
d i e c i s i e t e | Pastelitos marrones 🖤
La semana que viene estará un poco —muy— movida en mi casa. ¿Por qué? Porque serán los cumpleaños de mi papá y mi mamá. Jungkook cumple el primero y Blake el cinco de setiembre. ¿En serio tuvieron que unirse como esposos las dos personas que cumplen muy cerca?
En fin, el problema aquí no son las celebraciones —o un poco sí, la verdad—, sino lo que a mí como hija me toca hacer como regalos. Papá es fácil de complacer: con que nadie lo moleste en su día es más que suficiente para él, la segunda opción es regalarle alguna tijera especial que vaya directamente a su colección. Sin embargo, mamá no es como papá de pensar en un regalo fácil; ya que lo único que puede hacerla feliz es algún producto de Chanel, pero ella ya se los puede conseguir sola.
Tampoco es que tenga tanto dinero como para comprarle una joya de Cartier o de Graff. Y aunque lo tuviera, Blake tiene muchas joyas que la mía tal vez quedaría en el olvido luego de darle hasta cuatro usos; además de que esas joyas cuestan más de lo que yo gastaré en toda mi vida.
Con mi grupo me tomo el tiempo de la hora del almuerzo para revisar cuantas páginas de ropa y de joyería podamos para encontrarle el regalo perfecto a Blake. En mi iPad tengo toda una lista de cosas que le pueden gustar porque ella misma me las dijo o porque yo las he colocado como opción luego de darme un recorrido por su walking closet.
—¿Un perfume Dior? —pregunta Songyi mientras chupa una paleta de cereza.
—Mamá es muy fiel a Chanel —respondo estando muy concentrada en una página online de joyería—. Tampoco le puedo regalar un perfume, porque ella ya tiene su reserva de Chanel N°5 para cuando se le acaba uno.
—Aquí veo sombreros y garbandinas de Chanel que a tu mamá le pueden gustar. —Sol me pasa su celular para mostrarme la colección de otoño que ha sacado la marca.
—¿Y si le mandas a hacer un pastel? —sugiere Hobi. Él, a diferencia de las chicas, no estaba ayudando en la búsqueda desde hace un par de minutos que se dió por vencido—. Creo que es un bonito gesto.
Las chicas regresan a verme para saber qué opino de esa opción.
—¿Crees que no lo he pensado antes? —contesto, arqueando una ceja—. Pero Blake es muy... Muy quisquillosa con lo que come por mantener su figura.
—Hay pastelerías que se adaptan a todo. Puedes cotizar un pastel y mandarlo a hacer. —Vuelve a hablar Hobi.
—O en todo caso hacerlo tú misma —tercia Songyi.
La campana sonó para marcar el fin de la hora del almuerzo. Ya no me dio tiempo de debatir un poco más acerca de ese pastel como regalo para mi madre, ya que todos nosotros debíamos de apurarnos para ir al laboratorio de química.
Nos colocamos en la mesa de trabajo que siempre usamos, dejamos sobre esta nuestros lapiceros y cuadernos para acercarnos a los colgadores y ponernos las batas blancas junto a los lentes de protección. Songyi y Hobi se sientan enfrente de Sol y yo, luego otros compañeros vienen y se sientan con nosotros hasta completar las ocho personas por mesa.
El maestro Jin entra al laboratorio con su portafolio rojo de siempre y da un último llamado a los tardones para que entren al lugar antes de que él cierre la puerta. Después, se va a su escritorio para dejar sus cosas y escribir en la pizarra lo que haríamos hoy.
Como futura doctora o criminalista, debo de admitir que la química no me gusta mucho; o bueno, la química de la manera en la que enseña el maestro Jin no es de mi agrado. Quiero decir, estamos en un laboratorio que está muy bien equipado para hacer muchos experimentos y reacciones químicas; pero en su lugar, solo obtenemos teoría y muy poco acercamiento a lo que es la química como tal.
Luego de la primera hora de clase, tuvimos un descanso de diez minutos. Los chicos se fueron a la cafetería para comprar algo de comer mientras que yo aproveché en analizar mis opciones para el regalo de Blake. Si no encontraba algo material que regalarle, pasaría a mi segunda opción que era el pastel de cumpleaños.
No me sigue terminando de convencer la idea del pastel, pero peor es nada.
***
Aproveché la ausencia de mis padres para hacer otra vez una inspección al armario de Blake y ver qué es lo que a ella le faltaba. A primera vista, no le faltaba nada porque todo ya lo tiene, desde la prenda más básica hasta la más extraña. En sus zapatos era lo mismo: mocasines de todos los colores, sandalias comunes y con plataforma, zapatillas de deporte y casuales, y ni qué decir de los tacos. Pasé a su baño y revisé todos los cosméticos que tenía. Empecé por lo que ella usa para su rutina de cuidado facial y luego por el maquillaje.
Podría obsequiarle labiales, pero ya tiene muchos; o una paleta de sombras... Abro el cajón de su tocador y tiene varias que aún no usa. Estoy empezando a rendirme con el regalo y replanteándome la opción del pastel. Veo por último sus productos de aseo y tiene varios que ni yo sé para qué son.
Suficiente. Es hora del Plan B. ¡A la cocina!
Cuando era pequeña, recuerdo que a Blake siempre le gustó meterme a la cocina cuando ella quería preparar un postre. Un ejemplo son las galletas que horneábamos en Navidad para Santa Claus; sí, muy inocente de mi parte. Pero con el pasar de los años, poco a poco me di dando cuenta que la repostería no era lo mío desde que descubrí que también se necesitaba paciencia para ello.
Ahora tengo que volver al pasado para acordarme de los utensilios que necesito para hacer el pastel. Quiero intentar primero hacerlo yo y ver cómo me queda, pero si llega a salir un desastre, paso a pedir un pastel a alguna pastelería.
Una vez que creo que tengo todo sobre la isla: batidora, cuchara y tamizador; paso a buscar una receta por Internet de un pastel de chocolate, ya que es lo más común que puedo hacer ahora. Leo los ingredientes y los voy buscando por toda la cocina para ponerlos también sobre la mesa.
Con determinación, me enfrenté a la cocina, decidida a dominar la receta del pastel de chocolate. Mezclé con precisión los ingredientes, leyendo la receta con atención. Sin embargo, la cruel realidad se reveló cuando, al mezclar los huevos con el azúcar, la combinación se separó en un desastre líquido.
Observé la mezcla con incredulidad y, casi de manera irónica, me reí de mi propia situación.
—¡Claro, Soo-hyun, el pastel perfecto en tu primer intento, qué ilusa! —me burlé de mí misma mientras tiraba la mezcla a la basura.
Respiré hondo y me obligué a intentarlo de nuevo. Leí cada paso con más detenimiento, asegurándome de seguir las instrucciones al pie de la letra. No obstante, la maldición del corte de mezcla volvió a atacar. La frustración empezó a instalarse en mí, preguntándome que parte del primer paso estaba haciendo mal. Mi cara reflejaba una mezcla de incredulidad y frustración, pero me negué a darme por vencida.
—No te preocupes, Soo-hyun, es solo repostería, no una operación de corazón —me consolé, intentando mantener la ironía ante mi nueva derrota.
Después de varios intentos, finalmente logré superar esa etapa. Continué con el resto de la receta, mezclando los ingredientes con cuidado. Al probar la masa, su sabor no estaba mal para ser mi primera incursión en la repostería, aunque no me convencía del todo, mi crítica interior seguía juzgando.
Con un sentimiento agridulce, coloqué la masa en un molde para pastel pequeño y la introduje en el horno. Justo en ese momento, el timbre sonó, rompiendo mi trance culinario. Al abrir la puerta, me encontré con Jimin.
—¿Qué haces acá? —le pregunto con el ceño fruncido.
El rubio no se esfuerza en fingir ni un poco y suelta una risa que la retiene al instante.
—Es viernes. Nos toca estudiar —responde con un ápice de diversión. Verdad que hoy era viernes—. ¿Qué has estado haciendo, Soo-hyun? Tienes algo blanco por la barbilla -preguntó entre risas.
—Intentando dominar el arte de la repostería, pero creo que la masa está ganando la batalla —respondí agotada. Invité a Jimin a pasar y le pedí que esperara en la sala mientras corría a mi cuarto a recoger mis cosas.
Mientras me dirigía a la sala, no pude evitar pensar que, aunque mi intento de hacer el pastel tenía sus fallas, al menos lo único que me mantenía perseverante era confiar que este iba a ser el regalo perfecto para mi mamá.
El aroma del chocolate flotaba en el aire y eso también lo sintió Jimin, quien no pudo evitar acercarse a la cocina para ver lo que estaba haciendo. Después su mirada se desvió al todo el desastre que había ocasionado en la isla de la cocina: por un lado había leche regada, harina y cocoa ensuciando la mesa y varias cáscaras de huevos rotos. La verdad es que parece como si hubiera horneado algo con un niño pequeño.
