Verde
Probablemente los primeros minutos en el mundo fueron cubiertos por la felicidad de una madre al tener a su pequeña en brazos, tal vez fueron los primeros días los que desbordaban emoción en aquella pequeña al ver a su madre pasar por la puerta de la casa, con su pequeña hermana en brazos y era seguro, que, el primer año de vida de aquella pequeña se llenaban de calor con cada afecto de amor de su padre.
Pero aún que todo parecía ser perfecto, en ocasiones la vida trae infelicidad, incluso en inocentes que aún no le conocen.
Fue a partir del segundo año, cuando algo andaba mal con peridot, no sonreía, no lloraba, no sentía miedo, no mostraba afecto. Peridot, parecía no sentir nada.
Fue el miedo de recibir una mala noticia, lo que obligó a los padres de la pecosa a olvidar todo. Pero no pasó mucho tiempo, cuando la preocupación llegó nuevamente. Era el primer año de preescolar, habían pasado unos días desde que la pequeña había sido adherida al grupo. Sin embargo, a pesar de que un niño a esa edad y en ese ambiente fuera capaz de conseguir amigos, tener charlas sobre juguetes, caricaturas u otro tipo de entretenimiento infantil. Para peridot, nada de eso ocurrió y es que ella simplemente no entendía.
Ella odiaba los dibujos animados, prefería leer a estar escuchando palabras sin sentido, saliendo de aquel televisor.
Ella odiaba las charlas, no era por que le repugnaba la sociedad o por que se sentía superior a ellos, nada de eso y todo esto se centraba en el mismo conflicto.
Por que ella no lo entendía.
Palabras, chistes, sarcasmo, apodos, etc...
Todo aquello, no se podía formular en su mente.
Y no todo radicaba en la escuela, también dentro de casa. Peridot rechazaba los abrazos, besos, caricias, palabras dulces y cualquier cosa que invadiera su espacio personal, le ponía los cabellos de punta.
Peridot era una persona débil, siempre lo fue, en los deportes, fuerza física, reflejos, incluso cuando caminaba sus propios pies se tambaleaban y sus rodillas siempre terminaban contra el suelo. Y hoy en día todo sigue igual.
Poco tiempo después, lo más grave llegó. El oído de la pequeña, funcionaba de manera diferente, ella percibía cada ruido, no importa cual fuera, todo eso estaba ahí, de una manera más fuerte y todo al mismo tiempo. Y el primer ataque llegó.
Fue durante un día de clase, en ese día había mucho más ruido de lo normal, el cuerpo de la pequeña había comenzado a temblar, su respiración era irregular y gritos desesperados comenzaron a salir de su boca, pronto empeoró, cuando golpeó su espalda contra la silla numerosas veces.
Y pese a todo el trabajo de la tutora, el ataque de peridot no cedió.
El salón había sido desalojado, todos los infantes observaban a través de la ventana, como dentro del salón se encontraba una madre abrazando a su pequeña, evitando que su espalda se encontrará con la madera de su propio asiento.
Peridot fue dada de baja al siguiente día.
Todo cambió, a los cinco años de edad peridot vivía encerrada en su habitación, todo aquel que vivía en aquella casa debía mantener silencio y evitar hacer ruidos fuertes, abstenerse a tocar a la pequeña y peleas entre la pareja de casados surgían durante las noches.
En un intento de probar que su hija estaba bien, el padre de peridot le llevó al campo le obligó a correr durante horas, el hombre gritaba, subía el volumen de la música en su auto, veía como su hija caía al suelo una, y otra y otra vez, como cubría con fuerza sus propios oídos y pedía que parara y pese a ver la sangre en sus rodillas, el hombre continuaba gritando.
Pero, al final del día, seguía siendo aquella niña, su hija de siempre. Una hija, que el comenzó a odiar tiempo atrás.
Cuando peridot fue diagnosticada con el síndrome de asperger, todo se vino abajo.
El cariño de su padre se esfumó, dejó de llamarla hija y le negó. Fueron días y días de peleas, que finalmente, la pareja terminó firmando los papeles de divorcio.
Fue una tarde de verano, que peridot vio salir por la puerta a su hermana mayor tomada de la mano de su padre.
Y desde ese día, el único recuerdo que tiene de aquel hombre, es su espalda, saliendo de su vida para siempre.
Observó a su madre llorar durante las noches, aquella mujer estaba dando todo por ella, todos los días, miraba a su pequeña y le sonreía tan tiernamente, le cuidaba y le protegía de todo.
Con el tiempo los golpes en su espalda desaparecieron, ya no eran efectivos y fue ahí cuando las rasgaduras en su piel, hechas por ella misma aparecieron. Y fue algo que, permanece hasta el día de hoy.
Fue durante la edad de ocho años en, una clase en su nueva escuela, cuando aprendió algo realmente complicado, pero asombroso al mismo tiempo. Las expresiones faciales y los sentimientos. La tristeza despertó un gran interés en ella, cuando vio el dibujo en el libro y peridot le asoció con la expresión constante que permanecía en el rostro de su madre.
En una noche de primavera, peridot hizo llorar a su madre, cuando entré la cena, aquella mujer le regalo la misma sonrisa de siempre y peridot notó un poco de aquella expresión de tristeza en aquella sonrisa y aunque no lo entendiera del todo, algo dentro de ella despertó y le hizo poner la misma expresión que la cara de su libro. Esa noche por primera vez peridot se lazo hacia su madre y le regalo un fuerte abrazo. El primero que le brindaba y lágrimas de alegría desbordaban de los ojos de su madre.
Durante su cumpleaños número nueve, su mamá le llevó a un museo de arte. Quién diría que aquello cambiaría su vida y el arte se volvería parte de ella.
El grafito y el papel se habían vuelto sus amigos, ella solía dibujar gran parte del día y aquello le había ayudado en controlar sus ataques, pero sobre todo, le habían ayudado a sonreír.
Cuando los años pasaron y peridot entró a la preparatoria, conoció el club de manualidades.
Una mujer de anteojos oscuros se encontraba en aquella aula vacía acomodando lienzos y pinceles.
-Bienvenida al club de manualidades.
Y fue ese día, en que peridot se convirtió en el primer miembro de aquella maravillosa actividad.
Reviso cada rincón del lugar y al momento de observar aquella pila de pinturas, peridot encontró algo le fascinó por completo.
Algo que de ahora en adelante, le acompañaría durante todas sus futuras obras.
Y es que aquel precioso color verde, le había traído un poco de felicidad a su existencia.
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