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t r e i n t a y c u a t r o| Certamen de belleza (II) 🖤

Tacones plateados de tiras, pantis de color piel, y un vestido color coral con una abertura en la pierna izquierda que robó el suspiro de mamá. Esa mujer que camina entre los asientos acompañada de su marido. Pasaron por delante de nosotros hasta sentarse en la segunda fila.

No sé cómo podría explicar la seguridad que la mujer de cabello corto y marrón emanaba en el salón. Le bastaron unos simples segundos para robarse la mirada de los presentes y dejar de lado la pasarela de las concursantes. Su sonrisa de lado iba dirigido a todo el que cruzara miradas con ella y su pareja, después solo se dedicó a mirar a las concursantes con la cabeza siempre en alto.

—Esa es Lim Sua —susurra Jimin cerca de mi oreja—. Es la mamá de Min-ji.

Y ahora que veía mejor algunas facciones de la señora Lim, pues es más que evidente de dónde salió Min-ji. El rostro de la chica era una versión mucho más joven y sin botox de su mamá, ambas eran similares.

—Ella fue Miss Corea del Sur. Min-ji dice que llegó a participar en Miss Universo del 2006, pero no ganó. —Continúa Jimin con la información.

Me giré ligeramente hacia el rubio, sorprendida por su susurro. No era el tipo de datos que él solía compartir, pero claro, esto parecía un evento importante para él también. Mientras procesaba lo que me decía, volví mi mirada hacia la señora Lim. Claro, tenía esa presencia innegable, una belleza que parecía desafiar el tiempo, y un aire de autoridad que casi eclipsaba a las chicas en la pasarela.

—Lo lleva en la sangre, entonces —murmuré, apenas moviendo los labios, más para mí misma que para Jimin.

Él asintió levemente, aunque sus ojos no se apartaban de las concursantes.

—Es muy estricta con Min-ji —añadió, bajando aún más la voz—. Le exige mucho porque nunca ganó el Miss Universo. Quiere que Min-ji haga lo que ella no pudo en cada certámen que la hace participar.

Me quedé en silencio, observando cómo la señora Lim mantenía su postura impecable. De pronto, todo lo que rodeaba a Min-ji comenzó a tener más sentido. Con una madre así, las expectativas debían ser abrumadoras.

Jimin seguía concentrado en la pasarela, pero mis pensamientos giraban alrededor de lo que acababa de decir. Miré a Min-ji, quien en ese momento cruzaba el escenario con una elegancia casi calculada. Era perfecta, sí, pero había algo en su expresión, una especie de tensión que no había notado antes. Como si cada paso que daba estuviera meticulosamente planeado, pero sin dejar espacio para el error. La presión de ser una copia exacta de su madre debía ser aplastante.

—¿Te imaginas vivir bajo esa sombra? —digo en voz baja, sin esperar realmente una respuesta.

—Min-ji no habla mucho de eso —responde el rubio, casi como si estuviera pensando en voz alta—. Solo lo menciona de vez en cuando. Es buena escondiendo lo que siente.

Unos aplausos resonaron por el salón cuando una de las concursantes terminó su recorrido, pero apenas y los escuché. Mis ojos estaban fijos en la figura de la señora Lim, quien aplaudía con una sonrisa tensa, como si su aprobación estuviera medida al milímetro.

—No me sorprendería que lo que realmente quiere es ganar a través de Min-ji —dije, sin poder contener mis pensamientos.

—Tal vez. —Jimin finalmente se volteó hacia mí, sus ojos oscuros reflejando una seriedad que rara vez veía en él—. Pero Min-ji nunca dejaría que su madre la manejara tanto. No del todo.

Lo observé fijamente, con la sensación de que sus palabras ocultaban mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir. Pero antes de que pudiera formular alguna pregunta, la siguiente concursante apareció en escena, y el momento se desvaneció como humo en el aire.

Volví la mirada hacia mis padres. Mi madre sonreía, encantada por los impecables vestuarios de las concursantes, mientras mi padre sostenía su mano con una ternura casi mecánica, distraído en su teléfono, respondiendo mensajes con la otra mano. Yo, en cambio, no podía concentrarme en nada más que en Min-ji y en la incógnita de quién era realmente.

La competitividad parecía ser el eje de su vida, una especie de escudo que había aprendido a manejar con precisión. Quizás por eso participaba en carreras de autos, un mundo tan distante del de los certámenes de belleza, y mantenía esa actitud defensiva hacia cualquiera que considerara una amenaza. Entre esas personas, por supuesto, estaba yo.