—Bien, no hay nada que ver aquí. A estudiar —lo agarro de la muñeca y me lo llevo hacia la sala para estudiar—. Nos toca estudiar los órganos reproductores. Amazing!
Sacamos nuestros libros y notas, preparándonos para una sesión de estudio que seguramente sería memorable. Nótese mi sarcasmo.
Con los libros y gráficos desplegados frente a nosotros, me embarqué en la tarea de hacer que Jimin comprendiera las complejidades del sistema reproductor femenino a través de las analogías a que ya le tengo acostumbrado.
—Imagina que los ovarios son como un jardín lleno de flores —comencé, señalando hacia los órganos en el gráfico—. Cada flor representa un óvulo listo para florecer. La ovulación es como el momento en que una de esas flores está completamente lista para ser fertilizada.
Jimin asentía, aparentemente más conectado con esta analogía. Continué, relacionando las trompas de Falopio con caminos que conectan el jardín, como si fueran senderos por los cuales el óvulo puede viajar, similar a cómo las abejas se mueven entre flores.
—Y el útero, bueno, podríamos compararlo con un nido de pájaros —añadí, señalando la siguiente sección del gráfico—. Si el óvulo fertilizado se implanta en el útero, es como si hubiera puesto un huevo en ese nido, preparándose para desarrollarse.
Después de explicar el ciclo menstrual como las estaciones del año, donde cada fase representaba una etapa distinta, utilicé la analogía de la menstruación como la limpieza del jardín.
Jimin, tratando de añadir un toque de humor a la situación, soltando un chiste al intricado mundo de la anatomía femenina.
—Este jardín parece bastante complicado. ¿No sería más fácil si en lugar de flores, tuviéramos unos arbustos más sencillos? —dijo con una sonrisa traviesa.
Mis labios apenas esbozaron una sonrisa, y mis ojos permanecieron inexpresivos.
—Jimin, esto es anatomía, no un club de comedia —le espeté con una ceja alzada.
—¡Ay ya, solo fue un chistesito!
—Ja ja, muy bueno tu chiste. No lo hagas más —Respondo con sarcasmo.
Aunque el rubio esperaba una risa cómplice, mi reacción imperturbable dejó claro que, en ese momento, la ciencia estaba por encima de los chistes, al menos desde mi perspectiva.
Luego, pasamos a estudiar el sistema reproductor masculino. Nuevamente, me esforcé por hacer la explicación tan dinámica como fuera posible, utilizando términos simples y ejemplos claros. Jimin, aunque inicialmente reticente, comenzó a asimilar la información.
Mientras avanzábamos en la explicación del sistema reproductor masculino, decidí intentar añadir un toque de humor a la situación, buscando provocar una risa en Jimin o demostrar mi punto anterior.
—Bueno, si lo piensas, la eyaculación es como lanzar un cohete al espacio, ¿no? Solo espero que no haya problemas de combustible en esa misión —solté la broma con una sonrisa traviesa.
—¿En serio, Soo-hyun? ¿También vamos a hacer chistes sobre esto?
—Bueno, Jimin, parece que no es tan fácil hacer reír con temas anatómicos, ¿verdad? —Sonreí con petulancia—. No es tan divertido cuando estás del otro lado.
Rodó los ojos ante mi comentario y propuso un descanso. Mientras él se estiraba, le di un último vistazo a los apuntes, sintiéndome satisfecha con el progreso.
—Creo que necesitas un descanso más que yo, Jimin. Tal vez tu mente necesita relajarse para poder apreciar mis chistes científicos.
—No dio risa —asegura él.
—El tuyo menos.
—Mejor cambiemos de tema —el rubio se acomoda mejor en su sitio para tomar una postura relajada—: ¿por qué estás haciendo un pastel?
—Porque la semana que viene es el cumpleaños de mi padre y después el de mi madre. Para mi padre, ya tengo un regalo preparado —respondí, con una sonrisa cómplice.
—¿Y cuál es el regalo tan especial para tu padre? —Jimin parecía intrigado.
—Unas tijeras coleccionables. Es un apasionado del bricolaje, ¿sabes? —revelé, notando la expresión sorprendida de Jimin.
Intentó interrumpirme al escuchar sobre el regalo peculiar para mi padre, pero continué relatando mi intento de preparar un pastel como un regalo para Blake. Al mencionar las numerosas veces que había fallado en el proceso, Jimin no pudo contener la risa:
—Deberías haberme dicho antes. Soy todo un maestro pastelero. ¡Podríamos haber evitado todo este desastre culinario! —exclamó él, como si estuviera alardeando de que solo en eso era mejor que yo.
