Capítulo 11
Estaba de ida a la dirección que me había dado Caleb hace dos días y parecía que me había perdido porque era imposible darse cuenta ya que había un montón de autos muy lujosos estacionados fuera de una casa cubriendo el largo camino de la entrada. Estacioné mi Jeep sobre la hierba para no bloquear la salida de nadie. Tal vez me equivocaba aunque había preguntado a algunas personas sobre la vivienda de Caleb.
Le había marcado unas cuantas veces y nunca me había contestado, si no fuera porque este trabajo era importante no habría venido. Me quedé mirando lo enorme que era la casa, bien decían en el colegio que Caleb era una persona muy rica. "En todos los sentidos"
Un golpe en la ventana de repente me hizo gritar que comencé a maldecir y decir unas cuantas palabrotas que no mencionaré.
—Guau... iba a preguntarte si estabas perdida, pero a ti te conozco ¿Eres Alina, verdad? ¿Qué haces por aquí?
Un chico de pelo Marrón que caía detrás de sus orejas, ojos color marrón se encontraba en el otro lado de la ventana con las manos levantadas y las comisuras de los labios hacia arriba. Levantó la cejas y me di cuenta de quién era él y como era que sabía mi nombre, rayos era Colín el amigo inseparable de Caleb y ¿Qué carajos hacía aquí?
—No, no creo que esté perdida ¿Es esta la casa de Caleb?
Colín se me quedó mirando.
—Eh, me disculpo por el susto de muerte que te di cariño.
¿Era en serio?, ¿Otro más con ese apodo? Estaba realmente molestando todo esto ¿Qué los chicos de hoy en día no sabían decir otras cosas?
—Lo siento, No te conozco, está oscuro aquí afuera y creo que me equivoque de lugar. Así que, nada. Olvídalo.
—¿Caleb? —repitió lentamente sin hacerme caso a lo que le acababa de decir.— Espera, justo ahí vive "Súper Caleb"
¿Qué? Espere por una explicación pero, Colín siguió mirándome divertido por el susto que me había dado y por algo más tal vez. Ahora más que nunca no estaba de humor para esto.
—¿Caleb hizo una fiesta? —pregunté, necesitando confirmación.
Él sabía que yo iba a venir hoy. Quedamos así hace dos días.
—¿Estas molesta? —dijo echando la cabeza hacia atrás mientras reía ¿Qué era tan gracioso? Esperé a que lo explicara.
—Vamos, a él le va a encantar esto.
Lo miré un poco asombrada mientras tendía su mano y hacía señas para que bajase. Obvio no se la tome, es más cogí mi mochila y salí de mi Jeep sin su ayuda.
—¿Qué llevas en tu mochila? ¿Debería decirte que no puedes entrar con esas cosas ahí? —se estaba burlando de mí.
Iba a decirle algo grosero pero me contuve.
—Me asustaste.
—¿Tu reacción al asustarte es decirle un montón de palabrotas a la persona en cuestión? Diablos, mujer, ¿De dónde eres? La mayoría de las chicas que conozco saldrían corriendo.
La mayoría de las chicas que él conocía no se veían obligadas a no suspender una materia.
—Soy de New York no sé qué más quieres que te diga —contesté, ignorando nuevamente su mano. En realidad era de Argentina, había nacido ahí, pero no tenía por qué darle detalles. La brisa golpeó mi cara y me refugié más en mi suéter.
—Así que es cierto lo que dicen.
Volví mi atención hacia él.
—¿A qué te refieres?
Sus ojos recorrieron mi cuerpo de abajo hacia arriba hasta llegar a mi cara. Una sonrisa se extendió por su rostro.
—Jeans ajustados me gusta.
Puse los ojos en blanco ante su comentario.
—Aquí, déjame eso a mí —pasó a mí alrededor y quiso que le diera mi mochila, como si esta pesara. Bueno si estaba un poco pesada, pero no pensaba dársela.
—Gracias, eh... Pero estoy bien puedo llevarla yo.
—Oh, cierto lo olvidé —sonrió— soy Colín, él, eh, amigo de Cal.
Lo miré sorprendida aunque ya sabía cuál era su nombre. La sonrisa de Colín se hizo más grande.
—Estoy jodidamente contento de haber venido hoy. —Asintió con la cabeza en dirección a la casa— vamos te llevaré donde está él.
Caminé junto a él mientras me guiaba a la casa. La música se hacía más fuerte mientras nos acercábamos.
—Así que, ¿Caleb hizo una fiesta? —le pregunté.
—Bueno, hoy jugamos y ganamos... Debo decir que la emoción causó esto.
—¿La emoción?
Colín rio.
—¿Caleb no te dijo nada Alina?
Negué con la cabeza. El idiota ni siquiera lo consideró en avisar.
—Una rápida lección antes de entrar a la locura que hay dentro —cambió de tema deteniéndose en la puerta principal y mirándome. —Esta es la casa de Cal y la fiesta se realizó porque ganamos el partido —se detuvo abriendo la puerta— y estos son sus jugadores y amigos.
Una chica alta y bonita con pelo castaño oscuro quien llevaba un vestido negro muy corto combinado con sus zapatos de tacón increíblemente altos, yo estaba cien por ciento segura que no podría caminar con ellos. La chica se me quedó mirándome y por el ceño fruncido en disgusto me di cuenta de quién se trataba y sinceramente me sentí fatal. Era nada menos que Megan la chica que andaba tras los huesitos de Caleb.
—Bueno, hola Megan —dijo Colín en tono molesto.
