Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1

Lunes, 28 de octubre, 2013
Estación de Tren
Seúl

—No... No, no, no, no. —Jimin se encontraba corriendo atolondradamente en dirección a su parada. Su cabello naranja despeinándose por el viento y sus mejillas rosadas por la corrida que estaba echando desde que había ingresado a la estación.

Se había quedado dormido, como todos los días de la semana anterior, y ahora estaba llegando tarde, una vez más, a su instituto. Una sanción era lo que menos necesitaba en su vida en estos momentos, y pedía a todos los cielos que se apiaden de él y lo dejasen llegar a tiempo ésta vez.

Jimin no era de los que acostumbraban a llegar tarde. Desde la escuela secundaria él intentaba ser un buen estudiante, quizás no era el mejor alumno como Kim Taehyung, pero se esmeraba para enorgullecer a su amada madre y que ésta, a su vez, no pensara tanto en su enfermedad y decayera debido a ello. Él la amaba demasiado, por Dios que la amaba, y solo quería verla sonriente y orgullosa de él en lugar de verla llorando debido al dolor por su estado. Su madre era el mayor soporte de su vida, y quería enorgullecerla ya que no pudo hacer lo mismo con su padre, quien lo rechazaba y lo ignoraba desde aquel descubrimiento.

Sostenía su mochila que colgaba por uno de sus hombros, mientras corría agitado, despeinado, en tanto metía la otra mano al bolsillo de su pantalón para sacar sus monedas y comprar el boleto antes de perder el tren.

Miró el reloj gigantesco en la pared de la estación, sin detener sus piernas, solo faltaban cinco minutos. Ya estaba ahí, buscando su parada. Él llegaría... él definitivamente podía lograrlo, podía llegar a tiempo si...

¡Zap! Un golpe seco.

Sintió un fuerte impacto que lo descolocó por un momento e hizo que perdiera el equilibrio. Cayó al suelo súbitamente perdiendo su mochila a unos metros de él. Oyó el tintineo de sus monedas escaparse de su bolsillo tras la caída y maldijo por lo bajo mientras se reincorporaba sin perder el preciado tiempo, juntandolas desesperadamente.

Levantó la cabeza, observando con curiosidad la silueta de una persona frente a él. Estaba de espaldas, y lentamente volteó el cuerpo para observar lo que lo había embestido por atrás. Una cabellera de color azul menta llamó su atención y se encogió, sintiéndose pequeñito, ante aquella mirada de pocos amigos que le lanzó aquel con el que había chocado.

—¡Lo... lo siento! —Pidió disculpas al joven, moviendo la cabeza con una reverencia. —No vi mi camino, lo siento. —Éste simplemente volvió a girarse, con toda la indiferencia del mundo, y avanzó un paso cuando la fila frente a él iba disminuyendo para comprar el boleto de su tren.

¿Lo había molestado? ¿Lo había lastimado? Como sea, Jimin resopló sin darle más vueltas al caso. Terminó por juntar sus monedas sin perder más tiempo y sus pequeños ojitos brillaron cuando se incorporó y se encontró frente a su parada.

Taquilla del Tren 9393.

Él había llegado, con 2 minutos para las 7:00 y se sentía inmensamente aliviado de no haber perdido su tren. La gente fue comprando su boleto y él avanzó cada vez más hasta que por fin había llegado su turno.

Un par de botas de cuero negro se detuvieron frente a una mochila olvidada en el suelo de la estación, una mano la tomó con cautela y la recogió, inspeccionandola a detalle, y los grandes ojos, como los de un cervatillo, se centraron en un chico con cabello llamativo a unos metros de él, metiendo las manos a sus bolsillos frente a la taquilla, con un semblante de preocupación. Aquel chico de pelo naranja buscaba desesperadamente su dinero, mientras contaba con apuro la cantidad que necesitaba.

Una sonrisa se esbozó en los labios de quién, ahora, sostenía la mochila negra, y se acercó a la fila mientras negaba con la cabeza, posicionándose detrás del pelinaranja que seguía maldiciendo por no poder completar el dinero para su billete.

Ah, pobre chico. Algunos simplemente podían ser demasiados despistados.

—Niño... Si no tienes para el billete deberías salirte de la fila y dejar que los otros continúen. —Sugirió amablemente el joven dentro de la taquilla.

—No... yo no puedo perder este tren. —Respondió casi tartamudeando. Tragó saliva con dificultad, estaba comenzando a temblar de los nervios. —Yo... yo debí haber perdido mis monedas cuando caí... —Suspiró, revolviendo su cabello con frustración, despeinándose aún más.

Estaba odiándose demasiado por haber olvidado su billetera en la mesita de su habitación tras salir apresuradamente de su nueva casa. El chico tras él se mantuvo en silencio, escuchando, inspeccionando la situación y siendo testigo de la desesperación del naranjita.

—El tren va a marchar. —Anunció el taquillero. —Por favor, sea amable y deje pasar al siguiente.

—No... por favor, déjeme subir.—Jimin negó con un quejido de imploro, sin dejar de rebuscar en su bolsillo, a punto de romperlo por la brusquedad y la torpeza de sus manos. Quería creer que podía encontrar algo en el fondo, aunque sabía que era en vano. —¡No puedo perder este tren! —Repitió.

Y de repente, una mano apareció en su costado, saliendo de detrás de él y sobresaltándolo. Instintivamente, dio un paso hacia atrás, girándose para encontrarse con un chico extendiendo su dinero al joven de la caseta. Tenía una linda y amable sonrisa que desarmaba a cualquiera.

Su corazón dio un vuelco y pareció detenerse por un momento. Frente a él estaba un chico con el cabello tan negro como alas de cuervo y un rostro que parecía esculpido por los mismos ángeles. Sus ojos quedaron atrapados en aquella imagen, como si el tiempo se hubiese detenido en ese instante.

Él estaba viendo un ángel.

—Dos billetes, por favor. —Pidió amablemente. Él incluso tenía una voz de ángel. —Yo pago por él.

El de la taquilla enarcó las cejas y se encogió de hombros antes de tomar el dinero y devolverle el cambio junto con dos billetes. Jimin se mantuvo boquiabierto, con sus brillantes ojos fijos en el perfil del chico que estaba ayudándolo. Los Angeles existían, definitivamente los ángeles sí existían. Lucía tan calmado y seguro, el simple acto de verlo le transmitía tranquilidad, incluso si su corazón iba a escapársele por su boca. Jimin estaba seguro que nunca había visto tanta belleza junta en una sola persona y remojó sus labios sin contenerse, cuando éste volteó hacia él, descubriéndolo, no pudo evitar sonrojarse por la vergüenza.

El debía parecer un tomate con peluca naranja ahora mismo.

—Park Jimin, ¿cierto? —Preguntó el pelinegro, mientras le pasaba uno de los billetes y hacía una seña con la cabeza para que le siguiera a subir al tren.

¡Eh! ¿Lo conocía? ¿Por qué un guapo desconocido sabía su nombre y lo estaba ayudando? Este debía de ser su día de suerte.

Jimin aceptó el billete, porque no encontró otra opción, mientras asentía con la cabeza confirmando su nombre. Estaba demasiado confundido como para responder, y demasiado impresionado por aquel chico que simplemente un leve titubeo salió de sus labios en un intento fallido de pronunciar "gracias", cuando tomó el boleto entre sus manos.

Agitó la cabeza minutos después, cuando ya se encontraba dentro del tren y suspiró aliviado solo cuando tomó asiento, sintiéndose orgulloso de no haber perdido su viaje. Ugh, él estaba teniendo una semana demasiado movida, todavía le costaba acostumbrarse a su nueva casa, a su nuevo barrio, a su nuevo entorno. Se preguntaba si podía acostumbrarse a eso con el transcurrir de los días. Esperaba que sí, de lo contrario, sus días se sentirían como el mismísimo infierno.

Unas voces acompañadas de risas perturbaron el silencio que había en el tren y levantó la vista al reconocer la angelical voz nuevamente, y sus ojitos se encontraron con aquel chico de cabello oscuro sonriendo y hablando alegremente con los niños, adultos e incluso ancianos del vagón, que no permitían que éste tomara asiento por querer continuar con la conversación. Parecía un tipo agradable. Todos parecían querer llamar su atención y él realmente intentaba dársela a todos por igual. ¿Acaso no era demasiado lindo? Centró su vista en él y en sus movimientos, y segundos más tarde desvió su atención hacia la gente con la que hablaba. Estaba seguro que más de alguna de las estudiantes que iban ahí, estaba babeando por él.

Todos parecían conocerlo. ¿Acaso era algún famoso y él, despistado como siempre, no lo reconocía?

Extendió su visión más allá de todos los que parecían ensimismados con el pelinegro y reparó en una excepción. Aparentemente solo había una persona indiferente a lo que estaba pasando, y no se sorprendió al reconocer quién era... él había tomado el mismo tren.

Jimin distinguió fácilmente aquel color menta en la cabeza de un joven que se encontraba leyendo el periódico, ajeno a todo, sentado en la otra punta del tren, apartado, solo, como si no quisiese compartir asiento con nadie, sin siquiera prestar atención a los demás, enfrascado en su propio mundo. Los ojos de aquel chico abandonaron el periódico como si hubiese sentido la mirada del pelinaranja quemándolo y lo descubrió con los ojos puestos en él. Su expresión amarga y tosca no tardó en hacer presencia, levantando una ceja y frunciendo el labio con desagrado. Jimin tuvo que tragar saliva mientras bajaba la vista de él, concentrándose en sus manos y jugando con sus dedos, solo para volverla a levantar segundos después y dirigirla al mismo lugar, no obstante, el chico de azul menta ya no lo miraba. Había decidido continuar con su lectura, no sin antes haber cubierto su rostro tras el periódico, para evitar otro contacto visual con el molestoso pelinaranja otra vez.

Un suspiro profundo emanó de la garganta de Jimin. Recostó su cabeza por la ventanilla y cerró los ojos, intentando recomponerse y calmar a su corazón por la carrera que había hecho para llegar.

Todo se sentía tan extraño.
Extrañaba su antiguo vecindario, a pesar de haberse mudado hace sólo una semana.

Extrañaba a su mejor amigo, a su alma gemela, con quien bromeaba por las mañanas mientras caminaban hacia el instituto juntos, con quien se la pasaba el día entero hablando de cosas sin importancia o jugando a los videojuegos, con el que había dormido un millón de veces en las noches más tristes y las más felices, con quien había vivido los mejores momentos de su vida. Extrañaba tomar el autobús, no un tren. Pero no tenía otra opción. Jimin estaba en el último curso de su bachiller, cambiar de instituto casi finalizando el año escolar no sería admisible. Era octubre, el año acababa en menos de dos meses, él solamente debía resistir.

No obstante, lo que menos sentía era precisamente sus estudios, lo que le resultaba más difícil era que ya no vería todos los días al otro pedazo de su vida. Podía tolerar haberse mudado hasta el otro rincón de la cuidad, pero definitivamente no soportaría no ver a diario a Kim Taehyung.

Estaba pensando en cómo mejoraría su vida a partir de ahora con todo esto, porque las cosas siempre ocurrían para mejor, ¿verdad?

—Ah, Park Jimin. —Abrió los ojos encontrándose al lindo pelinegro sonriendo para él de una manera tan amigable, mientras tomaba el asiento justo frente a él. —Has tenido un inicio de día agitado, ¿no es así?

Jimin parpadeó varias veces intentando comprender. Todavía se preguntaba cómo conocía su nombre. Abría y cerraba la boca, más ningún sonido emitía de su garganta, hasta que finalmente se vio obligado a carraspear y enfocar su atención al joven frente a él.

Y los nervios lo traicionaron, nuevamente su torpeza hizo aparición, cuando sus labios se movieron mucho más rápido que su cerebro, mucho más rápido de lo que pudo pensar.

—¿Eres un ángel? —El pelinegro rió, confundido pero divertido. —Tienes que ser un ángel —Esta vez lo afirmó él solo. —¡Tú... apareciste cuando más necesitaba y sabes quién soy!

—No necesariamente debo ser un ángel para ayudar a la gente y tampoco soy un ángel solo por saber tu nombre, Park Jimin. —Respondió con confianza, inclinando la cabeza.

—¿Entonces quién eres? —Preguntó. No había sido su intención sonar tan brusco, pero todo lo estaba superando tanto que no pudo controlar el tono de su voz. El pelinegro encorvó una ceja al oírlo tan demandante. —Quiero decir... —Carraspeó y ajustó su voz a un tono más suave— ¿Nos conocemos? Porque estoy seguro de no haberte visto antes, de ser así yo lo recordaría.

—Oh, pues... —El de cabello negro cruzó sus piernas y se enderezó antes de continuar. Ah, esos gestos que hacía eran tan lindos. El pelinegro negó.No. En realidad no nos hemos visto antes. —Contestó. —Yo también recordaría ese cabello.

Jimin levantó una ceja, peinando su cabello con sus dedos, sintiéndose extraño de repente. Tragó saliva... ¿Qué significa eso? ¿Era una burla?

—¿Entonces cómo sabes mi nombre? ¿Estás siguiendome? De por sí, al pensar que eras un ángel ya era aterrador, pero es más aterrador aún que me conozcas y no habernos visto antes. Eso solo reduce mi conclusión a que, posiblemente, puedas ser una especie de acosador...

El chico frente a él rió con una carcajada al oírlo, arrugando la nariz y enseñando sus dientes.

Oh, le recordaba a un conejito.

—¡No! No tengo que ser un ángel o un acosador para saber cuál es tu nombre. —Dijo esta vez sin borrar aquella sonrisa de conejo—Yo simplemente... —Deslizó la mochila de sus hombros, que hasta entonces Jimin no había prestado atención, extendiéndosela  —He leído la etiqueta de tu mochila, Park Jimin.

Jimin abrió los ojos y la tomó rápidamente, mirando a sus costados y detrás de sí mismo, como si esperara encontrarse a su mochila ahí, en su espalda. Sin embargo, no estaba.

¿En qué moment-? Oh...

Sintió ganas de pegarse la cabeza contra el cristal de la ventana o, como mínimo, arrojarse a las vías en ese momento.

—Debes estar pensando que soy poco inteligente, ¿no? —Preguntó apenado observando la etiqueta de su mochila. La cual, efectivamente, tenía su nombre escrito en ella.

—No. —Negó con la cabeza —Solo pienso que eres algo despistado. —Jimin lo miró, fingiendo estar ofendido. Lo conoció hace un minuto y ya sabía cómo era. Qué rápido.—¿Eres nuevo por aquí, no es así, Park Jimin?

—¿Vas decirme Park Jimin todo el tiempo? —Preguntó cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.

—Es tu nombre, ¿no?

—Lo es. —Afirmó —Pero suenas como mi padre cuando me regaña por algo —El pelinegro volvió a sonreír. Jimin podía perderse en esa sonrisa, e inevitablemente sonrió también.

—¿Y cómo te digo entonces?

—Solo Jimin. —Respondió.

—Bien... —El pelinegro carraspeó— Solo Jimin, ¿Eres nuevo por aquí? No te he visto en el tren antes.

—Lo soy. —Respondió con un asentimiento, ignorando la bromita. — Sin embargo he notado que tú eres muy popular por aquí. ¡Todos parecen conocerte! ¿Eres algún famoso o algo así? ¡Porque esto estaría estupendo!

—¿Qué dices? —El del frente arrugó la nariz en negación— No es cuestión de popularidad, simplemente, cuando tomas siempre el mismo tren es difícil no conocer a la gente que viaja en él todos los días.

—Ah, entiendo. —Acomodó su cabello tras su oreja— Entonces conoces a todos aquí. Eso explica muchas cosas...

—A todos, excepto a ti. —Respondió sugerente, aún con ese tonito bromista. Jimin sintió sus mejillas calientes y desvió la mirada hacia cualquier lugar, intentando disimular y guiar la atención del pelinegro a otra dirección.

—¿Y a donde van? —Preguntó, no porque le interesara saber, simplemente esperaba desviar el enfoque a otra conversación.

