Capítulo 43. Hasta nuevo aviso
La semana de congreso había sido todo un fiasco. Entre los testimonios de oídas y el miedo a que alguna declaración policial destapara las indiscreciones que hasta ahora habían sido privadas, la masa de escritores huyó nada más cerrarse el caso. El Comité de Literatura de Boston tenía la pésima certeza de que los nombres de aquellos notables escritores no volverían a cursar los próximos seminarios establecidos en el calendario oficial.
Aquel Halloween de 1959 había reunido histeria, fanatismo y engaño. Las tres palabras que resumían el libro de Miller sobre las brujas de Salem habían cobrado vida de una manera tan paradójica como horripilante.
Ellery tuvo la oportunidad de contactar con Aurora antes de desalojar la habitación. Al principio, entre ambos se estableció un paréntesis incómodo. Podía escuchar sus pensamientos merodeando por la línea. La preocupación constante por la vida del hombre que había elegido como pareja era algo de lo que no podía desprenderse ni en lo que presuntamente iban a ser unas vacaciones.
Pero, extrañamente, después de unos minutos, oyó su risa.
—Tu modo de desconectar del ajetreo neoyorkino e impulsar tu creatividad es aterradora, Queen. No desearía ser tú por nada del mundo.
—Creo que mis vacaciones se han convertido en un confinamiento voluntario hasta nuevo aviso.
—Hasta que termines tu novela —dejó caer la necesidad del escritor de estar continuamente a la caza de algo nuevo.
—Espero que seas la primera en hojearla. Bueno, la segunda. Cierta persona te ha tomado la delantera.
—¿Y?
—Solo te diré que quedó fascinado.
—Tú y tu modestia.
—Estará lista para cuando regreses de la gira. Tenía ganas de volver a sentirme yo —comentó estirando los brazos y, para su sorpresa, con una sonrisa franca—. Echaba de menos centrarme en lo que me gusta.
—¿En qué? ¿Resolver un crimen o escribir una novela?
—Bueno —Ellery se encogió de hombros—, parece que una va unida a la otra sin remedio.
Lo tenía visto y comprobado. Viajar con el objetivo de tomarse unas vacaciones o renovar su inspiración era fuente de peligro para que un crimen extravagante asaltara el primer puesto de su pirámide de necesidades. En consecuencia, se había obligado a una reclusión voluntaria hasta que la Navidad se oliera en las calles de Nueva York. Aunque siempre podía encerrarse en el piso de una preciosa pelirroja con la que distraerse de vez en cuando.
—¿Todavía no se ha marchado?
Tardó en reconocer la voz que le llegaba del flanco derecho del Hotel Hawthorne. La sonrisa pretenciosa de Dexter Allen cruzaba la acera.
—Usted tampoco.
—Ultimando una firma de libros —explicó sin una pregunta de por medio.
—Le deseo buen viaje.
Ellery se introdujo en el descapotable y accionó el motor.
—Estará encantado con toda la información que ha obtenido de las muertes, ¿eh? —sonsacó Dexter paseando el dedo por el capó del coche—. Y nada menos que en primera línea. Sabe a quién comerle la oreja, ¿verdad, Queen? ¿Qué le ofrece a la policía para que manchen su buen nombre colaborando con usted? No me diga que se deja tocar más de la cuenta...
—¿Acaso le gustaría estar en mi lugar?
—No soy del tipo de hombre que se arrodilla con tal de conseguir lo que quiere.
De repente, Ellery rompió a reír. Dexter desdeñó una mueca, furibundo.
—No es eso lo que he escuchado por ahí.
—¿Qué insinúa? —Dexter apartó las manos del coche—. No me hace falta hacer favores de ningún tipo a nadie para que mi nombre pueble estanterías y carteles publicitarios.
—Claro —asintió con efusividad—, el favor se lo hacen a usted.
Accionó el pedal del acelerador, ahogando la reclamación de Dexter, y se distanció unos metros.
—Veremos si ese nuevo libro suyo le llega a la suela de los zapatos a los que salgan en la siguiente temporada —dijo en alto para hacerse oír—. Tenga por seguro que competirá contra mí.
Ellery contempló el sol, luminoso y grande en el cielo, y no pudo evitar sonreír.
—Debería pararse a reflexionar una cosa —dijo con el tono de satisfacción propio de aquel que ha dejado atado sus asuntos y ha cumplido con lo que se esperaba de él—: ¿ese incorregible amor que siente por usted mismo es a causa de los éxitos que ha logrado o al conocimiento y asimilación de lo que peca su ser?
—¿A qué viene eso?
—Solo contéstese a esa pregunta. —Ellery ocultó sus ojos con unas gafas de sol negras—. A lo mejor le sorprende la respuesta.
Se alejó de la entrada del hotel de un acelerón. Conforme pasaban los kilómetros, la figura de Dexter se hacía minúscula. Lo poco que le quedaba a ese hombre para caer en desgracia dependía de su propia esposa y del coraje que le echara a que su nombre colapsara las portadas de los libros que habían otorgado a su marido el puesto de rey en lugar de a ella misma.
Si los cuchicheos continuaban rondando, el ego hipertrofiado que Dexter exhibía en cada presentación pública se desinflaría como un globo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro