Capítulo 15. Actuar con normalidad
Desde que puso un pie fuera de su habitación, en Ellery se instaló una actitud vigilante. El aura diabólica del diario escondido bajo su chaqueta parecía poder hacerse visible frente a todo individuo que lo miraba, fueran cuales fueran sus intenciones.
No podía dejarlo en la habitación, había concluido a punto de partir hacia la charla, cabía la posibilidad de que a su vuelta la hallara en un estado semejante a la de Thomas. Pero sospechaba que era foco de los ojos que sintió hincados a su nuca en el cementerio, no se deshacía de la sensación de estar siendo observado por un tercero desconocido. Debía estar atento a cualquier suceso fuera de lugar o mirada rezagada. No hacerlo podría conllevar un atentado contra su vida.
Thomas había allanado una propiedad privada, se había hecho con el diario personal de un individuo de Salem. Lo había escondido, lo había estudiado, incluso le había negado al guardián de la biblioteca secreta tenerlo bajo su posesión. El resultado de todo ello: su muerte y la desesperación de un extraño por recuperar su confesión. En él no estaban escritos los desvaríos de un loco, sino un preparativo, los pasos a seguir para una puesta en escena apropiada. Escribir algo así y abandonarlo a la vista de cualquier curioso era demasiado temerario.
—¡Ey, Queen! Ayer desapareció como un fantasma.
El estridente acento irlandés de Peter lo sacó de sus rumiaciones. Aislado entre divagaciones indigestas, había ignorado la fila de escritores que tomaban asiento en el Hamilton Hall.
—Estuve muy ocupado.
—¿Incluso para cenar?
Peter se ocupó de arrastrar una silla hasta el área vacía a su derecha.
—Ni me acordé.
—¡A este paso va a convertirse en el siguiente muerto de la conferencia!
La indiferencia de Peter le resultaba digna de estudio. No había un segundo en que no destapara su optimismo y bromeara sin compasión, aunque el ambiente se hallara inquieto a causa del fallecimiento de uno de los asistentes.
—¿Cómo va a escribir si no da azúcar a sus neuronas? Ellery —le puso la mano en el hombro—, le invito a una comida después de esta charla.
—Tengo asuntos pendientes.
—Usted no se rinde, ¿verdad? ¿Qué asuntos? ¿Relacionados con el muerto?
—Propios.
—Usted verá, Queen. Pero se está hablando mucho de sus desapariciones.
Ellery vistió una férrea mirada sobre el actor.
—¿Qué quiere decir?
—¡Ey, aquí! —Peter levantó el brazo al divisar a los otros dos compañeros de congreso.
—¡Buenos días! —Angus les dedicó una sonrisa formal—. ¿Saben de qué se hablará hoy? Con esto del suicidio del señor Montgomery, no me atrevería a asegurar que vayamos a debatir algo.
—Tonterías. —Dominic surgió tras él y tomó asiento dos sillas distanciadas de Peter—. Nos soltarán una parrafada nostálgica y continuaremos como si nada. <<Actuar con normalidad>> —rotuló con la mano en el aire.
—¿Hacer como si no hubiera pasado nada? —inquirió atónito Angus.
—O casi nada. —Le quitó valor alzándose de hombros—. Polvo al polvo y cenizas a las cenizas, ¿no es eso lo que se dice?
—Qué poco corazón.
—Así es la vida.
—Dígame —Ellery se inclinó hacia el actor, obviando la charla contigua—, ¿qué se está diciendo ahora de mí?
Su sonrisa petulante lo intranquilizó más de la cuenta.
—Que está tan desesperado por escribir algo bueno que busca un aliciente hasta debajo de las piedras. Que desaparece porque necesita una dosis extra de... Ya sabe, de información.
—No me joda... —bufó—. ¿Creen que estoy escribiendo sobre el suicidio de Thomas Montgomery?
—No se le escapa una. —Movió la cabeza, eufórico—. Dicen las malas lenguas que va a utilizar su arte deductivo para elaborar una trama policial con nuestro compañero muerto como sujeto clave.
—No entiendo cómo no rezuman por sus bocas toda la mierda que inventan —murmuró entre dientes.
—¡Guau! Le ha dolido en el alma —expresó Peter, y lo zarandeó alegremente—. Relájese, hombre. Mejor que hablen de uno que no hacerlo.
—No me importa que hablen mal de mí, tengo una larga lista de defectos que impiden que le dé un mísero segundo de valor. Pero si lo hacen, prefiero que sea con la verdad. Las mentiras solo ensucian mi reputación; que vengan y me pregunten directamente, puedo contarles cosas terribles que poco tienen de rumores.