—A todas partes. —Respondió el contrario, recostándose en el asiento —Ella... —Señaló a una anciana. —Es la señora Kwon. Va al cementerio cada lunes, a dejarle flores a su hijo. —Jimin sintió su corazón siendo estrujado al observar a la anciana sentada a metros de él, con la cabeza gacha. —Él... —señaló ahora a un señor, no más de 50 años —Es el señor Tuan, trabaja en una empresa y está aquí todos los días. Ellas... —Apuntó hacia unas niñas de aproximadamente 16 o 17 años, que sonrieron al notar que el pelinegro las miraba y levantaron las manos en señal de saludo —Son Nayeon y Sana, también van al instituto. Y... bueno, cada uno tiene un lugar a donde ir, en éste tren todos nos conocemos, llevamos años abordándolo y al parecer, tenemos un integrante nuevo. Tú.

—Ya veo... —Jimin asintió, llevando su vista más atrás del pelinegro por encima de sus hombros, centrándose nuevamente en aquella cabeza azul menta en la lejanía —¿Qué hay de él? —Preguntó curioso —Él no parece compartir con el resto. —El chico de cabello oscuro giró, observando al joven solitario del fondo leyendo el periódico, y volteó hacia Jimin otra vez, ésta vez echando un suspiro muy ruidoso y agotador. —¿También lo conoces? Yo choqué con él y fue así que perdí mi mochila y mis monedas, le pedí disculpas pero... me ignoró.

—No lo sé. —Se precipitó. Su voz, que anteriormente se encontraba llena de vida y sonaba como un ángel, se tornó totalmente opaca y sombría. Sin emoción, sin vida. Bajó la mirada hasta sus zapatos, sus ojos oscurecieron en un segundo. —No sé mucho de él. Regresó hace un par de semanas. Él... no es muy conversador, quizás por eso te ignoró. Solía verlo viajar en este tren hace mucho, mucho tiempo, pero un día dejó de venir y no regresó... hasta ahora. —Volvió a girar para observarlo una vez más, hablando sin despegar sus ojos grandes de él— No sé cuál es su nombre. No sé a donde va. Y no lo conozco en absoluto. —Frotó sus manos por su pantalón antes de dirigir su atención nuevamente al pelinaranja, su mirada volió a suavizarse. — ¡En fin! ¿Y tú a dónde vas? —Preguntó apresuradamente.

—Oh, al instituto. —Respondió Jimin, alegrándose de que el lindo chico tuviera más interés por conocerlo —Nos hemos mudado por aquí hace una semana, papá consiguió un ascenso en el trabajo y eso es bueno; mi mamá está muy enferma y necesita tratamiento así que... eso está bien, con el nuevo puesto de mi papá podremos ayudar a mi mamá. —Sus ojos se achicaron en una sonrisa por un momento antes de oscurecerse nuevamente, y sus labios se curvaron hacia abajo en un inocente puchero. —Pero ahora debo ir hasta mi instituto en tren, porque me queda demasiado lejos y no puedo cambiar de institución cuando el año está por terminar. Honestamente, no sé si pueda acostumbrarme a esto todos los días. —Soltó un grave suspiro — Solo llevo una semana, y me siento horrorosamente agotado.

El pelinegro lo observaba fijamente mientras hablaba, analizando cada gesto.

—¿Una semana? No te he visto aquí hasta hoy. —El chico levantó ambas cejas, casi sorprendido. Él recordaría ese cálido cabello naranja que lucía como un atardecer.

—Hmm... —Jimin sonrió apenado antes de revelar sus intentos fallidos por llegar. —Como era nuevo, no llevaba en cuenta el horario de la estación y tomaba el tren que sale después de éste. Pero con ese llegaba tarde y me pusieron un aviso, así que, esta vez decidí tomar uno que saliera antes y... aquí estoy. —Se encogió de hombros —Si llego a tiempo ésta vez, probablemente suba al tren 9393 todos los días.

—Eso espero. —Comentó el pelinegro haciendo que Jimin levante una de sus cejas —Quiero decir... Tú, Park Jimin,  me caíste mejor de lo que pensaba. Así que espero que llegues a tiempo y volvamos a vernos por aquí.

El pelinaranja mordió su lengua para evitar una tonta sonrisa que delatara su nuevo rubor en las mejillas, se limitó a asentir mientras conectaba miradas con el chico frente a él.

