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christmas special

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—¡Papá! ¡Papá!— un Jeno de ocho años llegó a él corriendo y él se obligó a dejar la máquina de coser que Jaehyun le había regalado en su aniversario, de lado para sentarlo en su regazo.

—¿Qué pasa, bebé?— cuestionó pasando su mano por las hebras oscuras de su pequeño.

—¡Ya le escribí mi carta a Santa!— dijo y agitó una hoja de papel frente a sus ojos, una de la que recién se percataba que tenía en sus manitos.

—Oh, ¿En serio? ¿Y qué le pediste?

—¿Recuerdas esa máquina que vimos en la juguetería? ¡Quiero esa! ¡Es para ayudarte! ¡También esa pista de carreras! ¡Hay nuevos modelos de carritos!— su pequeño saltó en sus piernas, contándole con emoción todo lo que había escrito en su carta, no vió necesidad de leerla.

—¡Jen! ¡Eso es muy bueno! ¡Haremos mucha ropita juntos!— habló conmovido con el deseo del menor, besó su frente y mejillas. —Le diremos a papá Jaehyun cuando llegue a ver si nos ayuda a hacerle llegar esa carta a Santa, ¿Si?— el pelinegro menor asintió frenéticamente y el volvió a besar sus mejillitas. —Ve a jugar, debo terminar esto porque la señora Lee es muy pesada, ¿No crees?

—¡Si! ¡No me gusta! Esa señora siempre me dice que me va a comer a besos, ¡Es terrorífica!— se quejó el pequeño frunciendo su ceño antes de volver a la mesa donde dibujaba y jugaba.

Él rió y volvió a su trabajo.

—¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! ¡Le escribí mi carta a Santa! ¡Papá Doyo dijo que nos ayudarías a dársela! ¡¿Si lo harás?!— el niño saltó alrededor de Jaehyun apenas le vio cruzar la puerta. El castaño rió, deshaciéndose de sus zapatos, acomodándolos en la entrada y poniéndose sus pantuflas. Colgó su saco y cargó a su hijo.

—¡Por supuesto! ¡Yo también le debo dar mi carta a Santa!— exclamó caminando a la cocina sin bajar al niño.

—¡¿Qué le pediste?!

—Estar con ustedes siempre, ahora, ¿Dónde está papá Doyo?— tomó el vaso de agua que se había servido de un trago.

—Está acostado, le entregó el vestido hace un rato a la señora Lee y está cansado porque la señora Lee es muy pesada.— Jaehyun caminó cuando escuchó a su hijo y se detuvo cuando terminó de hablar.

—Jung Jeno, ¿Qué te he dicho de decirle así a la señora Lee? Ella es muy amable con nosotros.— el alto retomó su camino.

—¡Pero es verdad! ¡Además papá siempre lo dice!— entró a la habitación y observó a su esposo acostado con su celular en manos.

—Hola, cielito.— el pelinegro mayor saludó sonriendo y batiendo sus pestañas.

—Hola, ¿Qué te dicho de decirle pesada a la señora Lee?

—¡Jaehyun! ¡Esa señora es una falsa! ¡La vecina de enfrente la ha escuchado hablar de nosotros!— el bajo se quejó sentándose en la cama.

—¿Cómo puedes confirmar eso?— tomó asiento a su lado. —la vecina de enfrente puede estar mintiendo.

—Silencio, solo lo sé.— dijo con un puchero que poco después el mayor besó.

Doyoung sonrió y le devolvió el piquito, abrazándolo.

—¡Ugh! ¡Qué asco! ¡Ya van a empezar!— el niño que se había quedado sin decir nada exclamó. —¡Bájame! ¡Bájame! ¡No los quiero ver haciendo sus cochinadas!— Jeno salió corriendo de la habitación tan pronto como vió la oportunidad.

—¡Ya, Jung Jeno! ¡Respeta!— Jaehyun regañó aguantándose una risa.

Doyoung rió y dejó su cabeza descansar en el pecho ajeno.

—Jeno pidió una máquina de coser de juguete y una pista de carreras, dijo que me iba a ayudar a coser.— sonrió por el reciente recuerdo.

—Ustedes dos algún día me matarán de ternura, pero me hacen feliz así que todo está bien.— el mayor rió apretando sus brazos alrededor del cuerpo del más bajo. —¿Sabes que pedí yo?— el pelinegro negó. —Estar siempre con ustedes.

—Te adoro mucho, mucho, mucho.— Doyoung lloriqueó besando el pecho de su esposo para luego alzar la cabeza y besar sus labios. —ese es también mi deseo, pero también hay que dar gracias así que siempre agradezco tenerlos todos los días en mi vida.

—¿Cómo es que me haces tan feliz solo con abrir esa boquita tuya, ah?

—Un mago nunca revela sus secretos, cariñito.— besó la mejilla ajena con amor.

—¡Jeno! ¡Te dije que te vistieras! ¡¿Acaso quieres que los abuelos te vean desnudo como la otra vez?!— Doyoung entró en la habitación del niño, frunciendo su ceño cuando lo vio jugando.

