Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

v e i n t i s e i s | Problemas emocionales 🖤

El entrenador Dong entró a los vestidores cuando aún nos estábamos cambiando para el partido. Nos dio un gran discurso motivador sobre que lo debíamos de dar todo en este primer juego de la temporada de básquet, nos dijo que creía en nosotros y en el capitán, quien era el responsable de llevarnos —mejor dicho, llevarlo a él— a la victoria este año, aunque nosotros sepamos que tal vez solo llegaríamos a cuartos de finales como cada año. Luego, su sonrisa de padre orgulloso se esfumó y se volvió serio para decirnos:

—De ustedes depende que me renueven el contrato el siguiente semestre —nos señaló a todos con el dedo—. Si no ganan, los haré morder el polvo y limpiar el piso con su sangre.

Todo el equipo sabe que eso es totalmente falso. A pesar de fingir ante los demás, mayormente a los nuevos, un temperamento de hombre promedio que ha ido a la guerra con varios traumas, sabemos que si no ganamos, el entrenador llorará y nos dará un discurso motivador para sentirse mejor. Este discurso siempre termina en un “los quiero muchachos, son mis hijos”.

Ahora, con respecto al tema de su contrato laboral, de eso no tenemos idea.

Por mi lado, termino de amarrarme las agujetas de las zapatillas y reviso una última vez mi celular. Soo-hyun me envió un mensaje con una foto adjunta para mostrarme que ya se encontraba con Jisung, Sol, Songyi, Hobi y Se-young. Sol y Soo posan haciendo la mitad de un corazón cada una; Hobi y Se-young están sentados juntos y asoman la cabeza para posar con el símbolo de paz cerca de sus ojos y con una gran sonrisa; mientras tanto, Jisung es el que toma la selfie y alza un pulgar arriba. Tal vez Minji y Chang-gyu ya están con ellos también, pero la castaña no los ha querido añadir a la foto.

Respondo a su mensaje con corazones rojos y una carita tierna antes de guardar mi móvil en la mochila.

Quienes sé que también están aquí son mis padres. Papá podrá ser muy estricto conmigo hasta tal punto de golpearme, pero de algo que se siente un poco orgulloso de mí es que del hecho que practique un deporte. En su juventud, él era un deportista sin igual; según mamá, en la universidad estaba en casi la mayoría de equipo de la facultad de derecho y era uno de los más aclamados. Así que, sí, por lo menos se siente orgulloso de mí al practicar básquet y ser bueno en ello.

Woo-hee contra todo pronóstico está aquí también. Ella es muy temerosa de salir a la calle, el hecho de reunirse con desconocidos le aterra mucho y le pone en un estado de inseguridad. Con ella, cada inicio de clases es un martirio a pesar de que con sus compañeras ya se conozca y la mayoría de maestras también la han visto. De todos modos, soy su persona favorita y es capaz de todo para estar conmigo apoyándome, al igual que yo lo hago con ella.

Me levanto del banco y empiezo a hacer algunos estiramientos mientras observo a mis compañeros. El ambiente en el vestidor está cargado de una mezcla de nerviosismo y anticipación. Aunque la presión que nos pone el entrenador Dong parece inverosímil, todos sabemos que el primer partido de la temporada siempre marca el tono para el resto del año.

El capitán, Jin-ho, termina de hablar con el entrenador y se dirige a nosotros. Su mirada es decidida, y su voz suena fuerte y clara cuando dice:

—Chicos, este es nuestro momento. Sabemos lo que podemos hacer, hemos entrenado duro para esto. No vamos a dejar que nada ni nadie nos detenga. Vamos a salir ahí y demostrarles de qué estamos hechos. ¡Vamos equipo!

Las palabras de Jin-ho logran levantar el ánimo. Todos nos ponemos de pie, algunos chocando los cinco, otros ajustando las últimas partes de su uniforme. Nos dirigimos hacia la puerta del vestuario, listos para enfrentar el desafío.

Al salir al pasillo, puedo escuchar el murmullo del público que ya ha comenzado a llenar las gradas. Los sonidos familiares del gimnasio me envuelven y me ayudan a enfocarme. Mientras caminamos hacia la cancha, no puedo evitar buscar entre la multitud los rostros conocidos.

Allí están mis amigos, agitando sus brazos y sonriendo emocionados. La presencia de mis padres también es reconfortante, aunque sé que mi papá siempre tendrá una crítica lista para después del partido, pero ver a Woo-hee en las gradas es lo que realmente me da fuerzas. Su presencia significa más de lo que ella misma se da cuenta, y le devuelvo una sonrisa antes de girarme hacia la cancha.

Tomamos nuestras posiciones, y el árbitro se prepara para lanzar la pelota al aire. Este es el momento que todos hemos estado esperando. Las luces brillan intensamente sobre nosotros, y el ruido del público se desvanece mientras me concentro en el juego. La pelota sube y todo comienza.

El balón se eleva en el aire y, como en un instante congelado, todas las tensiones y expectativas convergen en ese pequeño objeto esférico. Jin-ho salta con fuerza, ganando el salto inicial y mandando la pelota hacia mí. La atrapo y, de inmediato, me muevo hacia la línea de ataque.

El equipo contrario, los Bulldogs, ya están en formación defensiva. Son conocidos por su agresividad y rapidez, pero nosotros hemos practicado para este momento. Lanzo el balón a Tae-min, nuestro escolta, que se desplaza ágilmente hacia la derecha. Tae-min hace un amague y pasa el balón a Min-jun, nuestro alero, quien se encuentra en una buena posición para tirar.

Min-jun no se lo piensa dos veces y lanza un tiro limpio desde la línea de tres puntos. El balón vuela con una precisión perfecta y atraviesa la red sin tocar el aro. ¡Triple! El público estalla en vítores y la energía en el gimnasio se eleva.

Los Bulldogs no pierden tiempo y rápidamente pasan a la ofensiva. Su base, un jugador rápido y astuto, intenta avanzar, pero Jin-ho y yo formamos una barrera que lo obliga a retroceder. La presión defensiva es intensa y los obliga a cometer un error: un pase errático que intercepta Tae-min. Sin perder un segundo, Tae-min avanza en contraataque y, con una agilidad impresionante, se zafa de su defensor y clava una bandeja.

El marcador ahora nos favorece, pero sabemos que no podemos relajarnos. Los Bulldogs vuelven a la carga, decididos a recuperar terreno. Su pívot, un jugador alto y robusto, se posiciona bajo el aro y recibe un pase perfecto. Trata de lanzar, pero Jin-ho y Min-jun saltan para bloquearlo. El balón rebota y cae en mis manos. Con rapidez, empiezo otro contraataque.

Paso el balón a Ji-hoon, nuestro ala-pívot, que corre a mi izquierda. Ji-hoon recibe el pase y, tras un dribleo rápido, lanza el balón a Jin-ho que ya está bajo el aro contrario. Jin-ho hace un giro elegante y encesta con una clavada espectacular. El gimnasio se viene abajo con los aplausos y gritos de emoción.

A medida que avanza el primer cuarto, mantenemos la ventaja, pero los Bulldogs no se rinden. La intensidad del juego aumenta y ambos equipos luchan ferozmente por cada punto. Cada vez que siento la presión del partido, miro hacia las gradas y encuentro a Woo-hee, que me da la fuerza para seguir adelante.

El reloj marca los últimos segundos del primer cuarto. Con el balón en nuestras manos, orquesto la última jugada. Paso a Tae-min, que se abre camino entre los defensores. Veo una oportunidad y corro hacia el aro, recibiendo un pase perfecto. Lanzo un tiro en suspensión justo antes de que suene la bocina.

El balón entra limpiamente y el público estalla una vez más. Terminamos el primer cuarto con una ventaja sólida, pero sabemos que la verdadera batalla apenas comienza. Nos dirigimos al banco para recibir las instrucciones del entrenador Dong, listos para enfrentar el siguiente asalto con la misma determinación y pasión.

Regreso a ver por un momento a mis amigos. Soo-hyun se encuentra sonriendo y con sus brazos entrelazados entre Jisung y Sol. “¡Eres muy bueno!”, es lo que leo de sus labios. Como respuesta, le guiño un ojo antes de sonreír; luego, me dijo en Woo-hee y le lanzó un beso al verla aplaudiendo parada sobre su asiento mientras que mi madre la sostiene de la cintura.

El entrenador Dong nos recibe con una mirada que mezcla satisfacción y concentración. Mientras nos sentamos en el banco, toma un momento para darnos un respiro y permitirnos hidratarnos. Luego, con un tono firme pero alentador, comienza a hablar.

—Bien hecho, muchachos, hemos empezado con buen pie —dice, mientras señala la pizarra con nuestras estadísticas—. Pero recuerden, esto es solo el primer cuarto. Los Bulldogs no van a rendirse fácilmente. Debemos mantener nuestra intensidad y concentración. En defensa, quiero ver más presión en la línea de pase. No les den espacio para respirar.

Dong se gira hacia Jin-ho y Min-jun específicamente.

—Jin-ho, asegúrate de seguir controlando la pintura. Min-jun, tu puntería está en llamas, sigue buscando esas oportunidades de tres puntos, pero no te olvides de mover el balón si estás cubierto.

Luego, se dirige a mí.

—Y tú, sigue distribuyendo el balón como lo has hecho. Confía en tus instintos y mantén la calma. El liderazgo es clave ahora mismo.

Asentí, sintiendo la responsabilidad y la confianza que el entrenador depositaba en mí. Con el equipo reagrupado y las instrucciones claras, nos levantamos del banco listos para encarar el segundo cuarto.

El sonido del silbato nos llama de vuelta a la cancha. Los Bulldogs han ajustado su defensa, presionándonos más en la línea de tres puntos y cerrando nuestras opciones de pase interior. Pero estamos preparados. Con una serie de pases rápidos y movimientos precisos, conseguimos mantener la posesión del balón.

En una jugada clave, Tae-min recibe un pase y penetra hacia la canasta. Los defensores convergen sobre él, dejándome libre en el perímetro. Tae-min lo nota y me pasa el balón. Lanzo un tiro de tres puntos con confianza. El balón vuela, y aunque los defensores tratan de llegar, entra limpiamente en la red. El público vuelve a estallar en vítores.

El juego sigue con intensidad. Los Bulldogs anotan un par de canastas rápidas, reduciendo nuestra ventaja. Pero no perdemos la compostura. Seguimos ejecutando nuestras jugadas con precisión y manteniendo una defensa férrea. Jin-ho y Min-jun continúan dominando bajo el aro, mientras que Ji-hoon y Tae-min aseguran los rebotes y distribuyen el balón eficientemente.

Cada vez que tengo oportunidad, lanzo una mirada rápida hacia las gradas. Ver a mis amigos y familiares animándonos me da un impulso extra. Woo-hee sigue aplaudiendo y vitoreando con entusiasmo, y mi madre se une a ella, demostrando su apoyo incondicional. Mi padre, aunque serio, asiente con aprobación cada vez que hacemos una buena jugada.

En los últimos minutos del segundo cuarto, el marcador sigue a nuestro favor, pero la diferencia es mínima. Los Bulldogs no ceden, y nosotros tampoco. Con una última jugada antes del medio tiempo, logramos anotar nuevamente, esta vez con una espectacular clavada de Jin-ho tras un pase perfecto de Tae-min.

El silbato suena indicando el final del segundo cuarto. Nos dirigimos al vestuario para el descanso de medio tiempo, agotados pero motivados. Sabemos que la segunda mitad del juego será aún más dura.

Tras la puerta de los vestidores aparece la cabeza de una chica con cabello castaño. Tiene unos ganchos dorados de mariposa y su rostro está adornado con un maquillaje ligero de tonos melones. Unos chicos empiezan a silbar y yo solo me acerco para encontrarme con Soo-hyun.

—No puedes estar acá —le digo, llevándomela lejos de la puerta de los vestidores.

—Bueno, quería verte para felicitarte. ¡Esos tiros fueron asombrosos! —exclama ella—. También vi a tu padre con tu mamá y tu hermana. Ella es muy linda, me gusta el vestido que tiene. Me saludaron. A tu papá le dio mucho gusto verme, aunque a tus amigos no.

Ruedo los ojos por los prejuicios que tiene aún mi papá sobre mis amigos. Ojalá llegue el día que los pueda conocer mejor.

—Te traje agua por si quieres un poco —acepto la botella que me ofrece y me acerco para besarle la cabeza.

Apenas ha pasado unos días, dos semanas, desde que Soo-hyun y yo hablamos en su casa. Es cierto que en la fiesta de Halloween de Songyi pasaron algunas cosas entre nosotros que preferimos fingir que no pasó. Borramos esa noche de nuestras mentes y ahora estamos actuando como preadolescentes cuando están con la persona que le gusta.