○○○

—¡Esta es mi parada! —Exclamó el pelinegro levantándose del asiento. Jimin había tenido una agradable conversación con el chico durante todo el trayecto, sobre cosas triviales, comentarios al azar e intercambio de opiniones acerca de otros temas. El tiempo había pasado volando para él que no cayó en cuenta que se encontraba cerca de su destino.

—¿Ya te bajas? —Preguntó con cierta desilusión, inclinando la cabeza. Quería seguir hablando con ese lindo ángel.

—Sí. —Asintió —¿Qué hay de ti?

—La mía es la siguiente, todavía me quedan 10 minutos, más o menos. —Respondió moviendo la mano en señal de aproximación.

—Espero verte mañana, Jimin. —Se despidió con un gesto con la cabeza,  en tanto caminaba hacia la puerta del vagón.

—¡Espera! —El pelinaranja lo detuvo y éste se giró con curiosidad. —¿No vas a decirme tu nombre?

El susodicho esbozó la misma sonrisa de conejito de antes, abrió la boca y la cerró inmediatamente con una extraña expresión, como si se le acabara de ocurrir una brillante idea.

—No. —Respondió sin borrar esa sonrisa. Jimin levantó ambas cejas sorprendido e incrédulo. —Si te dijera mi nombre, no sería un buen "acosador" ¿No es así? —Bromeó, enfatizando en esa palabra, siguiendo el juego de lo anteriormente dicho.

Jimin carcajeó más relajado al comprender el tono de broma que utilizaba su acompañante, aunque no pudo evitar sentir algo de vergüenza por haber pensado eso en un principio. Qué ridículo.

Pero decidió continuar con el juego, al parecer, eso divertía al pelinegro.

—Lo sabía —Contestó— Sabía que estabas espiándome.

—¡Adiós!  —Dijo finalmente, y bajó del tren luego de esperar que los demás pasajeros descendieran.

Todos los presentes, los que seguían en sus asientos aún, miraron a través de la ventanilla, regalándole sonrisas al que acababa de bajar, agitando las manos en señal de despedida. El lindo chico, devolvía aquel gesto a todos y hacía unas reverencias a los mayores. Cuando dirigió la vista hasta Jimin, quien se encontraba ensimismado, admirando y deleitando sus pequeños ojos con ese "ángel". Levantó la mano y la agitó para él, Jimin lo imitó y se despidieron cuando el tren comenzó a avanzar lentamente, dirigiéndose hacia un túnel en el subterráneo.

Cuando estuvo a punto de perderlo de vista, notó cómo ese pelinegro dejaba de sonreír, mientras desviaba los ojos de Jimin y los llevaba hasta otra ventanilla del tren, bajando la mano y los hombros en un gesto desanimado. Jimin lo perdió de su campo de visión, pero logró seguir la línea imaginaria que conectaba la vista del pelinegro. Y aquella línea se dirigía específicamente a una cabeza de color azul menta.

Y vio los oscuros ojos de aquel misterioso chico, moverse con rapidez nuevamente, escondiéndose tras el periódico. Aquel movimiento fue tan fugaz, que le pareció haber estado conectado con los ojos del pelinegro antes de desviarlos.

Pero fue tan rápido que quizás, solo quizás, Jimin se lo había imaginado.

"Solo pienso que eres algo despistado"

———9393———

Éste fue el primer fanfic Yoonmin que escribí, inicialmente lo subí en 2018, pero estuve fuera por tantos años que, hoy, decidí retomarlo y darle un final. Sí, al principio no parece YOONMIN, pero el objetivo final es lo que cuenta. Confíen en mí.

Como he dicho antes, este fic no trata de un solo ship, pasarán por mucho antes de que ellos se conecten entre . Pero cada personaje es importante, dense la oportunidad de conocerlos y quererlos con sus virtudes y defectos.

No sólo narra la vida de uno, sino la de los siete. Cada uno tiene su propia historia y sus propios problemas. Y aunque ellos no lo sepan, en realidad, a pesar de que todos parezcan unos desconocidos, están más conectados de lo que se imaginan.

¡Bienvenidos, una vez más, al tren 9393!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro