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12. Poder con todo

FINALES DE ABRIL

📍GRAN PREMIO DE JEREZ

Me hubiera encantado venir antes a Jerez, pero anoche Iria y yo teníamos un cliente que daba una cena en su casa, y terminamos bastante tarde.

Por suerte, he podido dormir en el tren y estoy algo más descansada. Lo bueno es que voy a poder llegar justo para ver la última clasificación de Marc, quien, ha hecho muy buenos tiempos en las restantes, y mínimo, estará entre los primeros puestos, mañana en la parrilla de salida.

- No tenías que venir a buscarme, de verdad Robert, me hubiera cogido un taxi –el preparador físico de Marc me hace un gesto con su mano mientras enseña su tarjeta para poder entrar con el coche.

- ¡Tonterías, Alba! No me cuesta nada. Así estás cerca de él antes de que se suba a la moto. Tiene muchas ganas de verte.

- Y yo a él –mi tono de voz va acompañado de un suspiro que a Robert le hace reír y a mi avergonzarme.

Él deja el coche en una de las plazas de aparcamiento asignadas a los miembros de los equipos. Se quita el cinturón de seguridad y ladea su cuerpo para buscar algo en el asiento trasero. Cuando lo encuentra, me lo da todo a mi.

- Tu acreditación para estos días. Hay un torno por el que debes pasarla, y esto de aquí es una tarjeta para el hospitality. Ya estás registrada, así que, no habrá ningún problema. –me explica mientras me cuelgo al cuello la acreditación con mi nombre.

- Estoy nerviosa –le confieso mordiendo mis labios mientras me bajo del coche.

- No lo estés. De verdad. Estás acostumbrada a esto y a más. Y yo sé que puedes. Tienes cara de ser fuerte y valiente, Alba.

Las palabras de Robert me emocionan bastante, más si viene hacia mi y de improviso, me da un abrazo, el cual agradezco bastante en este momento.

- ¿Y si alguien pregunta quién soy? –le digo mientras caminamos dirigiéndonos hacia la entrada, donde efectivamente está el torno que nos permitirá el acceso al recinto.

- ¿Qué te ha dicho, Marc?

- Que soy su novia y es lo que tengo que decir. Que él no me va a esconder –pasamos nuestra tarjeta por el torno y después de entrar, nos dirigimos hacia el box de la escudería de Marc.

- Pues ya está. Y no tenéis que hacerlo, Alba. No estáis haciendo nada malo –me dice parándose en seco para girarse y poder hablar conmigo- y a quien le moleste, que le den. Como a la bruja de su madre, que por cierto, viene por ahí.

- ¡Oh, dios! ¿tan pronto y ya tengo que verla? –resoplo fastidiada y me gano una carcajada de Robert, pues Marc ya me había prevenido de que su madre rondaría por aquí, y que seguro que la encontraba pronto. 

- Tú sigue caminando y no te separes de mi. No estás sola, peque.

Robert me hace gracia. El que sea padre de dos gemelas, hace que su instinto paternal salga a flote la mayoría de las veces, y eso se traduce en la forma tan cariñosa y dulce como me trata.

Intento ignorar a la madre de Marc, de nombre Roser, quien viene hacia nosotros con la sonrisa más falsa que he visto en la vida. Y no viene sola, pues la acompaña un séquito de un hombre y de una chica más joven que yo, la cual parece su secretaria por la distancia que guarda con ella.

- ¡Robert, querido! –Roser se acerca hacia él dándole un par de besos al aire. Por el rabillo del ojo, repara en mi, procediendo a ignorarme.

- Roser. Te diría que me alegro de verte, pero, estoy hasta los huevos de tener que ver tu cara, así que –Robert encoge sus hombros y me engancha del brazo para que camine junto a él mientras yo reprimo una carcajada a causa de su respuesta.

- Y tú debes ser Alba, la que era novia de Carlos Sainz –el tono sarcástico de su voz me produce cierta repulsión, por decir algo. La miro unos segundos a los ojos y decido no contestarle porque no dejamos de estar en un sitio público y no quiero estar ya en boca de todos.

- Encantada, señora. Soy Alba, la novia de su hijo Marc –me acerco a ella dándole los mismos besos al aire que ella da, dejándola totalmente descolocada- ya quedaremos si eso para tomarnos un café y hablar de sus futuros nietos. O no.

Le hago un gesto despreocupado con mi mano y sigo a Robert ignorando que ella me llama por mi nombre. Ni me volteo para mirarla, aunque estoy bastante nerviosa por la respuesta que le ha dado, pero el hombre que hay a mi lado, empieza a reírse de forma descontrolada.

- ¡Ay, dios! tenías que haber visto su cara. Me ha encantado lo que le has dicho.

Encojo mis hombros y le sonrío a Robert. A estas horas, la zona del paddock está bastante atestada de gente, destacando las banderas de España por encima de todas las demás. Correr en casa es especial, y se nota mucho en el ambiente.

- Pues ya llegamos. Sanos y salvos –Robert me hace un gesto señalando el box de Repsol.

Un escalofrío recorre todo mi cuerpo, pues todo esto está despertando recuerdos y sensaciones que creí que jamás volvería a vivir. Aunque todo es tan diferente, que sé que no tengo que sentirme tan nerviosa y solo disfrutar del momento, el cual es el moreno de ojos marrones, que luce una increíble sonrisa en cuanto me ve aparecer.

No hacen falta palabras entre nosotros. Nuestras miradas nos delatan. Él viene hacia mi con determinación. Los latidos de mi corazón se aceleran y el pulso se me dispara. En cuanto está cerca de mí, abre sus brazos para que me refugie en ellos. Me abrazo a su espalda sintiendo los latidos de su corazón tan locos como los míos. Su cálido aliento cosquille en mis mejillas y sé que no necesito nada más porque lo tengo a él.

- Ya estás aquí, mi Sunny. Ahora si puedo con todo.

📅 MÁS TARDE

- ¡Madre mía como has corrido! Ni yo buscando trufas en el mercado, llego a correr tanto.

Me dejo caer en la cama de la habitación del Home Tráiler de Marc, mientras él empieza a despojarse de la ropa. Me da una larga mirada mientras sonríe de una forma tan sensual, que creo que mis bragas se han derretido por su culpa.

- Si resulta que al final vas a ser mi mayor fan -se burla él sacándome la lengua y todo. 

- Ya soy tu mayor fan –Marc se baja la cremallera del mono, sacando sus mangas por él. Debajo lleva una camiseta blanca, la cual también deja pronto de tapar su pecho. Me quedo ensimismada mirando sus marcadas abdominales, esas que me han dado ganas de recorrer con mi lengua.

- Alba –el tono de su voz. Su mirada. Me sé de memoria lo que quiere. Y es a mí- a la ducha.

Paso mi lengua por mi labio superior pendiente de cómo se quita el resto de la ropa quedándose prácticamente desnudo, solo con esos bóxer negros que disparan mi imaginación. Me pongo en pie acercándome hacia él. Mi mirada en la suya. Sus ojos que recorren mi cuerpo a medida que empiezo a quitarme la ropa. Primero el top blanco cruzado, el cual, al dejarlo sobre el sofá, le muestra mi sujetador blanco de encaje transparente, que hace oscurecer aún más su mirada caramelo.

- ¿Sabes cuánto tiempo llevo sin estar dentro de ti? –Marc me gira hasta que mi espalda roza su abdomen. Me aparta el pelo del cuello, poniéndolo a un lado de mis hombros para besarlo.

- Dos semanas –le contesto sintiendo todo mi cuerpo estremecerse a causa del roce de su boca contra mi piel.

- Dos semanas. Un día. Y diez horas. Una puta tortura.

Su mano derecha se cuela dentro de mis pantalones, deslizándose hasta rozar mi clítoris. Sus dedos juegan con el mientras su boca sigue torturando mi cuello.

- Parece que para ti también ha sido un infierno –Marc me agarra de la barbilla girándome para que nuestras bocas se encuentren. Sus dedos siguen moviéndose por todo mi sexo. Baja hasta rozar mis pliegues y pellizcarlos un poco, para volver a subirlos ya impregnados de mis fluidos.

- Marc –balbuceo su nombre buscando su lengua. Nuestras bocas parecen devorarse la una a la otra a juzgar por la intensidad de nuestros besos.

- No sé si voy a poder llegar a la ducha.

Me giro completamente para darle un salvaje beso. Uno con el que le muerdo la boca, tirando de su labio superior. Mis manos le bajan el bóxer hasta ayudar a quitárselo. Le quito la mano de dentro de mis pantalones para poder despojarme de toda mi ropa. Su mirada lujuriosa hace que todo mi cuerpo arda. Que mis ganas se acrecienten, debido al tiempo que llevamos sin estar juntos. Dos semanas en las que no lo he visto entre los test y las carreras. Dos semanas en las que lo he echado de menos con cada fibra de mi ser.

Sus manos están en mis caderas, levantándome del suelo. Una fina capa de sudor recorre su pecho, al igual que casi el resto de su cuerpo. Marc me lleva hasta un sofá que hay pegado a la pared. Se sienta en él, aún conmigo en brazos.

- ¿Ya podemos? –asiento con mi barbilla y mi respuesta le produce cierto alivio, además de curvar su boca en una traviesa sonrisa- levántate, Alba.

Hago lo que me pide sujetándome a uno de sus hombros. Marc se agarra el pene acariciándoselo un poco. Algo que me muero por hacer yo con mi boca.