—¿Qué hace ella aquí? —preguntó desplazando su mirada a la de Colín. —No estaba invitada aquí, es más, ni pertenece a este lugar.
—Eso no debe de importarte. Quita esa mueca de tu cara Meg, no te hace ver linda —le respondió estirando su mano para tomar la mía y guiarme más adentro.
La habitación no estaba tan llena que digamos, pasamos por el vestíbulo hacía la puerta grande en forma de arco lo que conducía a la sala de estar. Era más grande que mi casa. Dos puertas de cristal estaban abiertas con una impresionante vista a las colinas. Quería ver más de cerca.
—Por aquí —indicó Colín mientras hacíamos camino a un ¿bar? ¿En serio? ¿Tenía un bar en su casa?
Miré a las personas alrededor mayormente eran jugadores no solo de fútbol sino también de fútbol americano, baloncesto, animadoras del colegio, etc. Se detenían por un momento para darme una rápida mirada y hablar. Tenía que admitir que no estaba vestida para esta fiesta y quien era adivino para saber que había realizado una.
—Cal... Hermano. Alina está aquí. La encontré afuera un poco perdida —dijo Colín, me giré hacia donde él hablaba.
Por el ángel ¿En serio estaba así de hermoso hoy?
—¿En serio? —respondió Caleb en un acento perezoso inclinándose a una posición relajada en el sofá con una cerveza en la mano.— Pues no me interesa ¡Ya sabes!
—Oh, sí, debería de importarte. Ya que quedaron de verse. Yo con mucho gusto la atendería, pero no es mi compañera de asiento si se pudiera cambiar, yo encantado de hacerlo.
Caleb entrecerró los ojos y me estudió con atención. Sus ojos eran de un color increíblemente inusual ahora, no se veían azules cálido como siempre estos parecían negros, eran hermosos sin dudas el cambio.
—Haz lo que quieras —respondió finalmente y se recostó en el sofá donde había estado reclinado cuando entramos.
Colín se aclaró la garganta.
—Es una broma, ¿verdad?
Caleb no respondió. En su lugar tomó un trago de la botella en sus manos. Su mirada se desplazó hacia Colín y pude ver en sus ojos la advertencia en ellos. Estaba enojado tal vez había olvidado lo de hacer la tarea, eso no era bueno todo lo que había trabajado en la mañana se vino abajo, aparte del tiempo valioso que me hizo perder por venir aquí, me hubiera quedado en casa viendo mi serie favorita. Caleb volvió su atención a mí esperando a que dijera algo. ¿Quería que le gritara? O ¿me quejará? Una sonrisa tocó sus labios y me guiño un ojo.
—Tengo mi casa llena de invitados muy importantes de hecho y deben saber que estoy ocupado, no tengo tiempo para tareítas —movió su mirada a Colín—. Creo que es mejor si la acompañas a la puerta para que pueda irse a casa.
El disgusto se notaba. No le gustaba, realmente no podía culparlo, esto no era su culpa, sino de la maestra Olivia por dejarnos una tarea en pareja. Demonios, gasté todo el tiempo entusiasmada en que lo vería hoy y poco a poco nos íbamos a ir conociendo al menos para ser amigos, adiós sueños. Y me repetía mentalmente ¿Por qué creí eso? Adiós nota, bienvenido cero. Me pare recta y agarré mi mochila con fuerza. Que quería ir donde estaba sentado y golpearlo con la mochila, no me importaba si mis cosas se rompían. Era un completo idiota, si con la mirada se podría matar lo haría un millón de veces y luego lo volvería a resucitar para luego volverlo a hacer, hasta que se me pasara esta bronca que tenía.
—Él tiene razón. Debo irme, esto fue una mala idea, no sé a qué vine a este lugar —le expliqué sin mirarlo. Las lágrimas picaron en mis ojos con el pensamiento de que estaba oficialmente reprobada en Filosofía. Y que no podría cumplir con mi imaginación de romperle la cabeza una y mil veces.
Volviéndome me dirigí a la puerta manteniendo mi mirada baja. No quería llorar delante del idiota de mi Dios griego. No le gustaba eso era evidente, aunque fue muy amable el día que acordamos hacer la tarea. Por lo visto no era bienvenida a su casa ni en su vida. Ahora entendía eso.
—¿Te vas tan rápido? —preguntó una voz llena de burla.
Levante mi mirada para ver la sonrisa de placer en el rostro de Megan. Ella tampoco me quería aquí y lo entendía, tal vez era su novia o algo parecido a eso y por eso creía tener derecho a decidir quien venía o no era una ridícula ¿Qué le había hecho a esta chica? Por más que me preguntaba no hallaba respuesta. Bajé la mirada al suelo y abrí la puerta no quiero entrar en una pelea que no tenía sentido. Era orgullosa y no permitiría que esa perra me viera llorar para luego este molestando.
Una vez que estando fuera dejé escapar un sollozo, era muy patética lo sabía, pero no podía evitarlo. Me dirigí a mi Jeep muy deprisa si no estuviera con la mochila un poco pesada hubiera corrido, quería llegar a casa lo más rápido posible ahí me sentía segura, no en esta casa ridícula con esa gente arrogante. Otro sollozo se me escapó, subí y cerré la puerta de mi Jeep poniendo el seguro detrás de mí. Tenía unas ganas locas de gritar, volver adentro y armar un numerito y golpear al idiota de Caleb por hacerme ver como una tonta. Pero no valía la pena hacerme odiar más por mi Dios griego.
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