Algo que me he dado cuenta de Soo es que se sonroja muy rápido, y, a diferencia de lo que pensé, es muy receptiva cuando le doy muestras de cariño a escondidas de los demás. Cuando estamos frente a nuestros amigos, ambos sí tomamos distancia y tratamos de no ser tan obvios; aunque con lo que pasó en Halloween, lo digo otra vez, pues... Hasta ellos se dan una idea de lo que pasa.

Soo-hyun se ruboriza con mi gesto, pero me devuelve una sonrisa cálida. Sus ojos brillan con entusiasmo y orgullo, algo que me llena de energía para lo que viene.

—Gracias por el agua, Soo. De verdad, gracias por estar aquí —le digo, tratando de transmitir todo lo que siento en esas palabras. Ella asiente y me toma la mano por un breve instante antes de soltarla.

—Vamos, debes volver con el equipo. No quiero que te metan en problemas por mi culpa —responde ella, dándome un empujoncito suave hacia los vestidores.

Me despido con una última sonrisa y regreso al vestuario, donde el entrenador Dong ya está preparando su discurso para el medio tiempo. Mientras me uno a mis compañeros, el entrenador nos mira con esa mezcla de orgullo y seriedad.

—Bien, muchachos, estamos haciendo un gran trabajo, pero no podemos aflojar. Los Bulldogs están luchando con todo lo que tienen, y nosotros debemos mantener nuestra intensidad y concentración. Vamos a seguir trabajando en nuestra defensa. Jin-ho, Min-jun, mantengan la presión bajo el aro. Tae-min y Ji-hoon, sigan moviendo el balón rápido y busquen esas oportunidades de tiro.

El entrenador se detiene un momento y nos mira a todos, uno por uno.

—Recuerden, este juego no se gana solo con habilidades, sino con corazón y determinación. Quiero que salgan ahí y jueguen como el equipo que sé que son. ¡Vamos a ganar este partido!

Las palabras del entrenador resuenan en el vestuario y todos sentimos una renovada determinación. Tomamos un breve descanso para hidratarnos y recuperar el aliento antes de regresar a la cancha. El ambiente en el gimnasio sigue siendo electrizante, con los espectadores animando sin cesar.

El tercer cuarto comienza y los Bulldogs salen con más agresividad que antes. La intensidad del juego se eleva y cada posesión se convierte en una batalla feroz. Nuestra defensa se mantiene sólida, y aunque ellos logran anotar algunos puntos, nosotros respondemos con igual determinación. Jin-ho continúa dominando bajo el aro, bloqueando tiros y asegurando rebotes cruciales, mientras que Tae-min y Ji-hoon manejan la ofensiva con destreza.

En una jugada crucial, logro interceptar un pase y corro hacia el aro contrario en un rápido contraataque. Veo a Min-jun abierto en la esquina y le paso el balón. Min-jun se prepara y lanza un triple que entra limpiamente, aumentando nuestra ventaja y desatando una ovación del público.

Los Bulldogs no se dan por vencidos y siguen presionando. Su base, un jugador rápido y hábil, penetra nuestra defensa y anota una bandeja complicada. Sin embargo, respondemos de inmediato con una jugada bien coordinada. Tae-min dribla hábilmente y pasa a Jin-ho, quien realiza una impresionante clavada, elevando la emoción en el gimnasio.

El cuarto final se acerca y la tensión es palpable. Cada punto cuenta, y ambos equipos luchan con todo lo que tienen. Mientras el reloj avanza, mantengo mi enfoque, consciente de la importancia de cada jugada.

Con solo un minuto en el reloj y una ventaja mínima, el entrenador Dong pide un tiempo muerto. Nos reunimos para discutir la estrategia final.

—Mantengan la calma y jueguen inteligentemente. No dejemos que ellos dicten el ritmo. Controlen el balón, usen el reloj a nuestro favor y asegúrense de tomar buenas decisiones —dice el entrenador, su voz firme pero tranquilizadora.

Volvemos a la cancha para el último minuto del juego, conscientes de que todo se decide ahora. Tomo una respiración profunda y miro a mis compañeros. La conexión entre nosotros es fuerte; sabemos que hemos trabajado duro para llegar hasta aquí.

