d i e c i n u e v e | La taberna de Moe 🖤
Una vez más tuve que invadir la casa de Kyungyoo cuando este no me daba un reporte de lo que yo quería saber. A este paso ya no sé si debería de confiar en él; sin embargo, si lo dejo, ¿entonces quién me ayudará en esto? Mis tíos están fuera de esto, ni siquiera son una opción.
Pero bueno, el lado positivo de venir aquí es que pude obtener lo que he querido desde ese arresto. Con el pelinegro me puse a ver la lista de conocidos y la relación que tienen entre sí. De igual modo, anoté todos los nombres en mi celular para luego investigar si es que alguno de estos guarda relación con mis padres.
—Eso es todo. —Kyungyoo suelta un suspiro cansado a la misma vez que cierra su computadora—. Ya va a ser medianoche, debes de volver a tu casa. ¿Te llevo?
—Está bien si llego un poco tarde. No te preocupes.
Rápidamente me distraigo con una ficha de búsqueda a un niño de no más de nueve, de nacionalidad coreana, que ha desaparecido hace casi dos semanas. Leo la información extra, como los rasgos físicos de este niño y el lugar en donde se le vio por una última vez.
Kyungyoo trata de quitarme ese documento confidencial, ya que no confía en mí como su ayudante para sus investigaciones; pero ante tanta insistencia de mi parte, a regañadientes, cedió y comenzó a compartir los detalles del caso.
—El niño desaparecido se llama Jihoon. Tiene apenas 8 años. Fue visto por última vez cerca de su escuela. Sus padres están devastados y no hemos encontrado pistas sólidas hasta ahora.
—¿Hay algo en particular que te preocupe en este caso? —pregunté, tratando de entender mejor la situación.
El otro asintió.
—Lo extraño es que no hay demanda de rescate ni ninguna evidencia de conflicto familiar. Jihoon simplemente desapareció. Estamos revisando cámaras de seguridad y hablando con personas cercanas, pero hasta ahora, nada.
Mientras escuchaba atentamente, mi mente analítica se puso en marcha, haciendo conexiones y sugiriendo posibles líneas de investigación.
—Podríamos enfocarnos en los lugares que Jihoon solía frecuentar, o hablar con sus amigos. A veces, los niños pueden dar pistas importantes.
A medida que continuábamos analizando el caso de la desaparición del niño, la tensión en la habitación se volvía palpable. Cada intercambio de palabras se cargaba con una energía diferente, algo más que la mera resolución de un caso.
Kyungyoo se esforzaba por mantener la compostura profesional, pero sus ojos revelaban una mezcla de gratitud y algo más profundo.
—Soo-hyun, realmente aprecio tu ayuda en este caso.
—No hay de qué —respondo con simpleza y enfocando mi mirada en las imágenes de las cámaras de seguridad de la escuela—. Ambos podemos coincidir en que sin mí, estás perdido.
Mis ojos se encontraron con los suyos, capturando un instante de complicidad.
—Toma mi ayuda como recompensa por lo que estás haciendo por mí. Es un dar y recibir —añado, intentando mantener el enfoque en lo profesional.
Kyungyoo asintió, pero su expresión sugería algo más.
—Espero que podamos resolverlo pronto. Este caso y el tuyo.
—Más te vale —resoplo.
La atmósfera entre nosotros se volvía más densa con cada palabra compartida. No era solo la intensidad del caso lo que generaba esa tensión; algo más subyacía en nuestras interacciones.
Es mejor que siga ignorándolo y finja demencia.
—¿Te gustaría tomar un descanso? Puedo preparar algo para beber —propuso, desviando momentáneamente la atención del caso.
Aunque agradecí la oferta, la tensión persistía.
—Me parece bien —vuelvo a él una vez que detengo el vídeo de vigilancia—. Me gustaría un poco de té. Sin azúcar.
Mientras se dirigía a la cocina, la tensión pareció desvanecerse por un momento. Finalmente pude respirar adecuadamente y me recosté en la silla para pensar en lo que él está tratando de hacer conmigo. ¡Es que es tan repentino! Nos conocemos de hace tiempo y precisamente ahora se comporta de esta manera conmigo.
Además, no debo de ignorar el hecho de que él es ocho años mayor que yo, que tener este tipo de acercamiento con una menor significa cárcel. Como detective, debe de saber las consecuencias que trae este jueguito suyo.
