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t r e c e | Encuéntrame 🖤

—Conocí a un nuevo chico —le cuento.

**

Cuando Jimin y yo bajamos de su Jeep, lo primero que olí fue el humo de los coches y algunos cigarros encendidos. Después, empecé a caminar al lado del rubio hacia donde él cree que estarían sus amigos con los míos.

Las carreras ya habían comenzado. A juzgar por el público entusiasmado que había alrededor de donde se supone que era la meta, los competidores debían de ser los preferidos de ellos.

—Allá están —Jimin me agarra de la muñeca y me lleva con él hasta un grupo de personas que estaban dando la espalda en la dirección en la que nosotros estábamos—. ¡Hey! ¿Qué tal?

Todos ellos voltearon al escuchar la voz de Jimin. Sus amigos desde luego se alegraron mucho de verlo por aquí y rápidamente lo incluyeron al círculo.

—¿También Soo-hyun? —Pregunta Sol con asombro—. Esperen un momento, ¿cómo es que vienen juntos?

—Nos encontramos de camino —asegura Jimin.

Sol no es tonta. Ella sabe bien que hasta hace un par de horas yo dije que no iría a las carreras y que me quedaría en casa; pero ahora, mágicamente estaba viniendo de camino hacia acá y me crucé justo con Jimin. Incluso hasta mí se me hizo rebatible esa excusa si supiera lo que me han dicho antes.

Sin embargo, ella parece dejar pasarlo para seguir prestándole atención a su amigo.

—Por cierto, ¿qué hace mi auto de carrera aquí? —pregunta el rubio, confundido.

Una chica un poco más grande que yo da tres pasos y choca contra su mano esa herramienta de metal que trae consigo. Su cabello era negro con degradado magenta, el cual lo tenía peinado con dos media coletas a los costados junto a su cerquillo negro muy bien peinado. De ropa traía una chaqueta negra que le queda grande, un short pequeño del mismo color que la chaqueta y unos botines negro con tacón grueso.

—El auto de Minji está averiado y tuvimos que traer de emergencia el tuyo —le responde esa chica de quien no me sé su nombre.

—Solo préstamelo. —Minji agita las llaves que es más que seguro que le pertenecen al auto de Jimin.

—¿Y quién te retó?

—Park Eun-ha —responde Taehyung.

Jimin no dice nada más y deja que su amiga maneje el auto que su otra amiga estaba dándole mantenimiento.

Según lo que Jisung me explicó la primera vez que vine a este lugar, en su grupo solo habían cinco autos que eran de la propiedad de ellos. Claramente son autos desechados y que ellos mismos han vuelto a remodelarlos y adaptarlos a grandes velocidades para que les sirvieran bien en la competencia; tampoco es que todos ellos se gasten millones de wones de sus padres para comprar autos de carrera.

Asimismo, entre ellos se comparten los autos; aunque también los autos tienen sus propios propietarios, como el caso de Jimin. De su grupo, los dueños de estos cinco autos son Jimin, Minji, Taehyung y la chica de antes; esto es debido a que estos cuatro son los que más compiten de todo el grupo, Sol y Jisung muy raras veces lo hacen.

Sin embargo, aún falta un auto con dueño. Bueno, ese dueño fue un amigo de todos ellos que sufrió un trágico accidente en una de las carreras. Su auto quedó muy destrozado y el chico... Jisung no me quiso contar más, pero creo yo que murió. Lo que sí me contó fue que dicho auto suyo está en reparación nuevamente.

Gran historia. Siguiendo con lo que sucede ahora, de pronto Jimin y yo teníamos botellas personales de cerveza mientras que veíamos a su amiga chequeando el acelerador del auto y el motor en sí.

—Oye, ¿cómo se llama tu amiga? —le hablo a Jimin cerca de su oreja.

—Oh Se-young. Ella es la que se encarga de cuidar y mantener nuestros autos. Ella y su exnovio —me cuenta.

Jimin no necesita explicarme demás cosas, porque por mi cara puede entender que comprendo todo. Ambos le damos un sorbo a nuestra botella de cerveza para seguir escuchando la conversación de los otros chicos.

Cuando llegó el momento de que Minji compitiera, todos sus amigos le dieron suerte; Jimin le lanzó una amenaza de que cuidara bien su auto. La pelinegra se metió al vehículo y lo comenzó a conducir hasta la línea de partida mientras que todos nosotros íbamos detrás de ella.