—¡No! ¡Todo menos eso!— el niño dejó tirado su avión y corrió hacia su armario para buscar el atuendo que el pelinegro había hecho y preparado para él.

—Cuando vuelva te quiero ver vestido, ¿Eh?

—¡Está bien! Ya verás que no tardo, papi.— el menor aseguró y el sonrió antes de salir del cuarto.

Doyoung caminó hacia la oficina que tenía la casa y abrió la puerta, encontrándose a Jaehyun envolviendo los regalos.

—Te dije que lo hicieras ayer, ¿Por qué no me escuchas?

—Lo siento, amor, ayer se me olvidó porque tuve que ir a lo de Johnny a buscar el regalo que tenía para Jeno.— se disculpó y el menor se encogió de hombros, quitándole importancia.

—Por cierto, esta mañana tus padres vinieron a dejar regalos para Jeno, los escondí en la gaveta del escritorio.— informó acercándose al alto y abrazándolo por la espalda.

—Oh, si los ví, ya los envolví. Mis padres dijeron que cuando fueron al cuarto de Jeno a saludarlo lo vieron desnudo, ¿Alguna explicación?

—No se quería vestir, le dije siete veces, ¡Siete! Que se vistiera porque los abuelos vendrían pero él seguía contestando que "aún falta"— hizo comillas con sus dedos. —ahora está tan avergonzado que seguramente ni les quiera ver las caras.— el más bajo se carcajeó cubriendo su boca.

—No puede ser.— Jaehyuo rió junto a él, dejando un rato de lado su tarea.

—Oh, también dejaron algo de comida para esta noche, estoy feliz de saber que no tuvimos que comprar ese pavo porque no sabemos hacerlo.

—Son padres, es obvio que están preparados.— el mayor sonrió y acarició el dorso de su mano antes de seguir con su tarea, en la cual menor le ayudó con el último juguete.

Jaehyun arreglaba la camisa de Doyoung cuando escucharon el timbre.

—Jeno-ah, deben ser los abuelos, ve a abrirles, por favor.— el más alto en la habitación musitó y el niño se arrastró de la cama de sus padres hasta el suelo.

—Papáaaaaa, no puedo, en serio no puedo.— el menor arrastró las palabras, sus mejillitas gorditas siendo adornadas por un ligero rosa.

—Anda, papá Doyoung te había dicho que te vistieras y desobedeciste, agradece que Santa no canceló tus regalos cuando Doyoung le comentó lo que pasó.

—Papáaaaaaa, ¿Por qué le dijiste a santa?

—Nono, anda a abrirle a los abuelos, anda, ¿Quieres que le cuente a santa como volviste a desobedecer?

—¡No! ¡No hace falta porque ya voy!— el niño corrió escaleras abajo donde se encontró con sus abuelos. —¡Abuelitos!— escucharon desde la habitación y rieron por eso.

Luego de unos minutos en los que habían terminado de arreglarse, se dignaron a bajar al encuentro con los padres del alto.

—Buenas noches— ambos saludaron aún cuando no habían terminado de bajar las escaleras, Doyoung estaba enganchado al brazo de Jaehyun y ambos sonreían. Observaron como Jeno dejaba de contar que había pedido completamente tímido y como los señores Jung, quienes miraban al niño enternecidos, se pararon del sofá con el fin de saludarles de vuelta.

Cuando estuvieron frente a los mayores, Jaehyun pudo sentir los brazos de la pelinegra rodeándolos.

—¡Hijo!— el castaño correspondió el abrazo.

—Es lindo volver a verlos, aunque los vi esta mañana, Jaehyun no los ve hace... ¿Un mes? ¿Dos?— el bajo habló hacia el padre de su esposo sin alzar mucho el tono de su voz, no queriendo perturbar la escena que veía. —Jae ha estado ocupado últimamente, sobretodo ahora que Taeyong hyung lo ascendió, pero estoy orgulloso.

—Oh, eso es fantástico y si, de no ser por navidad probablemente no nos veríamos en otro mes.— el de canas bromeó y el rió.

—Eso no haría falta, ¡Yo mismo lo obligaría a no trabajar! ¡Hasta me quejaría con Taeyong hyung! No puede llevarse a mi esposo por siempre, ¿Cierto?

—Total.— musitó su suegro antes de hacerle una seña y acercarse al castaño y a la mujer con una sonrisa.

Después de un rato de larga charla y habladurías donde Jaehyun obligó a su hijo a participar, se dispusieron a cenar y entre el sonido de los cubiertos chocando contra los platos de porcelana siguieron una conversación que parecía no tener fin, cambiando de tema cada dos por tres. Jeno deseó que sus primos hubiesen ido, pero dos de ellos estaban con la familia de su tía. Se preguntó si Santa le traería ese regalo que no le dijo a sus padres porque le daba más vergüenza que el que sus abuelos le hayan visto sin nadita de ropa.

Cuando terminaron de cenar, la atención se vio en el niño porque se veía aburrido y se suponía era un día donde disfrutara, jugaron junto a él.

Tic, tac.

Los adultos se miraron las caras cuando el reloj dió las doce.

—Jeno, amor, ya es tarde, vamos a ponerte el pijama para que duermas.— Doyoung se acercó a su pequeño hijo ya no tan pequeño y le tendió la mano.

—Yo quería esperar a Santa, ¡Yo sería la primera persona en verlo!— el niño se quejó pero aún así tomó su mano.

—Lo siento, cielo.— el mayor le sonrió.

Estando en la habitación del pequeño pelinegro, quitó la ropa que le había puesto y la dobló, buscando su conjunto de pijama de Spiderman porque era su favorito. Lo acostó y lo arropó.

¿Por qué papá me sigue viendo como si esperara algo? El menor se cuestionó mentalmente antes de que la puerta se abriera bruscamente, pasó desapercibido el suspiro aliviado del mayor porque:

—¡Jeno-ah! ¡Santa acaba de dejar tus regalos!— su abuelo quien nunca era muy expresivo se veía tan emocionado que no lo pensó mucho cuando quitó la desde ese momento, molesta cobija.

—¡¿Qué?! ¡No! ¡Santa espérame! ¡No te vayas!— el niño salió disparado de la habitación y bajó las escaleras corriendo, también escuchó a su papá Doyoung decirle que tuviera cuidado.

Estando en la sala, viendo cajas de regalos bajo el árbol, su padre más alto sudado como si hubiese hecho una carrera con su pecho subiendo y bajando continuamente.

—¿Y santa?

—Oh, hijo, el realmente estaba muy apurado, dijo que le tenía que dar regalos a los demás niños y que le hubiese gustado quedarse más tiempo porque te quería conocer, pero dejó tus regalos, ¿Por qué no los abres?— no muy conforme con que el señor mayor rechoncho se haya ido, se dirigió a abrir sus regalos.

Quitó el papel que envolvía sus regalos con emoción, saltó alegre con la caja de la pista de carreras en sus manos,  era una caja algo grande pero delgada, tal como lo imaginó. Agitó con cuidado otra caja y supo que Santa si le había llevado esa maquinita de coser. También le había traído ropa que era muy, muy parecida a la que sus abuelos le daban en su cumpleaños, tal vez fueron a la misma tienda.

Aunque faltó ese regalo que no le dijo a sus padres y eso le desanimó un poco, se dijo a sí mismo que puede que no sea así de fácil conseguirlo.

Luego de un rato sus abuelos dejaron la casa.

—Bebé, ¿te gustaron los regalos que te dejó Santa?— su papá Jaehyun le preguntó sentándose junto a él en la cama después de haberlo arropado con ayuda de su otro papá.

—¡Si! ¡Mucho! Faltó algo, pero no importa, Santa se esforzó mucho este año.

—¿Qué faltó, cariño?— el bajito cuestionó, pasando sus manos por los hombros del mayor hasta unirlas en el pecho de este.

—No... Papá, ¿Los hermanitos son muy difíciles de conseguir? Le escribí eso a santa, pero si él no trajo uno debe ser realmente difícil, ¡Nunca he visto uno en las tiendas!

Jaehyun volteó a ver a su esposo, quien dejó de abrazarlo para secar sus manos de repente sudadas, en su pantalón, riendo medio nervioso.

Doyoung, aunque estaba verdaderamente cansado, no podía dormir y daba vueltas en la cama. Se pegó a Jaehyun, quién estaba dándole la espalda.

—Mi amor, ¿Estás dormido?— murmuró pasando uno de sus brazos por la cintura del mayor, abrazándolo.

—¿Hmm?— adormilado, Jaehyun se volteó hacia el lentamente. —¿Ocurre algo, cielo?

—Yo... Lo que dijo Jeno, conmigo no podemos...— el castaño besó sus labios, presionándolos, acariciando sus mejillas con sus manos grandes.

—Amor, hay muchos lugares, mágicos, donde hay muchos niños, centros de adopción le dicen, ¿Sabías?— el mayor musitó con dulzura, como si le hablara a un pequeño niño.

—Pero, ¿Y si...?

—Y si nada, ¿No quieres tener a un nuevo integrante en la familia?

—¡Por supuesto que quiero!— exclamó medio indignado. —Es solo que, pero ah, ya sé que no tiene nada de malo, pero siendo una pareja de hombres, aún me genera algo de inseguridad.— mordió su labio inferior y se pegó al mayor, abrazándolo fuerte.

—Entiendo, cielo, pero eso no va a ser impedimento, no ahora, ya verás como en cualquier momento tendremos a otro bebé al que criar y que nos diga papás.— besó sus labios, cariñoso, antes de volver a rodear el pequeño cuerpo ajeno, enterrando sus nariz en los cabellos oscuros del menor. —Ahora durmamos, mi pequeño bebé.

—Te amo, Jaehyun, mucho.— el bajito besó el pecho del nombrado.

—Yo a ti, Doyoungie, buenas noches, duerme bien.

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