Reflexioné sobre su forma de ser. Min-ji no era, ni de lejos, la imagen perfecta que proyectaba en el escenario. En realidad, era todo lo contrario: ruda, altanera, egoísta y con un aire despreocupado que parecía desafiar a cualquiera que intentara entenderla. Pero ahora que lo pensaba, esas características no eran más que un reflejo de su lucha interna, de las expectativas que la encadenaban y de la presión constante de ser más que una sombra de su madre.

Min-ji seguía de pie en el escenario, inmóvil entre las demás concursantes, con una sonrisa impecable que no lograba ocultar la tensión en sus manos, aferradas con fuerza al dobladillo de su vestido. En ese momento, me pregunté si alguna vez había tenido la oportunidad de ser simplemente ella, sin la necesidad de cumplir con estándares ajenos.

Y entonces, una idea cruzó por mi mente. ¿Qué pasaría si alguien, cualquiera, se atreviera a romper esa barrera? ¿Si alguien le mostrara que no tenía que cargar con los sueños frustrados de su madre? ¿Cambiaría? ¿O simplemente se aferraría más a la perfección que la definía?

La voz del presentador interrumpió mis pensamientos, anunciando que el primer segmento del certamen ha culminado y darán unos minutos para el inicio del siguiente bloque: la ronda de preguntas. Un murmullo expectante recorrió la sala, pero yo apenas lo escuché. Mi atención seguía fija en Min-ji, en su postura impecable y en la máscara que llevaba tan bien puesta. Quizás, al igual que yo, estaba cansada de interpretar un papel.

—Jimin... —lo llamé con una voz ida en mis ideas.

—¿Qué pasa? —El rubio, siempre atento, me agarró de la mano y acercó demás a mí para mostrarme su total atención.

—Estoy pensando en sacar a Min-ji de este lugar... Algo así como huir, fugarnos —le digo con total confianza, pero a la vez esperando que esté de acuerdo conmigo.

—¿Hablas en serio Soo-hyun?

—Tú bien sabes que esto no es del interés de Min-ji —entrecierro mis ojos—. Si bien la entrené con su oratoria para este día, no me importaría si mis esfuerzos no sirvieron de nada... Min-ji está participando de este certamen por compromiso con su madre, no porque realmente quiera.

—Soo, creo que no deberíamos de decir eso... —Jimin baja la mirada y se relame ligeramente los labios—. ¿Y si ella lo está haciendo porque quiere?

No estaba de acuerdo con el rubio. Pero debo darle el beneficio de la duda con respecto a la pregunta que me hizo. Esto se puede solucionar sólo preguntándole a Min-ji si realmente quiere estar en este concurso. Si ella decía que sí, entonces, como amigos suyos, nos quedaríamos a apoyarla; pero si su respuesta era negativa, yo me encargaría con Chang-gyu de elaborar un escape con absoluta discreción para sacarla de este auditorio.

La idea de sacar a Min-ji de aquel lugar seguía rondando mi cabeza mientras observaba a la multitud, que aprovechaba el breve receso para charlar o revisar sus teléfonos. La sala estaba llena de luces, murmullos y flashes, pero para mí todo parecía ir en cámara lenta. Min-ji, en cambio, había desaparecido tras bastidores junto a las demás concursantes, y eso me daba tiempo para pensar en mi próximo movimiento.

—¿Y si vamos a buscarla ahora? —pregunté, volviendo a mirar a Jimin.

El rubio me miró con una mezcla de incredulidad y preocupación.

—Soo-hyun, si hacemos algo así, será un escándalo. ¿Sabes lo que dirá la señora Lim si se entera de que nosotros ayudamos a su hija a huir?

—No me importa lo que diga esa mujer. —Mi tono era más firme de lo que esperaba—. Lo que me importa es Min-ji. Si ella no quiere estar aquí, no debería estarlo.

Jimin suspiró, pasando una mano por su cabello rubio. Sabía que no le gustaban los conflictos, pero también sabía que no podía negarme cuando estaba decidida.

—Está bien —dijo finalmente, con resignación en su voz—. Pero si vamos a hacer esto, será rápido y discreto. No quiero que nadie se dé cuenta.

Sonreí ligeramente. Sabía que podía contar con él.