Songyi y Hobi me agarraron por los hombros y me miraron con una sonrisa emocionada. Hoseok no dejó de comentar las posibilidades que Minji tenía de ganar con el auto de Jimin; él sabe más de autos y motores porque es un amante de ello. La castaña y yo solo nos quedamos atentas escuchándolo hablar mientras que una chica se posaba en medio de la pista con pañoletas de color blanco en cada una de sus manos.

Primero alzo si mano derecha y luego la izquierda, los estrépitos gritos de la multitud se multiplicaban cada vez más cuando escuchan el rugir de los autos; luego de poner en tensión a todo el público, la modelo de los pañuelos baja sus manos y da inicio a la carrera.

Rápidamente se forma un humo blanco por el rechinar de las llantas; pero una vez que se disipa, lo único que se ve son los dos autos hacer su recorrido de la pista.

—Avísame cuando quieras irte —dice Jimin detrás de mí.

—Yo quiero verte correr. No me iré hasta que corras —respondo con mis brazos cruzados y una sonrisa de lado.

**

—Al principio creí que era un chico que se creía rebelde —continúo hablándole a la misma vez que se me vienen otros recuerdos.

**

Minji había ganado su carrera, como premio se llevó medio millón de wones.

Ahora era el turno de Jimin competir encontra de quien parecía ser un chico nuevo de este lugar. Este era de cabello negro, un poco largo, ojos pequeños muy finos y de color marrón. Su piel era igual de blanca que la de Jimin, y tenía unos labios que entran dentro de los promedio.

Su nombre era Lee Seo-jun.

Mi corazón late rápido mientras observo a Jimin dirigirse hacia su BMWV gris oscuro. A lo lejos, el rugido desafiante del Ferrari naranja de Lee Seo-jun llena el ambiente, haciendo eco en mi emoción mientras aguardo el inicio de la carrera.

Espero nerviosa, anhelando ver a Jimin superar a su nuevo oponente. La mezcla de emociones se vuelve palpable cuando la carrera finalmente comienza.

Hoseok comparte mis esperanzas, pero rápidamente su sinceridad me hace dudar.

—Soo-hyun, no te hagas ilusiones —dice con seriedad—. Ese Ferrari tiene una ventaja innegable en velocidad. No sé si Jimin podrá competir a ese nivel.

Mis emociones se agitan, y aunque sé que Hoseok solo busca ser realista, una sensación de frustración me invade.

—Pero Jimin es un buen conductor, ¡solo míralo! —respondo con determinación—. Los Ferrari serán "de lo mejor" a diferencia de otros autos; pero no hay que asumir cosas tan rápido.

Hoseok suspira, mostrando comprensión, pero manteniendo su postura.

—Soo-hyun, no quiero que te ilusiones demasiado. La diferencia entre esos autos es enorme. No quiero que te decepciones.

A pesar de la advertencia de Hoseok, mi fe en Jimin sigue intacta. Incluso con sus palabras, mantengo la esperanza de que pueda desafiar las probabilidades y salir victorioso.

Hay que tener fe.

Mis ojos se clavan en la carretera, siguiendo cada movimiento de los dos autos que se deslizan por el pavimento, casi parejos en su carrera hacia la meta. La tensión en el aire es palpable, y mis nervios están al límite mientras observo cómo Jimin y Lee Seo-jun se mantienen casi en un empate.

Sin embargo, mi inquietud aumenta cuando Hoseok me susurra preocupado:

—Jimin está forzando demasiado su auto. Si no reduce la velocidad, podría dañar el motor.

—¿Qué? —replico.

—Tu amigo tiene razón —dice Se-young, apareciendo a un costado de Hobi. De su bolsillo trasero saca un intercomunicador—. Jimin, baja la velocidad, no fuerces al auto.

El miedo se apodera de mí mientras sigo la carrera con los ojos abiertos de par en par. La angustia me embarga al ver que ambos autos se acercan peligrosamente a la meta.

Cada rugido del motor aumenta mi ansiedad. A cada giro y cada aceleración, siento cómo mi corazón late más rápido. La escena es un torbellino de emociones, con la esperanza luchando contra el temor en mi interior.

Mi aliento se corta cuando percibo que Jimin comienza a tomar una pequeña ventaja. La emoción y el miedo se mezclan mientras observo con la respiración entrecortada cómo esa pequeña diferencia se amplía apenas.

Finalmente, un grito de júbilo escapa de mis labios cuando Jimin cruza la línea de meta en primer lugar. El corazón me late desbocado por la emoción. Sin pensarlo dos veces, corro hacia el auto de Jimin en cuanto se detiene y él sale del auto.