- No hagas eso, déjame a mí –le pido mientras me arrodillo abriéndole las piernas.

Él sigue con su mano en su pene. Acerco mi boca para poder acariciarlo con mi lengua. Mis labios lo besan recorriéndolo desde la punta hasta el tronco. Los gemidos de Marc hacen eco en la habitación, igualando al sonido de mi boca al besarlo. Mis dientes arañan la piel de su pene cuando subo hacia arriba. Siento sus manos en mi pelo, tirando de el para que tenga una mejor vista de él dentro de mi boca.

Recorro su erección desde el tronco hasta su hinchado glande. Se lo chupo y succiono varias veces, pasando mi lengua cuando estoy arriba. 

- ¡Santa mierda, Alba! Llevo dos putas semanas sin ti, no hagas que me corra en dos minutos.

Aprieto mis labios cuando llego a la punta, deslizando mi lengua por ella. Un par de caricias más, y me pongo en pie pasando mis piernas a ambos lados de sus caderas. El rostro de Marc luce ansioso. Excitado. Sus manos acaban en mi culo instándome a bajar. Me agarro de nuevo a sus hombros y él solo tiene que posicionar su pene en mi entrada, listo para que yo solo tenga que bajar y acogerlo en mi interior.

Me muerdo los labios dejándome caer lentamente. Sintiendo como se abre paso dentro de mi y me llena. Porque él me completa. Solo él me hace temblar y sentir que el mundo estalla en pedazos cuando estamos juntos. Estamos unos segundos quietos. Sin movernos. Solo nuestras agitadas respiraciones rompen ese silencio. Marc apoya su cabeza entre mis pechos estando ahí unos momentos.

- Joder, Alba, sentirte sin nada, es demasiado increíble.

El ginecólogo me receto unas inyecciones anticonceptivas. Debía esperar un par de semanas para que fueran efectivas, coincidiendo con la ausencia de Marc. Así que, ahora, es la primera vez que lo hacemos sin preservativo, y tengo que decir que él tiene razón, se siente demasiado bien.

- Muévete. Fóllame tú, preciosa.

Muerdo mis labios cerrando mis ojos en cuando me muevo. Lo siento tan profundamente, tan anclado en mi, que cuando alzo mis caderas para volver a enterrarme en él, mis gemidos resuenan tan fuerte que me da miedo de que alguien nos escuche. La presión que hago con mis dedos en sus hombros me ayuda a poder cabalgarlo mejor.

Sus manos se anclan a mis caderas, ayudándome en cierta manera a poder moverme sobre él. Echo mi cabeza hacia atrás perdida en tantas sensaciones que todo mi cuerpo está muy excitado y receptivo. Marc me sujeta de la cintura y acerca su boca hasta pasar su lengua por mis pechos. Sus labios atrapan uno de mis pezones, besándolo con verdaderas ansías.

- Me gustan tus tetas, Alba –su boca y sus dientes torturan mis pezones mientras él las sigue presionando con sus labios.

Cambio el ritmo moviéndome de delante a atrás. Anclo mis dedos en su cuello, casi clavando mis uñas en sus hombros. Me muevo de forma frenética. Deseosa de correrme. Estoy tan mojada que siento como mis fluidos resbalan por mis muslos.

- ¡Marc! –un pequeño grito sale de mi boca cuando siento un cosquilleo en todo mi cuerpo.

De un rápido movimiento, él me gira hasta poner mi espalda en el sofá. Aun sin separarnos, Marc agarra una de mis piernas hasta ponerla sobre sus hombros. Ahora es él quien me embiste sin piedad con rapidez, haciendo que sienta su pene enterrarse profundamente en mi. Mis uñas se clavan en su piel. Mi boca en su cuello.

- Joder, Alba. Se siente tan bien.

Callo los gemidos de su boca besándolo con ansías. El roce de nuestras caderas es lo que rompe el silencio de la habitación. Me agarro a sus hombro alzando mi otra pierna para rodearle la cintura con ella. El demoledor orgasmo me invade por completo. Me posee de la cabeza a los pies dejándome casi sin respiración. Un gruñido sale de su garganta cuando Marc se derrama dentro de mí. Es una sensación nueva para mi. Algo que me gusta, el sentir como me llena con su esencia. Su respiración, al igual que la mía, se ralentiza, dejándose caer sobre mi pecho. Bajo mis piernas sin dejar de rodearle la cintura con ellas, mientras mis dedos acarician su desnuda espalda.

- ¿Estás bien? –él alza su cabeza encontrándose con mi mirada. Me muerdo los labios haciéndole saber que así es- ¿una ducha?

- Bueno, mi Dios de la guerra, esa era su intención desde el principio –me burlo de él sacándole la lengua.

- Alba, no me provoques, que aún te tengo ganas y en la ducha cabemos los dos. 

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