Los Bulldogs intentan una última ofensiva, pero nuestra defensa aguanta firme. Logramos forzar un mal tiro y asegurar el rebote.

De reojo, veo un tumulto en la sección donde están mis padres y Woo-hee. Al principio, no entiendo qué está pasando, pero luego, la realidad me golpea como un mazazo: Woo-hee está convulsionando. La veo retorciéndose en su asiento, su pequeño cuerpo sacudido por espasmos incontrolables. Mi padre está desesperado, con el teléfono en la mano, probablemente llamando a una ambulancia.

El balón que sostenía se me escapa de las manos, y el sonido del público se desvanece en el fondo. Todo lo que puedo oír es el latido ensordecedor de mi corazón. Sin pensarlo, abandono la cancha y corro hacia las gradas. Los murmullos y exclamaciones de la multitud se sienten distantes mientras atravieso la pista, ignorando los gritos de mis compañeros y del entrenador Dong.

—¡Woo-hee! —grito desesperado, abriéndome paso entre la gente que se agolpa alrededor de mi hermana.

La multitud, confundida y preocupada, se aparta ligeramente, pero no lo suficiente. Empiezo a empujar a la gente con más fuerza, gritando con toda mi alma:

—¡Apártense! ¡Déjenme pasar!

Finalmente, llego a ella. Woo-hee sigue convulsionando, sus ojos cerrados y su rostro contorsionado por el dolor. Me arrodillo a su lado, impotente, sin saber qué hacer más allá de sujetarle la mano. Mi madre también está allí, llorando y tratando de mantener la calma, mientras mi padre sigue hablando frenéticamente por el teléfono, pidiendo ayuda.

—¡Woo-hee, por favor! —susurro, mi voz quebrándose—. ¡Aguanta, por favor!

La desesperación me consume y no puedo contener más las lágrimas. Rompo en llanto, abrazando a mi hermana mientras trato de calmarla, aunque sé que es inútil. Los minutos se sienten como horas hasta que finalmente veo a los paramédicos acercándose.

Los paramédicos llegan rápidamente, y con una eficiencia casi fría, apartan a la gente y comienzan a atender a Woo-hee. Me veo obligado a retroceder, dejándoles espacio para trabajar, aunque todo lo que quiero es estar a su lado.

—Tranquilo, hijo, ellos sabrán qué hacer —dice mi padre, poniendo una mano en mi hombro, aunque sus ojos están llenos de lágrimas y preocupación.

Me abrazo a mi madre, sintiendo su cuerpo temblar mientras solloza. No me importa el partido, ni la victoria, ni nada más en este momento. Todo lo que importa es Woo-hee y que esté bien.

El tiempo parece detenerse hasta que los paramédicos finalmente estabilizan a mi hermana y se la llevan del gimnasio para subirla a la ambulancia. Mi padre se une a ellos, mientras mi madre y yo seguimos su estela.

—Vamos al hospital, hijo —dice mi madre con voz temblorosa, y asiento, secándome las lágrimas.

Nos dirigimos al estacionamiento, dejando atrás el gimnasio y el partido. Mi mente está llena de miedo y oraciones silenciosas para que Woo-hee esté bien. En ese momento, nada más importa.

Soo-hyun me alcanza en el estacionamiento. No me dice nada, solo me ofrece una mirada compasiva y me acompaña con mi madre hasta el hospital.

Conducía desenfrenadamente, el volante firme entre mis manos, mientras mi mente giraba en espirales de miedo y preocupación. Las luces de la ciudad pasaban borrosas a nuestro alrededor, y el silencio en el auto era casi insoportable. Mi madre sollozaba en el asiento del copiloto, sus manos temblorosas apretando un pañuelo. Soo-hyun, en el asiento trasero, mantenía una mano sobre mi hombro, su toque una silenciosa muestra de apoyo que, aunque mínima, me ayudaba a mantener la cordura.

El camino al hospital se sentía interminable. Woo-hee había estado bien... Había estado viviendo tranquilamente, pero justo hoy tiene que volver a recaer. Justo en este momento crucial. La frustración y el miedo se entremezclaban en mi pecho, formando un nudo insoportable.