—¡Jimin, lo lograste! —exclamo, abrumada por la emoción, mientras lo abrazo con fuerza, sin poder contener la alegría que bulle dentro de mí.

**

—Hace poco más de un mes hemos empezado a conocernos gracias a las clases que le doy.

**

Me recargo en el borde del sofá mientras Jimin y yo aprovechamos el descanso de nuestras clases de anatomía en mi sala de estar. Entre risas y preguntas, Jimin indaga sobre mis lugares favoritos para reflexionar. Mi respuesta parece desconcertarlo.

—Los hospitales —digo. Él levanta una ceja, incrédulo—, las salas de emergencia.

—¿Por qué? —insiste, intrigado por mis preferencias.

—No suelo contarlo —confieso, jugando con el borde de mi libreta—. Es un lugar donde el amor se muestra en su estado más puro. El cuidado y la desesperación en las lágrimas de quienes esperan noticias.

El brillo en sus ojos me indica que mis palabras lo han tocado de alguna manera.

—Y además —continúo—, el departamento de psicología y psiquiatría. Es sereno, ¿sabes? Un contraste interesante entre la tranquilidad de los especialistas y el caos emocional de quienes buscan ayuda.

Jimin asiente, con una risita cómplice.

—Entonces, si un día desapareces misteriosamente, tendré que buscar en esos lugares, ¿no?

Mi risa se mezcla con la suya.

—Quizás —digo pensativa—. Quién sabe, tal vez me encuentres meditando en medio de ese peculiar equilibrio entre la angustia y la serenidad.

La complicidad entre nosotros se siente como un vínculo recién descubierto, un entendimiento que va más allá de las palabras. Nos sumergimos en la calidez de la conversación, compartiendo un instante de intimidad entre dos almas curiosas.

**

—Él no es como los otros —afirmo—. Me dice que soy increíble, asombrosa. Le parezco interesante.

—¿Y te gusta?

¿Que si me gusta Jimin? No me gusta. Tampoco estoy confundida con mis sentimientos. No me pasa nada con él.

La doctora Park Hee-kyung, una mujer que está al borde de llegar a los treinta pero que aún mantiene un rostro joven, es mi psicóloga gratuita en el Hospital Konkuk. La historia de cómo nos conocimos nos ha llevado a este precioso momento en donde más que tratarnos como "médico-paciente", nos tratamos como dos amigas poniéndonos al día de lo que nos ha sucedido en el tiempo que no nos hemos visto. Para mí esto es más divertido que tratar formalmente a una persona mayor que yo para que le cuente mi vida, ¿cómo podría confiar en esta si no podría siquiera hacerle bromas?

En fin, Hee-kyung sabe mucho —por no decir todo— de mi vida. Ella sabe sobre mi familia y los pequeños conflictos propios que a veces tengo contra Blake, mi primer corazón roto y la dificultad e incomodidad que tengo a veces de conocer más personas por no saber cómo ellos tomarán mis habilidades que a la mayoría asombra de buena o mala manera.

Y justo ahora, con mi nueva amistad con Jimin, Hee-kyung se está enterando de cómo me siento al saber que el rubio es como mis demás amigos y no me toma como bicho raro. Aunque hay algo que no me cuadra ahora y es el hecho de que la pelinegra suponga que me gusta Jimin.

—No. Él no me gusta —finalmente le respondo—. Es que... No lo sé, me agrada mucho que sea como mis otros amigos.

El suave tic-tac del reloj de pared resonaba en la acogedora sala mientras me sumergía en la conversación con Hee-kyung. Mis dedos jugueteaban con un mechón de cabello, una señal inequívoca de mi inquietud.

—Siento una especie de conexión sincera.

La psicóloga, con su mirada serena y sabia, asintió comprensiva.

—Es notable, Soo-hyun. Tu habilidad para reconocer esa autenticidad en una relación es un gran paso. Te permite conectarte a un nivel más profundo, algo que antes te costaba.

Me estremecí levemente ante la idea de haber logrado algo que, hasta hace poco, me parecía imposible debido a mis características.

—Sí, es... es como si Jimin pudiera ver más allá de lo superficial, y eso me hace sentir valorada, reconocida de una manera que rara vez experimento.

Hee-kyung reflexionó con cuidado antes de hablar, adoptando un tono profesional pero cálido.