Luego de unos minutos estando sola, decido ir a la cocina, la cual estaba envuelta en un suave resplandor mientras Kyungyoo calentaba agua para preparar el té que le pedí. Al entrar, mi mente seguía trabajando en el caso de Jihoon, y no pude evitar compartir una nueva hipótesis.
—Quizás deberíamos profundizar en la vida escolar de Jihoon. Revisar sus amistades y actividades extracurriculares podría arrojar más luz sobre su desaparición —sugerí, buscando aportar a la investigación—. ¿Han hablado con los maestros y personal de limpieza?
Kyungyoo me miró con una sonrisa de lado, apreciando mi continua participación en el caso.
—Ya nos adelantamos a eso, pero nadie nos dice algo relevante. Jihoon no era tan conocido más que por su maestro de arte —me dice en lo que caminando por su cocina para sacar dos sobres de té—. Eres increíble, Soo-hyun. El enfoque que le das a la investigación dice mucho de tus habilidades, ¿sabes?.
Entre tazas de té y la calidez de la cocina, desarrollamos una nueva hipótesis que podría guiarnos hacia Jihoon. La colaboración fluía de manera natural, ambos estábamos de acuerdo que lo que se puede hacer es usar al maestro para saber más de la vida del niño —aparte de los padres, obviamente—, pero otra vez había algo en la atmósfera que me tenía un poco inquieta.
Kyungyoo, con voz suave y una mirada intensa, rompió el ritmo de la conversación.
—Deberías considerar seriamente estudiar criminología. Tu habilidad para analizar casos es excepcional.
—Ya lo he pensado. Sé que podría ser una gran detective, pero también estoy inclinándome hacia la medicina. —Respondí con una actitud petulante y ególatra—. Sea cual sea lo que decida el otro, seré feliz.
De pronto, Kyungyoo me acorrala entre la alacena y él, ofreciéndome opciones que combinaban ambas pasiones. Mantuve la serenidad, sin mostrar alteración a pesar de su proximidad.
Con una voz seductora, Kyungyoo expresó:
—Espero algún día trabajar oficialmente contigo, Soo-hyun. —Sus dedos rozaron los míos, colmando mi serenidad.
Me aparté, yendo al comedor por mis cosas.
—Bueno, sí. Ya me tengo que ir. Avísame cualquier cosa que pase con mi caso o el tuyo.
Aunque su mirada intentaba retenerme, me despedí con tranquilidad. Eso había sido... Extraño, sí, esa es la palabra que más lo describe.
Tomo el ascensor para bajar al primer piso mientras que en mi celular me pido un taxi ir a casa. No obstante, en eso recibo un mensaje de Jimin invitándome a una carrera de autos que ha salido de imprevisto.
¿Y este acaso se ha olvidado que mañana hay escuela?
Últimamente, él y yo pasamos mucho tiempo juntos, lo que ya no es un secreto para nadie de nuestros amigos. Supongo que algunos se imaginan que hay algo entre nosotros, o al menos eso piensan los que aún no saben de nuestro trato de estudio. Jimin ya ha adquirido algunos hábitos de responsabilidad en el estudio; sin embargo, aún estoy trabajando con él la parte de responsabilidad y cuidar mejor lo que tiene mayor peso en nuestras vidas actualmente. Cosa que aún no estoy logrando; porque sino, él no estaría yéndose a una carrera de autos sabiendo que mañana tenemos escuela a las siete y cuarto.
En fin, estas son cosas que ya se escapan de mí y lo único que puedo hacer es a que Jimin recapacite solo.
Llegando a mi casa, trato de no hacer el mayor ruido posible a la hora de abrir la puerta y cuando subo las escaleras a mi habitación. A oscuras me cambio de zapatos y guardo mis zapatillas en la zapatera, después ya me puedo meter a mi cama plácidamente. Sí, me había ido a ver a Kyungyoo en pijama y miren qué bien que lo hice, para que así no haga tanto ruido.
***
Caminando por los pasillos de la escuela veo a Sol con unos lentes de sol oscuros y estando recostada sobre los casilleros mientras que a su lado derecho tiene a un Hoseok muy hablantín. Me acerco a ellos dos para saludarlos antes de entrar al salón e inmediatamente pregunto lo que está pasando aquí.
—Ayer fuimos a la carrera de autos y Sol bebió demasiada cerveza. —La otra solo mira hacia otra parte para evitar mi mirada asesina. Otra que no quiere oír mis consejos. Por algo Jimin, ella y su grupo son amigos—. Yo le traje paracetamol para el dolor de cabeza.
—Bueno, eso no le quitará mucho el... —me detengo abruptamente cuando percibo un olor muy asqueroso cerca de mí—. ¿Qué es... ¿Qué es lo que apesta así?
—Sol me pidió esconder una chaqueta que le vomitó a Taehyung. Hace poco recogí a Sol del bar, así que ella también debe ser la del olor.
—No puede ser. Sol, vamos —tuerzo los ojos antes de agarrar a Sol por los brazos y llevármela hacia las duchas de gimnasia. La clase de matemáticas esperará.
La pelirroja se dejó ayudar por mí a regañadientes y se fue a duchar mientras que yo me ocupaba perfumar todo su uniforme escolar para que dejara de oler tan mal. Luego, monté mi propia mesa de maquillaje en las bancas de madera. No soy una experta en dar tips de belleza, pero sé que puedo transformar esa cara de zombi que Sol trae a una más bonita y decente, totalmente decente.
Una vez que ella sale y se viste nuevamente, la siento en la banca para empezar a maquillarla. En eso, la campana suena, lo que significa que la primera hora del día está iniciando. Sol sonríe de lado cuando me escucha regañarla por hacerme perder la clase antes de restarle importancia.
Solo me bastó rizar sus pestañas, colocarle máscara, delinear un poco sus labios con un tinte rojo y aplicarle gloss para que Sol se vea como siempre es ella.
Nos quedamos en los vestidos hasta que terminaran las dos horas de matemática, así podríamos entrar al salón para la clase de literatura. El maestro Choi ingresó justo después que nosotros y rápidamente dió comienzo a su clase.
Horas más tarde, en el primer recreo del día, aproveché en pedir prestado los apuntes de la clase de matemáticas a un compañero que era el segundo puesto de toda nuestra promoción. Me escondí en la biblioteca para acabar más rápido y sin ningún distracción. Hace tiempo ya había olvidado lo que es estar sola en este lugar.
No obstante, la paz y la soledad no me duraron mucho cuando alguien puso su mochila enfrente de mí. Alcé mi mirada y vi a Jimin también con lentes de sol y con sus labios resecos.
—¿Qué estás haciendo acá? —le pregunto mientras regreso a ver los apuntes de matemática.
—Te pregunto lo mismo —contesta—. Me encontraron en el gimnasio durmiendo sobre las colchonetas y me echaron. Vine a dormir aquí. ¿Y tú?
—Poniéndome al día con la clase de matemáticas de hoy —dejo de escribir y me concentro en Jimin. Ladeo mi cabeza hacia un lado y sonrío con mis labios aplanados—. ¿A dónde rayos se fueron todos ustedes anoche como para que Sol tuviera un aspecto de moribunda esta mañana?
—Los chicos y yo tenemos a un amigo que abrió su bar inspirado en Los Simpson y nos invitó a su inauguración. —El rubio encoge sus hombros antes de reclinarse un poco más en la silla de madera—. Fuimos luego de que todos hayamos ganado en las carreras. Fue genial.
—¿Y en sus mentes no se les pasó la idea de que no debieron de ingerir mucho alcohol cuando al día siguiente tenían escuela? —el otro solo niega con la cabeza, se cruza de brazos para estar más cómodo y suelta un suspiro.
Jimin se queda haciéndome compañía en lo que yo acababa con estos apuntes. Cuando sonó la campana, pensé que él también se levantaría de donde está para llegar a tiempo a su salón; pero muy contrario a ello, siguió en la misma posición que antes.
—¿No irás a clases? —niega—. ¿En serio te quedarás durmiendo aquí?
—También puedo irme a dormir a mi auto.
—Deberías ser más responsable contigo mismo. —Frunzo mis labios antes de caminar hasta él y quitarle esos lentes de sol—. Si quieres demostrarle a tu papá que no eres como él dice, entonces empieza a cambiar esos hábitos tuyos.
Y sin más que decir, me marcho de la biblioteca para llegar a mi salón. Justo a tiempo para la clase de anatomía.
