No sabe el porque, de hecho la toma por sorpresa, pero ya está allí y ella está a su lado. No se ha enterado de cuando llegaron, sólo sabe que es su habitación, que las estrellas han llenado el cielo y la luna es su única luz.

Y la verdad, es que no importa, a ninguna le importa en realidad, sólo están ahí, mirándose fijamente. Sus corazones están tranquilos y cálidos. Leone no siente ningún rechazo a la situación, tampoco a las caricias de Lapis en sus mejillas. En realidad, el cuerpo de Lapis sobre su regazo le parece acogedor, incluso su cama se siente más cómoda de lo normal.

Ella la mira fijamente, mirá la silueta de Lapis desde abajo, bañada por la luz de la luna, con su cabello casi castaño, volviéndose cada vez más pálido con el contraste de la luz. Sus ojos azules permanecen unidos a los de ella, con una sonrisa suave, todavía acariciando las mejillas de Peridot.

Es hermosa. Peridot piensa que Lapis es hermosa, lo piensa una y otra vez, hasta que su mente se llena de Lapis.

Entonces la toca, sus manos van a la cintura de Lapis. La morena da un pequeño salto, quizá por la sorpresa, quizá por lo bien que se siente el agarre de Leone.

-Tengo la suficiente fuerza para quitarte de encima - Peridot habla - pero ahora, con la luz de la luna iluminando tú silueta - su agarre se vuelve más fuerte - pienso que eres hermosa - se inclina un poco hacia delante y su e sus manos has las mejillas de Lapis - tanto, que mi corazón duele.

Lapis la mira, siente la calidez de las manos de Peridot, cierra sus ojos, un pequeño cosquilleo en su vientre la ha despertado, sabe lo que es, pero no siente que sea lo correcto, no ahora.

- Estoy luchando - Finalmente habla - no quiero dejar de sentirte - Lapis se inclina también - quiero tocarte - besa lentamente los labios de Peridot - quiero que me toques.

Peridot la besa esta vez, un beso duro, lento y apasionado. Tan amoroso y caliente, que Lapis se sorprende. Siente que flaquea, siente que posara todo su cuerpo sobre Leone y de alguna manera, peridot lo entiende, así que toma la cintura de Lapis en medio del acto y lentamente la baja, hasta que se Lapis se abre y sus piernas se colocan en cada lado de la cintura de Leone.

Y es ahí cuando lo siente, es caliente, siente el interior de Lapis caliente.

Su vientre también ha dado un par de tirones, Leone lo sabe, no es como si no lo haya experimentado antes, lo ha hecho, lo ha sentido. Así que ella también se siente caliente.

Así que la misma pregunta invade la mente de ambas. "¿Está bien en este momento?"

Y como muchas cosas en el mundo, aún no hay una respuesta, ninguna la tiene. Pero no se siente como sí estuviese mal o bien, sólo lo disfrutan y deciden ir un poco más lejos, sólo un poco, sólo para calmar el momento.

Entonces, sus labios se abren un poco, el sabor de las malteadas aún se siente en sus alientos. Sólo se aventuran, con sus lenguas encontrándose tímidamente, se rozan, se retan un poco al principio, entonces, cuando se pierden en el amor del momento, se enroscan, moviendo sus lenguas en una danza perezosa y de alguna manera, intensa.

Tal vez no se han dado cuenta, pero el calor del momento las ha dominado. La falda de Lapis ha quedado un poco por encima, su muslo derecho casi expuesto. El pecho de Peridot se levanta con cada respiración, es pesado y denso, la camisa, pronto dejará expuesta su piel por completo, los dedos de lapis siguen con cada botón de la camisa arrugada.

Lapis siente, de pronto, un intruso bajo su blusa, la mano de Peridot se aventura en la línea de su espalda, acariciando, tocando y amasando un poco la piel de Lapis.

Y así comienzan los movimientos, sus caderas se mueven lento, armonioso y dulce, un poco lacivo en ocasiones. Quieren más, quieren tocar aún más, sentirse, volverse uno.

De pronto, el sonido de la puerta principal cerrándose las detiene, la usual voz de la madre de Peridot anunciando su llegada, las hace parar.

Y sin embargo no hay molestia, a ninguna le parece molesto, sólo se miran y sonríen. Como si tratarán de demostrar todo el amor que se tienen.

Así que se acomodan en la cama, una frente a la otra. Deciden no continuar y permanecen así, en silencio.

Sólo sonriendo.

Sólo admirando.

Sólo amando.