—Tu capacidad para percibir y valorar esa autenticidad es un paso significativo en tu crecimiento emocional, Soo-hyun. Es un signo de progreso en tu viaje para entender las relaciones interpersonales desde una perspectiva más empática.

Sus palabras resonaron en mi interior, una especie de confirmación de que este nuevo lazo con Jimin no solo era beneficioso, sino también una oportunidad para mi desarrollo personal.

—Pero, ¿cómo se te dio acercarte a él con las clases de anatomía? —Inquiere con curiosidad.

Las palabras de Hee-kyung me hicieron retroceder en el tiempo, recordando cómo todo comenzó.

—Fue Han Jisung —comencé, mi voz apenas un susurro que rompió el silencio de la habitación—. Él fue quien me habló de los problemas de Jimin en los estudios, de cómo se estaba distrayendo y no lograba aprobar. Me pidió ayuda para que lo apoyara, y acepté sin dudarlo.

La imagen de Jisung, preocupado por su amigo, se mezclaba con la revelación que cambió mi percepción sobre Jimin.

—Pero todo cambió cuando lo vi tratando de ocultar las marcas de golpes con maquillaje —mi cuerpo habló por si solo y mi mano se dirigió a mi cuello para señalarlo, haciendo alusión a esa primera marca que le vi a Jimin—. Golpes que su propio padre le había infringido.

Mi mente regresó a aquel momento con una claridad devastadora. Sentí la rabia arremolinarse en mi pecho, una furia justa por la injusticia que Jimin enfrentaba.

—Me invadió una rabia profunda por él, por tener que soportar la violencia de un padre que se creía superior solo por ser abogado. Y la tristeza... una tristeza que ocultaba detrás de una sonrisa cuidadosamente elaborada.

El dolor silencioso de Jimin resonaba en mis pensamientos, y la comprensión de su situación suscitaba una tormenta de emociones dentro de mí. Me sentía impotente, deseando poder hacer más por él, pero también me enfrentaba a mi propia lucha interna.

—Hee-kyung, no puedo evitar sentir esta ira y tristeza —admití con pesar, buscando consuelo en sus ojos comprensivos—. Quiero ayudar a Jimin, pero también siento una lucha interna. ¿Cómo puedo manejar estas emociones mientras intento ser de apoyo para él?

La mirada de Hee-kyung era reconfortante, su presencia tranquilizadora.

—Es normal sentir estas emociones, Soo-hyun. Es un reflejo de tu empatía y tu deseo genuino de ayudar. Pero también es importante encontrar el equilibrio entre tus propias emociones y el apoyo que puedes brindar.

Sus palabras resonaron en mi mente, recordándome la complejidad de mis sentimientos. Quería ser un apoyo para Jimin, pero también necesitaba encontrar una manera de lidiar con las emociones intensas que surgían al conocer su difícil situación.

Hee-kyung quiso concluir el tema de Jimin relacionándolo a mi tema con Blake. Volvió con sus preguntas acerca de cómo ella había tratado a mi nuevo amigo, si es que yo había sentido un poco de incomodidad en ver a mamá siento cercana a Jimin.

Yo se lo conté todo a Hee-kyung. Ella solo escribió en su libreta mientras que hacía unas pocas pausas para hacerme preguntas y profundizar más en lo que le dije. Y así fue toda la sesión hasta el final.

—Aún no puedo creer que sea amiga de una pequeña como tú —bufa ella.

—Yo no puedo creer que me hagas terapias gratis.

Hee-kyung sisea mientras que me mira con recelo.

—Tampoco serías una paciente que podría darme mucho dinero —replica—. Vienes cada dos meses aquí, mis otros pacientes vienen cada semana.

—Como sea —digo con indiferencia, levantándome de donde estaba para ir a la estantería de libros de Hee-kyung—. ¡Por cierto! Ayudé a papá en un nuevo caso de homicidio. ¿Recuerdas la muerte del alcalde Hwang? Bueno, papá y yo creímos que el asesino podría ser uno de sus amantes, Cha Yong-tae, porque se supo luego que el alcalde había dejado todos sus bienes a su nombre; algo así como un homicidio por la herencia. Pero al final no fue él quien lo mató, sino uno de sus primos al enterarse de que ellos no iban a heredar nada de sus bienes.

—El dinero hace que muchas personas hagan locuras irreversibles —suspira con cansancio Hee-kyung.

****

El rugido del motor de mi Jeep se desvaneció mientras lo estacionaba frente a la casa de Soo-hyun. El lugar ya me era familiar: las paredes de piedra, los ventanales amplios que dejaban entrar la luz natural. Subí las escaleras, con la expectativa de un día de estudio, pero al tocar el timbre, en lugar de Soo-hyun, se presentó el padre de ella, Jeon Jungkook, con una ceja arqueada que no dejaba lugar a dudas sobre su sorpresa al verme una vez más por allí.

—Jimin —dijo Jungkook, abriendo la puerta lo suficiente para dejarme pasar—. Entra.

Me adentré con cautela, tratando de no mostrar lo nervioso que me sentía frente a su imponente presencia. Nos sentamos en la sala, la atmósfera cargada de una tensión que yo, desafortunadamente, contribuía a aumentar con mi torpeza para hablar.

—¿Las clases de Soo-hyun te están siendo útiles? —preguntó Jungkook, clavando sus ojos en mí.

—Uh, sí, mucho —respondí rápidamente, sintiendo cómo la voz me traicionaba en mi intento de sonar seguro.

—Podrías ser un poco más expresivo, ¿no crees? —dijo Jungkook con una sonrisa que no alcanzaba a su mirada—. Estás en mi casa, deberías estar agradecido. Además, Blake está aquí, así que no hay peligro.

Intenté relajar el ambiente con una broma, mencionando lo mucho que le gustaba mi compañía a Blake, pero la respuesta de Jungkook me dejó claro que había tocado un punto delicado.

—Ten cuidado con lo que insinúas sobre mi hija o mi esposa, Jimin —advirtió Jungkook con una seriedad que me heló por dentro.

Asentí rápidamente, sintiendo una gota de sudor frío recorriendo mi frente. Pero mi ansiedad no se calmó cuando Jungkook se levantó y salió por un instante, regresando con una botella de soju y dos vasos en la mano.

—¿Quieres un poco?

—Uh, sí, creo —respondí, un tanto inseguro, intentando no ofenderlo.

Pero antes de que pudiera siquiera tocar el vaso, Jungkook me reprendió.

—Eres menor de edad, Jimin. No deberías estar bebiendo.

Me sentí atrapado entre querer complacer a Jungkook y no querer romper ninguna regla más.

—Lo siento, no sabía que...

—Claro, ahora lo sabes —dijo Jungkook, dejando la botella y los vasos sobre la mesa—. Pero no vuelvas a aceptar algo así, ¿entendido?

Mientras Jungkook me reprendía, mi mente bullía con una mezcla de incomodidad y nerviosismo. Actuar normal frente a él era una tarea titánica, especialmente después de lo que Soo-hyun me había confiado sobre la supuesta personalidad psicópata de su padre.

Me sentía como un completo idiota, torpe y sin saber qué decir. ¿Cómo podía actuar con naturalidad cuando cada gesto y palabra me llevaban al borde del desastre? Incluso Blake, la madrastra de Soo-hyun, parecía más relajada que su marido. ¿Cómo alguien como Jungkook había conquistado a Blake? La discrepancia entre su aura intimidante y la supuesta personalidad más tranquila de la madrastra me desconcertaba por completo.

Me pregunté una vez más cómo había terminado en esa situación. Tal vez haber venido en el peor momento posible no era solo mala suerte, sino el universo advirtiéndome que algo andaba mal.

—¿Soo-hyun está en casa? —pregunté, desesperado por un escape.

—No, salió hace un rato —respondió Jungkook con una sonrisa plana, dejándome en un dilema interno sobre cómo salir de esa situación incómoda.

Que suerte la mía.

Me disculpé con el señor Jeon antes de levantarme del mueble en el que estábamos sentados y salir de la casa para llamar a Soo-hyun, pero ella no me respondía. Intenté enviarle mensajes para decirle que ya estaba aquí en su casa; sin embargo, me había dado cuenta de que la pelinegra ni siquiera había leído mis anteriores mensajes.

Justo hoy tiene que desaparecerse sin decirme nada y permitir que su padre me humille. Gracias Soo-hyun.

Resignado, y suponiendo que la clase de hoy se canceló, ingreso otra vez a la casa para agarrar mi mochila y despedirme de paso del señor Jeon; pero él ya no estaba ahí, solo agarré mi mochila y volví a caminar hacia la puerta.

—¿Y no te vas a despedir? —escucho la voz del señor Jeon atrás de mí. Él es insoportable, lo juro.

—Ya, cariño —escucho también la risita de Blake. Giro nervioso y sonrío con amabilidad a los dos señores que se aproximan a mí—. ¿Pudiste comunicarte con Soo?

—No, ella no me responde la llamada ni los mensajes —contesto. La mamá de la pelinegra abulta sus labios y mira con preocupación a su esposo—. Es mejor que regrese a mi casa. Adiós, gracias.

—Adiós, Park —me dice el señor Jeon.

Salgo de esa casa y siento que puedo respirar otra vez con normalidad. Bajo las escaleras y me dirijo a mi Jeep para ir a casa lo antes posible. Esta vez me tocaría estudiar solo para mi examen de mañana.

Sin embargo, una vez dentro, una confesión de Soo-hyun aparece en mi mente como un despertar.

**

—Entonces, si un día desapareces misteriosamente, tendré que buscar en esos lugares, ¿no?

—Quizás. Quién sabe, tal vez me encuentres meditando en medio de ese peculiar equilibrio entre la angustia y la serenidad.

**

¿Cabe la posibilidad de que Soo-hyun se haya ido a un hospital?

Pero, ¿a cuál? Los más cercano que hay son el hospitales Konkuk y el Centro Médico Samsung.

Con el corazón en un puño, manejé hasta los hospitales cercanos a la casa de Soo-hyun, esperando encontrarla. Recorrí las salas de emergencia, pasé por el departamento de psicología y psiquiatría, maldiciendo en silencio mientras la buscaba en cada rincón. ¿Por qué no me había avisado que no estaría en casa para nuestra clase de anatomía? Un simple mensaje habría evitado toda esta búsqueda frustrante.

Jeon Soo-hyun me las vas a pagar.

Después de no encontrarla en el primer hospital, me dirigí al segundo, el hospital Kunkok. Y allí, justo cuando estaba a punto de perder las esperanzas, la vi saliendo del edificio. Aparqué de cualquier manera y salí del auto, preparado para enfrentar a Soo-hyun, pero al verla vestida con esa falda corta a cuadros de color gris, una blusa blanca debajo de un cárdigan rosado y su sonrisa, mis palabras se atascaron en mi garganta.

—Tú... ¿qué haces aquí? —tartamudeé, desconcertado.

Soo-hyun se emocionó al verme y su sonrisa iluminó su rostro.

—¿Acaso te acordaste de lo que te dije la última vez? Por eso me buscaste en un hospital —dijo con una risa divertida.

Mi mente tuvo un breve debate interno sobre por qué recordaba esas pequeñas cosas sobre ella, pero volví a la realidad y enfrenté a Soo-hyun, reclamándole por ignorar mis llamadas y mensajes, y contándole sobre la humillación en su casa con su padre.

—No puedo creer que no me hayas contestado, Soo-hyun. ¡Estaba tan nervioso, y tu padre...! —comencé, exasperado.

Ella simplemente se rió y me invitó a entrar al hospital, como si no hubiera pasado nada.

—Vamos, entra. Necesitas relajarte un poco antes de nuestras clases de anatomía.

—No, no necesito relajarme —protesté, frustrado. La pelinegra torció sus ojos y ladeó un poco su cabeza antes de seguir escuchándome—. Necesito que me expliques por qué no me dijiste que no estarías en casa. ¿Sabes lo que pasó con tu padre? ¡Me hizo sentir como si estuviera en un interrogatorio!

Soo-hyun me miró con calma.

—Lo siento, Jimin. Pero vine aquí por algo y se me fue la hora. Además, si iba a casa, habría arruinado la sorpresa de verte aquí.

—No puedo creerlo, ¿sabes lo humillante que fue estar en tu casa? —le espeté, incapaz de contener mi enojo—. Tu padre me intimidó, me hizo sentir pequeño y no estuviste ahí. ¿Acaso te divierte verme así?

—Ya, ya pasó —ella me toma de los hombros y me agita un poco—. Ya no seas un llorica. Ni que mi papá fuese el gran demonio. Mejor... Aprovechemos que estamos aquí en el hospital.

Sus palabras me dejaron atónito.

—¿Qué? ¿Y qué vamos a "aprovechar" del hospital?

Ella sonrío inocente, como si la respuesta fuese obvio y yo que el único tonto que no lo entiende todavía.

—Pues, el hecho de que hoy podemos cambiar un poco las cosas —Soo me agarra de la mano y empieza a jalarme a la entrada del edificio—. ¡Vamos, entra! Te lo explicaré todo mientras tomamos algo en la cafetería.

*****
Antes tenía en mente hacer esta historia como enemies to lovers, pero me está quedando como friends to lovers

No me quejo, me gusta; y espero que a ustedes también 😻

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