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Cangrejo.

Lapis nunca se había sentido tan pequeña hasta esa mañana, cuando entre los pasillos un poco atareados reconoció la cabellera rubia de Leone y una melena blanca y larga sin ningún otro color que le opacara, la cuál se movía conforme a las acciones corporales de su dueña rubusta, una chica demaciado alta, quizá rozando los dos metros de altura y con una mosculatura realmente notable y parecía que su piel sufría de Vitiligo.

Y su mente le recordó "jasper, la hermana mayor de peridot".


Y Lapis nunca había sentido una mirada tan profunda sobre ella, cuando pasó cerca de aquellas dos hermanas.

Sabiendo que está no le pertenecía a Leone.


El día habia sido un poco lento, aquellos ojos azules se debatían en si seguir mirando por la ventana de aquel viejo salón o seguir admirando aquella nuca pecosa cubierta por algunos cabellos rubios.

Y de alguna manera sus ojos terminaron contemplando aquel cielo despejado.







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Era la primera vez que la rubia no asistía al club.


Era la primera vez que Lapis veía aquellos pinceles abandonados.


Pero sobre todo era la primera vez que Lapis deseaba escuchar la respiración calmada de Leone a su lado.


Probablemente Lapis se habría quedado hasta el anochecer, si no fuera por el sonido de algún grillo escondido en algunos de los rincones del aula.

Miro el reloj que colgaba de la pared y tal como lo imagino, habían pasado más de quince minutos desde que las clases habían terminado.


Guardo con calma los artículos de arte y tomando sus cosas salió de aquel lugar.










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Pensó que probablemente la mujer que se hacía llamar su madre aún estaría en casa, suspiro profundo mientras caminaba sobre la arena de la playa.

Había comenzado a frecuentar aquel lugar hasta el inicio del anochecer, hasta que su madre partiera al trabajo.


Aún quedaban algunos rayos de sol antes del atardecer, la temperatura aún no descendía, así que pensó en aliviar su tentación de sentir el océano y procedió a retirar sus zapatos escolares, para después repetir la acción con sus calcetines, camino en dirección a la arena humeda, se mantuvo firme y espero el pequeño oleaje.


Sonrió cuando el agua salada se abrió paso entre sus pies desnudos, continuó unos minutos cuando nuevamente un gruñido llamo su atención.


Camino en dirección al sonido y sinceramente se asustó un poco al ver a Leone plantada de rodillas frente aún cangrejo, uno el cual estaba en posición para atacar y justo cuando las pinzas de este se dirigían hacia los dedos finos de la rubia, Lapis por instinto jaló de la camisa de peridot para hacer la retroceder.


Maldición Leone, ¿en que diablos pensabas?.


La rubia aún en shock tomó rápidamente aquel cuaderno que traía en manos y se lo mostró a la peli azul.


Lapis se asombró un poco al ver tan detallado retrato de aquel cangrejo que había escapado.


Sólo dibujaba. La rubia señaló el cuaderno.


No debes acercar demaciado tu cuerpo a los cangrejos, si no fuera por mi tendrías uno o varios dedos hinchados en este momento.


Lapis suspiro con pesades.

Dando la espalda a Leone camino nuevamente en busca del mar y comenzó de nuevo.


¿Le gusta hacer esto Johansson?.


La rubia le contemplaba curiosa.


Si,  ¿ a ti no Leone?.


Nunca hice algo como esto, así que no podría contestar a su pregunta.


¿nunca ?, ¿aún viviendo durante años en este lugar?.


La rubia negó en silencio.


Quitatelos. La peli azul le miro fijamente. Los zapatos y calcetines.


Quizá fue por instinto, quizá fue por miedo o quizá fue por que aquellos ojos azules parecían querer penetrar su alma.

Relamente no lo sabía, lo único que podía hacer en estos momentos era obedecer y así lo hizo.


Sintió la arena tibia en las plantas de sus pies, picaba un poco, pero sinceramente no era tan desagradable.

Camino lentamente hacia el mar y paro en seco cuando estuvo a punto de llegar a un lado de la peli azul, estaba nerviosa, tenía miedo, nunca antes había hecho algo como esto.


Y justo cuando sus uñas viajaban a la Palma de su mano para poder rascar con fuerza la piel, la voz de Johansson se lo impidió.


Esta bien, no te pasará nada malo, tranquila.


La de cabellos azules hablaba sin despegar la vista del océano.


Y cuando la pecosa observó el perfil paciente de aquella chica, tenso un poco sus músculos y tomando el valor se plato a un lado de Lapis.


La pequeña oleada no tardó en presentarse, su cuerpo sintió un pequeño escalofrío y los dedos de sus pies se movieron un poco, cuando sintió el agua salada pasar sobre ellos.


Se asustó en la segunda vez, cuando el oleaje fue un poco más fuerte y le arrastró un poco, haciéndole perder al equilibrio y quizá su espalda se hubiese encontrado con la arena humeda, si no fuera por que la mano de Johansson sostuvo fuertemente la suya, para evitar que la caída sucediera.


Pasaron los segundos y sus manos aún estaban unidas, no había ninguna palabra.

Sólo dos chicas con un notable sonrojo en sus rostros.


Lapis se tenso cuando sintió un pequeño apretón en su mano por parte de la rubia, la cual trataba de luchar y mantener su equilibrio.


Lapis respondió al apretón y sonrió directamente a la rubia y aún que la pecosa no lo entendiera, Lapis trataba de hacerle sentir segura con esa sonrisa.

Y con una felicidad enorme peridot devolvió el gesto.



Quizá a peridot nunca le habían ofrecido esa sonrisa después de su madre.



Quizá Lapis nunca había tomado la mano de alguien más en protección.



Quizá ningún a había sostenido la mano de alguien más durante tanto tiempo.





Y quizá, sólo quizá...




















Sus corazones nunca habían sentido tanta paz, como en ese momento.


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