Había una pequeña parte de mí que se sentía frustrada y molesta por el comportamiento tan descuidado del rubio, como si las represalias de sus acciones me afectan a mí y no a él.
Bueno, supongo que ya se me pasará. Por ahora solo necesito tener mi mente puesta en la clase de anatomía.
A la hora de la salida papá llega a verme en su auto para ir a casa. Almorzamos con mamá antes de que se vuelvan a ir de la casa para seguir con sus trabajos. Por mi parte, me quedo descansando en mi habitación para luego ponerme a hacer mis deberes de la escuela.
En el reloj marcan las seis de la tarde, ya no tengo más que hacer y me aburro. Decido que lo mejor en este momento es hacer un pequeño paseo por el hospital de la Universidad Nacional y ver qué tipo de casos médicos me encuentro por ahí.
Aún recuerdo la primera vez que descubrí el maravilloso mundo de los hospitales, un lugar que se caracteriza por oler siempre a suero y alcohol: tenía como unos siete años cuando el abuelo Jeon fue hospitalizado por una hipertensión arterial y junto a mis padres acostumbrábamos a visitarlo hasta que le dieron de alta. Mi interés surgió al instante, ver a médicos hacer sus trabajos y hablar como todos unos expertos en el tema fue lo que más llamó mi atención. Sentía que ellos eran como unos dioses, porque en sus manos estaba la responsabilidad de permitir que sus pacientes sigan viviendo.
La jerarquía que existe también en ese lugar era otra razón que me atrae de la medicina. Primero están todos los médicos, aquellos que realizan diagnósticos a través de análisis que ellos mismo ordenan y los médicos cirujanos que entran a sala de cirugía y ven con sus propios ojos lo que la mayoría de personas se puede imaginar mediante imágenes de internet o libros de anatomía; después, vienen enfermeras y técnicos, los cuales son los que tienen mayor acercamiento a los pacientes y están allí para acatar las órdenes de los médicos con respecto a los cuidados médicos luego de una intervención quirúrgica. Claro, todo esto dependiendo al departamento en el que trabajan.
Como ven, toda una maravilla el mundo de la medicina y los hospitales.
Aunque hay otra cosa que me gusta de esos lugares, pero no lo diré porque siempre habrán personas que piensen que lo digo desde un lado insensible e "inhumano".
Una vez que bajo del taxi e ingreso al hospital, mis fosas nasales se llenan de ese aroma que anteriormente dije. Camino hacia la sala de emergencia, donde toda la adrenalina de los médicos se acumula al igual que la incertidumbre de lo que pasará de familiares y pacientes. Este lugar es el que me gusta más de todo el hospital, ya que casos críticos ingresan a cada hora y hay mucho ajetreo por todo el lugar; incluso se puede ver el cansancio y agobio de los internos y residentes.
Me acerco a recepción para saludar a Kang Mi-hyang y preguntar por mi abuela Byul. Ella me señala hacia un lado de la sala, giro a ver y ahí estaba Byul con un grupo de residentes.
Si de algo tengo que estar agradecida es por tener una abuela que aún trabaje como doctora, ya que de ese modo puedo meterme a las instalaciones del hospital sin problema alguno.
—Abuelita —la sorprendo por detrás. Ella da un pequeño brinco y se gira para saludarme.
—¡Soo-hyun! ¿Pero qué haces aquí?
—Quise distraerme un rato. Ya sabes... ¿tal vez ver algún expediente clínico?
Hablar de esto con mi abuela es como pedirle la receta de algún platillo suyo. Ella más que nadie sabe lo interesada que estoy por la medicina y, así como papá hace conmigo, me prepara para lo que me enfrentaré en el futuro si es que finalmente me inclino por esta carrera.
Byul solo tuerce sus ojos y me avisa que ahora están esperando dos ambulancias que traen a dos heridos de un incendio. Su equipo de trabajo ya están preparados para recibirlos con sus mandiles y guantes de látex puestos para llevarlos adentro.
Bueno, no es lo que esperaba. Los pacientes con quemaduras de segundo y tercer grado ya no me resultan tan interesantes luego de la décima experiencia que tuve. Los procesos ya me los sabía y creo que hasta puedo ser capaz de atender a un herido si es que no hubiera un médico cerca de él.