Nos levantamos de nuestros asientos con cuidado, tratando de no llamar la atención mientras nos dirigíamos hacia la salida lateral que daba acceso a los camerinos. Por suerte, nadie parecía prestar atención a dos personas que se escabullían en medio del bullicio.

Cuando llegamos al pasillo tras bastidores, el ambiente era completamente diferente. Había un caos controlado: asistentes corriendo de un lado a otro, retocando maquillaje, ajustando vestidos y dando instrucciones apresuradas. Pero no tardé mucho en encontrar a Min-ji. Estaba sentada en una silla frente a un espejo iluminado, con una expresión que, para cualquiera, podría parecer tranquila, pero que yo conocía lo suficiente como para identificar como resignación.

—Min-ji. —Mi voz fue suave, pero firme.

Ella levantó la vista, sorprendida al verme ahí.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó, arqueando una ceja.

—Queremos saber si realmente quieres estar aquí. —No me anduve con rodeos.

Min-ji parpadeó, claramente desconcertada por mi pregunta. Miró a Jimin, como si buscara alguna pista de lo que estaba pasando, pero él solo se encogió de hombros. Finalmente, volvió a mirarme.

—¿Por qué preguntas eso ahora? —dice, con un tono que intentaba sonar indiferente, pero que no lograba ocultar del todo su incomodidad.

—Porque creo que estás aquí por tu madre, no por ti. —Di un paso hacia ella, manteniendo mi mirada fija en la suya—. Si me equivoco, dímelo ahora mismo, y me quedaré a apoyarte. Pero si no quieres estar aquí, dime la verdad, y te sacaremos de este lugar.

La pelimarrón se quedó en silencio por un momento, mirando su reflejo en el espejo. Luego, bajó la mirada, sus dedos jugando nerviosamente con la tela de su vestido.

—No es tan simple, Soo-hyun —susurró finalmente.

—Hazlo simple. —Mi tono era más suave esta vez—. ¿Quieres estar aquí o no?

Min-ji levantó la vista, y por primera vez vi algo en sus ojos que nunca había visto antes: vulnerabilidad.

—No —dijo, apenas audible.

Ese fue todo el permiso que necesitaba.

Sonreí satisfecha con la respuesta de la chica. Era obvio que necesitaba que alguien se lo preguntara y...

—Pero no quiero que se metan en esto —continuó, decepcionándome por completo—. Mi mamá amenazó con prohibirme salir con Chang-gyu y competir en las carreras. Aunque no me guste todo este mundo, tengo un acuerdo que cumplir para seguir haciendo lo que yo quiero.

—¿Por qué todos aquí tienen problemas con sus padres? —musito frustrada. Ahora aprecio mucho más mi familia.

A Jimin no le gustó el comentario que hice y carraspeó como una llamada de atención.

Ush, lo siento, pero es verdad —digo—. Escucha, Min-ji, yo no soy partidaria de que los padres decidan por sus hijos o incluso los amenacen con quitarles lo que realmente quieren. No sé si es porque lo estoy diciendo desde mi postura de hija privilegiada, pero si no haces algo ahora, en el futuro te arrepentirás.

Min-ji suspiró profundamente, como si estuviera cargando un peso que no sabía cómo soltar. Miró al espejo nuevamente, evitando mi mirada, mientras sus dedos seguían jugando nerviosamente con la tela de su vestido.

—No es tan fácil, Soo-hyun —dijo, con un tono casi derrotado—. Mi mamá siempre ha tenido el control de todo. Si me rebelo ahora, ¿qué crees que pasará? Me quitará lo único que me hace sentir viva.

—¿Y crees que seguir cediendo te hará más feliz? —replico, cruzándome de brazos—. ¿De verdad vas a dejar que ella use eso como una cadena para mantenerte bajo su control?

Jimin, que hasta ese momento había permanecido en silencio, dio un paso adelante y se inclinó hacia la chica, su tono más suave que el mío.

—Min-ji, no estamos aquí para juzgarte ni para obligarte a hacer algo que no quieres. Pero Soo-hyun tiene razón en algo: si sigues haciendo lo que ella quiere, ¿cuánto tiempo pasará antes de que te quedes sin nada de lo que amas?

Min-ji levantó la vista hacia Jimin, y por un momento pareció que iba a responder, pero en lugar de eso, volvió a bajar la mirada. Su silencio me estaba empezando a desesperar.

—Mira, no te estoy diciendo que te enfrentes a tu mamá ahora mismo —dije, suavizando mi tono—. Pero al menos piensa en lo que realmente quieres. Si decides quedarte aquí, lo respetaré, pero quiero que sea porque tú lo elegiste, no porque alguien más lo hizo por ti.

