Ese día, el clima se había vuelto loco, un calor infernal por la madrugada y al despertar, un frío intenso que parecía estar allí para osos polares en vez de humanos. Sin embargo tuve el suficiente valor para ir a clases.

A decir verdad, no amaba el sonido de la multitud, de hecho, amaba el silencio, el reflexivo momento de un lugar carente de voces. Sin embargo, esa mañana, el aula fría y silenciosa, me hicieron sentir extraña.

Y verla a ella mirando por la ventana sin decir alguna palabra, me hizo estremecer.

Recordé aquel colibrí que vi en un museo cuando era una niña. Su plumaje azul y rojo lo hacían ver hermoso.

Quizá porque realmente lo fue.

Quizá porque ya estaba muerto.

En cualquier caso, en ese entonces, la imagen frente a mi me hizo sentir realmente triste.

Y ahora, verla a ella, me estaba rompiendo el corazón.

Me estaba haciendo daño.

Pero yo la amaba.

Tal vez fue el sonido de mis zapatos contra la madera del piso lo que la hizo voltear. Quizá sintió mi presencia o sólo fue casualidad.

Pero allí estaba, con su cabello carente de azul, una sonrisa triste y lágrimas en sus hermosas mejillas.

"Estoy enamorada"

Supongo que mi mente no procesó diálogo alguno en un largo rato.

Mientras miraba el azul de sus ojos, mis pulmones se llenaron de oxígeno y solté un largo suspiro, lleno de dolor.

Tan lleno de mi.

Tan solitario.

Tan lleno de amor.

Y mientras la tocaba, mientras tomaba sus manos entre las mías, mientras todo desaparecía y el silencio se apoderaba de todo.

Cuando fuimos solamente ella y yo en el mundo.

Se lo dije.

"Te amo"

Sí, así es. Y lo siento.