La conversación tomó un giro repentino cuando un olor a quemado invadió la casa. Alarmados, corrimos hacia la cocina para enfrentarnos al humo que escapaba del horno. Mi preocupación se intensificó al descubrir que el pastel se había desbordado del molde y se había carbonizado por completo, resultando en una masa dura e irreconocible.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Se supone que eso es tu regalo para Blake? —preguntó el rubio, frunciendo el ceño.
Frustrada conmigo misma, expresé mi descontento mientras Jimin, entre risas, trató de consolarme.
—Bueno, parece que la repostería no es tu fuerte. Deja que los expertos se encarguen de eso —comentó con una sonrisa juguetona.
Jimin y yo detuvimos nuestra tarde de estudio para que él me enseñara a hacer correctamente la masa del pastel. Envidiaba mucho la facilidad con la que lo hacía ver él la parte de batir los huevos, ya que al final me dijo que mi error fue batirlos de más a una velocidad muy alta. También me enseñó las cantidades exactas de cada ingrediente para que no se preparara tanta masa ni que el polvo de hornear lo inflara tanto hasta el punto de salirse.
—Mi masa parecía excremento —digo luego de un momento de silencio. Jimin pierde la concentración y se ríe—. En serio, el tuyo tiene un color más claro, pero el mío era más oscuro, casi negro.
—Le debiste de echar mucha cocoa. Los pasteles de chocolate no necesitan de tanta cocoa o sino su sabor será amargo.
—Increíble. ¿Y cómo es que tú sabes de repostería?
—Me gustaba pasar mucho tiempo con mi abuela. Ella era una amante de lo dulce y cada vez que iba yo a visitar, preparábamos un postre. En mi casa también hago postres de vez en cuando, mayormente son para mi hermana. —Veo la sonrisa que se le ha formado a Jimin cuando ha mencionado a su hermana. Supongo que para ella también debe de ser difícil vivir con un padre abusivo.
No quise preguntar más del tema y seguí mirando al rubio terminar la masa del pastel. El plan cambió un poco y terminamos haciendo cupcakes. Me sentía un poco inútil al estar en la cocina sin ayudar en la preparación, pero también estaba esa parte de mí que le daba igual y dejé que Jimin se encargara de todo.
De pronto, vi al rubio irse de la cocina dejándome con la batidora en marcha para hacer el frosting del cupcake; luego, volvió a aparecer con un bolígrafo y papel en manos y se puso a escribir la receta a mi costado mientras que a mí me había relevado la tarea de la crema.
En lo que él seguía escribiendo, los cupcakes terminaron de hornearse y el rubio me mandó a sacarlos para que se enfriaran.
—Para que veas que soy bueno, te doy la receta con todas las instrucciones y así tú puedas hacerlo sola la próxima vez —me dice una vez que la ha terminado de escribir.
—Créeme que nunca más haré algo como esto.
A pesar de mis palabras de resentimiento a la cocina, tomo el papel que me dio el rubio para guardarlo en un cajón de la cocina. Luego de unos minutos más, Jimin termina de preparar la crema para luego meterla en una manga pastelera.
Mientras Jimin colocaba con destreza la crema batida sobre los cupcakes, una sensación de envidia y recelo se apoderaba de mí al ver lo fácil que le resultaba. Cada movimiento suyo era preciso y elegante, mientras que yo me sentía torpe y desorientada.
Él notó mi ceño fruncido y los labios abultados, y no pudo contener una risa suave.
—¿Te molesta que sea tan bueno en esto? —bromeó, con una chispa traviesa en sus ojos.
Me encogí de hombros, tratando de ocultar mi frustración.
—No es eso... Solo me parece que lo haces parecer demasiado fácil. —Fijo mi mirada en la de él—. Equivócate para que me pueda sentir mejor.
Con una sonrisa burlona, Jimin se acercó y me ofreció la manga pastelera.
—Vamos, inténtalo tú. No es tan difícil como parece.
Inicialmente me negué, sintiendo que estaba destinada al fracaso. Pero la insistencia de Jimin fue irresistible, y finalmente accedí, aunque con dudas.
Tomé la manga pastelera y traté de imitar los movimientos de Jimin en un plato vacío. El resultado fue desastroso: la crema se derramó torpemente, formando montículos desiguales.
El rubio soltó una risa divertida ante mi intento fallido, pero en lugar de burlarse, se acercó aún más. Colocándose a mi lado, me guió con paciencia, sus manos sobre las mías mientras me enseñaba cómo sujetar la manga pastelera correctamente y hacer el movimiento adecuado.
La cercanía de Jimin me hizo sentir una corriente eléctrica que recorrió mi cuerpo. Sus manos sobre las mías eran cálidas y reconfortantes, y su presencia cercana me resultaba un poco extraño pero no incómoda. Era algo nuevo entre nosotros.
Después de algunos intentos más, finalmente logré dominar la ciencia de decorar cupcakes, gracias a la ayuda de Jimin. Me sentí un poco mejor conmigo misma, pero aún no cambio de opinión que la repostería no es para mí.
—Lo estás haciendo muy bien, Soo-hyun —me alentó, animándome a intentarlo sola otra vez.
Sin embargo, decidí devolverle la manga pastelera, porque el éxito se alcanza una sola vez y yo ya lo obtuve.
Cuando acabó de decorar los diez cupcakes que hizo, los metí a la refrigeradora para irme con Jimin hacia la sala y continuar nuestra sesión de estudio. Aprovecho en observar la hora en mi teléfono y veo que ya casi serán las nueve de la noche.
Es un poco extraño que mis padres aún no hayan regresado. Quiero decir, lo último que supe de ellos es que se irían a una degustación de comida para seleccionar el cátering de la fiesta del fin de semana.
—¿Al final sí le darás un pastel a tu mamá cómo regalo? —niego rotundamente mientras contesto unos mensajes de Kyungyoo—. ¿Y qué le darás?
—Un perfume de su reserva personal. Lo haré pasar como si lo hubiera comprado y no se dará cuenta. Problema solucionado. —Jimin me queda observando incrédulo, como si en el fondo me estuviera diciendo Really? Yo solo puedo aplanar mis labios y parpadear repetidas veces—. Por cierto, estás invitado a la fiesta de mis padres el otro fin de semana. Se hará en el hotel The Ambassador. A las cinco de la tarde. Dress code semi formal.
—E-Eh... No entiendo. ¿Por qué me estás invitando?
—Porque eres mi amigo, duh —le digo con cierto deje de obviedad—. Mis amigos también irán. Sol llevará a su madre porque es gran amiga de Blake. También podrías llevar a tus padres, aunque tú hermana no puede ir. Es fiesta sin niños.
Jimin estaba a punto de decir algo más, pero se ve interrumpido por un sonido que proviene de la puerta de entrada. Luego, se escucha la voz de mamá llamándome.
—¡Soo-hyun! Ya llega... ¿Por qué huele la casa a humo? —ella se acerca a la sala y nos ve a Jimin a mí sentados en el suelo—. Chicos, ¿qué ha pasado aquí?
—Intenté hacer un pastel y se me quemó —digo. Blake se ríe levemente antes de irse a la cocina. Ahora recuerdo que no me he deshecho de ese pastel carbonizado, ups.
Luego aparece mi padre para mirar mal a Jimin, como siempre, y darme un beso en la cabeza a mí. Él también se va a la cocina y preguntó por el pastel carbonizado, doy la misma respuesta de antes mientras que tengo a mi lado a un chico que no para de reír en silencio.
Finalmente, Blake descubre los cupcakes que Jimin horneó y se emociona mucho. Bueno, al menos hubo una reacción positiva. Papá agarra uno y se lo empieza a comer en donde nosotros podemos verlo.
—Jimin los hizo —digo sin que nadie me lo hubiera preguntado. Papá deja de masticar y observa el cupcake con rareza, como si lo que dije en realidad fue: "¡Cuidado! El cupcake tiene veneno".
—Están asquerosos. —Claramente, papá solo está mintiendo para no admitir que le ha gustado algo que ha preparado el rubio.
Mamá sale de la cocina con un cupcake en mano y camina en dirección al mueble de la sala con papá para sentarse y seguir disfrutando del postre. Blake le hace preguntas a Jimin sobre la receta luego de halagarlo por el buen sabor que tenía el bizcocho.
Al poco rato, el rubio y yo también comimos de los cupcakes; y debía de admitirlo, estaban muy buenos. Mejor que el pastel que yo traté de hacer.
Finalmente, a eso de las diez, Jimin se fue a su casa con dos cupcakes para su hermanita. Mamá lo volvió a invitar a la fiesta de cumpleaños mientras que papá le lanzaba una sutil amenaza de no aparecerse en la celebración si quería seguir con vida.
No fue un gran día para mí como repostera, pero al menos tuvo un final muy dulce y con una solución a mi gran dilema de hoy. Solo me quedaba esperar al día de la fiesta para estar acompañada de mis amigos y de Jimin cuando le entregue su regalo a Blake.
*****
Lo que he sufrido con Wattpad para que me guardara los cambios de lo que iba escribiendo 😭
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