Min-ji finalmente se levantó de la silla, alisando su vestido con movimientos rápidos y nerviosos.

—Lo pensaré —murmuró, sin mirarnos a los ojos.

—Eso es suficiente por ahora —contesto, aunque su respuesta no me dejó completamente satisfecha.

Jimin y yo nos quedamos en silencio mientras ella se alejaba hacia el área donde las demás concursantes estaban reunidas. Cuando desapareció de nuestra vista, Jimin soltó un suspiro pesado.

—¿Crees que lo hará? —preguntó, mirándome con algo de duda.

—No lo sé —admito—. Pero al menos ahora sabe que tiene opciones.

Jimin asintió lentamente, aunque su expresión mostraba que no estaba del todo convencido.

—Bueno, si decide huir, al menos ya tienes un plan para sacarla de aquí, ¿verdad?

Sonreí ligeramente, mirando hacia la puerta por la que Min-ji había desaparecido.

—Por supuesto. Siempre tengo un plan.

El rubio y yo regresamos al auditorio donde los espectadores estaban dispersión en grupos pequeños para hablar. Entre este mar de gente localicé a la madre de Min-ji, quien seguía acompañada de su pareja mientras hablaba con los jurados del evento.

Jimin se encargó de sujetarme bien el brazo derecho para que no intentara irme por otros lados. No sé si él puede leer mi mente, pero estoy segura de que sí al reforzar su agarre poniéndome su otra mano detrás de mi cintura y llevarme a pasos apresurados a mi asiento.

Mis padres nos vieron llegar y cada uno tuvo una expresión distinta: papá arqueaba su ceja al ver que la mano de Jimin seguía en mi cintura, mientras que mamá solo sonreía muy contenta y adorándonos a los dos por ser "tiernos".

—Ante cualquier cosa que quieras hacer, dímelo, no vayas sola —me dice el rubio una vez que nos acomodamos en nuestros asientos.

—Tampoco haré un desastre. Solo... Me gustaría conocer a la señora Lim Sua. Quisiera decirle algunas cosas en persona.

—¿Ese es tu plan? —pregunta Park, incrédulo—. Soo-hyun, no.

—No seas tan borde, Jimin. Tampoco la insultaré.

Jimin soltó un resoplido y me miró con una mezcla de desesperación y resignación. 

—Soo-hyun, cada vez que dices que no harás un desastre, termina ocurriendo algo digno de un capítulo de CSI Miami.

—Qué exagerado eres —repliqué, rodando los ojos.

—No estoy exagerando. Recuerda lo que pasó hace pocos meses con Kyungyoo.

—Eso fue un accidente —protesté, aunque sabía que tenía razón.

—Accidente o no, no pienso dejarte acercarte a la señora Lim sin supervisión —dijo, cruzando los brazos como si eso fuera a detenerme.

Sonreí con picardía.

—¿Supervisión? ¿Qué eres, mi niñera ahora?

—Si es necesario, sí —respondió, decidido.

Sabía que estaba siendo terco, pero también sabía cómo manejarlo. Fingí asentir con seriedad.

—Está bien, Jimin. No haré nada sin tu permiso.

Su expresión se suavizó, claramente aliviado. Pero mientras él se relajaba, yo ya estaba trazando mi plan. 

Esperé a que desviara la mirada hacia su teléfono y, en ese instante, me levanté de un salto. Jimin reaccionó al instante, como si tuviera un radar para mis travesuras.

—¡Soo-hyun! —exclamó, agarrándome del brazo.

—Solo voy al baño —mentí con la cara más inocente que pude poner.

—¿Al baño? —repite, sospechando—. Entonces, ¿por qué estás caminando en dirección contraria?

—Oh, ¿es por allá? —digo, fingiendo confusión.

Jimin suspiró, pero no me soltó.

—No pienso quitarte los ojos de encima.

Aproveché su momento de distracción para girarme bruscamente, logrando que su agarre se aflojara por un segundo. Fue todo lo que necesité para escapar.

—¡Soo-hyun! —gritó, mientras yo zigzagueaba entre la gente, riéndome por lo bajo.

—¡Te prometo que no haré un desastre! —le grité por encima del hombro.

Jimin, decidido a detenerme, comenzó a perseguirme, pero su torpeza natural lo traicionó. Tropezó con una silla vacía, derramando un vaso de refresco sobre un espectador que, por fortuna, se lo tomó con humor.

—¡Soo-hyun, regresa aquí! —gritó, con una mezcla de frustración y vergüenza.

Me giré un momento para verlo, tratando de contener la risa.

—¡Eres adorable, Mochi! —le dije antes de desaparecer entre la multitud.

Ahora tenía el camino despejado para encontrar a la señora Lim. Pero en el fondo sabía que, cuando Jimin me alcanzara, tendría que lidiar con su sermón... y con su inevitable encanto que siempre me hacía reír.

Cuando finalmente llegué al círculo de la señora Lim, me detuve al instante cuando la escuché hablar con los jurados del evento sobre donar un cheque a la fundación que apoyaban siempre y cuando Min-ji fuese la ganadora del certamen.

Juro por lo que más quiero en el mundo que yo vine con buenas intenciones para intentar cambiarle su punto de vista a la mamá de la pelimarrón, pero ahora solo me queda demostrarle mi indignación. ¿Cómo alguien puede hacerle pasar por esos malestares a su hija cuando, ni ella, confía en que lo puede hacer bien?

Una vez escucho que los jurados aceptaron el donativo de la señora Lim a cambio de ese favor, interrumpo en su charla para presentarme con mucha cortesía ante la señora.

—Buenas noches, señora Lim Sua. Me presento: Jeon Soo-hyun —hago una reverencia delante de ella antes de extenderle mi mano para estrecharla con la suya—. Soy amiga de su hija, Lim Min-ji. Vamos en la misma escuela.

—Un gusto, querida. —Rápidamente pude apreciar que Lim Sua era una copia del padre de Jimin, alguien que acepta a las personas por su imagen—. No quiero sonar maleducada, pero... ¿Por qué estás hablando conmigo?

—Es de mi agrado escuchar esa pregunta, porque vine aquí para hablar sobre lo que está haciendo con Min-ji —esbozo una de mis mejores sonrisas falsas, aquella en la que uno no sabe si lo siguiente es una amenaza o algo gentil disfrazado de hipocresía. En ambos casos, mi sonrisa no significa algo bueno—. Escuché su conversación con los jurados del certamen... Creo que a su hija le podría interesar esa información.

—Disculpa, ¿con quién crees que estás tratando, niña?

—Con una madre que usa a su hija para vivir lo que no pudo a través de ella, por supuesto. —La señora Lim no parece contenta con mi respuesta, pero eso es lo de menos—. ¿Por qué amenaza a Min-ji para hacerla concursar en estos certámenes? Ni siquiera cree que ella tenga potencial para ser como usted.

—Escucha, querida, lo que haga con mi hija no tiene que ser asunto tuyo.

—Oh, pero lo es —la interrumpí, manteniendo mi sonrisa afilada—. Porque su hija es mi amiga, y porque usted está jugando con algo más que su tiempo: está jugando con su dignidad.

La expresión de la señora Lim se endureció, pero no retrocedí. Estaba acostumbrada a lidiar con adultos que pensaban que su autoridad era suficiente para silenciarme. 

—Min-ji tiene derecho a elegir lo que quiere hacer con su vida —continué—. Si no quiere estar aquí, debería respetarlo. ¿O acaso necesita que alguien más se lo diga en público? 

—¿Me estás amenazando? —preguntó, entrecerrando los ojos.

—Oh, no. Yo nunca amenazo, señora Lim. Solo digo verdades incómodas —respondí con una dulzura cargada de veneno. 

En ese momento, Jimin llegó corriendo. Estaba claramente agitado, y su llegada atrajo la atención de los jurados y otros espectadores cercanos.

—¡Soo-hyun! —jadeó, intentando recuperar el aliento—. ¿Qué estás haciendo?

—Hablando con la señora Lim —contesto con calma, como si no estuviera al borde de un enfrentamiento.

—¡Discúlpela, señora Lim! —intervino Jimin, inclinándose rápidamente en una reverencia exagerada—. Mi amiga a veces se deja llevar por sus emociones. 

—Eso ya lo noté —dice la mujer con frialdad, cruzándose de brazos. 

—¡Pero tiene un corazón de oro! —continuó Jimin, ignorando por completo mi mirada de advertencia—. Estoy seguro de que no quiso ofenderla. 

—¿De verdad? —pregunto, arqueando una ceja.

—Sí, de verdad —respondió, apretándome suavemente el brazo como si me pidiera que no empeorara las cosas.