Poco después las ambulancias llegan y los residentes ayudan a los paramédicos a bajar a los heridos. El primer heridos que entra es un niño de no más de diez años, tiene el rostro negro por el humo mientras que sus brazos y piernas están inflamadas con ampollas de dos centímetros o más y de color marrón, un poco amarillento también. La segunda fue una adolescente de catorce años, tal vez. Ella, además de las quemaduras de tercer grado, la mitad de su rostro izquierda estaba manchado de sangre debido a esa herida que tiene cerca del ojo.
Más o menos puedo entender lo que ha pasado para que un incendio haya sucedido y sus heridos sean menores de edad. Pero antes de adelantarme a los hechos, sigo a mi abuela y a todo su equipo hacia el interior del área de emergencia para ver una vez más el procedimiento.
—Son quemaduras de tercer grado, ¿verdad? —inquiero a uno de los residentes. Este solo me mira por unos segundos asintiendo y regresa a su trabajo—. Necesitarán un injerto para sanar sus heridas de la cara... Interesante.
—Disculpa, ¿pero tú quién eres? —me pregunta una de las residentes de cabello cobrizo—. Este es un lugar solo para médicos.
—Y tú ni siquiera llegas a ser uno del todo —respondo—. Tengo permiso de entrar.
—Soo-hyun, ¿puedes mirar desde afuera? —tercia mi abuela desde el otro lado de la camilla.
Reparo en la chica de antes y muestra una sonrisa victoriosa que me llega a fastidiar. Salgo de la habitación arrastrando mis pies y me quedo muy cerca de la ventana para ver al dermatólogo guiar todo el procedimiento del tratamiento previo a la cirugía que deben de hacer.
De pronto, todo parece complicarse para quienes están atendiendo al niño cuando este empieza a sufrir dificultades respiratorias. Los residentes encargados se mueven con rapidez para realizar una traqueotomía antes de que se les haga tarde. Poco después, las pulsaciones se vuelven a estabilizar y ayudan al niño a respirar mejor.
El que diga que este tipo de situaciones no es emocionante, está loco.
—¿Soo-hyun? —volteo hacia esa reconocible voz.
—¿Qué haces aquí? —pregunto aún con los brazos cruzados.
—Vine con mi mamá a... —el rubio se detiene, cierra sus ojos y hace un gesto de negación—. ¿Qué estás haciendo aquí tú?
—Observando a mi abuela trabajar —vuelvo a ver hacia lo que estaba pasando en esa habitación con una mirada neutral. Siento a Jimin acercarse hacia donde estoy para ver lo mismo que yo—. Ambos tienen quemaduras de segundo y tercer grado, lo que significa que la epidermis, dermis y subcutáneo están dañadas. En algunas zonas deberán de colocarles injerto de piel para cerrar las heridas. Lo más grave que les puede pasar es que alguna quemadura haya llegado a una arteria importante, lo que es más probable en la chica. Mira como está sangrando por su ojo y en su cuello.
—¿Podemos irnos de aquí? Esto es espeluznante.
Miro una última vez a esas dos víctimas de un accidente domiciliario y salgo con Jimin hacia el estacionamiento.
Sin preguntarle hacia dónde nos vamos, me subo a su Jeep para que él empiece a conducirlo.
—¿No quieres ir a beber un poco? —me pregunta luego de unos minutos—. Quedé con Jisung para encontrarnos en el bar de mi amigo.
—¿Has hecho tus tareas? —el otro no me responde nada, simplemente se queda callado y eso es más que suficiente para mí—. ¿Acaso no te importa lo que te digo?
—No estoy de ánimos para hacer la tarea... —su voz se escucha vacía, fría. Algo está pasando en él—. Solo quiero distraerme.
Me tomo mi tiempo para pensar si lo correcto es acompañarlo hasta ese bar que él dice y controlar la cantidad de alcohol que beberá para que llegue bien a su casa y para que mañana no vuelva a aparecer con una resaca que lo haga descuidar de sus estudios. Otra opción es dejarlo a su suerte y pedirle que me deje en mi casa.
—Soy demasiado buena contigo —refunfuño molesta—. Iré contigo. No voy a tomar, solo me encargaré de que tú no te embriagues mucho.
El rubio no vuelve a decirme algo, continúa manejando hasta que llegamos al bar, el cual tiene el nombre peculiar de «La Taberna de Moe». Desde afuera de puede ver la ambientación a la serie de Los Simpson; y precisamente la transmiten a través de los televisores que tienen mientras su clientela se sienta en las mesas altas para ver cerveza o lo que a ellos se les antoje.