Finalmente, llegamos al hospital. Estacioné de manera apresurada y salimos del auto, corriendo hacia la entrada de emergencias. Los paramédicos ya estaban allí, trasladando a Woo-hee con cuidado. Nos acercamos rápidamente, y uno de los médicos nos detuvo momentáneamente.

—¿Familia de Woo-hee? —preguntó, y asintimos todos con urgencia—. Vamos a estabilizarla y luego podrán verla. Haremos todo lo posible.

Nos guiaron a una sala de espera y allí nos quedamos, sumidos en un silencio tenso. Las paredes blancas y las luces fluorescentes del hospital parecían acentuar nuestra angustia. Mi madre se desplomó en una de las sillas, temblando y llorando. Me senté a su lado, abrazándola con fuerza.

—Va a estar bien, mamá —dije, aunque no estaba seguro de a quién intentaba convencer más, si a ella o a mí mismo.

Soo-hyun se sentó a mi otro lado, sosteniendo mi mano. Su presencia, aunque silenciosa, era un consuelo. Sabía que no había palabras que pudieran aliviar la angustia en este momento, pero su compañía era invaluable.

El ambiente seguía siendo tenso y cargado de preocupación. Mi madre estaba visiblemente agotada, su rostro marcado por la angustia y las lágrimas. Soo-hyun, siempre perceptiva, se acercó a mí y susurró:

—¿Por qué no vamos a la cafetería y le traemos algo a tu madre? Necesita descansar un poco.

Asentí, agradecido por su sugerencia. Necesitaba un respiro, aunque solo fuera para despejar mi mente por unos minutos. Nos levantamos y caminamos en silencio hacia la cafetería del hospital. Las luces brillantes y el murmullo constante de la gente eran un contraste extraño con la quietud abrumadora de nuestros pensamientos.

Al llegar, Soo-hyun me guió a una mesa en una esquina tranquila. Nos sentamos, y de repente, toda la tensión que había estado acumulando se desbordó. Las lágrimas comenzaron a caer, y no pude contener más el peso de la situación. Soo-hyun se acercó y me abrazó, permitiéndome desahogar mi dolor.

—Está bien, Jimin. Llora si necesitas. Estoy aquí contigo —dijo en voz baja, su calidez siendo un ancla en mi tormenta emocional.

Lloré en silencio, sintiendo cómo el nudo en mi pecho se aflojaba un poco. Después de unos minutos, empecé a calmarme. Soo-hyun no dijo nada, solo se quedó a mi lado, ofreciéndome su apoyo incondicional. Finalmente, con un suspiro profundo, me armé de valor para hablar.

—Soo-hyun... —comencé, mi voz temblando ligeramente—. Woo-hee no es solo mi hermana pequeña... Ella... ella ha estado batallando con leucemia desde que tenía dos años. Toda su vida ha sido una lucha constante contra esta enfermedad.

Los ojos de Soo-hyun se llenaron de compasión y tristeza.

—Jimin... lo siento mucho. No tenía idea de que ella estaba pasando por algo tan difícil.

—Es mi bebé... —dije, la voz quebrada por la emoción—. La he visto sufrir tanto, y siempre trato de ser fuerte para ella, pero a veces es tan difícil...

Me detuve un momento, tomando un respiro profundo antes de continuar.

—Woo-hee en realidad no es mi hermana biológica. Es la hija de mi hermana mayor, Park Ye-eun. Ye-eun se suicidó antes de que nos mudáramos a Seúl. No pude salvarla, y lo único que me queda de ella es Woo-hee. Le prometí que cuidaría de su hija, y eso es lo que he tratado de hacer, pero cada día es una lucha.

Soo-hyun me miró, sus ojos llenos de una comprensión profunda. Tomó mis manos entre las suyas y las apretó con suavidad.

—Jimin, eres increíblemente fuerte por todo lo que has hecho por Woo-hee. No puedo imaginar lo difícil que debe ser para ti. Pero no estás solo. Estoy aquí, y tus amigos también. Siempre estaremos aquí para apoyarte a ti y a Woo-hee.

Su apoyo incondicional me dio una sensación de alivio que no había sentido en mucho tiempo. Me quedé en silencio por un momento, permitiendo que sus palabras calaran en mi corazón.

Agarró mi cara para limpiar mis lágrimas y depositar un suave beso en mi cabeza. De cierto modo, eso calmó esos demonios que tenía dentro, los cuales me decían que tenemos los medios por hacer algo más por mi pequeña, pero nunca es suficiente porque cada vez se pone peor. Woo-hee puede estar bien si tan solo yo ahorrara más dinero, sin tan solo pudiera ganar más que de costumbre.

