, clavando las uñas en Elijah. Me percaté del aroma metálico y característico de la sangre. Era indicio de que había sido una herida profunda en la espalda de mi progenitor. Dirigí una mirada a él y ambos asentimos, moviendo bruscamente la cadera contra ella. Su voz no se hizo esperar en la habitación.

-¡Sí! ¡Así! ¡Ah!

-¿Te gusta esto, verdad? –mi mano derecha viajó por su garganta tras pellizcar sus pezones. Me aseguré de tocar las heridas apenas un poco. Ella se estremeció y dirigió su rostro al mío, uniéndonos en un beso.

Celoso, Elijah tomó su mandíbula poco después y la besó apasionadamente, marcando como suya a la mujer. Si la compartía ahora mismo era para deleite de ella. Gruñí un poco, nuevamente los espasmos recorrían a la mujer mientras la cogíamos con bestialidad.

Mis caderas ya no estaban en la tierra. Mis pechos rebotaban con cada nueva embestida. Ya ni siquiera me importaba que al final fuera a morir. El sexo con vampiros era de lo mejor realmente, como los rumores apuntaban. Jadeé en busca de aire. Los dos pares de labios que me mantenían en un beso solamente me calentaban más. Mis manos se aferraban a la espalda del Mikaelson como si mi vida dependiera de ello.

Mi voz ya no me obedecía, solamente eran gemidos, jadeos y chillidos ocasionales a causa de su ritmo. Elijah dejó de sujetar mis muslos para dejar que Eric mantuviera abiertas mis piernas a su favor, y en su lugar, sostenía mi cintura. Grité. Ambos chocaban entre sí dentro de mí, tocaban cada punto de mí que no podía evitar sudar y sentir al límite. Este sería un nuevo orgasmo.

-Alexandra, házlo. Vente para nosotros.

-Házlo, amor –Eric mordió mi lóbulo. Su cálido aliento me demostraba lo ansioso que estaba porque estaba cerca también.

-Háganlo conmigo... Por favor...

Pedí entre jadeos, esperando terminar los tres juntos. Ambos asintieron y lo siguiente que sentí fue un calor recorrer mi vientre. Señal inequívoca de mi clímax. Arqueé la espalda al verme completamente atrapada entre los dos cuerpos de los vampiros y no tardé en venirme con ellos, sin embargo, las estocadas no se detuvieron haciendo que mi cuerpo reaccionara con el derrame de un líquido. Fue tan gloriosa la sensación que cuando volvieron a entrar en mí y generar de nuevo ese chorro me removí de placer en los brazos del rubio, quien se dedicó a acariciar mi clítoris entre cada embestida. Gemí el nombre de ambos al terminar. Poco después salieron de mí y caí en brazos del original. Me cubrió con su sacó mientras me sostenía en brazos.

-Maldición... Son unas bestias...

-Lo sé. Pero cuidaremos de ti.

-Ya no me aterra tanto morir después de esto...

-No morirás –aseguró Eric y asentí antes de quedar dormida en los brazos de Elijah.

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