—¡Está hecho todo un pecador! —Peter detonó en una carcajada—. Y eso que a simple vista parece un hombre inofensivo... De todas formas, Ellery, la invención de un trocito de nuestras vidas tiene su lado positivo. —Ancló los brazos al peinazo superior de la silla—. A veces tiene su qué.
—Puedo adivinar cuál es su qué.
—Hágalo —lo incitó. Su mirada saboreaba la momentánea deducción de Ellery.
—Una palabra: mujeres.
—Una palabra; decenas de cuerpos. —Se lamió los labios de una rápida pasada—. Que hablen de ti siempre abre las puertas a que alguien quiera conocerte un poco más.
—Estoy servido...
—Oh, ya me he dado cuenta. La camarera de ojos café...
No le dio tiempo a desmentir la figuración de Peter sobre el acercamiento con Roxxane. En el escenario, la cascada voz de uno de los representantes del comité colmó la sala.
—Bienvenidos al tercer día de congreso. En primer lugar y antes de iniciar la siguiente de las conferencias...
—Se lo dije —escuchó decir a Dominic, que propinaba un codazo a Angus.
—... El fallecimiento de uno de los escritores invitados, Thomas Montgomery, nos ha entristecido profundamente a todos. Nadie de los aquí presentes era consciente del sufrimiento que oscurecía el corazón y el alma de tan magnífico escritor. Si hubiéramos tenido conocimiento alguno de su padecimiento, sé que le habríamos aportado nuestra fuerza y apoyo desde el minuto uno.
>>La depresión es un mal insidioso —comenzó a andar por el escenario—, cuando por fin te das cuenta de su presencia, ya es tarde. Te atrapa y ya no te suelta, aunque derroches toda tu energía en vencerla. Es un monstruo, una bestia, y para el señor Montgomery, una prisión. Personalmente, y sé que ustedes también, me siento abatido. —Se llevó la mano al corazón y agachó con solemnidad la cabeza—. La negrura que regía su mundo interior había sometido a su fortaleza mental. Muy a nuestro pesar, eligió la solución que creía necesaria para liberarse de sus cadenas. Hemos contactado con sus familiares, a los que la policía ya había informado, y les hemos ofrecido unas condolencias en nombre de todos ustedes. En un momento tan duro, queríamos que supieran que nuestras plegarias están con ellos.
—Esto es insoportable —se quejó Peter. Echó la cabeza atrás rozando el filo de la silla—. Con este fantoche de acto solo pretenden amordazar la voz de la moral que los estaba tirando por los suelos. Una vez limpios de culpa, el congreso puede continuar. ¡Tienen un par bien puesto!
Ellery rehusó contestar. Cruzado de brazos, sentía el diario incrustándose en su torso y un leve escozor que le abrasaba la piel.
—Por ello, queremos invitarles a guardar un minuto de silencio por Thomas Montgomery. Por favor, pónganse en pie.
Durante el breve homenaje a Thomas, algunos de los escritores cerraron los ojos y unieron las manos en rezo. Otros mantenían la vista al frente. Peter, dada su naturaleza, removía las piernas, impaciente, y arrugaba los labios.
—Muchas gracias a todos —habló el señor Donovan—. La conferencia de hoy está a manos de uno de los escritores más leídos y alabados de los cuarenta. Ha sido galardonado con el premio Edgar, ha escrito decenas de obras y varias de ellas han sido llevadas al cine —comunicó como un presentador de televisión—. Estoy seguro de que todos conocerán "El cartero siempre llama dos veces", fascinante lectura y película con un elenco formidable de estrellas. Ya habrán adivinado el tema a debatir: la femme fatale, la antiheroína que, con su sexualidad como arma, confunde al desventurado protagonista de nuestras historias. Caballeros, les presento a James M. Cain.
La sala se inundó de aplausos. De uno de los laterales de la porción frontal, un hombre cuyo aspecto había sobrepasado el límite de los setenta, de gafas cuadradas y gruesas que empequeñecían el tamaño de su huesudo semblante, los saludaba con la mano y una sonrisa blanca impoluta. Dos de los representantes lo ayudaron a subir las escaleras mientras Donovan lo esperaba con los brazos abiertos junto al atril.
—Esto sí que no me lo esperaba —susurró Angus—. El mismísimo Cain en persona.
—Tiene pinta de estar más muerto que vivo —soltó Peter—. Pero el tema de hoy le viene como anillo al dedo. Es de sus favoritos. Mujeres... —pronunció en un suspiro—. Le hacen perder la cabeza a uno, ¿eh?
Y qué decir, se guardó de comentar Ellery, de la costumbre de Cain por apostar por la villanía de las mujeres en sus historias.
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