—No te tortures, ¿sí? —Y como si todo lo que estuve pensando lo hubiera dicho en voz alta, la castaña toma mis manos y las lleva detrás de su cintura para luego acercar mi cabeza a su pecho y hacer que descanse ahí por unos minutos.

Después, nos levantamos y compramos algunas bebidas y un bocadillo para mi madre. Regresamos a la sala de espera, donde mi madre aún estaba sentada, mirando al vacío. Le entregamos el té y el bocadillo, y ella nos agradeció con una sonrisa débil.

Pasaron las horas, pero finalmente, un médico se acercó. Mi padre, que había estado en el área de atención con Woo-hee, lo acompañaba. Ambos parecían exhaustos, pero el médico tenía una expresión tranquilizadora.

—Woo-hee está estable ahora. La convulsión fue intensa, pero logramos controlarla —explicó el médico, y todos soltamos un suspiro de alivio—. Necesitaremos hacer algunos estudios para determinar la causa exacta y ajustar su tratamiento. Pero está consciente y pueden verla en unos minutos.

La noticia trajo un alivio momentáneo, aunque la preocupación seguía latente. Nos abrazamos, agradecidos de que lo peor parecía haber pasado. Después de unos minutos, el médico nos llevó a la habitación donde Woo-hee descansaba. Al verla, frágil pero consciente, no pude evitar que las lágrimas volvieran a brotar.

—Woo-hee... —murmuré, acercándome a su cama y tomando su mano.

—Jimin... —susurró ella, con voz débil pero una pequeña sonrisa—. Lo siento... No quería asustarlos.

Mi pequeña me agarra fuerte de la mano y comienza a respirar erráticamente mientras que sus ojos se llenan de lágrimas.

—No, no, no... mi corazón, no te preocupes por eso ahora, solo queremos que estés bien —respondí, acariciando su cabello suavemente.

Mi madre se acercó y la besó en la frente, mientras mi padre sostenía la otra mano de Woo-hee. Soo-hyun se mantuvo a un lado, respetuosa, pero con una sonrisa alentadora.

Nos quedamos allí, rodeando la cama de Woo-hee, unidos en nuestra preocupación y amor por ella.

Me pide su peluca una vez que ve que está Soo-hyun presente. Esa es una de sus mayores inseguridad: debido a la quimioterapia intensiva, Woo-hee ha perdido su cabello desde los cuatro años; desde ahí ha usado pelucas para ocultar su cavilcie y, actualmente, ella se siente muy insegura cuando no la tiene puesta.

Pero Soo-hyun sabe cómo ganársela y la ayuda a colocarse su peluca mientras que se presente y le da uno que otro halago de lo linda que es.

—Señor y señora Park —otra vez habla el médico que está atendiendo a Woo-hee—, ¿puedo hablar con ustedes en el pasillo?

Mis padres salen en silencio, dejándonos a Soo-hyun y a mí a cargo de mi pequeña.

—Jimin... ¿Ya me puedes cantar mi canción? —musita.

Esa petición me toma por sorpresa.

No, me niego a todavía cantarle esa canción que ella quiere.

—Casualmente me olvidé de la letra —intento hacerla reír, pero no funciona. Ella está sumida en una profunda tristeza—. Woo... Todo estará bien.

Ella baja su mirada para evitar mirarme. Tomo esa conducta suya como una contrarespuesta a lo que dije; entonces, me acerco más a ella para arrullarla mientras le tarareo una canción muy distinta a la que quiere.

Diez minutos después, Woo-hee se duerme. Poco a poco me voy apartando de ella. Dejo un beso sobre su frente y le arreglo la sábana que la cubre mientras que otra vez empiezo a llorar.

Siento que estoy a nada de romperme por completo y salgo de la habitación. La castaña va detrás de mí y me atrapa a tiempo, en medio del pasillo, para acompañarme en mi dolor una vez más; solo que esta vez ella también llora y no puedo evitar voltearme para abrazarla con mucha fuerza.

*****
Adivinen cuál es la canción que Woo-hee quiere que le cante Jimin y este se niega :')

Pista: es una canción de Disney

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro