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Una Promesa.

Una alegría inmensa se presentó en Lapis, cuando el club de música también tendría actividades y en aquel club se encontraban Blue y zafiro, Lapis estuvo a punto de levantar su mano al verlas, hasta que su sonrisa se deformo y en su lugar, su rostro se contrajo en furia al ver a la mujer detrás de sus hermanas, aquella a que alguna vez llamó madre.

Dio media vuelta y camino hacia el edificio que pertenecía a su club, subió algunas escaleras y se dirigió a la cocina improvisada para ayudar a sadie en lo que fuera.

Quizá jamás en su vida olvidaría aquella escena, quizá por  la sorpresa, por el miedo, por el golpe que recibió o por lo cómico que le pareció, no importaba el porque, solo que aquello permanecería en su mente durante mucho tiempo. Y es que, encontrar a sadie sobre la barra, asustada y ver a Leone con escoba en mano tras aquella rata enorme, corriendo de un lado a otro, era lo más extraño que había visto en días, pero todos aquellos pensamientos, se borraron, cuando en un descuido, la pecosa se estampó a gran velocidad y fuerza contra ella.
No hace falta decir, que terminaron rodando hasta el pasillo y en consecuencia, aquella rubia termino con una raspadura en su frente, mientras que la peli azul, tan sofocada y sin una pizca de aliento después de que su estómago recibiera el impacto de la cabeza de Leone.

Pero el dolor en la frente de Leone ahora no importaba, pues ni corta ni perezosa, se levantó mirando de un lado a otro.

-¿Dónde está la rata?. Hablo con toda alarma.

-Déjala, ella no importa ahora. La peli azul hablaba mientras tocaba su estómago.

- Dios mío. Sadie se acerco a ellas. - ¿Se encuentran bien?. La rubia regordete las analizaba con preocupación.

Ambas se miraron con una sonrisa dolor y volvieron su mirada a sadie.

-Necesitamos ir a la enfermería.

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La enfermería era tranquila, habían algunos alumnos tratarán do picaduras de mosco u otro insecto, a decir verdad aquella sala estaba casi vacía y entre los escasos pacientes, se encontraban Johansson y Leone, recostadas en aquellas camillas.

-¿Qué te han dado Leone?. La peli azul habló sin quitar su vista del techo.

- Una pastilla y una venda en mi frente o casi lo olvido, también me dieron una paleta de fresa, ¿ y a usted Johansson?. Y al igual que la peli azul, su mirada permanecía en el techo.

-Te toco, la mejor, a mi me dieron una de piña y una pastilla para el dolor amarga y asquerosa.

Ambas soltaron una risilla y continuaron con alguna platica trivial durante un par de horas.

Esa tarde en la enfermería, Leone había olvidado por unas horas el temor a las personas en el campamento y Johansson había olvidado el coraje que había provocado el ver a la mujer que odiaba durante esa mañana.
Voces calmadas y viento fresco se vivían en aquella enfermería, la tranquilidad se vivía entre dos voces que se encontraban de manera dulce y atenta.

Quién lo diría, su segundo día de actividades y ya habían terminado en la enfermería y aunque quedasen tres días más, de alguna manera ellas sabían que podrían sobrevivir a ellos, siempre y cuando evitarán los incidentes.

Pero quien lo diría, aquel incidente se había convertido en una experiencia tan dolorosa y asombrosa.

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Una pequeña fogata había sido encendida esa noche por el club de manualidades, claro, esta vez no estaba solos, el club de música le hacían compañía, cantaban y contaban historias, a veces reían y otras se peleaban. Lo normal.

Lapis estaba completamente enfadada entre ellos, pero aún que aquella mujer se encontrara en ese lugar, ella sólo soportaba el coraje por sus hermanas, quienes estaban a su lado hablando y haciendole reír de vez en cuando.

No paso mucho para que su paciencia terminará y se alejara del lugar.

Camino lentamente, disfrutando de la brizna nocturna y atraída por un pequeño bosque que daba al final del campo escolar, se adentró con diversión, daba pequeños saltos entre los árboles, con tanto entusiasmo como un ñiño pequeño.
Y cuando finalmente los árboles terminaron y un campo enorme se encontró con sus ojos, Lapis corrió con alegría, pero paro en seco, cuando reconoció aquella figura recostada en varíe pasto, observando las estrellas con un espectacular brillo en sus ojos.

Cuando Lapis se acerco, su mirada azul se encontró con la esmeralda. Con un gesto amistoso por parte de las dos, la peli azul recostó su cuerpo a un lado de Leone.

Y mirando las estrellas, su alma se sintió tan ligera y calmada.
Se sorprendió cuando Leone volvió sus ojos a ella y sonrió tan dulce y cálida, una sonrisa que jamás había visto salir de aquel rostro pecoso.

Una sonrisa que no había recibido en mucho tiempo, una sonrisa como las que le ofrecía su padre.

Una sonrisa que terminó haciendo de su día uno espectacular.

Miro a Peridot y observó cada detalle de su rostro, con la misma mirada pidió permiso de tomar su mano y sin dudarlo Leone aceptó.

Lapis acerco sus manos entrelazadas a su pecho y con una voz suave llamó la atención de la rubia.























Muchas gracias Leone, prometo siempre tu sonrisa recordar.

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