La señora Lim suspiró y miró a Jimin con una mezcla de desdén y curiosidad.

—Tienes suerte de que este joven sea más educado que tú, niña. Pero te advierto algo: no te metas en asuntos que no entiendes.

—Ni aunque le den la corona a Min-ji significaría que le pertenezca. Sus años de pasarela acabaron —contesto con todas las intenciones de herirla antes de que Jimin pudiera detenerme.

Él me miró como si estuviera a punto de desmayarse, pero la señora Lim simplemente giró sobre sus talones y se alejó con un aire de superioridad. 

—¿Por qué no puedes quedarte quieta? —susurró Jimin, llevándose una mano al rostro.

—Porque alguien tenía que decirle la verdad —respondo, encogiéndome de hombros—. Cambio de planes: dile a los chicos que nos esperen afuera y a Chang-gyu que tenga encendido su auto, nos llevaremos a Min-ji.

—¿Qué? ¿Qué pasó?

—Un resumen: la señora Lim hizo un donativo a los jurados para asegurarse de que Min-ji ganara el certamen. —Vuelco mis ojos con sólo recordar las palabras de la señora Lim—. ¿Estás conmigo en este plan?

Jimin mira por un par de segundos la mano que le extiendo antes de tomarla con firmeza, como una confirmación de que está conmigo esta vez. Así, ambos caminamos hacia donde están nuestros amigos para informarles sobre lo ocurrido. Ellos, especialmente Chang-gyu, concuerdan con nosotros y todos nos movemos rápidamente para irnos.

Chang-gyu viene conmigo hacia los bastidores como un elemento que ayudará a convencer a Min-ji de irse antes de ser humillada.

Otra vez ingreso a los bastidores y encuentro a Min-ji con una costurera de mamá que le está ayudando a retocar algunos detalles del nuevo vestido que tiene puesto. Ella está tan distraída en las manos de la chica que no se da cuenta que nos aproximamos; sólo lo logra hacer una vez que ve a Chang-gyu a su costado.

—Bebé, tenemos que irnos —le dice él.

—¿Qué? ¿Por qué? —inquiere ella. Gira hacia su otro costado, donde estoy yo, para una explicación—. Ya dije que eso no está en mis manos.

—Sí, lo sabemos. —Tercio con sarcasmo—. Sabemos que está en las manos de la mujer que acaba de pagar por tu corona en este concurso.

Los ojos de Min-ji se abrieron como platos, y su rostro pasó de la sorpresa al enojo en cuestión de segundos. 

—¿Qué estás diciendo? —preguntó en un susurro, como si temiera que alguien más pudiera escuchar. 

—Tu mamá le ofreció un donativo generoso a los jurados para asegurarse de que ganes —respondí, cruzándome de brazos—. Así que, técnicamente, no importa lo bien que lo hagas o cuánto te esfuerces. Todo esto ya está arreglado. 

—Eso no puede ser... —dijo, con la voz temblorosa, mirando a Chang-gyu en busca de confirmación. 

—Es verdad, bebé. Soo-hyun lo escuchó —confirmó él, colocando una mano en su hombro—. No tienes que quedarte aquí para ser parte de este circo. 

Min-ji apretó los labios y se quedó en silencio por un momento, claramente luchando con sus emociones. Finalmente, sacudió la cabeza. 

—No puedo irme. Si lo hago, mi mamá me quitará todo. Las carreras, a ti... 

—A mí no me puede quitar —dijo Chang-gyu con firmeza—. Y si te quita las carreras, encontraremos otra forma de que hagas lo que amas. Pero esto... esto no está bien, Min-ji. 

—Además —intervine, con una sonrisa traviesa—, ya tenemos un plan de escape. Chang-gyu tiene el auto listo, y los chicos están cubriendo nuestras espaldas afuera. 

Min-ji nos miró a ambos, claramente dudando. 

—¿Y si nos descubren? 

—Nos van a descubrir si sigues haciendo preguntas, ¡vamos ya! —exclamo un poco cansada de esta situación.

Chang-gyu le extendió la mano, y Min-ji finalmente la tomó, levantándose del asiento. 

—Está bien. Vámonos.

La operación de escape estaba oficialmente en marcha.

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Buenas, buenaaas 💞
Primera actualización del 2025... Y luego de MUCHOS meses, je

Voy a tratar de actualizar lo más pronto que pueda para al menos recompensar el tiempo de espera, I promise


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