Bajamos justo a tiempo para encontrarnos a Jisung en la entrada del local conversando con otra persona que asumiré que es el el dueño del bar. Entre los cuatro nos saludamos y pasamos al interior del lugar. Su decoración era idéntica al bar de la serie: paredes marrones con detalles rojos, mesas de billar y discos de vinilo colgados en la pared.
Los tres nos fuimos a la barra para sentarnos. Me puse en medio de ambos chicos y me sorprendí cuando vi al dueño del lugar ya con una ronda de cervezas grandes para los tres. Jimin y Jisung ni siquiera dudaron en agarrar del asa del vaso para brindar entre ellos y beber de la cerveza como si estuvieran realmente sedientos.
Ambos se acabaron su primer vaso en menos de veinte segundos. Eso sí que había sido un récord para mí. Inmediatamente se pidieron la siguiente ronda.
—¿Aún piensas en controlarme? —habla Jimin cerca de mi oreja. Yo solo regreso a mirarlo con mis ojos entrecerrados.
—Me ves muy tranquila, pero ya te he matado tres veces en mente.
—¿Y qué haces aquí, Soo-hyun? —tercia Jisung entre mi charla con Jimin.
—Voy a cuidar de Jimin. Me lo llevaré a casa ni bien vea que ya no puede más.
Entre ambos amigos se miran con una sonrisa burlona antes de que el bartender ponga los dos nuevos casos enfrente de ellos. Otra vez brindan y hacen lo mismo.
A este paso terminarán mareados luego de la tercera o cuarta ronda.
Y vaya que no me confundí. Hubiera apostado mi mesada conmigo mismo. A la cuarta ronda Jimin ya se encontraba delirando un poco sobre las cosas que veía a su alrededor y juzgaba mucho. Por el otro lado, Jisung aún parecía estar consciente como para saber que su amigo ha llegado a su límite de alcohol por hoy.
Entre el pelinegro y yo lo levantamos de su asiento para llevarlo a su auto; sin embargo, él se resistía y ponía fuerza para no moverse. No paraba de decir que estaba bien y que aún no estaba mareado.
—Si estuvieras bien no dirías que estás bien —le dice Jisung mientras intenta cargarlo por sus axilas—. ¡Jimin ya vámonos!
—¡Estoy bien! ¡Estoy bien! —el rubio se suelta de su amigo para alejarse de él y mirarlo con los ojos abiertos—. ¿Sabes quiénes no están bien? Todas las personas que están internadas en un hospital, conectadas a un aparato para que puedan seguir viviendo. Se preocupan por mí por si estoy mareado. ¿Y qué si es así? Lo mínimo que me pasará es que tenga dolor de cabeza a la mañana siguiente y quiera vomitar. Eso es todo. ¿Por qué no mejor de preocupan por todas esas personas que la están pasando mal por una enfermedad? Ellos lo pasan peor hasta tal punto de querer acabar con su sufrimiento y morir.
¿Desde cuándo esto se convirtió en un discurso moral a los enfermos del hospital? Que ridiculez.
Pero esa ridiculez es suficiente para que Jisung cambie su comportamiento con su amigo y le de un abrazo. Ahora siento que la que está sombrando soy yo. En serio, ¿qué es esto?
Finalmente, Jisung y yo salimos con Jimin del bar para meterlo en la parte trasera de su Jeep. El pelinegro es quien conducirá hasta la casa del otro antes de acompañarme a tomar un taxi a mi casa.
Ingresamos a la casa de Jimin y lo llevamos a la cocina para hacer que tome agua y así bajarle la ebriedad. Entre los tres hablamos un poco mientras seguíamos que el rubio se recompusiera de su estado. Al final Jimin volvió a ser él mismo y se fue a su habitación en lo que nosotros abandonábamos su casa.
*****
Ustedes alguna vez se han emborrachado o mareado? 🤭
Este año fue la primera vez que me he emborrachado y, según mis amigas, lo que más me preocupaba era si aún me veía decente o bonita JSKDJKSKS
Por ciertoooo, aprovecho este espacio para anunciarles que he creado un grupo de WhatsApp para interactuar más con ustedes ❤️ si quieren unirse, encontrarán el enlace en mi descripción 😚✨
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